¿QUÉ PASA EN LA VIDA SOCIAL MODERNA CON LA PRESUNTA SUBJETIVIDAD LIBRE EN EL SUPUESTO CAOS DE INDETERMINACIÓN?

La contestación más rotunda a semejante interrogante es que, así como está demostrado que el comportamiento de un cuerpo de gran masa no es afectado por el movimiento de un electrón, del mismo modo es posible demostrar que los imprevisibles comportamientos individuales no interfieren en la regularidad medible de los hechos económico-sociales de magnitud, que los individuos protagonizan inconscientemente. Por ejemplo, aunque se tuviera todo preparado minuciosamente para detectarlo, sería imposible prever cuando el vendedor ”X” atenderá la demanda efectiva del consumidor "Y". El universo de decisiones individuales parece conspirar contra la determinación precisa de cada una de tales decisiones. Pero, en circunstancias normales, ni el vendedor "X" puede dejar de vender, ni el consumidor "Y" puede dejar de comprar. Los comportamientos individuales aparentemente “independientes” de todos los "X" y todos los "Y", entran así, perfectamente, en la regularidad de hechos más que de actos sociales que definen el proceso de circulación del capital para la determinación mensurable de la tasa media general de ganancia.

Por lo tanto, tampoco es verdad que sea el burgués productor “P” quien lleve su producto “M” al mercado, sino que es su producto de tal modo fetichizado como real sujeto de la acción, quien en realidad le conduce a él en tal dirección, para realizar la ganancia contante y sonante contenida en lo ya producido; del mismo modo, no es el consumidor "Y" quien lleva su dinero al punto de venta, sino que es su dinero como real sujeto de la acción, “quien” le conduce a él para realizar la compra.

En realidad, no se trata de actos protagonizados por verdaderos sujetos, sino de hechos —con apariencia de actos— objetivamente determinados por una necesidad igualmente objetiva: por el lado de la oferta, realizar el valor contenido en los productos ofrecidos, equivalente al capital invertido más la ganancia media (bajo la forma de plusvalor o trabajo no pagado). Por el lado de la demanda, adquirir lo necesario para la subsistencia del demandante: si es burgués abonando con parte del trabajo no pagado a sus empleados (plusvalor), convertido en su fondo de consumo personal o familiar, y con trabajo pagado (salario) si el comprador es trabajador explotado.

En semejante irrupción arbitraria y falaz de la microfísica en la historia social, el profesor Bernal ha visto la intención perspectivista nietzscheana de la intelectualidad burguesa,"interfiriendo con el azar en los asuntos del universo en detalle”. Se trata, una vez más —como bien dijera Marx en su Prólogo a la primera edición de “El Capital”— de las "violentas, mezquinas y aborrecibles pasiones del interés privado" contra la racionalidad científica, llegadas al ridículo de emparentar con la mano de Dios el caos de lo simplemente aleatorio todavía no sometido al conocimiento humano.[11]

De este modo, la dificultad originaria históricamente transitoria que todavía ofrece al ser humano la microfísica —expresada en el principio de incertidumbre— fue oportunamente manipulada por las fuerzas sociales que tienen a la indeterminación de lo real por principio de su pensamiento y de su acción, con deliberados fines de inducir a la resignada ignorancia de los explotados, para mantenerles bajo seguro control social y político.

Qué duda cabe de que, incluso, numerosos asalariados autoproclamados marxistas "antideterministas" inconscientemente postmodernos, se han sumado a estas teorías reaccionarias sobre el "libre albedrío" de los electrones, como fundamento de la independencia absoluta de los individuos respecto del todo orgánico-social en que viven, para sacar la conclusión de que la sociedad es un objeto cuyo contenido, esencia, o “ser en sí” también escapa a la comprensión humana y, por tanto, a su dominio por medio del pensamiento científico, como tal parece que piensan —de acuerdo con Nietzsche— los líderes intelectuales del movimiento filosófico postmoderno.

Para el materialismo histórico, en cambio, si bien los hechos históricos no son un reflejo automático y directo de los hechos económicos, tampoco están absolutamente abiertos a múltiples alternativas posibles. Lo subjetivo, lo imprevisisible, y hasta incluso el puro azar, son parte constitutiva material de la historia. Pero en modo alguno la explican ni dan sentido a su devenir. La historia no se rige por ideas abstractas ni por luchas concretas; no lleva escrito en la frente hacia dónde va porque el principio activo que la mueve, no está en su propio movimiento sino en las contradicciones de su base material entre el progreso de las fuerzas sociales productivas y las relaciones de producción imperantes. Ese principio activo que preside el movimiento de la historia moderna, es la consecuencia, pues, de una histórica relación de producción y reproducción de la vida social: la constituida por la clase social dominante (burguesía) representativa de esa relación y la clase social inconscientemente representativa de las fuerzas productivas (el proletariado) al interior de esa histórica o transitoria relación.

De esta relación contradictoria surge la fuerza que tiende inevitablemente a trascenderle. Y la posibilidad real de que efectivamente le trascienda históricamente, depende de que la clase representativa de las fuerzas sociales productivas tomen conciencia de lo que representan y de la contradicción irreconciliable en que se encuentran respecto de la burguesía al interior de la sociedad capitalista.

En la historia no hay, pues, azar sino racionalidad objetiva en movimiento, cuya inteligibilidad no está en las formas económicas y políticas manifiestas (precios, cotizaciones bursátiles, tipos de cambio, organizaciones empresariales, sindicatos, partidos políticos y luchas sociales o políticas), sino en la contradicción de sus contenidos materiales ocultos bajo tales formas de manifestación; de tal contradicción entre el progreso de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, surge la fuerza de las leyes internas, objetivas, que hacen gravitar la vida económica, social y política en determinada dirección y sentido con total independencia de los sujetos comprometidos en ese movimiento, cada vez más incompatible con el orden económico, político y social vigente y con la vida en general, incluida la naturaleza.[12]

El cometido de la ciencia social consiste en descubrir esas leyes económicas internas que tienden a dar sentido y dirección política superadora precisa de lo existente a los hechos históricos. "La historia es la historia de la lucha de clases", pero el sentido de esa lucha y el signo de su necesario desenlace está en las contradicciones materiales de cada sociedad, en las leyes internas que presiden su desarrollo. Los que piensen, por ejemplo, que, con la caída del llamado "socialismo real", el vector socialista de la historia ha perdido definitivamente su rumbo para la humanidad, tendrían que demostrar que la naturaleza económica y social del capitalismo ha cambiado[13], o bien que es eterna, como ha sostenido el inefable Fukuyama y el mismo Nietzsche de forma encubierta. Frente a esta pretensión, se erige el poderoso arsenal científico del Materialismo Histórico comprendido en "El Capital", que remite el pensamiento al círculo de lo "concreto pensado" en que se conceptúa plenamente la realidad del capitalismo, toda vez que las “furias del interés privado” inducen a salirse de él por las ya innumerables tangentes que sus venales personeros se han inventado y se siguen inventando.

 

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[11] El mejor comentario que el profesor Bernal ha elegido para contestar a este extremo de irracionalidad, pertenece a Einstein: "Yo no puedo tener respeto alguno por un Dios que dedica todo su tiempo a los juegos de azar". (John D. Bernal Op.cit. Pp.55). Aunque en este contexto no se trata de Dios sino del “superhombre” nietzscheano en pleno ejercicio de su “voluntad de poder”, que da lo mismo.

[12] El 17 de abril de 1871, en una carta a su amigo Kugelmann Marx hace alusión al azar en la historia diciéndole que:<<Desde luego, sería sumamente cómodo hacer la historia universal si solo se emprendiera la lucha cuando todas las probabilidades fueran infaliblemente favorables. Por lo demás, la historia sería totalmente mística si las “casualidades” no desempeñaran en ella ningún papel. Naturalmente estas casualidades entran en el marco de la evolución general y son compensadas, a su vez, por otras casualidades. Pero la aceleración y disminución del movimiento dependen mucho de “casualidades” de este tipo; y entre ellas figura también esta otra “casualidad”: el carácter de la gente que se encuentra a la cabeza del movimiento, al comienzo>>. (K. Marx: “Cartas a Kugelmann” Ed. Ciencias Sociales. La Habana 1975 Pp. 209)

[13] Ciertos neomarxistas postmodernos lo han intentado difundiendo la especie de que las tesis de “El Capital” sólo permiten una explicación científica del capitalismo en condiciones premonopólicas. No han reparado u omitido deliberadamente, en que esos cambios operados en el sistema capitalista a lo largo del proceso histórico de acumulación, son simples cambios cualitativos en las formas de manifestación de su materia orgánica, conservando intacta su esencia y su lógica de comportamiento, esto es, las leyes que regulan su metabolismo: la transformación de trabajo necesario en excedente para los fines de la acumulación. De la forma de manifestación individual, empresarial y nacional, en su etapa temprana, la mayor masa de captial en funciones pasó a organizarse en forma colectiva (sociedades anónimas) y multinacional en su etapa tardía. Pero sigue siendo exacta y esencialmente el mismo capitalismo. Para este asunto Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/dialectica/05.htm y http://www.nodo50.org/gpm/pac/01.htm.