2.-Los Estados nacionales
no constituyen una condición  "sine qua non"
para el despliegue internacional del valor.

Las distintas intensidades de trabajo y la diferente composición orgánica de los capitales que expresan el progreso desigual de las fuerzas productivas bajo el capitalismo, constituyen un fenómeno que se verifica entre las distintas fracciones del capital que interactúan con plena libertad en el espacio económico restringido al interior de cada país, y esto no impide sino que determina y explica la formación de las tasas de ganancia media en esos espacios restringidos. Pero la restricción que fragmenta el despliegue del valor no está determinada políticamente por los distintos Estados nacionales, sino al revés: la insuficiente masa de capital en funciones respecto de su rédito medio al interior de cada país, explica y da sentido a los modernos Estados burgueses nacionales.

En este sentido, los Estados nacionales no constituyen una condición inherente o "sine qua non" para el despliegue internacional del valor. Parecieron serlo, sin duda, en la etapa temprana de la historia de la acumulación, cuando la magnitud del capital global en funciones era todavía insuficiente para apoderarse de la masa disponible de trabajo explotable en cada uno de ellos. En ese momento, la unidad de los diversos capitales no podía ser sino política y nacional. Pero en la etapa tardía, esta unidad tiende a ser cada vez más eminentemente económica e internacional. Al tornarse permanentemente excedentarios dentro de sus bases nacionales de formación, los distintos grandes capitales nacionales acentúan su tendencia a la trasnacionalidad y a su unidad política multinacional. Ante esta nueva realidad actual, los Estados nacionales tradicionales tienden paulatinamente a perder entidad y competencias, gravitando cada vez con más fuerza la necesidad de organizaciones políticas y legalidades supranacionales que fiscalicen el proceso de acumulación en espacios económicos cada vez más amplios que comprenden distintas nacionalidades. Según esta línea materialista histórica de razonamiento, los aparentes límites políticos al despliegue de los distintos capitales nacionales, son en realidad los límites económicos transitorios que el capital social global se pone a sí mismo para saltar ulteriormente sobre ellos.

Si esto es así, no se trata de seguir en la evidencia empírica de la "realidad actual" capitalista desde los tiempos de Bujarin, donde las barreras de los distintos Estados nacionales a la circulación de los valores bajo la forma de mercancías y capitales, daba todavía más la impresión de que "la internacionalización de la vida económica" no podía superar la tendencia inversa "a la nacionalización de los intereses capitalistas". A la luz de lo que está ocurriendo ahora tampoco se trata ya de prever lo contrario. Se trata de reconocer el avance tangible de la sociedad capitalista hacia la resolución histórica de esa contradicción dialéctica.

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