4.-La función de los comicios y la democracia representativa en la revolución alemana de 1918-19

Rosa Luxemburgo compartía esta posición. Para ella, partidos como el SPD, nacidos y conformados por el capital en períodos de retroceso ideológico y político de los explotados, que llegan a reunir a grandes sectores del proletariado y que, naturalmente, no pueden tener en esencia nada de revolucionarios, pueden sin embargo ser reconducidos a la revolución en los momentos de alza en las luchas obreras. Por ello se opuso a la izquierda holandesa que se separó del partido reformista, y a los radicales de izquierda alemanes que hicieron lo propio respecto del SPD, convocando incansablemente a las masas para la reconquista revolucionaria del partido. Según ella, no había que apartarse de las masas aun cuando siguieran al peor de los partidos obreros. Idéntica fue la postura de Engels.

Esta postura se afirma en dos premisas que nada han tenido que ver con la prueba de la práctica histórica. Primera: que la idiosincracia ideológica y política de los partidos políticos obreros se ajusta históricamente al signo de la lucha de clases; segunda: que las masas obreras siempre actúan en sentido revolucionario, o al menos su acción jamás deviene contrarrevolucionaria. En este sentido, Engels se equivocó al asimilar el sufragio universal a un índice que se limita a medir el grado de madurez del proletariado. Las elecciones y el parlamentarismo dentro del Estado burgués, como expresión política del proceso de valorización del capital, son algo más que un patrón de medida. Estas formas políticas no sólo miden sino que deforman lo que miden, interviniendo en la lucha obrera para frenarla y torcer su curso revolucionario.

Los hechos históricos están ahí para quien tenga interés en conocerlos. En 1914, el SPD se reveló en todo el peso de su lógica contrarrevolucionaria. El 4 de agosto de ese año, su fracción parlamentaria, incluida su izquierda, votó los créditos de guerra que condujeron directamente a la primera guerra mundial. El 2 de diciembre, Liebnekcht hijo fue el único diputado socialdemócrata que se negó a votar los nuevos créditos de guerra. Por esa época Rosa Luxemburgo pronuncia su famosa frase: <<Después del 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia no es más que un cadáver nauseabundo>>. Pero seguirá utilizando todos los recursos de su retórica y su autoridad para evitar que el partido se rompa por la izquierda, para que los obreros revolucionarios no corten sus lazos con ese "cadáver", pretextando que las masas se encuentran a ese nivel y que no hay que alejarse de ellas.

A raíz de la opción socialimperialista de su voto a los créditos de guerra, el SPD sufrió tres desprendimientos por su izquierda que tuvieron un especial protagonismo en el desenlace de la revolución alemana iniciada en noviembre de 1918. Uno de esos desprendimientos fue el grupo conocido por "Liga Spartacus". Sus miembros conformaron un cuerpo ideológico y político compacto movido por un espíritu auténticamente revolucionario, pero no entiendieron la revolución fuera del SPD; por eso su carta de presentación del 30 de marzo de 1916 concluye diciendo: <<ni partido nuevo ni partido viejo sino reconquista del partido de abajo a arriba por medio de la rebelión de las masas>>. Otro desprendimiento sintetizó en el "Partido Socialista Independiente de Alemania" (USPD), con su propia organización sindical: los "Hombres revolucionarios de confianza" (RO). En su mayoría, este partido estaba constituido por obreros que no querían la revolución pero discrepaban de los métodos burocráticos del SPD. Disponía de una izquierda de composición obrera que actuaba en la calle -los RO- y una derecha que maniobraba en el parlamento. Fue la expresión alemana de lo que Lenin designó con la palabra "centrismo" a nivel internacional. Cuando el USPD se constituyó, en abril de 1917, la Liga Spartacus ingresó como grupo autónomo. Finalmente estaban los "Socialistas internacionalistas de Alemania" (ISD), dirigidos por Pannekoek; coincidían en el mismo ideario revolucionario con la gente de la "Liga Spartacus", pero a diferencia de éstos -que al igual que el USPD fueron expulsados- los grupos oposicionistas que conformaron el ISD rompieron definitivamente con el SPD. Querían una nueva organización efectivamente revolucionaria que evitara la formación de una casta de burócratas corrompidos. El 23 de noviembre de 1918, reunido en Brena, el ISD adoptó la sigla IKD: "Internationale Kommunisten Deutschlands". Tras su conferencia nacional realizada el 24 de diciembre en Berlín, se resolvió una política de fusión con la Liga Spartacus, bajo condición ineludible de que esta organización abandonara el USPD. Así nació el Partido comunista de Alemania (KPD)

El <<punto de ebullición>> señalado por Engels en 1895 se puso manifiesto en Alemania durante los motines de hambre seguidos de saqueos en octubre de 1915 en Chemnitz. En mayo-junio de 1916 tuvieron lugar en numerosas ciudades manifestaciones en solidaridad con Liebnekcht, que fue juzgado por sus gritos sediciosos. En marzo-abril de 1917, en contra de la prohibición de los sindicatos que las consideraban "una traición a nuestros hermanos del frente" se produjo una nueva ola de huelgas. El 16 de abril nació en Leipzig lo que se conoció por el primer consejo alemán, llamado "Comisión", con un programa pacifista, democrático y reformista. Los objetivos del movimiento no superaron ese nivel de definición hasta noviembre de 1918. A los movimientos provinciales le siguieron una gran huelga en Berlín con 250.000 huelguistas que se extendió como una mancha de aceite por Alemania Central entre el 16 y el 23 de abril de 1917. El 19, la fábrica Knorr-Bremse eligió un consejo obrero de tendencia spartaquista.

La revolución comenzó en la marina de Kiel, gran puerto del Báltico. Los marinos ya se habían sublevado durante el verano de 1917 siendo por eso sometidos a cárcel y ejecuciones. Los obreros y marinos formaron allí un consejo y el 4 de noviembre tomaron la ciudad. De mayoría SPD, Paz, democracia y reconocimiento de los obreros fue el contenido de su programa. La revolución se apoderó de Hamburgo y Lübek el día 5. En Hamburgo, después de la revuelta de Kiel, estalló una huelga general. La multitud se adueñó de los barcos de guerra, del puerto, del edificio de los sindicatos, de la estación central de ferrocarriles, del regimiento principal (después de un tiroteo y con algunas víctimas), y se armó sin ir más lejos. Extendida rápidamente a todo el país, la revolución sintetizó en la formación de más de 10.000 consejos. Ante el ímpetu de la revolución, todas las estructuras del poder burgués se desplomaron. El Estado y el ejército en primer lugar. Los partidos de la burguesía quedaron de hecho en un segundo plano dejando actuar a los socialistas.

La forma en que el capitalismo logró sobrevivir al movimiento revolucionario en 1918-19 fue completamente nueva. Ante el arrollador impulso de millones de obreros y soldados organizados, todas las instituciones de Estado que tradicionalmente sirvieron al sistema para realizar la tarea contrarrevolucionaria en Alemania se desplomaron. Pero en vez de decidir democrática y directamente qué hacer respecto de cuestiones tales como producción y alimentación, armamento, enlace y coordinación regional, los obreros optaron por delegar el poder haciendo uso del sufragio como habían venido haciendo durante años, votar para dotarse de dirección y representación. Para eso emplearon y perdieron tres valiosos días. El Consejo de Kiel, con mayoría del SPD, eligió presidente a Noske, quien pasaría a la historia como "el perro sangriento" de la revolución alemana; enviado por la dirección del SPD al lugar de los acontecimientos, tomó también en sus manos la dirección de la política local. De este modo, detentando el poder real que habían conseguido en el combate, los obreros revolucionarios se desprendieron de él enseguida. Mediante el sufragio universal el resto de los Consejos eligieron direcciones en su gran mayoría SPD. A partir de este momento, mediante la democracia representativa, la dinámica espontáneamente revolucionaria de la clase obrera fue desmantelada desde dentro mismo de los consejos, que así pudieron ser reconvertidos a la forma política embrionaria de la democracia de mercado con que la reacción encarnada en la socialdemocracia pudo aniquilar al movimiento subversivo independiente relativamente minoritario.

Tras imponer su control dentro de los consejos obreros a instancias del voto mayoritario de los obreros contrarrevolucionarios, el SPD buscó legitimar su gobierno ante el conjunto de la sociedad convocando en diciembre de 1918 a una asamblea constituyente y de los organismos clásicos a nivel local a través del sufragio universal. Al aceptar esta convocatoria, los consejos perdieron definitivamente su apariencia de órganos del poder revolucionario. La "democracia representativa" que permitió ponerlos en manos del SPD, resucitó la democracia burguesa parlamentaria a instancias de la constituyente.

Cumplido este trámite, desde el 10 de noviembre, a través de Ebert, el SPD tomó contacto con los jefes del ejército para cerciorarse de su apoyo. Disipó la razonable desconfianza pronunciando su célebre frase: <<Somos el único partido que puede mantener el orden..>> Inmediatamente, el SPD declaró terminada la revolución. El discurso oficial del SPD surgido de la constituyente bajo su control fue el siguiente: Al estar el partido de la clase obrera en el poder, la clase obrera ha tomado el poder político. A partir de este momento, la transformación revolucionaria de las relaciones sociales capitalistas es sólo cuestión de tiempo: se trata de un proceso progresivo y pacífico. Hay que desarrollar todavía el capital pues sólo un capital llevado hasta el último estadio de su desarrollo podrá ser socializado. Para ello hay que hacer reinar el orden y aplastar a los "spartaquistas", dicho de otro modo, al "lumpenproletariado reaccionario".

Ignorantes del inminente despliegue de la lógica política contrarrevolucionaria incubada en el SPD por la ley del valor durante años, los dirigentes del movimiento efectivamente comunista, con Rosa Luxemburgo y Carlos Liebnekcht a la cabeza, seguían compartiendo las mismas ilusiones espontaneístas y movimientistas que en esos momentos trataban de extender al resto del proletariado revolucionario. Estas ilusiones aparecieron en un documento titulado ¿Qué quiere Spartacus?" . Rosa dice allí que hasta el 24 de diciembre, la fase "exclusivamente política" de la revolución alemana se había cumplido. En adelante, una vez ocupado el gobierno, la clase obrera debia ser orientada hacia lo esencial, hacia la transformación de las relaciones sociales. Para eso hizo suyo el mismo espíritu que Engels había desplegado en su Introducción a "Las luchas de clases en Francia" :

<<La conquista del poder no debe hacerse de una vez, sino que ha de ser progresiva: nosotros nos introducimos en el Estado burgués hasta ocupar todos sus puestos y defenderlos de todos los ataques exteriores (...) se trata de luchar paso a paso, cuerpo a cuerpo, en cada Lander, en cada ciudad, en cada pueblo, para poner en manos de los consejos de obreros y soldados, todos los instrumentos del poder que habrá que arrancar a la burguesía poquito a poquito. Dentro de este objetivo, debemos, en primer lugar, educar a nuestros camaradas. >>(Op.cit.)

Esto es lo que Rosa Luxemburgo y su fracción se propuso realizar dentro del Estado alemán después del 24 de diciembre; lo mismo que hasta su expulsión había venido haciendo inútilmente durante años dentro del SPD: educar a los camaradas. Rechazó atacar al Estado (como antes al SPD) porque los obreros ocupaban dentro de él un espacio político considerable y podían hacerle gravitar hacia la política revolucionaria. Hasta su muerte, Rosa siempre pensó que la lucha de clases era exclusivamente flujo y movimiento; nunca comprendió la ley de la política en la sociedad capitalista según la cual, los Estados burgueses, tanto como los partidos políticos de composición obrera una vez que llegan a tenerle por principal referente, jamás pueden ponerse en función revolucionaria.

A esa altura de los acontecimientos, desde el punto de vista burgués estaba claro que aun cuando habían sido políticamente devaluados por el SPD, la forma política de los consejos seguía siendo una fuente permanente de inestabilidad política y caldo de cultivo revolucionario. Evidentemente no son la forma orgánica adecuada a las exigencias de la acumulación del capital. Más aun cuando todo ese periodo estaba siendo atravesado por el efecto demostración de los soviets en la revolución rusa. En efecto, el 10 de noviembre, se reunieron los delegados de los consejos de la región de Berlín, proclamando a Alemania como "República Socialista", al estilo de la segunda república española que todavía hoy preconiza la izquierda del P.C.E. Aun considerándose depositarios de todo el poder, lo delegaron completamente en el consejo de comisarios del pueblo -órgano controlado por el SPD- en quien declararon tener toda la confianza. La consecuencia inmediata de este doble acto de "democracia representativa", fue que el día 13, el consejo de comisarios rechazó la propuesta impulsada por las bases de crear una guardia roja proletaria.

Durante los días 16-20 de diciembre de 1918 se reunió el congreso pan-alemán de los consejos de obreros y soldados que otorgó el poder al Consejo de comisarios del pueblo. Sobre los 485 delegados, 375 formaban parte del gobierno (SPD y USPD de derechas). Rosa Luxemburgo y Liebnekcht no fueron aceptados por ser spartaquistas y los ISD no asistieron, de modo que la única oposición en el congreso estuvo encarnada en los "hombres revolucionarios de confianza (USPD de izquierdas no espartaquistas). El dique de contención "socialista" de la marea revolucionaria funcionaba . Pero no era cuestión de reforzar el dique sino de hacer bajar la marea.

Aprovechando el efecto político de este triunfo "democrático", el SPD creyó llegado el momento de ejercer esa legitimidad hasta las últimas consecuencias, atacando a la volksmarinendivisión formada por 3.000 marinos, que tenía su asiento en Kiel pero se había trasladado a Berlín para defender las conquistas de la revolución en esa región. Según el gobierno, era éste el principal baluarte militar de la revolución. El gobierno provocó a los marinos dejando de pagar su sueldo inmediatamente después del congreso pan-alemán de los consejos. El 24 de diciembre los marinos replican ocupando la cancillería. Ebert entra en contacto con el general Lequis quien reúne a los cuerpos de seguridad y cerca a los marinos que se habían refugiado en el palacio real que les sirvió de acantonamiento. Se entabló la batalla a cañonazos resuelta por una manifestación de radicales que rodearon a las tropas de Lequis obligándolas a retirarse. Sus oficiales se salvaron del linchamiento gracias a la mediación de Ebert. El día 26, junto con otros dos SPD, Noske es cooptado por el gobierno para hacerse cargo de la cuestión militar y reúne los vacilantes restos del ejército de Berlín. Ante la contraofensiva exitosa de los obreros de Berlín, el día 29 el USPD abandonó el gobierno. El día 4 Noske destituyó a Eichhorn, prefecto de policía y miembro del USPD. El 5 una manifestación de 700.000 personas se pronunció en contra de la medida.

A caballo de la contraofensiva exitosa de los obreros y marinos berlineses, e implicado directamente, puesto que Eichorn era uno de los suyos, el USPD decidió aliarse con la izquierda radical del movimiento para erigirse como fuerza contrarrevolucionaria de reemplazo al frente del gobierno. El 5 de enero formó un comité insurreccional al que se unieron los espartaquistas (Liebnekcht y Pieck) contra la minoría (Rosa Luxemburgo) que dirige el KPD. Así, la insurrección del 6 de enero resultó de la conjunción de dos fuerzas: el USPD que sólo aspiraba a reemplazar al SPD al frente del gobierno y la izquierda del KPD que pugnaba por la revolución social. Ese día, las fuerzas insurreccionales ocuparon los puntos estratégicos de la capital y un comité revolucionario declaró la destitución del gobierno. Mientras en el comité se perdió tiempo discutiendo si había que negociar con el enemigo, el USPD lo hizo por su cuenta mientras los partidarios de dar cumplimiento a la declaración llegando hasta la destitución del gobierno, confiaron en la democracia del comité y no se movieron. Así fue como se perdió la ventaja del factor sorpresa y Noske tuvo margen para reorganizar sus efectivos según el despliegue de los insurrectos, pudiendo planificar la distribución de sus tropas encargadas de reconquistar cada barrio de Berlín. La reconquista comenzó el día 7 sin cuartel. Asediados, los ocupantes del "Vowärts" fueron asesinados cuando salieron a pedir el armisticio. El día 15, tras ser detenidos, Karl Liebnekcht y Rosa Luxemburgo fueron asesinados y sus cuerpos arrastrados por las calles de Berlín.

La caída de Berlín no tuvo su causa en erróneos planteos militares tácticos sino en el hecho de que la mayoría del proletariado alemán -encuadrado en el SPD y en el USPD- se sumó a la contrarrevolución. Educados por la socialdemocracia en el cretinismo de la propiedad burguesa y la democracia representativa, al grueso de los millones de obreros alemanes nacidos durante la última década del siglo pasado no les pudo caber en la cabeza que la democracia y el progreso humano fueran posibles sin el mercado capitalista. Mal que os pese a quienes militáis en su izquierda, esto mismo ha venido haciendo el P.C.E. desde 1932. En esencia nada que le distinga del PSOE o del PP.

Cumplida la tarea de normalización, Berlín se constituyó en centro de irradiación política y militar de la contrarrevolución violenta, primero hacia Brema y después hacia Hamburgo, desde donde los insurrectos pretendieron formar una cadena de sublevaciones desde el Báltico y desde la frontera holandesa hasta Alemania Central y hasta Sajonia occidental y oriental (Leipzig y Dresde). A finales de enero, las bandas armadas de la reacción dirigidas por el SPD se dedican a la destrucción de los poderes del consejo alrededor de Mansfeld (Alemania central). El 3 de marzo se proclama allí la ley marcial. La victoria de los cuerpos francos significa en todas partes la represión más feroz. Desde enero de 1919, los muertos de la revolución alemana llegaron a superar a los de las dos revoluciones rusas juntas, la de febrero y la de octubre.

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