3) Período transitorio, evolucionismo reformista y gradualismo revolucionario

El hecho de que un Estado nacional sea burgués, y que el proletariado haya alcanzado a ser mayoría social absoluta, no quiere decir que la revolución social deba ser inmediatamente proletaria pura, esto es, comunista. Todo depende de la estructuración social de las clases y sectores de clase minoritarios, especialmente de la magnitud económica y social de la pequeñoburguesía y del semiproletariado que alterna su condición de parado, con actividades temporales en relación de dependencia y como cuentapropista o trabajador autónomo en régimen de producción o cambio mercantil simple.

En primer lugar, el error es considerar a la pequeñoburguesía, como parte políticamente inseparable del capital en todo momento y bajo cualquier circunstancia. Como si los pequeños patronos constituyeran entre todos ellos una sola masa reaccionaria permanente. Marx descalificó por esto a Lassalle en su "Crítica del Programa de Gotha". Y, en efecto, es un error, en primer lugar, porque estos sectores, aunque capitalicen plusvalor, no se rigen por la tasa media de ganancia; sólo dependen de ella por los efectos que provoca sobre ellos la evolución económica a instancias de la escala de la producción y la estructura de costes y precios de las grandes y medianas empresas reflejados en el mercado, cambios que repercuten sobre su masa, determinando, en parte, el aumento o disminución en el ejército industrial de reserva, según se explicará un poco más adelante. En segundo lugar, porque siendo un sector de clase burguesa intermedio entre la burguesía propiamente dicha y el proletariado, la pequeñoburguesía fluctúa históricamente entre la burguesía y el proletariado según los cambios en la correlación política de fuerzas entre las dos clases universales antagónicas. En una situación de doble poder favorable al proletariado, la pequeñoburguesía tiende a orientar su voluntad política hacia las posiciones del proletariado según las perspectivas de supervivencia qué, de momento, les ofrece el programa revolucionario. 

Si con la crítica al supuesto "evolucionismo" de Lenin los críticos de la revolución rusa están proponiendo que no sólo hay que expropiar a los terratenientes, a la gran burguesía y a la burguesía media —como hicieron los Bolcheviques— sino también a la pequeñoburguesía que explota a un número irrisorio de asalariados, como sostenían los "comunistas de izquierda" en la URSS, con esta cuestión estratégica o programática no estamos de acuerdo, por la misma razón que cuestionamos la voluntad política de disminuir la jornada laboral sin saber si las condiciones objetivas legadas por el capitalismo lo permiten. 

En este sentido, el proceso iniciado en octubre de 1917 en modo alguno fue "evolucionista" o, si se quiere, reformista evolutivo, sino de revolución social permanente, en proceso de ruptura radical con la propiedad privada capitalista y, por tanto, con las concepciones meramente reformistas de la socialdemocracia. Esta confusión de los comunistas de izquierda, es la consecuencia lógica del reduccionismo permanente de la lucha de clases, a su forma política cruenta entre dos enemigos declarados en un conflicto abierto, con las trincheras perfectamente delimitadas y visibles. Para el militantismo practicista tradicional —por lo general sin vocación de poder alguno, incapaz de concebir otra lucha que la meramente contestataria contra el poder ajeno establecido, anclada en la conciencia puramente negativa que se adquiere luchando contra lo que no se quiere, sin saber exactamente lo que se quiere— esta concepción de la lucha de clases es la única válida y posible. Al no concebir que pueda haber otra forma de lucha que no sea ésta, los practicistas se niegan para sí mismos, la necesidad y posibilidad de trascender su condición de clase subalterna para asumirse como clase dominante.

Los practicistas revolucionarios no comprenden que la lucha de clases pueda en determinado momento no estar planteada en términos de confrontación social física, de unos frente a otros por objetivos explícitos, más o menos evidentes, como en la guerra; no comprenden lo que pueda ser una lucha sorda, soterrada, no manifiesta, tenaz y encarnizada aunque al mismo tiempo incruenta, aparentemente inexistente e intrascendente y, sin embargo, tan decisiva como cualquiera otra, dependiendo siempre de las condiciones a transformar y de la capacidad de las fuerzas disponibles en cada bando sin trincheras visibles. Los practicistas revolucionarios jamás se atienen a las condiciones de la lucha. Para ellos, la lucha proletaria es primordial y exclusivamente una cuestión de principios y de voluntad política; dicho llanamente, de algo que se hace "por huevos", como proponía el "Che" Guevara. De este modo, a los practicistas revolucionarios la lucha siempre les sorprende, no piensan ni creen que se puede y se debe prever la necesidad de esa lucha, tanto como sus formas, medios y métodos a emplear en ella. Y menos aún se les puede pasar por la cabeza ni la imaginación, plantearse luchar contra alguien a través de una alianza con él, como hicieron magistralmente los bolcheviques desde el poder en la Rusia soviética con la burguesía alemana durante la Primera Guerra Mundial, o con la pequeñoburguesía durante la N.E.P. Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/revpermanente/05.htmy http://www.nodo50.org/gpm /revpermanente/06.htm

Como si la lucha económica por el control y el registro en las empresas confiscadas contra el sabotaje del individualismo pequeñoburgués residual en el grueso de la clase obrera —lucha que se impone desde el día siguiente a la toma del poder— no fuera una lucha política estratégicamente decisiva; como si al principio de la construcción del socialismo, el necesario desarrollo de las fuerzas sociales productivas no descansara casi exclusivamente en el esfuerzo de su componente subjetivo fundamental: el factor humano en términos de conciencia, esfuerzo, organización y disciplina en el trabajo. Frente a este concepto materialista histórico de la revolución socialista, la historia del movimiento obrero ha registrado este otro:

<<Hay que desarrollar el capital, pues sólo un capital llevado hasta el último estadio de su  desarrollo podrá ser socializado>> (Friedrich Ebert. Enero de 1918)

Semejante evolucionismo capitalista de la IIª Internacional, está en las antípodas políticas del “gradualismo” bolchevique ruso entre octubre de 1917 y enero de 1924, basado en la ruptura política del proletariado con la burguesía, como condición para llevar adelante el proceso de socialización del capital desde el Estado obrero. Ya hemos explicado sumariamente más arriba, en qué consistió la táctica de los bolcheviques con la pequeñoburguesía. Nosotros estamos de acuerdo con esa táctica.

¿Por qué razón está hoy día "desfasada" esta táctica, porque el proletariado se ha convertido en mayoría absoluta de la población en casi todo el mundo? Esta es sólo la condición necesaria que justifica y posibilita la lucha exitosa del proletariado para constituirse en clase dominante. Pero la construcción del socialismo no consiste en eso, sino en el comportamiento del proletariado antes, durante y después de la toma del poder, según las condiciones económico-sociales heredadas del pasado inmediato, lo cual depende, decisivamente, de la cantidad y calidad de los miembros del partido para garantizar que ese comportamiento discurra por los cauces efectivamente revolucionarios, determinantes del “hombre nuevo” con el que soñó el “Che”.

 

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