La importancia política de la propaganda revolucionaria
contra la intelectualidad burguesa de izquierda

Proletarios espontáneos vanguardia amplia y comunistas

Bajo estas condiciones, sin una independencia política y moral completa, esto es, orgánica respecto de la política burguesa y su moral positiva, es imposible que los comunistas puedan cumplir su tarea de desarrollar el instinto de clase y la moral del proletariado. De ahí la importancia decisiva de doblegar la incidencia ideológica y política de la pequeñoburguesía, con su discurso ambiguo y conciliador de las contradicciones irreconciliables entre las dos clases antagónicas, dando la batalla contra sus representantes intelectuales y políticos en el terreno de la propaganda, dirigida a la llamada vanguardia amplia de los asalariados, especialmente a sus elementos políticamente más inquietos e intelectualmente menos prejuiciosos y más honestos, que en su ansia de conseguir la unidad del movimiento, son inducidos a pensar que entre las ideas de los comunistas y las de los antiimperialistas pequeñoburgueses no existen diferencias sustanciales, porque según se ve en las manifestaciones a las que concurren para denunciar al mismo enemigo, les parece evidente que, en la práctica, ambas corrientes del movimiento desembocan en el mismo mar del socialismo. Y hay que insistir en explicarles que están completamente equivocados, que no es como ellos piensan, que las diferencias teóricas existen y que son políticamente divergentes. Hay que aplicarse a esta tarea primordial con la misma insistencia y tenacidad que emplearon los bolcheviques en el terreno de la teoría y de la propaganda contra los demócratas burgueses entre fines del siglo XIX y primera década del XX. En ese momento Lenin incluso respondía a sectores importantes de la fuerzas comunistas (socialistas) en ese momento ultraminoritarias, si valía la pena debatir con los reformistas, con los socialistas de mercado, que gravitaban fuertemente sobre el movimiento obrero. (Nosotros también hemos recibido muchos e-mails en ese sentido, aunque sólo respondimos a unos pocos: Ver: http://www.nodo50.org/gpm/necdebate/01.htm ) Y lo decía después de desmontar las mismas tesis de un "socialismo" pequeñoburgués "democrático" que, en el caso ruso, pretendía compatibilizar la comuna rural precapitalista autosuficiente, con la explotación capitalista del trabajo en pequeña y mediana escala:

<<Como conclusión creo que no estará demás responder a la pregunta que con toda probabilidad, se le haya ocurrido ya a más de un lector ¿Valía la pena dialogar tanto tiempo con semejantes señores? Valía la pena contestar a fondo a este torrente de lodo liberal protegido por la censura, que a ellos se les antoja llamar polémica?

Me parece que ha valido la pena, y no por ellos, como es natural, ni por la gente "culta", sino por la provechosa enseñanza que pueden y deben sacar de esta campaña los socialistas rusos (influidos por el socialismo pequeñoburgués populista). Esta campaña ofrece la prueba más clara y convincente de que la fase del desarrollo social de Rusia, fase en la que la democracia (burguesa) y el socialismo se fundían en un todo inseparable, indisoluble (como ocurrió, por ejemplo, en la época de Chernichevsky), ha pasado para no volver más. Ahora ya no hay en absoluto ningún fundamento para pensar -y hasta hoy lo siguen pensando en algunos sitios los socialistas rusos, reflejándose con daño extraordinario tanto en sus teorías como en su práctica- que en Rusia no existe una diferencia profunda y cualitativa entre las ideas de los demócratas y las ideas de los socialistas.

Todo lo contrario: entre estas ideas media todo un abismo, y ya va siendo hora de que los socialistas rusos lo comprendan, de que comprendan, la INEVITABILIDAD y LA APREMIANTE NECESIDAD DE UNA RUPTURA COMPLETA y DEFINITIVA, con las ideas de los demócratas.>> V.I. Lenin. Op. Cit. Parte III)

Distinto es el caso del asalariado espontáneo, ajeno por completo a esta problemática que preocupa a los comunistas, quien, en sí y por si mismo, no puede conocer ni practicar otra concepción del mundo ni otra moral que no sea la que aprende prácticamente viviendo su relación social inmediata como subalterno de la burguesía. Aunque, contradictoriamente, su condición de explotado dadas las características del sistema, le empujan periódicamente a romper con esa dependencia, de modo que, en determinadas condiciones, deviene, por efecto de su propia lucha, predispuesto o permeable al discurso que da a conocer los fundamentos de su moral como clase emancipada y, si el partido revolucionario hace bien las cosas, comprometerse a asumir esa moral luchando por sus principios y rompiendo con el entramado moral de la burguesía.

Respecto de los comunistas -en tanto continuidad de los principios revolucionarios dentro de la necesaria discontinuidad de la lucha de clases- en tiempos de retroceso ideológico y político de los proletarios deben ejerceruna doble moral. Como asalariados cumplen con la disciplina laboral vigente y, hasta donde se les obligue como condición de supervivencia, incluso con la cultura mercantil monetaria que impregna la moral del enemigo de clase. Pero, como revolucionarios, dedican gran parte de su tiempo libre a la práctica social teórico-propagandística, en desmedro de la industria del ocio en parte auspiciada y financiada por los aparatos estatales como elemento de control político de los asalariados, al convertir la libertad personal de los asalariados en entretenimiento, la única libertad que los asalariados espontáneos conocen y valoran según las sensaciones que compran y "disfrutan", privándoles de pararse a pensar siquiera un minuto en descubrir la necesidad que alumbra la posibilidad de sacudirse suinnecesaria dependencia del capital para siempre.

                Esto es lo que caracteriza a los asalariados revolucionarios cuando la burguesía ejerce su hegemonía en todos los aspectos de la lucha de clases, sobreponiéndose a su aislamiento social para mantener vivos los principios organizándose molecularmente en torno a ellos con los pocos que coincidan y estén por la labor. Por eso, a pesar de que la economía de los "tiempos muertos" en la mayoría de los trabajos no permite distraer ni un momento la atención sobre lo que les mandan hacer, aun así los comunistas tratan siempre de hurtar alguno de ellos para que viva en función revolucionaria intercambiando algunas ideas con los escasos compañeros de trabajo que no hayan perdido del todo su independencia de criterio, o pensando en crear otras para exponer a consideración dentro de las células propagandísticas revolucionarias todavía necesariamente dispersas en que participan.

Y en momentos de alza revolucionaria, su moral consiste en acabar la construcción de la organización revolucionaria tratando de convertirla en un partido con influencia de masas para dirigir el proceso de lucha política contra la burguesía, para convertir al proletariado en un doble poder como instancia previa al acto revolucionario que, de clase dependiente le permita pasar a constituirse en clase dominante dentro del nuevo Estado obrero revolucionario democrático, removiendo todas las instituciones del Estado anterior, especialmente sus aparatos represivos y su constitución representativa de partidos para instaurar la democracia directa del control obrero en todos los niveles, empezando por cada uno de los lugares de trabajo.

El comunista no se ata a ninguna programación televisiva ni deja que por ese medio la burguesía le envuelva de antemano la venta de algo que satisface una nueva necesidad a menudo superflua incluida en un producto ya existente que siempre le ofrecen con "nuevas prestaciones"; tampoco está pendiente ni cumple religiosamente con las propuestas turísticas de fin de semana, ni es de los que frecuentan los bares, esos ámbitos sociológicos burgueses donde el vínculo mercantil-monetario es la condición para cualquier relación interpersonal, y la ingesta de algo el pretexto para comunicar -por lo general- no ideas sino asuntos cotidianos, donde las relaciones dinerarias están a menudo en el centro de la conversación. Todas estas cosas no están entre lo que un comunista tiene por motivo de preocupación existencial para el empleo de su tiempo libre.

Los comunistas son conscientes de que la vida que llevan es indeseable, odiosa e indigna, por lo enajenada y enajenante que es, y no sólo por lo que a ellos les concierne. Pero también saben que ésta es una realidad histórica transitoria, que contiene y muestra poco a poco la razón y la posibilidad real de dejar de ser lo que ha venido siendo para ser otra cosa mucho mejor para los seres humanos. Y lo que tienen todavía más claro -y no se cansan de decirlo- es que esa posibilidad depende de que los asalariados hagan lo que nadie más hará por ellos ni podría hacer mejor. Esos asalariados comunistas no necesitan evadirse de su propia realidad porque han aprendido a mirarla de frente como la única forma de sentirse en sus cabales, y porque no piensanque lo que viven sea ninguna fatalidad ante la cual sólo cabe desconectar de ella, ni buscar ningún pretexto para reunirse, porque tienen profundas razones para ello. Algo así quiso significar Marx en el "Tercer manuscrito de 1844" para distinguir entre asalariados y comunistas:

<<El extrañamiento de la vida humana permanece y continúa siendo tanto mayor extrañamiento cuanto más conciencia de él se tiene. (...) Cuando los obreros comunistas se asocian, su finalidad es inicialmente la doctrina, la propaganda, etc. Pero al mismo tiempo adquieren con ello una nueva necesidad, la necesidad de la sociedad, y lo que parecía medio se ha convertido en fin. Se puede contemplar este movimiento práctico en sus más brillantes resultados cuando se ven reunidos a los obreros socialistas franceses. No necesitan ya medios de unión o pretextos de reunión como el fumar, el beber, el comer, etc. La sociedad, la asociación, la charla, que a su vez tienen la sociedad como fin, les bastan. Entre ellos la fraternidad de los hombres no es una frase, sino una verdad, y la nobleza humana brilla en los rostros endurecidos por el trabajo.>> (Op.cit "Necesidad, producción y división del trabajo")

El mejor método para reproducir la fuerza de trabajo enajenado neutralizando los efectos sobre la psiquis del ser ideológica y moralmente indiferente a su extrañamiento como asalariado, es el empleo del tiempo libre en tareas individuales "para si", no como parte de su clase social asalariada, sino como individuo. Para eso se inventó la llamada industria del ocio. La moral del asalariado revolucionario, en cambio, se distingue porque emplea sistemáticamente gran parte del tiempo libre que necesita para recuperar su fuerza de trabajo, en combinar las tareas militantes, privilegiando unas formas de lucha sobre otras[21], según loque exige la situación o correlación política de fuerzas en cada período de la lucha de clases. Si la situación es de relativo o absoluto retroceso ideológico y parálisis política contestataria de las masas asalariadas, se impone privilegiar el estudio y la lucha ideológica entre la vanguardia revolucionaria, para unificarla en torno a la teoría revolucionaria, tal como Marx da a entender que sucedía en los primeros años de la década de los cuarenta en el siglo XIX, o como es el mismo caso en las actuales circunstancias. Esto demuestra que la moral revolucionaria es una práctica subjetiva cuyas formas de manifestación están objetiva y férreamente determinadas por la correlación fundamental y política de fuerzas, lo cual depende de un estudio riguroso o científico previo de esas condiciones, consistente en aprehender la lógica objetiva de la situación concreta para reproducirla como "concreto pensado" según el método materialista histórico.

Durante el primer congreso de la Internacional Comunista celebrado en Ginebra el año 1866, se acordó declarar que:

<<La condición primera, sin la cual fracasará toda tentativa de mejoramientoy de emancipación de la clase obrera, es el límite legal de la jornada de trabajo. Impónese esta limitación a fin de restaurar la salud y la energía física de los obreros, asegurándoles la posibilidad de un desarrollo intelectual, de las relaciones sociales y de la acción política. El Congreso propone que la jornada legal de trabajo quede reducida a ocho horas. Este límite lo solicitan los obreros de los EE.UU., y el voto del Congreso lo inscribirá en el programa de las reivindicaciones de las clases trabajadoras de ambos mundos.>> Pablo Lafargue: "Textos Escogidos" La jornada legal de trabajo de ocho horas. Primera parte)

A la vista de las formas enajenantes en que la inmensa mayoría de los asalariados han venido empleando el mayor tiempo libre desde la reducción de la jornada laboral a 8 horas, está claro que no sólo depende de la reducción misma, porque antes de que ellos se pusieran a pensar en qué emplearlo, ya tenían ante sí a la industria del ocio, para convertir ese tiempo propio en una fuente adicional de acumulación de capital y en un medio eficaz de control ideológico de su conciencia y de su moral, promotor de la estupidez política entre ellos. A esto sólo tienen capacidad de sustraerse los asalariados que, habiéndose preparado para ello, descubren lo apasionante que puede llegar a ser el hecho de contribuir a la lucha ideológica y política contra los enemigos del comunismo, especialmente contra quienes actúan como una cuña de la burguesía al interior del movimiento político de los asalariados, para dividirlo y debilitarlo. Nos referimos a los intelectuales y políticos burgueses de izquierda. Una cuña que impide la unificación de los revolucionarios honestos en torno a la moderna ciencia social: el materialismo histórico.  

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[21] No según el concepto practicista predominante desde hace 70 años que sólo entiende por moral revolucionaria el compromiso con la lucha de los explotados en su forma sindical y política. Estos militantes, por lo general, en momentos como éste, una de dos, se van a su casa o se meten a militar en un partido de la izquierda burguesa, convirtiéndose ipso facto -según su habilidad en el manejo de la "pequeña política"- en candidatos a burócratas políticos contrarrevolucionarios natos, de los cuales hoy mismo hay ejemplos -como suele decirse- a "punta de pala".