4) Correlación actual de fuerzas sociales fundamentales en Europa, y táctica para el período de transición: ¿Socialización gradual o expropiación generalizada?

Acerquémonos más tangiblemente al problema. Actualmente, las pequeñas empresas constituyen el 99% del tejido empresarial europeo, empleando al 53% de los explotados (65 millones). Las "muy pequeñas empresas", que no explotan trabajo asalariado, ascienden a 7.848.000; las que explotan entre 1 y 9 asalariados son 6.783.000. Finalmente, las "pequeñas empresas" que explotan entre 10 y 49 asalariados no exceden del millón llegando a las 971.000. O sea, que 7.754.000 empresas productoras de plusvalor en pequeña escala, emplean a más de la mitad de los asalariados europeos. Como puede apreciarse en el siguiente cuadro elaborado en base a datos de "Eurostat" para 1996:

  

Muy pequeñas empresas

Pequeñas Empresas

Medianas Empresas

Grandes Empresas

 


Número de
Empleados

0

1 - 9

10 - 49

50 - 249

> 250

TOTAL


Número de Empresas
(en miles)

7.848

6.783

971

146

31

15.777

Fuente: Eurostat, Empresas en Europa, sexto informe. Cifras clave para 1996, 2001.

 

¿Qué hacer con estos explotadores en pequeña escala, expropiarlos? Analicemos esta proposición. Suponiendo una media de 2 patrones por empresa entre las dos categorías de pequeños explotadores, si la dictadura del proletariado procediera a expropiarles despóticamente, tendría ipso facto 15.508.000 enemigos con sus respectivas familias repartidos entre el interior y el exterior de las fronteras de la UE.

¿Cuál ha sido y sigue siendo la doctrina marxista al respecto? Transformar la sociedad democrático-social burguesa en socialista, expropiando lo efectivamente socializable según las condiciones objetivas específicas al momento de la toma del poder.  En este asunto, lo único que ha cambiado respecto de la sociedad Rusa en 1917, es que el proletariado se ha constituido en la clase absolutamente mayoritaria de la población, y, en virtud de ese hecho consumado, su dictadura política deviene automáticamente en una democracia. 

Ahora bien, si lo que se quiere —como debiera ser— es demostrar de entrada la superioridad social y política de las nuevas relaciones de producción de tipo comunista, para consolidar la revolución habrá que priorizar inmediatamente el desarrollo de las fuerzas productivas a partir de la estructura económico-social heredada del capitalismo, asignándole el índice histórico = 100.

Siguiendo el modelo soviético, la primera medida consistirá en estatizar mediante expropiación sin compensación, toda la grande y mediana burguesía industrial, agraria, comercial, y de servicios -incluidos los transportes-, más todo el sistema bancario. Dado el grado de desarrollo de las fuerzas productivas contenido en estos sectores, pueden ser efectivamente socializados bajo las nuevas relaciones de producción de tipo comunista al margen de la propiedad privada capitalista. Para esto, el papel dirigente del partido deberá ser reconocido por las masas asalariadas y semiasalariadas (trabajadores autónomos), con suficiente extensión y alcance sobre ellos como para ejercer esa función hegemónica, no simplemente dominante, a fin de garantizar que la gestión del control obrero no derive en simple autogestión empresarial privada. De lo contrario, el proceso se complica, como sucedió en la URSS.[ [16] ]

El ejercicio del poder en los primeros momentos, sin duda contribuye a que el proletariado siegue a cada paso que da en esta dirección la maleza de los prejuicios de clase que, durante años y años, vino cultivando la burguesía en su conciencia colectiva, especialmente el prejuicio del mercado como única alternativa para la distribución racional de recursos productivos y riqueza; pero esto sólo es válido para el proletariado de las grandes empresas. Teniendo en cuenta, además, que, ante cualquier dificultad o error de previsión en la consecución de los objetivos revolucionarios propuestos —cuyas consecuencias se trasladan inmediatamente del bolsillo y el estómago a la conciencia del proletariado sin partido, esa misma conciencia ve crecer muy pronto la misma maraña ideológica donde habían empezado a brotar los retoños de la racionalidad comunista.

Como los revolucionarios rusos han podido experimentar en muchos frentes, el desarrollo ideológico y político desigual del movimiento, determina que la burguesía, aun habiendo desaparecido físicamente de las nuevas relaciones de producción, su fantasma, el espíritu objetivo de su concepción del mundo sigue allí, en la realidad de la sociedad de transición, en el mercado, para continuar ejerciendo un doble poder en la conciencia de muchos asalariados que apoyaron a la revolución y que pasaron a defenderla, pero que, una vez en el poder, se aprovechan de ella como reminiscentes pequeños propietarios, una reminiscencia que no deja de hegemonizar el espíritu de sus sectores más atrasados, amenazando con cobrar nueva fuerza material contrarrevolucionaria a instancias de ellos, de sus vacilaciones, y hasta de su rebelión encubierta.

Durante el discurso que pronunció el 29 de abril de 1918 en el "Comité Ejecutivo Central del Partido Comunista Bolchevique", Lenin alertaba contra la insuficiencia de la disciplina y las ideas pequeñoburguesas de una mayoría de asalariados no comunistas todavía en condiciones de penuria, al tiempo que criticaba las ideas de los "Comunistas de izquierda", que creían posible desembarazarse de la burguesía por el sólo hecho de derrotarla y expropiarla, sin haber reemplazado en la conciencia de muchos asalariados la picaresca burguesa por la disciplina revolucionaria, observando que la tarea más difícil en semejantes circunstancias no consiste en derrocar a la burguesía quitándole su base material de sustentación, sino arrancar su espíritu rapiñoso de la conciencia de muchos asalariados, asegurando "el orden, la disciplina, la productividad del trabajo, la contabilidad y el control" de la producción con esos medios expropiados. Así habló seis días antes frente a los diputados de los soviets:

<<Estos pequeños kulaks, pequeños patronos y pequeños propietarios (que seguían subyugando el alma de muchos obreros) dicen: "toda la vida nos han oprimido, toda la vida nos han aplastado, por qué no sacar partido de tan propicia oportunidad? Este fenómeno constituye un serio obstáculo y sin superarlo es imposible pensar en el triunfo, ya que de todo pequeño propietario, de todo individuo codicioso y rapaz puede surgir un nuevo Kornilov>> (V.I. Lenin: "Discurso ante soviet de diputados, obreros, campesinos y del Ejército Rojo de Moscú. Lo entre paréntesis es nuestro)  

La segunda medida del proletariado revolucionario tras la toma del poder, debe consistir en decidir utilizar la parte del plustrabajo confiscado que los burgueses destinaban a su fondo de consumo, según el siguiente orden de prioridad:

1)       para ampliar de inmediato la escala de la producción en todo lo que la herencia de parados exceda las posibilidades de empleo que brinda la capacidad instalada ociosa de las empresas capitalistas, expropiadas o no; Al contrario, la capacidad instalada ociosa que excediera la herencia de parados, debería servir para disminuir porcentualmente la jornada de labor entre el total de los asalariados existentes.

2)       para acercar los salarios reales al salario histórico correspondiente al desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad anterior.

3)       para poner inmediatamente en funciones, los resultados de la más alta investigación tecnológica aplicada al sector I (producción de medios de producción), que el capitalismo retarda, a la espera de que el coste de su incorporación al aparato productivo de la sociedad, sea inferior al coste de la mano de obra que reemplaza, esto es, al tiempo de trabajo necesario de la jornada de labor correspondiente al valor de los salarios de esa mano de obra que la mejora tecnológica permite reemplazar; un problema que no tiene el sistema basado en las relaciones de producción comunistas, donde el coste social del trabajo empleado comprende la jornada de labor entera, lo cual acelera la aplicación de las innovaciones tecnológicas al aparato productivo.

4)       Para ayudar crediticiamente a la pequeñoburguesía en la puesta al día de los salarios históricos según el criterio expuesto más adelante, bajo la condición garantizada por el control obrero, de que el bajo coste de la tasa de interés no se traslade al precio de los productos.

La propensión planificada al aumento de las fuerzas productivas, consiste en dedicar más recursos a la ampliación del fondo de acumulación técnica en el sector I, esto es, en medios de producción de las empresas productoras de medios de producción -al nivel tecnológico más alto correspondiente a las grandes empresas que emplean más de 250 asalariados- a expensas de las empresas del sector II, productoras de bienes de consumo.

Esta prioridad en el desarrollo de las fuerzas productivas en la nueva sociedad salta a la vista, porque es la premisa necesaria para cohesionar al conjunto de la sociedad en torno a las nuevas relaciones de producción dominantes. En efecto, dado que la composición técnica en cada una de las empresas socializadas determina la masa de trabajo vivo a emplear en cada jornada, cuanto mayor es el coeficiente tecnológico de los medios de producción menor será el contingente necesario de asalariados a emplear, mayor el numero de turnos de cada jornada, menor el número de horas de cada turno, mayor la productividad y la producción global, menores sus costes unitarios en términos de tiempo de trabajo y mayor el poder adquisitivo de los salarios.

Por el contrario, si las fuerzas productivas de la sociedad socialista no crecen y el empleo en ella —que naturalmente aumenta según el crecimiento vegetativo de la población— lo hace por encima de lo que exige la composición técnica media anterior a la revolución, la productividad del trabajo remite o desciende por debajo del índice 100 inmediatamente anterior a la primera fase socialista. 

Bajo tales condiciones, la sociedad de transición comienza a perder justificación histórica, hasta que, una vez agotados los fondos burgueses de consumo destinados al aumento del nivel de vida asalariado, los resultados adversos del descenso en la productividad sobre el nivel de vida de una sociedad de pleno empleo, comienzan a pesar sobre la conciencia socialista de sus productores hasta quedar aplastada por la cada vez más impaciente añoranza en el capitalismo, sentida muy especialmente por los asalariados de mayor cualificación relativa, de cuyo nivel de conciencia política depende en gran medida el fortalecimiento del capitalismo de Estado proletario y del control obrero sobre el capitalismo privado en pequeña escala, condición para dar el siguiente paso hacia la primera fase del comunismo.

Ante un continuado retroceso en la productividad y la consecuente menor participación creciente de los asalariados en el producto de su trabajo, llega un momento no muy lejano, en que el proceso de contrarrevolución interna se pone a la orden del día.

Volviendo al ejemplo de la UE, los empleados en la actualidad son 122.641.509. El paro durante el primer semestre de 2002 ascendió al 8,5%, o sea 10.424.528 desempleados. Ahora bien, en realidad, a estos parados oficialmente reconocidos hay que agregar el 53% del total de los empleados, que por entonces era de 65.000.000, que trabajaban a tiempo parcial. De estos, sólo sabemos que la cuarta parte, o sea 16.250.000 correspondían a contratos de menos de 25 horas por semana, esto es, menos de cien horas por mes, cuando los contratos normales a mes entero de ocho horas diarias llegaban a las 160 horas mensuales. Suponiendo que los 65.000.000 trabajaran un parcial medio de 80 hs. mensuales (20 por semana), a los 10.424.528 parados hay que sumar el 50% de 65.000.000, o sea, 32.500.000, de modo que, en este supuesto (muy optimista para la burguesía), el total de parados asciende a 10.424.528 + 32.500.000 = 42.924.528 una tasa del 35,00%. Y los empleados trabajando 8 hs descenderían en 32.500.000 o sea: 122.641.509 ─ 32.500.000 = 90.141.509. Así, la tasa real de paro sube al 47,62%

A estos parados, teóricamente habría que agregar los correspondientes a la expropiación de la burguesía media y gran burguesía, esto es: 971.000 + 31.000 = 1.002.000, de lo que resulta un paro total teórico de 43.926.000. Decimos teórico y lo despreciamos, porque muchos de esta parte minoritaria de la población no son quienes gestionan sus empresas; y aun cuando las gestionaran, a diferencia de lo que pasó en la URSS, en este caso muy bien se les podría reemplazar por asalariados en paro especializados en esa tarea, de modo que, desde el punto de vista económico su incidencia es nula y no es necesario mantenerles en sus puestos; desde el punto de vista político tampoco tendría sentido incluirles en la estadística del paro, porque su exilio es más que seguro.       

Ahora bien, para emplear a los 90.141.509 asalariados, la burguesía europea utiliza hoy día entre el 60/70% -digamos 65%- de su capacidad industrial instalada. Esta capacidad viene directamente determinada por la composición técnica media del trabajo social, que, bajo el capitalismo, es una variable dependiente del llamado "break even point" (punto de producción y de precios regulados por la tasa media de beneficio), y que, en el caso de la UE, no permite emplear más que entre el 60 y el 70% de la capacidad industrial instalada. Esto quiere decir que el paro actual en la UE = 42.924.528, puede ser totalmente absorbido por el 35% de su capacidad ociosa, con un potencial de empleo igual a 48.537.735 asalariados. Dado que esta capacidad ociosa excede en un 11,56% a la absorción de los 42.924.528 asalariados actualmente en paro, la producción puede aumentar en un 47,62% sin menoscabo de la productividad, quedando un remanente de capacidad ociosa del 11,56%.

¿Qué pasaría de optarse por la alternativa ultraizquierdista de expropiar a las dos categorías de la pequeñoburguesía que emplean entre 1 y 49 asalariados? Que estos 15.508.000 trabajadores que explotan trabajo ajeno en pequeña escala, se volverían contra la revolución, soterradamente unos, y más o menos abiertamente otros. Esta situación, sin duda agrega un sensible grado de dificultad a los fines de la estabilidad política del nuevo sistema de vida. Sin el consenso o la neutralidad de esa minoría de la población activa, más una parte indeterminada pero nada desdeñable de asalariados que, al principio, no dejarían de seguir pensando con la cabeza de sus antiguos patrones, la revolución comenzaría su andadura con algunas piedras más en el camino.  

En tal sentido, esta política de expropiar, rompe con la doctrina sentada por el hilo teórico conductor entre Marx y Lenin, en cuanto a la política de los revolucionarios con la pequeñoburguesía tras la toma del poder en cualquier sitio. ¿En qué consiste esta doctrina?

En noviembre de 1850, Marx decía con plena razón:

<<Los obreros franceses no podían dar un paso adelante, no podían tocar ni un pelo del orden burgués, mientras la marcha de la revolución no sublevase contra este orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación —campesinos y pequeñoburgueses— que se interponía entre el proletariado y la burguesía; mientras no la obligase a unirse al proletariado como a su vanguardia.>> (K. Marx: "Las luchas de clases en Francia, de 1848 a 1850". Punto I)

Desde la experiencia de la revolución Rusa hasta hoy, aunque naturalmente no con tanta fuerza, pensamos que este principio sigue todavía vigente. El mismo que siguió Lenin al frente de los Bolcheviques, en cuanto a que el proletariado no puede empezar una nueva andadura revolucionaria efectiva tras la toma del poder, sin contar con la pequeñoburguesía urbana y rural en cualquier país, hasta que la revolución se extienda y se logre acabar con la gran burguesía internacional. Después, la integración de estos sectores al socialismo será más una cuestión económica que política propiamente dicha.

En lo inmediato, además de la ayuda crediticia a bajo interés para pagar el plus que suponga actualizar el salario histórico, o para renovar el capital fijo, subvencionado con parte del fondo de consumo confiscado a la gran burguesía expropiada, el control obrero sobre estos sectores debe ejercerse:

1)       para  autorizar la ampliación en la escala de su producción sólo en caso de que la oferta de trabajo de los jóvenes asalariados que se incorporan por primera vez al trabajo social, no sobrepase la demanda de empleo en las empresas del Estado;

2)       para supervisar la contabilidad de esas empresas; acordar el calendario laboral con arreglo al límite máximo de horas anuales de trabajo fijado por ley; cuidar que cumplan las directivas del poder soviético en cuanto a la seguridad en el trabajo, a la duración de la jornada de labor y de los ritmos de producción autorizados, así como a la preservación del medio ambiente, al pago regular del impuesto a la renta diferencial respecto del salario medio interprofesional vigente (impuesto que deberá ser proporcionalmente menor al actual impuesto de sociedades según cada categoría de empresa en función de la plantilla de personal entre 1 y 49 asalariados), además de su contribución a la seguridad social.   

Como ya hemos visto, coherente con el principio anunciado en 1850, en 1875 Marx se opuso a Lassalle en eso de que, frente a la clase obrera todas las otras clases y sectores de clase constituyen "una sola masa reaccionaria". Lassalle hizo aquí un corte político radical de izquierdas entre trabajadores proletarios y no proletarios, en el único pasaje ultraizquierdista que contenía su proyecto de programa de cara al Congreso de Gotha. Un corte político bajo el supuesto de que la toma del poder ponía al proletariado a las puertas de la primera fase del transito al comunismo, demostrando que no había hecho el estudio pertinente de las condiciones históricas específicas a transformar antes de pisar esos umbrales; Lassalle no se había puesto a pensar un solo instante acerca de las dificultades del proceso de construcción comunista en tales condiciones. Por tanto, ignoró también la diferencia en cuanto a génesis y concepto entre las categorías de pequeñoburguesía y burguesía propiamente dicha.

Fue Marx quien se tomó el trabajo de fundamentar estas diferencias en el primer Libro de "El Capital". Fundamento que Lenin tuvo muy en cuenta a la hora de formular el programa y las tareas inmediatas del poder soviético inmediatamente después de la toma del poder. Según su investigación, son capitalistas propiamente dichos sólo los que individualmente disponen de una masa de capital mínimo en funciones que les permite independizarse de la producción directa:

<<Para vivir apenas el doble de bien que un obrero común y reconvertir en capital la mitad del plusvalor producido, el capitalista tendría que multiplicar por ocho el número de obreros y el mínimo de capital adelantado. Es cierto que él mismo puede, al igual que su obrero, participar directamente en el proceso de producción, pero, en ese caso, sólo será un híbrido de capitalista y obrero, un "pequeño patrón". Cierto nivel de la producción capitalista hace necesario que el capitalista pueda dedicar todo el tiempo que funciona como tal, es decir, como capital personificado, a la apropiación y, por tanto, al control del trabajo ajeno y a la venta de los productos de este trabajo (...) Se confirma aquí, como en las ciencias naturales, la exactitud de la ley descubierta por Hegel en su "Lógica", según la cual, cambios meramente cuantitativos, al llegar a cierto punto se truecan en diferencias cualitativas (...)

La suma mínima de valor de la que debe disponer el poseedor individual de dinero o de mercancías (medios de producción) para  convertirse en capitalista, varía con las diversas etapas de la producción capitalista, y, en una etapa de desarrollo dada, difiere entre las diversas esferas de la producción, según sus condiciones técnicas específicas.>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. IX)

Para resumir, siguiendo a Marx, digamos que pequeñoburgués es el capitalista que no cuenta con la masa de capital mínimo que le permita liberarse de la producción directa y que, por tanto, comparte el trabajo con sus asalariados. Esto en cuanto a su estructuración tal como persiste en la sociedad actual. En cuanto a su génesis, estos actuales pequeños explotadores de trabajo ajeno son la adaptación al capitalismo de los originarios productores mercantiles simples, los campesinos y artesanos libres, dos categorías sociales precapitalistas encarnadas en los siervos de la gleba, quienes en gran parte serían expropiados, los campesinos por los propios señores feudales, convertidos en simples terratenientes una vez que las distintas guerras dinásticas disolvieron los vínculos de vasallaje que les ataban a las viejas noblezas; los artesanos por los "burgos", así llamados originariamente en alusión a las ciudades pequeñas de los distintos feudos que ellos se dedicaban a vincular comercialmente. Ambas categorías irían a dar origen al moderno proletariado y su correspondiente dialéctica con la burguesía. Así describió Marx a los "productores libres propietarios de sus condiciones materiales de trabajo, base social cuya expropiación dio origen a los modernos conceptos de "libertad" e "igualdad", a instancias de la relación entre las nuevas categorías del "capitalista" (propietario "libre" de los medios de producción expropiados a campesinos y artesanos) y de los asalariados (propietarios "libres" de su fuerza de trabajo): 

<<¿En qué se resuelve la acumulación originaria del capital, esto es, su génesis histórica? En tanto no es transformación directa de esclavos y siervos de la gleba en asalariados, o sea, mero cambio de forma, no significa más que la expropiación del productor directo, esto es, la disolución de la propiedad privada fundada en el trabajo propio. La propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción es el fundamento de la pequeña industria, y la pequeña industria es una condición necesaria para el desarrollo de la producción social y de la libre individualidad del trabajador mismo. Ciertamente, este modo de producción existió también dentro de la esclavitud, de la servidumbre de la gleba y de otras dependencias. Pero sólo florece, sólo libera toda su energía, allí donde el trabajador es libre propietario privado de sus condiciones de trabajo, manejadas por él mismo: el campesino, de la tierra que cultiva, el artesano, del instrumento que manipula como un virtuoso (desarrollando él mismo todas las etapas de la producción de un mismo artículo). Este modo de producción supone el parcelamiento del suelo y de los demás medios de producción. Excluye su centralización (bajo el mando de distintos pero únicos y pocos propietarios capitalistas) y, también, la división del trabajo dentro de los mismos procesos de producción, el control y la regulación sociales de la naturaleza, el desarrollo libre de las fuerzas productivas sociales. Sólo es compatible con limites estrechos (los de cada feudo y de cada artesano o campesino parcelario), espontáneos, naturales, de la producción y de la sociedad. Al alcanzar cierto grado de su desarrollo, (la sociedad) genera los medios materiales de su propia destrucción (la ampliación del comercio a instancias de los burgos). A partir de ese instante, en las entrañas de la sociedad se agitan fuerzas y pasiones que se sienten trabadas por ese modo de producción (ya definitiva y totalmente anacrónico). Su aniquilamiento, la transformación de los medios de producción individuales y dispersos en socialmente concentrados, y, por consiguiente, la propiedad raquítica de muchos en propiedad masiva de unos pocos, y, por tanto, la expropiación que despoja de la tierra y de los medios de subsistencia e instrumentos de trabajo a la gran masa del pueblo, esa expropiación terrible y dificultosa de las masas populares, constituye la prehistoria del capital....>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. XXIV punto 7. Lo entre paréntesis es nuestro)

Tal es el fundamento científico que explica la transformación más o menos violenta de los explotadores de trabajo ajeno en pequeña escala en productores libres asociados en el Estado obrero, fundamento que los bolcheviques tuvieron en cuenta al adoptar la política respecto de la pequeñoburguesía, de los capitalistas que trabajan, en tanto adaptación histórica al capitalismo, de las categorías residuales del modo de producción precapitalista basado en los "trabajadores libres propietarios de sus condiciones de producción". Una negación que, bajo el capitalismo no es definitiva, dado que con el aumento del ejército industrial de reserva durante las recesiones cíclicas, buena parte de los asalariados en paro se transforman en trabajadores autónomos o propietarios libres de sus condiciones de producción, y, de ellos, una minoría, suben un peldaño en la jerarquía social del capitalismo, convertidos en pequeños explotadores de trabajo ajeno que, a su vez, trabajan.

Pero durante los períodos de expansión que acompañan el alza general de la tasa de ganancia, el consecuente aumento progresivo en la escala de la producción, incrementa la demanda de fuerza de trabajo y, por tanto, los salarios, al tiempo que la mayor productividad del gran capital baja los precios de los productos dejando sin sentido económico a numerosos trabajadores autónomos y pequeñas empresas ineficientes de menos de diez asalariados, cuyos mayores costes relativos deprimen sus ganancias por debajo de los salarios reales corrientes, por lo que, muchos de estos trabajadores y "empresarios" eventuales, la mayoría, son reconvertidos a la condición asalariada.

Según el Departamento de Industria y Comercio del Reino Unido (DTI), de las pequeñas y medianas empresas nacidas entre 1976 y 1978, en 1986 sólo habían sobrevivido el 37,3% y el 49,2% respectivamente.

Las estadísticas de la States of Small Business (SBA), como también otros estudios, muestran que en los años 80 se operó una redistribución del empleo hacia las unidades más pequeñas, revirtiéndose así la tendencia del período de posguerra, cuando el empleo se volcó hacia las unidades más grandes. En efecto, el censo manufacturero de los Estados Unidos de 1977 muestra que la participación relativa en el valor agregado de las 200 compañías más grandes de los Estados Unidos, había crecido continuamente desde 1947. Berney y Owen, analizan el período 1963-1977, y muestran que la participación de las PYME en el PBI de los Estados Unidos se redujo en este lapso desde el 43,1% en 1963, al 39,9% en 1972 y al 38,6% en 1977. [ [17] ] La reversión de la tendencia en los años 80 fue muy clara a nivel de establecimientos, y se debió a que la participación en el empleo de los establecimientos con 250 o más empleados cayó en favor de los establecimientos con menos de 100 empleados. Pero cuando se toma en cuenta a las empresas, la participación de las grandes continuó creciendo en detrimento de las pequeñas hasta 1982. Desde entonces, esta tendencia también se revirtió. Este fenómeno, en parte obedeció a una mayor descentralización organizativa de las empresas con más de 250 empleados entre un mayor número de establecimientos:

<<...La lucha de la industria media con el gran capital no debe considerarse como una batalla formal en que las tropas de la parte más débil quedan diezmadas cada vez más, sino como una siega periódica de los pequeños capitales, que no cesan de brotar para ser de nuevo seccionados por la guadaña de la gran industria>> (Rosa Luxemburgo: "Reforma o revolución"  Cap. II)  

 

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[16] El hecho de que antes de la toma del poder el POSDR no tuviera apenas implantación e influencia entre el campesinado, determinó, a la postre, la imposibilidad de integrarlo a la revolución.

[17] Berney, R. y Owens, E.: “A Model for Contemporary Small Business Issues”, en Small Business in a Regulated Economy, editado por Judd, R., Greenwood, W. y Becker, F., Nueva York, 1988. En este estudio las PYME se definen como las empresas con  menos de 500 empleados