PRÓLOGO

Antes de entrar en materia, decir que, hace unos meses, sufrimos un percance como consecuencia del cual hemos perdido los datos de nuestra libreta de direcciones, y el caso es que desde marzo de 2008 olvidamos hacer copia de seguridad, de modo que quienes desde esa fecha hayan solicitado suscribirse a nuestra página, si leen este mensaje les pedimos, por favor, que nos remitan otro correo para que podamos reintegrar sus correos electrónicos a la lista, esperando que nos sepan disculpar por esa omisión tan injustificable como involuntaria producto de las prisas.

Un saludo: GPM

Para definir rápidamente y sin menoscabo del rigor, lo que es el postmodernismo, digamos que su principal carácter consiste en proponer que cada sujeto humano pase a vivir la vida haciendo abstracción de la esencia o razón de ser de si mismo y de cada otro sujeto, ente o cosa que toma como objeto de su pensamiento según le parezca y apetezca.

Una vez introducida esta fortísima petición de principio, lo que cada cosa o persona valga, para los postmodernos depende del punto de vista de cada cual. Y del mismo modo, a partir de aquí, los filósofos postmodernos han procedido al proponer que, para vivir en plenitud nadie necesita ser, sino que basta simplemente con existir, y que para esto las razones huelgan. Basta con querer hacerlo de la manera que cada uno elija. En los espacios de su tiempo libre, claro está, porque el tiempo que discurre en los centros de producción, distribución y circulación del capiral, ésos siguen siendo tan sagrados para los postmodernos, como para los católicos el tiempo que discurre en el ámbito de cualquier púlpito, religión que, siguiendo a su maestro y mentor —F.W.Nietzsche— ellos tanto aborrecen.

Pero no solo esto, sino que, como consecuencia de haber decretado la muerte de las esencias, el postmodernismo ha hecho desaparecer la noción de unidad ordenada de lo diverso, dejando expedito así el paso a la fragmentación, inestabilidad y descomposición de la realidad en la conciencia de los explotados —muy especialmente de la realidad social, económica y política, haciendo de tal modo imposible su conocimiento de alcance universal, es decir, científico, por mediación del pensamiento. O sea, que el postmodernismo supone un ataque a la ciencia en general y al Materialismo Histórico particularmente, en toda su extensión y profundidad. Este hecho evoca aquello sobre lo que Marx alertara a los lectores en su Prólogo a la primera edición de “El Capital”:

<<En el dominio de la economía política, la investigación científica libre no solamente enfrenta al mismo enemigo que en todos los demás campos. La naturaleza peculiar de su objeto convoca a la lid contra ella a las más violentas, mezquinas y aborrecibles pasiones del corazón humano: las furias del interés privado…>> (Op. cit)

En tal sentido, podemos decir con toda certidumbre, que el movimiento postmoderno es el irracionalismo en el estado más puro y completo que la humanidad haya podido experimentar desde los más lejanos tiempos del homo erectus. La historia de las ideas y de la política ha venido demostrando que la irracionalidad epistemológica, jurídica y moral, ha sido tradicionalmente patrimonio de la derecha burguesa. La curiosa novedad del es que desde fines de los años sesenta, el postmodernismo ha constituido una forma antirracionalista de pensamiento que ha seducido a su izquierda, asimilándose así cada vez más, a la tradicinal derecha.

Las proposiciones de este movimiento filosófico pequeñoburgués, NO han sido el producto de su propia iniciativa teórica, sino del mero reconocimiento puramente empírico y pragmático de lo que sucede en la vida social, según se agravan las contradicciones económicas del sistema que sus clases dominantes se muestran incapaces de resolver. Han sido arrastrados a adoptar tales proposiciones por la decadencia del sistema capitalista y por su apego de clase a él. Porque si las esencias o valores supremos proclamados por la modernidad burguesa han desaparecido o están en trance de desaparecer de la conciencia social, esto no ha sido por la mera “voluntad de poder” de los filósofos postmodernos, sino que es el resultado objetivamente determinado por el propio sistema de vida burgués, cuyo agente involuntario es —como ha venido siendo desde el principio de este período social— la burguesía, en colaboración informal objetiva con los llamados "filósofos postmodernos" desde la década de los años sesenta del pasado Siglo.

Y en este punto es necesario aclarar dos cosas. La primera, que si como es cierto que los valores espirituales supremos proclamados por la modernidad burguesa han desaparecido o están desapareciendo de la conciencia social, esto no supone que hayan desaparecido las esencias de los objetos del pensamiento en general científicamente descubiertas, principalmente la esencia o verdadero valor supremo que está en la base del propio capitalismo, consistente en explotar trabajo ajeno para los fines de la acumulación del capital; porque no es ésta la esencia o valor supremo que la modernidad capitalista ha proclamado y hecho suya, siendo que la ha venido escamoteado y así sigue. Pero esta esencia sigue tan viva como al principio, y solo desaparecerá junto con la burguesía como categoría o clase social dominante.

Los que han desaparecido —o están en vías de desaparición absoluta—, porque las élites sociales y políticas no los respetan, son los valores de la superestructura proclamados por la modernidad burguesa de la ilustración: valores jurídicos como la ley o la igualdad de todos ante esa señora que nos muestran con una venda en los ojos; valores jurídico-políticos como la separación de poderes o la democracia; valores éticos, como la bondad, la honradez y la lealtad; incluso el valor estético por excelencia como es la belleza.

Y es que el rigor de la Ley casi siempre recae sobre los más indefensos, porque el principio de igualdad social ante ella ha venido siendo sustituido —cada vez con más frecuencia— por la arbitrariedad del contubernio entre jueces, políticos y poderosos empresarios o altos mandos del ejército; la separación de poderes convertida en una ficción de película; el gobierno de las mayorías reemplazado por un despotismo democrático-electoralista de unas minorías en lucha por el poder, de espaldas al pueblo; la bondad, la honradez y la lealtad por el pragmatismo individualista día que pasa más cruel e inescrupuloso hasta en los núcleos familiares más íntimos; y la belleza por lo simplemente agradable a los sentidos.

La otra cosa que necesita una aclaración es la siguiente: el hecho de que la burguesía haya sido en origen el agente involuntario de tal proceso de vaciamiento de las esencias proclamadas desde que se hicieron cargo de la sociedad hasta hoy, en modo alguno quiere decir que los burgueses sean hoy inconscientes de su propia realidad. Son plenamente conscientes de ello, de lo contrario hace ya tiempo que el capitalismo hubiera desaparecido. Porque lo único que les queda para preservar su sistema de vida, es el empleo de cada vez más ingentes recursos del Estado para solventar sus aparatos ideológicos, y masas de capital privado invertidas en la industria editorial y los medios de comunicación por medio del periodismo venal, al servicio de la mentira sistemática.

Y precisamente porque son conscientes de su propia realidad, es decir, de sus intereses de clase dominante cada vez más en peligro de desaparecer, hacen todo lo posible para que sus clases subalternas se acostumbren a esta nueva realidad decadente. No precisamente la fracción social subalterna intelectualmente más atrasada y políticamente más estable —que siendo quienes más lo sufren son sin duda más fácilmente presas del engaño— sino su vanguardia natural, los más lúcidos y sensibles frente a la sinrazón y la injusticia.

Para atender a esta parte de los explotados están hoy al servicio de la burguesía los filósofos pequeñoburgueses postmodernos. Pero dado que su bases permanecen todavía inmovilizadas porque el proletariado sigue también inactivo, la intelectualidad postmoderna no manifiesta su alternativa política radical anticomunista, permaneciendo agazapada bajo el ala de la socialdemocracia, esto es, de la burguesía de izquierdas. Y es que en circunstancias políticas normales, como la actual, la pequeñoburguesía intelectual se ubica en un término medio político equidistante entre la burguesía propiamente dicha y el proletariado. Pero en los momentos decisivos, cuando los asalariados se ven arrastrados por las crisis a luchar, sin lograr alcanzar su unidad de acción revolucionaria, ése es el momento en que los pequeñoburgueses intelectuales son impulsados por sus propias bases sociales a tomar abiertamente partido político por el sistema, por la contrarrevolución violenta.

Por ahora viven pulcramente instalados en la barbarie teórica, denunciando la falta de valores desde una postura nihilista integral negativa o crítica, porque todavía no les ha llegado el momento de que se les ordene demostrar todo lo que estos filósofos —mimetizados hoy en el bando de la izquierda burguesa "plural" o "diversa"— son capaces de proponer y realizar. Ya lo hemos advertido en 1998:

<<Lo decisivo para el imperialismo en la etapa actual es acostumbrar a las masas política e ideológicamente a lo irracional y lo monstruoso. Este es el objetivo central de la ofensiva ideológica en los medios de comunicación y en las universidades burguesas, que no es solamente antimarxista, anticomunista, antisocialista, sino que es también una campaña contra la ciencia, contra la razón, incluso contra los ideales de la revolución burguesa y del siglo de las luces. La barbarie de las ideas precede a la barbarie de los hechos. Y esta barbarie de las ideas tiene su punto de arranque en la propensión burguesa de hacer verosímil el falseamiento sistemático de la realidad social. Por eso debe desencadenarse una fuerte ofensiva teórica para defender al marxismo, al socialismo, a la ciencia, a la razón, de los embistes de la estupidez política dotada de formidables medios de difusión.>> http://www.nodo50.org/gpm/crisis/todo.htm

Al respecto una última aclaración, y es que algunos significativos pasajes de la obra de Nietzsche, no hemos podido encontrarlos en castellano, habiendo debido apelar a la traducción de la versión alemana de sus "Sämtliche Werke" (Obras completas).

Solo nos resta agradecer muy cordial y fraternalmente, al interlocutor que nos ha trasladado la excelente iniciativa de dar prioridad teórica a este asunto ideológico de la mayor trascendencia política, pidiéndole que acepte nuestras más sinceras disculpas por la demora en cumplir con nuestro deber revolucionario.

Un abrazo: GPM

 

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
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