EL MÉTODO CIENTÍFICO PARA LA DETERMINACIÓN DEL VALOR SUPREMO EN LA MODERNIDAD

“La riqueza de las sociedades donde impera el modo de producción capitalista, se nos aparece como un inmenso arsenal de mercancías”. Así empieza Marx la exposición de su obra fundamental. Esto quiere decir que el contenido o materia de la economía política, su objeto de estudio, es la riqueza; y la mercancía su forma elemental. Analizando esa forma, Marx descubrió que es una unidad contradictoria compuesta de dos partes: una es su cualidad material específica directamente perceptible por los cinco sentidos, aquello para lo que la mercancía sirve: satisfacer una determinada necesidad; ése es su valor de uso. La otra parte, por el contrario, se define por la cantidad (en tiempo de trabajo contenida en ella); es su parte inteligible o suprasensible, lo que no se puede percibir directamente por los sentidos porque permanece oculta en su materialidad o valor de uso; es su esencia o razón como mercancía: su valor.

Para saber lo que es el valor económico, a Nietzsche le bastó con aplicar espontáneamente una metodología muy sencilla de andar por casa: frecuentar un mercado, donde la vida de los intercambios fluye en un frenético devenir por el cauce del desequilibrio permanente entre la oferta y la demanda. Allí comprobó, con plena satisfacción, que una misma cosa hoy vale 20, pocos días después 19,50, pasadas unas semanas 21,00 y luego de un mes 20,20, por un decir. Eso le confirmó en el prejuicio reiterado a lo largo de su vida y obra, de que la verdad o esencia de cualquier cosa, en este caso su valor económico, es algo indeterminado y de imposible conocimiento o determinación por medio del pensamiento, dado que la vida es un eterno devenir tan inconsistente como imprevisible, donde las esencias de las cosas no se ven por ningún lado.

Marx, en cambio, siguiendo la máxima de Galileo: “Mide todo lo que sea medible y lo que no, conviértelo en medible”, supuso una situación ficticia —según Nietzsche “ilusoria”— aunque metodológicamente correcta, en que la oferta y la demanda de mercancías coinciden, de modo que el mercado permanece en equilibrio. Pero, además, introdujo otro supuesto ficticio: que el valor del dinero se mantiene invariable.[14]. Es decir, Marx decidió, de momento, desentenderse o prescindir de lo que pasa en el mercado y se fue con su amigo Engels a la empresa que su padre tenía en Manchester, para indagar acerca del proceso de formación del valor. Pero desentenderse no debe tomarse al pie de la letra, porque Marx ya sabía lo que sucede en el mercado, como así lo demostraría en el Libro III categóricamente, poniendo de manifiesto el caracter científico de su método al revelar que los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad no suceden al azar, sino según leyes muy precisas que es necesario comprender para poder explicar la forma en que se manifiestan:

<<De hecho, la oferta y la demanda jamás coinciden, o si lo hacen en alguna ocasión esa coincidencia es casual, por lo cual hay que suponerla como científicamente = 0, considerarla como no ocurrida. Sin embargo, en economía política se supone que (oferta y demanda) coinciden (que ocurre precisamente eso y hay que tenerlo en cuenta); ¿por qué? Para considerar los fenómenos en la forma que corresponde a sus leyes, a su concepto, es decir, para considerarlos independientemente de la apariencia provocada por el movimiento (aparentemente caótico) de la oferta y la demanda.>> (K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. X. Lo entre paréntesis nuestro)

Una vez ubicado en este universo del equilibrio entre oferta y demanda, en este sistema de referencia aparentemente irreal y según Nietzsche ilusorio —científicamente una abstracción determinada—[15] Marx propuso al lector que se abstraiga momentáneamente del valor de uso, de las propiedades o cualidades físicas que habilitan a toda mercancía para ser consumida. En ese supuesto, ¿qué queda de la mercancía por considerar? Que es un producto del trabajo. Pero al habernos abstraído de su valor de uso, de su forma corpórea, de las cualidades que hacen de él una cosa sensible, también deberemos abstraernos del tipo de trabajo específico o concreto que fabricó ese valor de uso; precisamente de ese trabajo útil o concreto que veló el pensamiento de Aristóteles, impidiéndole llegar a descubrir el concepto de valor en la etapa esclavista donde predominó el intercambio mercantil simple.

¿Qué queda, pues, del trabajo si le quitamos la forma de trabajar concreta con arreglo a la cual se produce un valor de uso determinado? El de ser trabajo humano abstracto, indiferenciado o indistinto; gasto humano de energía sin más, independientemente de la forma concreta en que se utilizó como fuerza de trabajo, prescindiendo del oficio del trabajador que lo produjo y de la rama específica de la producción a la que sirvió ese trabajador. Pues bien, este producto del trabajo abstracto o indistinto, entendido como simple gasto humano de energía bajo la forma de fuerza de trabajo, es el valor económico vestido con el ropaje de un valor de uso cualquiera.

Resta por saber cómo medir la magnitud de valor contenida en X cantidad de unidades de un determinado valor de uso.Se mide por “la cantidad de sustancia generadora de valor, es decir, por la cantidad de trabajo entendida como energía humana consumida en un determinado lapso o fracciones convencionales de tiempo, para fabricar dicha cantidad de valores de uso.[16]

Ahora bien, si el valor de una mercancía se determina por la cantidad de trabajo insumido en producirla, se podría objetar que cuanto más holgazán o torpe sea quien la produzca más valiosa será. Pero lo cierto es que el valor de una determinada mercancía no es el resultado del trabajo de una persona; es gasto de trabajo indiferenciado de muchas personas comprometidas en cada resultado, trabajo social como producto de una fuerza social media colectiva, como tiempo de trabajo socialmente necesario, con un grado social promedio de destreza e intensidad, entendiendo por destreza no solo la del sujeto trabajador promedio sino la combinada entre cada operario y su medio de trabajo, conceptualizada como productividad:

<<Tras la adopción en Inglaterra del telar de vapor, por ejemplo, bastó más o manos la mitad de trabajo que antes para convertir en tela determinada cantidad de hilo. Para efectuar esa conversión, el tejedor manual inglés necesitaba emplear ahora exactamente el mismo tiempo que antes, pero el producto de su hora individual de trabajo representaba únicamente media hora de su trabajo social, y su valor disminuyó por consiguiente, a la mitad del que antes.>> (K.Marx: “El Capital” Libro I Ca. 1)

O sea, que tras la generalización del telar de vapor, en una hora la burguesía inglesa producía por término medio el doble que antes. En este contexto se puede comprender mejor, que el grado medio de destreza en cada unidad de producción o empresa, se consiga por adaptación del trabajador a su herramienta, por mediación de la disciplina fabril encarnada en la figura legendaria del capataz. ¿Cómo se consigue este grado medio de destreza del trabajo o trabajo socialmente necesario en la sociedad de un país? A instancias de la oferta y la demanda en el mercado, que culmina en la formación de la tasa media de ganancia, categoría para cuyo estudio remitimos al buscador de nuestra página, o por ejemplo, en: http://www.nodo50.org/gpm/plusvalia/todo.doc.

Una vez descubierto el valor, lo que ha hecho Marx en los Libros II y III —según lo expuesto en el trabajo que acabamos de referenciar— es ir integrando y analizando para poner en su sitio todos los elementos o categorías de la economía política real, de los que en un primer momento se "desentendió", hasta reconstruir la realidad que así aparecerá no ya caótica sino plena de sentido según su concepto, mientras Nietzsche se dedicaba a elucubrar sus aforismos sin decir jamás cual fue su método de investigación. Sobre este asunto, hemos podido ver que Nietzsche se ha limitado a dejar perlas como la siguiente que, a nosotros, a la vista está que no nos ha dejado indiferentes, aunque con lo dicho hasta aquí como contraste nos parece más que suficiente:

<<LA CIENCIA COMO PREJUICIO. [...] Lo mismo sucede con esa creencia con la cual se satisfacen tantos sabios materialistas, la creencia en un mundo que debe tener su equivalente y su medida en el pensamiento humano en la evaluación humana, en un “mundo de verdad”, al cual nos podríamos acercar en último análisis, con ayuda de nuestra humana razón, pequeña y cuadrada>> (“La Gaya Ciencia” § 373)

Desde luego, es mil veces preferible disponer de una razón “pequeña y cuadrada” que carecer de ella:.

<<La etnografía y la historia económica demuestran que la comunidad campesina primitiva —que conocía ya —y practicaba— el principio de la división del trabajo entre los sexos, organizaba la vida social sobre la base de la economía del tiempo de trabajo. Para los pueblos de esa etapa, lo único escaso [“scarce”], es el trabajo, dice Ruth Bunzel[17] Según Boeke la economía de la desa (comunidad campesina) de Indonesia, se fundaba en el cálculo de horas de trabajo consumidas.[18]

<<En la economía campesina japonesa, “la jornada de trabajo de los hombres constituyen el principio del cambio”. Si la familia ‘a’ se compone de dos hombres que trabajan durante dos jornadas sobre los campos de la familia ‘b’, esta familia ‘b’ habrá de proporcionar un equivalente (en tiempo de trabajo) sobre los campos de ‘a’, equivalente que podía consistir en tres hombres trabajando durante un día y un hombre realizando una jornada complementaria, o cualquier otra combinación que iguale el trabajo de dos hombres durante dos días. (...) Cuando cuatro o cinco familias colaboran en un grupo kattari [trabajo cooperativo para transplantar arroz], el cálculo se efectúa sobre la misma base. Esto exige un libro de cuentas para comparar los días y los hombres en el trabajo (el número de jornadas de trabajo realizadas)>> (Ernest Mandel: “Ibid. Lo entre paréntesis nuestro)

Para garantizar su tan preciado concepto de devenir epicúreo, Nietzsche comía todos los días y esto no es la creencia en ningún convencionalismo del lenguaje sino un hecho. ¿Cómo se habrá podido Nietzsche imaginar en su tiempo un mundo en el que alguien pudiera mantenerse viivo en condicionbes medianamente saludables, sin tener el equivalente a lo que digiere todos los días, no en el pensamiento sino en el bolsillo? Ese es el valor económico calculado desde hace milenios según el tiempo de trabajo contenido en cada mercancía, cuyos precios de mercado giran según la oferta y la demanda en torno de ese centro gravitacional, del mismo modo que las particulas subatómicas en torno al átomo, sin poder independizarse absolutamente de él mientras no se lo desintegra.

Heidegger, otro presunto mentor del postmodernismo que, hasta ya no poder seguir siéndolo fue tan indulgente con Nietzsche haciendo pasar por otra cosa su biologismo humano inescrupuloso sintetizado en “la voluntad de poder”, al menos aceptó que sin método de investigación no puede haber discurso capaz de prever con certidumbre ni explicar absolutamente nada:

<<La esencia de eso que hoy denominamos ciencia es la investigación. ¿En qué consiste la esencia de la investigación?
Consiste en que el propio conocer, como proceder anticipador
(previsión), se instala en un ámbito de lo ente (entendido como objeto del conocimiento), en la naturaleza o en la historia. Aquí, proceder anticipador no significa sólo el método, el procedimiento, porque todo proceder anticipador requiere ya un sector abierto en el que poder moverse. Pero precisamente la apertura de este sector es el paso previo fundamental de la investigación (…)
En realidad, el proyecto y el modo de asegurar el sector de objetos de las ciencias históricas, además de ser de otro tipo, resulta mucho más difícil de cara a medir su rendimiento que el rigor de las ciencias exactas.
La ciencia se convierte en investigación gracias al proyecto y al aseguramiento del mismo en el rigor del proceder anticipador. Pero proyecto y rigor sólo se despliegan y convierten en lo que son en el método. Éste determina el segundo carácter esencial para la investigación. A fin de que el sector proyectado se torne objetivo hay que empujarlo a salir al encuentro en toda la multiplicidad de sus niveles e imbricaciones. Por eso, el proceder anticipador debe tener la vista libre para la variabilidad de lo que se encuentra. La plenitud de lo particular y de los hechos sólo se muestra en el horizonte de la constante renovación de la transformación. Pero los hechos deben tornarse objetivos, por eso el proceder anticipador debe representar lo variable en su transformación, conseguir fijarlo, dejando al mismo tiempo que el movimiento sea un movimiento. La fijación de los hechos y la constancia de su variación como tal, es la regla. Lo constante de la transformación en la necesidad de su transcurso, es la ley. Sólo en el horizonte de regla y ley adquieren claridad los hechos como los hechos que son. La investigación de hechos en el ámbito de la naturaleza es, en sí, exposición y preservación de reglas y leyes. El método por el que un sector de objetos llega a la presentación tiene el carácter de una clarificación a partir de lo claro, de una aclaración>>.
(M. Heidegger “La Época de la Imagen del Mundo”. 1938. Lo entre paréntesis nuestro).

El método permite que el pensamiento, en su acción de conocer como proceder anticipador (previsor), se instale con certidumbre en un ámbito de lo ente (entendido como objeto del conocimiento), en la naturaleza o en la historia. Aquí, proceder anticipador no sólo supone el método, el procedimiento, porque todo proceder anticipador requiere ya un objeto sobre el que poder actuar. Pero precisamente la apertura al conocimiento de un determinado objeto, requiere ya un método adecuado a su naturaleza. Éste es el paso previo fundamental de toda investigación verdaderamente científica.

Claro que todo cambia. Pero no hay que confundir los cambios cualitativos o forma de manifestación de las cosas, con su transustanciación o cambio esencial de una realidad por otra. Científicamente sólo puede hablarse de un relativismo histórico de las esencias según un determinado orden de desarrollo que es necesario investigar. Centrar la atención exclusivamente en las formas de manifestación de lo real —como hizo Nietzsche— esto no es hacer episteme (ciencia) sino doxa (opinión), sostenía Marx en su "Epílogo" a la segunda edición de su obra fundamental. Allí cita extensamente lo que dice de su método Ilarión Ignatievich Kaufmann, un economista ruso que por entonces publicó un artículo en la revista de San Petersburgo: “El Mensajero de Europa”, donde, siguiendo a Marx, recusa la idea parmenídea de que las leyes que rigen el movimiento de la vida social son invariables:

<<…Pero, se dirá, la leyes generales de la vida económica son unas, siempre las mismas, siendo de todo punto indiferente que se las aplique al pasado o al presente. Es esto, precisamente lo que niega Marx. Según él, no existen tales leyes abstractas….En su opinión, por el contrario, cada período histórico tiene sus propias leyes….Una vez que la vida ha hecho que caduque determinado período de desarrollo (de las fuerzas productivas) pasando de una estadio a otro (para decirlo en términos einsteinianos: de un “sistema de referencia” a otro) , comienza a ser regida por otras leyes. (…) Marx niega, a modo de ejemplo, que la ley de la población sea la misma en todas las épocas y todos los lugares. Asegura, por el contrario, que cada etapa de desarrollo de la fuerza productiva (de la humanidad) se modifican las relaciones (sociales) y las leyes que las rigen. Al fijarse como objetivo el investigar y dilucidar, desde este punto de vista, el orden económico capitalista, no hace sino formular, con rigor científico, la meta que debe proponerse toda investigación exacta de la vida económica…El valor científico de tal investigación radica en la elucidación de las leyes particulares (o específicas, que no históricamente generales) que rigen el surgimiento, existencia, desarrollo y muerte de un organismo social determinado y su reemplazo por otro, superior al primero. Y es éste el valor que, de hecho, tiene la obra de Marx>>. (K. Marx: Op. Cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Entonces, hay efectivamente un relativismo de la esencias, pero su cambio no es temporalmente infinitesimal o continuo —como sostuvo Nietzsche de acuerdo con Heráclito y Epicuro— sino discreto o discontinuo, más en las especies naturales que en la historia social. He aquí por qué Einstein abrazó el Materialismo Histórico y Marx llegó a ser un íntimo amigo suyo post mortem. El error de Nietzsche consistió en haber pensado que en la vida no hay esencias y solo es realmente lo que se manifiesta existiendo en permanente mutación. Pero sucede, por ejemplo, que el agua puede presentarse alternativamente bajo tres distintas formas, pasando del estado líquido al sólido o al gaseoso según el grado de temperatura que alcanza, sin verse por eso alterada en absoluto su composición química o esencia natural, es decir, su verdad. Lo mismo cabe decir de ese organismo social vivo llamado capitalismo, cuya esencia consiste en metabolizar trabajo ajeno para los fines de acumular plusvalor: sigue tan intacta o invariable como en su etapa premonopólica.

 

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[14] Marx atribuyó valor al dinero, porque en su época, lo que decía representar el circulante estaba respaldado por su equivalente en oro, que podía canjearse por ese metal precioso en cualquier momento.

[15] Una "determinación abstracta" la expresión relativa a todo aquello que mediante la reflexión se distingue y supuestamente determina respecto de otros "aquellos" por su exterioridad sensible, es decir, por lo que parecen distinguirse unos de otros. Una "abstracción determinada", por el contrario, es la acción metodológica consistente en analizar o separar, poniendo momentáneamente a un lado lo que parece, hasta dejar al descubierto la esencia de cada cosa por medio del pensamiento. Una vez recorrido este camino desde la multiplicidad concreta de los objetos según parecen, a lo más simple o abstracto contenido en ellos —su esencia—, el resultado será que la determinación abstracta de esa multiplicidad, se convierta en una determinación concreta o realidad efectiva "plena de sentido". Es como “separar la paja” para “ir al grano”, según suele decirse vulgarmente.

[16] El vocablo sustancia ha sido comprendido por Marx —siguiendo a Aristóteles— como esencia necesaria o valor económico puesto en las cosas por el trabajo humano creador de valor.

[17] Citada por Ernest Mandel en: Tratado de Economía Marxista” Libro I Cap. II

[18] Boeke: “Die theorie der Indische Ekonomie” Pp. 364. Citado por Ernest Mandel Op. Cit.