6.-La Política Agraria Común en la U.E.

Ciertamente, el interés de la burocracia alemana favorable al práctico desmantelamiento de la Política Agraria Común, supone una renacionalización en este sector de la explotación del trabajo social en Europa. Esto parece contradecir lo dicho hasta aquí, ya que la burguesía más poderosa y solvente de Europa debiera ser la menos indicada para enrocarse tras sus fronteras nacionales. Pero es que, a pesar de su alto desarrollo tecnológico aplicado al trabajo rural -por encima de la media europea- la agricultura alemana sólo contribuye con el 2% al PBI del país, de ahí que siga siendo un importador neto de productos agrícolas; casi un tercio de su consumo alimentario proviene de otros países. Y dado que la Política Agraria Común se basa en la estrategia de aumentar el plusvalor industrial, la U.E. debe combinar la necesidad económica de reducir el "precio de intervención" de los alimentos con la necesidad política táctica de subsidiar a los capitalistas agrarios marginales cuya productividad genera ganancias que por poco no alcanzan a justificar sus costos de reproducción. Por lo tanto, es obvio que Alemania sea uno de los países que menos cargas financieras soporta en materia de subsidios rurales.

Bajo estas condiciones, a diferencia de países como Portugal, Grecia, Irlanda, España o Italia, para la burguesía alemana es tan posible como menos oneroso e interesante, contribuir a la PAC limitándose a solucionar el problema dentro de su propio país. Más aun si se tiene en cuenta que Alemania ha venido siendo hasta ahora la principal fuente de financiación de los fondos de cohesión social de la UE., dado que los recursos comunitarios provienen en su mayor parte del Impuesto sobre el IVA, y cada Estado miembro contribuye según la aplicación de un tipo fijo único a su respectivo PNB. Esto explica que, por lo menos desde 1997, los burócratas políticos alemanes sean los que más han venido presionando en el Parlamento y la Comisión, para que se reduzcan las aportaciones de su Estado nacional a las arcas comunitarias en el más abultado capítulo presupuestario de la UE., el agrario. Contra lo que pudiera parecer, la construcción de Europa no gira hoy tanto en torno al Euro como a la PAC.

De ahí el contencioso actual entre Alemania y los países actualmente más pobres, como España, Irlanda, Portugal y Grecia, ante la prevista ampliación de la Comunidad Económica a los países del Centro y Este de Europa, algunos de ellos todavía más pobres. Dado que en la Agenda 2000 se aprobó que los "receptores netos" de fondos comunitarios serían aquellos países cuya renta per cápita estuviera por debajo de la media comunitaria, al ingresar países más pobres, la media europea descendería y países como España quedarían por encima, con lo que dejarían de percibir el montante de las ayudas actuales pasando a ser "contribuyentes netos". Esta "realidad actual" del capitalismo explica el contencioso de junio entre Schröder y Aznar, así como el "no" de Irlanda a la ampliación de la UE en el reciente referendum.

Ante las presiones alemanas para que se le libere parcialmente a su Estado nacional de las cargas presupuestarias comunitarias que considera excesivas, Aznar, presidente del gobierno español, ha respondido amenazando con vetar la moratoria (hasta el 2006) reclamada por Alemania, respecto a la libre circulación de los asalariados pertenecientes a los países menos desarrollados que el reciente tratado de Niza prevé incorporar a la UE. España chantajea en la seguridad de que los alemanes no están en condiciones económicas de soportar el súbito torrente migratorio de los nuevos países comunitarios -en su mayor parte atraido por el más alto nivel de vida en Europa- sin que peligre no sólo su aventajado "standing" económico, sino la propia estabilidad política del actual proyecto europeo inducido por la ley del valor. Este incidente hispano-aleman se solucionó a favor de los intereses del más fuerte. Pero aun poniéndonos en el peor de los supuestos desde la perspectiva política que se perfila en Europa, el mayor de los retrocesos posibles no sería más que un incidente en la irresistible tendencia secular a la unificación política de los burgueses europeos, que ese ha de ser el resultado cueste lo que cueste.

La PAC es "robusta" y no está "amenazada" por las crisis actuales, declaró en junio  Gregor Kreuzhuber, portavoz del comisario europeo de Agricultura, Franz Fischler, estimando que "la reforma de la PAC es un proceso permanente y no puntual". ¿Qué quiere decir esto hablando en plata? Que a mediano plazo el panorama del agro en Europa apunta a la subsistencia de un irrisorio sector gran burgués eficiente en una franja de productos selectos muy caros, mientras que la mayor parte de la población se alimentará con los importados de otras partes del mundo que disponen de una agricultura natural competitiva. ¿Qué pasará con la ya escasísima población agraria europea basada en la propiedad territorial? Que seguirá disminuyendo hasta desaparecer como tal, cuando los alimentos sean productos industriales cuasi puros y la renta territorial deje de gravitar significativamente sobre los precios, como es el caso hoy día en los EE.UU. Mientras tanto, se suceden desgraciados episodios que sumen a numerosas familias de agricultores pobres en la desesperación y el suicidio.

Desde 1990, el empleo agricola en Europa disminuyó un 24 % al mismo tiempo que se aceleró el proceso de concentración de la propiedad territorial. Las ayudas selectivas a instancias de los fondos de cohesión social de la PAC, consisten en dividir las dificultades para dominarlas mejor, aislando políticamente a las burguesías agrarias marginales con subsidios insuficientes que renuevan su esperanza sin torcer el curso hacia su expropiación o fusión irremediable. Pandemias como la de las vacas locas -que tuvo su causa en un productivismo agrícola genocida- aceleran este proceso. La unión internacional de los grandes capitales europeos es ya incompatible con la reminiscente base social campesina en que cabalgó el sueño imperial de los Bonaparte. No es casual que Joseph Bové, este desaforado pequeño burgués agrario, productor de leche de oveja en el sur de Francia, sea la cabeza más visible y emblemática del movimiento "antiglobalización".

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