5.-Lenin y los bolcheviques frente a la izquierda comunista en Alemania

El año 1919 es testigo de los fracasos del proletariado en Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania, Hungría y USA. El consecuente espíritu de derrota presionó sobre el movimiento revolucionario fortaleciendo la tendencia espontaneista que había permanecido larvada dentro del KPD, encarnada en los espartaquistas provenientes del USPD. Esta gente, que combinaba el fetichismo de las masas en movimiento con el fetichismo de la vanguardia autoproclamada, no veía que para triunfar sobre el proletariado revolucionario en todos esos sitios, la burguesía se había valido del proletariado contrarrevolucionario; un proletariado educado durante años en la "idolatría del Estado" que, según decía Engels en 1891, se había apoderado de la conciencia de muchos obreros. La tradición centrista del espartaquismo enlaza con el reformismo en la creencia de que para hacer la revolución hay que estar con las masas en el sentido de compartir todas sus inclinaciones. Si se vuelven adictas al parlamentarismo burgués hay que hacerse también drogodependientes de esa institución. Desde esta perspectiva, la causa de que en 1918 la alternativa revolucionaria a la socialdemocracia no fuera seguida por las masas, no estaba en la práctica contrarrevolucionaria de las masas dentro de las instituciones políticas de la burguesía, sino en que los "ultraizquierdistas" se negaban a compartir esa práctica.

El primer indicio de que los espartaquistas no estaban dispuestos a seguir sufriendo el síndrome de abstinencia electoral dentro del KPD, se puso de manifiesto en el II Congreso de este partido reunido clandestinamente en Heidelberg entre el 20 y el 24 de octubre de 1919. Allí se pusieron a consideración por parte del dirigente de origen espartaquista, Paul Levi, unas "Tesis directrices sobre los fundamentos de la táctica del comunismo" donde de modo ambiguo puso a consideración la posibilidad de volver al "parlamentarismo revolucionario" y al trabajo en los sindicatos, para terminar diciendo claramente que <<los miembros del KPD que no compartan estos puntos de vista (...) deben ser excluidos del partido>>. Así fue como el congreso se saldó con la expulsión del ala llamada "anarcoizquierdista" que inmediatamente daría origen al "Partido comunista obrero alemán" (KAPD).

Los bolcheviques sabían que la democracia parlamentaria representativa no es la forma adecuada a la práctica revolucionaria. En "La revolución proletaria y el renegado Kautsky", Lenin asoció el oportunismo de los dirigentes socialdemócratas europeos a su táctica electoral consetudinaria como forma política privilegiada tanto para la toma del poder como para la realización del socialismo, denunciándoles por haberse convertido en <<establos de Augias de filisteísmo, de estrechez mental y de apostasía>>. Pero sólo la izquierda revolucionaria europea pudo comprender en todo su alcance el peligro que la democracia parlamentaria supone para el proletariado. Es que los revolucionarios rusos -como en tiempos de la "Liga de los Comunistas"- han luchado en una sociedad donde el régimen establecido era contrario a la democracia parlamentaria capitalista. Por ser meramente consultivo, el parlamento ruso podía eventualmente convertirse en una tribuna revolucionaria, precisamente porque la democracia burguesa plena estaba reprimida. Tan sólo en este caso puede hablarse en sentido estricto de "parlamentarismo revolucionario". En el occidente capitalista, en cambio, aun con restricciones (voto de la mujer), la "democracia" era una institución abrazada por la burguesía y consagrada por su Estado, donde una porción mayoriataria de los asalariados habían venido siendo educados en ella durante los años de expansión del capital por los dirigentes de sus organizaciones políticas. En cuanto a la política reformista, al contrario del menchevismo, cuya lógica contrarrevolucionaria nunca llegó a prevalcer en el movimiento obrero, la socialdemocracia había logrado incluso ser gobierno con el apoyo directo o indirecto de la burguesía:

<<Lenin, en realidad, nunca comprendió por qué el "reformismo" que no significaba nada en Rusia, era un persistente y victorioso rival de la doctrina de la revolución en Europa occidental; por qué la acción ilegal, que era aceptada como algo evidente por los trabajadores rusos, suscitaba tan fuertes prejuicios en Occidente>> E. H. Carr: "La revolución bolchevique". II cap. 25)

Para hacer la revolución en Rusia con un movimiento obrero semianalfabeto, sin educación política previa y bajo condiciones de clandestinidad impuestas por un régimen que reprimía ferozmente cualquier manifestación política de oposición, se imponía una dirección revolucionaria fuertemente centralizada, y la lucha por las libertades demoráticas era objetivamente revolucionaria. En Europa, sobre todo en Alemania, la situación era distinta. Allí el problema no pasaba por imprimir conciencia revolucionaria desde la ilegalidad en la tabula rasa de unas masas políticamente inconscientes, sino de revolucionar la conciencia de una clase obrera instruida, con experiencia de lucha bajo condiciones de relativa libertad de acción, pero políticamente educada en el democratismo burgués.

El obligado centralismo organizativo adoptado por los bolcheviques, reprodujo la división del trabajo en el seno de la empresa capitalista, donde las direcciones se comportan dentro del partido como el patrón en la fábrica, y las bases quedan asimiladas a la condición de fuerza de trabajo carente de todo plan de producción e iniciativa política. En este sentido, el leninismo prefiguró al stalinismo que, naturalmente, no pudo sino estimular en la sociedad postcapitalista la tendencia regresiva hacia el capitalismo, convirtiendo a los soviets en una especie de parlamentarismo burgués sui generis de partido único. El "socialismo" de la URSS, producto de las específicas condiciones de la lucha de clases antes de la toma del poder y del consecuente centralismo organizativo del partido revolucionario, no ha podido pasar de una caricatura de socialismo; desplegó una lógica económica, social y política que, lejos de conseguir que remitiera, extendió históricamente los límites de la ley del valor al interior de la sociedad soviética, porque sólo la democracia directa -en el sentido de no puramente representativa y burocrática- puede ser la alternativa históricamente superadora del capitalismo en tanto modo de producción y asignación de recursos en riqueza y fuerza social productiva, algo que nada tiene que ver ni con el parlamentarismo burgués ni con el centralismo burocrático de partido. Pero dadas las condiciones históricas con que tuvieron que vérselas los bolcheviques en Rusia, sin centralismo burocrático no hubiera habido experimento revolucionario. Y el hecho de que haya sido posible significó un avance de inconmensurable proyección histórica.

Con un proletariado intelectualmente avanzado como el de Alemania en aquella época -más aun el de hoy a nivel planetario- realmente capaz de desarrollar el espíritu de iniciativa, de abandonar su carácter de masa para constituirse en clase consciente de sus intereses históricos, la política de "jefes" resulta por completo contraproducente a los fines de una estrategia de poder efectivamente comunista, porque limita el sentido de la responsabilidad personal y paraliza la inteligencia política colectiva aplicada a la actividad revolucionaria, ingredientes sin los cuales superar el espíritu objetivo de la empresa capitalista y de la democracia de mercado se torna tarea del todo imposible. Para el KAPD, el partido no debe ser una organización autoritaria donde el concepto de dictadura del proletariado acaba en la práctica reduciéndose al despotismo de una camarilla de jefes. Con esta concepción que compartimos, el proyecto comunista sólo puede cristalizar en partido revolucionario de cuadros con influencia de masas en periodos muy puntuales de ascenso revolucionario de las luchas obreras, quedando necesariamente reducido a pequeños grupos dispersos en épocas de retroceso. Tal era el espíritu que animó a la izquierda revolucionaria europea en tiempos de Lenin. A este respecto, nos parece que las palabras de Otto Rühle sintetizan de modo insuperable las diferencias en la Alemania de 1920:

<<Rusia no es Alemania, la política rusa no es la política alemana, la revolución rusa no es la revolución alemana. Es por esto por lo que la táctica de la revolución rusa no puede ser la de la revolución alemana. Lenin puede demostrar cien veces que la táctica de los bolcheviques se ha ilustrado brillantemente en la revolución rusa. Esto no hará de ello, ni de lejos, la táctica adecuada de la revolución alemana. Nosotros debemos alzarnos de forma decidida contra toda tentativa que trate de imponernos esta táctica>> (Otto Rühle: "Kaz" Nº 64 26 de junio de 1920. Citado de "La Izquierda comunista en Alemania" Cap. XVI)

Frente a estos argumentos, Lenin respondía con los mismos criterios subjetivistas utilizados en su momento por Marx y Engels, atribuyendo las graves desviaciones oportunistas de los partidos obreros institucionalizados, a la mala conciencia o incapacidad política de los sujetos dirigentes y no a las condiciones de existencia parlamentaristas en que los partidos socialistas -incluidas sus fracciones de izquierda- habían venido siendo educados durante años de normalidad burguesa en la lucha de clases:

<<La crítica -la más violenta, implacable e intransigente- no debe dirigirse contra el parlamentarismo o la acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben (y tanto más contra los que no quieren) utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna del Parlamento a la manera revolucionaria, a la manera comunista.>> (V.I. Lenin: "El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo" VII)

Este criterio antimarxista de personalizar las causas de los fenómenos sociales, en esencia es el mismo que la opinión pública y la justicia burguesas utilizan para explicar la corrupción generalizada al interior de las instituciones capitalistas de Estado y de los partidos políticos que interactúan dentro de él. Ciertamente, Lenin fue un militante del antiparlamentarismo burgués en sentido histórico o estratégico. A diferencia de los reformistas estilo P.C.E., que consagran a esta institución burguesa como el non plus ultra de la democracia, Lenin pensaba que es incompatible con el tipo de Estado (dictadura del proletariado) y la forma de gobierno (soviets), necesaria para superar la sociedad capitalista tras la toma del poder. Pero que el parlamento esté superado históricamente -razonaba Lenin- no quiere decir que lo esté políticamente. Para Lenin, el parlamento de la democracia de mercado no sólo tenía vigencia y utilidad política para la burguesía, sino también para el proletariado, independientemente de la correlación de fuerzas sociales y siempre que la legalidad burguesa lo permita. Pero no para instalarse cómodamente en él, sino para intentar destruirlo. Para Lenin esto era posible. Así lo dice expresamente polemizando con Sylvia Pankhust a propósito de las opiniones en contra de un militante comunista escocés:

<<El autor ha comprendido de manera admirable que el instrumento que necesita el proletariado para alcanzar sus objetivos (el socialismo) no es el parlamento, sino sólo los Soviets Obreros. Y como es natural, quienes no hayan comprendido esto todavía son los perores reaccionarios. (...) Pero hay una cuestión que el autor no plantea ni piensa siquiera que sea necesario plantear: la de si se puede llevar a los soviets a la victoria sobre el parlamento sin hacer que los políticos "soviéticos" (antes de ser tales, lo cual explica las comillas) entren en éste último, sin descomponer el parlamentarismo desde dentro, sin preparar desde el Parlamento mismo el éxito de los Soviets en el cumplimiento de su tarea de acabar con el parlamento>> (V.I. Lenin Op.cit. IX. Lo entre paréntesis nuestro)

Lenin no se hizo la pregunta al revés. No se preguntó si la implicación permanente de los comunistas en el juego de la democracia de mercado y la práctica consetudinaria del "compromiso" electoral-parlamentario con los oportunistas, no podía llegar a desnaturalizar sus organizaciones. ¿No es esto lo que ha venido ocurriendo invariablemente y sin excepción en todo el mundo desde bastante tiempo antes de que Lenin presentara esta fórmula? Es más, la historia ha demostrado que la táctica electoral de los partidos obreros es lo que posibilita la dialéctica de la identidad de los contrarios entre democracia y dictadura fascista como dos formas políticas alternativas del dominio burgués en la fase superior del capitalismo. En este contexto, la táctica parlamentaria tal y como Lenin la dejó planteada en "El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo", se ha revelado históricamente como una táctica que en modo alguno puede enlazar con la estrategia revolucionaria. Porque el fascismo anida en la democracia y el huevo lo ponen las luchas obreras por reivindicaciones que la burguesía no puede conceder. Pero es incubado por partidos obreros revolucionarios ideológica y políticamente corrompidos tras años de táctica electoral y de políticas de compromiso con el oportunismo reformista.

<<Es muchísimo más difícil -y muchísimo más meritorio- saber ser revolucionario cuando todavía no se dan las condiciones necesarias para la lucha directa, franca, auténticamente de masas, auténticamente revolucionaria; saber defender los intereses de la revolución (por medio de la propaganda, la agitación y la organización) en instituciones no revolucionarias y a menudo sencillamente reaccionarias, en una situación no revolucionaria, entre unas masas incapaces de comprender en el acto la necesidad de un método revolucionario de acción.>> (V.I. Lenin: Op. Cit. X)

En épocas como ésta, la representación del espíritu revolucionario dentro del parlamento burgués no puede sino ser ultraminoritaria por no decir inexistente. Y la historia ha demostrado, hasta la saciedad, que en semejantes circunstancias los abnegados militantes anónimos que han bregado por defender los intereses de la revolución, no han podido evitar que esa mezcla entre centralización burocrática partidaria, democracia representativa parlamentaria y política de compromisos, llevaran a esos partidos por derroteros que nada tenían que ver con aquella meritoria labor a la que se refiere Lenin en el pasaje que acabamos de citar. Porque bajo tales condiciones, lo que la pequeña base social de partidos revolucionarios necesariamente minoritarios puede llegar a gravitar sobre la conciencia de los representantes del partido revolucionario ante el parlamento, es absolutamente insignificante frente al poder económico y social contrarrevolucionario concentrado de los capitalistas. Más aun cuando estos representantes políticos del proletariado no son de origen obrero.

<<...Un grupo social -dice Gramsci- es dominante respecto de los grupos adversarios que tiende a "liquidar" o a someter incluso con la fuerza armada, y es dirigente respecto de los grupos afines o aliados..." (A.G: "El Resurgimiento". El subrayado es nuestro).

Ahora bien, para dirigir sin necesidad dominar, la burguesía necesita ampliar su consenso y su autoridad entre las clases subalternas. ¿Cómo lo hace?, absorbiendo y neutralizando las disidencias políticas mediante la cooptación de los intelectuales subversivos:

<<...Si estudiamos toda la historia italiana a partir de l8l5, veremos que un pequeño grupo dirigente (burgués), logró encerrar metódicamente en su círculo (de poder) a todo elemento político puesto de manifiesto por los movimientos de masa de origen subversivo...>>(A.G. "Cuadernos de la Cárcel". Lo entre paréntesis es nuestro).

Es lo que Gramsci llamó "Transformismo", consistente en decapitar a las clases subalternas consiguiendo que sus intelectuales más destacados se pasen al bando de la burguesía:

<<...Se puede decir que toda la vida italiana desde l848 está caracterizada por el "transformismo", o sea, por la elaboración de una clase dirigente cada vez más amplia (...) con la absorción gradual pero continua y obtenida con métodos de desigual eficacia, de los elementos activos salidos de los grupos aliados y hasta de los grupos adversarios que parecían enemigos irreconciliables...>> (A. Gramsci: "El Resurgimiento"

Y al formular su segunda ley de la política, Gramsci dice que la posibilidad de que una clase pueda consumar sus aspiraciones políticas está en que evite el transformismo y transfugismo de sus propios intelectuales. Y observa que la dificultad del movimiento obrero consiste en que, durante buena parte de su historia, la elaboración de la FILOSOFÍA, tanto como la dirección de su puesta en práctica, no fue obra del proletariado mismo sino el resultado de un transformismo de sentido inverso, porque, de hecho, sus intelectuales y dirigentes, especialmente los grandes intelectuales y dirigentes, procedieron de la clase enemiga. En este sentido, para concluir que el parlamento es el instrumento político más eficaz que la burguesía ha venido utilizando para tales fines, no es necesario remontarse a la Italia de 1848 ni a la Alemania de los tiempos de Lassalle.

En un artículo publicado el 28 de diciembre de 1923 en "Correspondance Internacionale", Gramsci describe el comportamiento de los partidos de la burguesía ante el ascenso del fascismo al gobierno de Italia tras la "marcha sobre Roma", y la influencia decisiva de estos hechos sobre el propio Partido Comunista Italiano a través del comportamiento de uno de sus mas destacados dirigentes en el curso del mes de noviembre de 1922:

<<La mayoría parlamentaria, que había sido favorable a la política de los giolittianos contra el fascismo, e incluso, en rigor, a la formación de un gobierno de izquierda, abierta y decididamente antifascista, cayó súbitamente de rodillas bajo el torniquete de Mussolini: le concedió los plenos poderes que ya él había tomado. (...) Obviamente, esta situación en el parlamento italiano ha tenido repercusiones de diversa naturaleza en la pequeña fracción revolucionaria de la cámara. Las medidas adoptadas por el comité Ejecutivo del Partido comunista contra el compañero Bombacci son muy significativas a este propósito. Bombacci consideró necesario emplear con el gobierno fascista en ocasión de la discusión sobre las relaciones comerciales entre Italia y Rusia, un lenguaje banalmente cortés digno de un politicastro de pequeño calibre. (...) El compañero Bombacci, en vez de llevar a la discusión la voz orgullosa y digna del proletariado internacional victorioso en Rusia, donde conserva firmemente el poder en sus manos, dejando sobrevivir, por propia conveniencia, algunas formas de economía privada que no representan más que una ínfima parte de la economía nacional, se rebajó hasta la adulación de la revolución fascista y de la manía de grandeza de Mussolini, con lugares comunes de una banalidad desconsoladora. Es oportuno recordar ahora que, ya desde los comienzos de la participación en la vida parlamentaria de la fracción fascista, los obreros vieron con dolor y asombro que Bombacci no sabía tener con estos individuos, cuyas manos están manchadas con sangre proletaria, otras relaciones que las marcadas por una deplorable cordialidad. La amistosa cortesía de Bombacci con respecto a sus "colegas" fascistas ha sido ampliamente explotada por los periódicos oportunistas en sus polémicas contra nuestro partido. En una reciente reunión fascista, el secretario general del fascio, Giunta, hablando de la "curiosa costumbre de Bombacci", llegó al punto de proponer, medio en serio y medio en broma, que se concediera a Bombacci el carnet de afiliación al partido de Mussolini. El Partido Comunista Italiano debía poner término a este espectáculo indecoroso provocado por la debilidad e imparcialidad de un compañero enviado a la cámara por el heroico proletariado de Trieste para que hiciera parlamentarismno revolucionario>> ( A. Gramsci: Op.cit.)

Casos reiterados de "transformismo" como éste, desde entonces hasta hoy, han servido no precisamente para <<descomponer el parlamento desde dentro>> sino para corromper ideológica y políticamente a todos los partidos comunistas inspirados en la revolución rusa que nacieron al amparo de IIIª Internacional, hasta quedar convertidos en una pieza política más del sistema capitalista, tal como desde los tiempos de Marx y Engels hasta 1914 ocurriera con la socialdemocracia clásica.

Consumada la derrota estratégica del proletariado europeo -que el ascenso del fascismo no haría más que poner de manifiesto- el comportamiento de Bombacci era un claro índice de que, a poco de nacer, el P.C.I. tenía dentro el virus del reformismo, tendencia que, en las condiciones de retroceso de las luchas, la práctica parlamentarista no hizo más que acelerar. Según se vio más arriba, Gramsci era consciente de que el P.C.I. vio la luz cuando la ola revolucionaria en Europa estaba momentáneamente agotada. Por tanto, su actitud de proceder a marginar a la izquierda abstencionista liderada por Bordiga, para pasar a representar al interior del Partido la política hegemónica del "parlamentarismo revolucionario" preconizada por la IIIª Internacional, le hace corresponsable ante la historia de las derivaciones contrarrevolucionarias que a la postre cristalizaron en el movimiento político del proletariado mundial. En cuanto a los bordiguistas, les cabe la crítica de haberse autoimpuesto el silencio y la inacción, permaneciendo sometidos demasiado tiempo a la disciplina de la táctica electoral, en un partido irrecuperable para la revolución, como así quedaría demostrado en la práctica. Más aún tras el apresamiento de la mayoría del ejecutivo, cuando en 1923 quedó en manos de una dirección centrista. Expulsada del P.C.I. por el stalinismo en 1930, esta fracción pasó a constituirse como Partido Comunista Internacionalista (P.C.I.), logrando mantener la continuidad organizativa de los principios marxistas revolucionarios hasta hoy, lo cual constituye un gran mérito político. En el "Balance final" de las "Tesis Características" (Parte IV-12) que hicieron en 1952 sobre el período 1920-26, los bordiguistas dijeron lo siguiente:

<<En el segundo congreso de la I.C. habíamos subrayado que la insistencia en la práctica parlamentaria durante el delicado período de formación de los partidos comunistas -sobre todo en los países de capitalismo extramaduro- amenazaba con retrasar o debilitar el necesario proceso de selección de las sanas fuerzas comunistas y proletarias del engangrenado democratismo y reformismo de la derecha y del centro. (...) Que desde entonces, de la construcción de 1920 en base al "parlamentarismo revolucionario" nada de revolucionario ha quedado en pié en los partidos que aun se llaman comunistas, no es necesario malgastar tiempo en demostrarlo: en el parlamento ellos están y siguen estando -ni lo esconden- no para destruirlo sino para mantenerlo en pie en el caso de que estuviera por venirse abajo. El "cretinismo parlamentario" se ha tomado la revancha: nuestra admonición de 1920 sobre la tenacidad de este morbo en los países que desde hace cien años o más han realizado la revolución democrático burguesa, podía entonces aparecer dictada por "puras consideraciones teóricas"; hoy es carne y sangre de la historia.>> (Op.cit.)

La oposición abstencionsta del P.C.I. previó correctamente cuando advirtió a la Internacional hacia dónde iba el movimiento revolucionario europeo con la táctica del "parlamentarismo revolucionario". Pero previó muy mal sus posibilidades de transformar desde dentro a un partido sobre cuya militancia pesaba más la autoridad de Lenin y lo que representaba la IIIª Internacional, que la razón histórica que asistió a los bordiguistas en ese momento, con lo que todo el valor teórico de sus previsiones se inutilizó totalmente por falta de uso, al no haber optado por actuar con plena libertad sobre el movimiento.

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