5.- El comunismo utópico rompe la unidad
de los comunistas por la izquierda del movimiento

Al ver que la constitución otorgada confíó el timón del Estado alemán a los representantes de las anacrónicas relaciones de propiedad feudales, Marx proclamó que Alemania había entrado en una dinámica cuya lógica -de no interponerse fuerzas revolucionarias en contrario- debía culminar por restaurar plenamente el poder que la Corona había perdido en marzo de 1848. Pero observando que semejante situación tendía a poner a la pequeñoburguesía en la órbita y bajo la dirección política del proletaria­do, Marx entendió que la burguesía prusiana y la Corona parecían haber dado solución al conflicto de clases planteado desde la perspectiva de la revolución democrática del proletariado. Pero advirtiendo que eso sólo sucedería, siempre que los revolucionarios supieran combatir con eficacia las ilusiones constitucionalistas de las masas obreras y pequeñoburguesas. Con estos argumentos, Marx concluirá su réplica a la "Kölnische Zeitung" y a la gente de Gottchalks diciendo que en esos precisos momentos, el dilema no está en decidir entre la constitución otorgada y la república roja sino entre...

<<el antiguo absolutismo con un sistema estamental renovado o un sistema representativo burgués [...] No se trata, en absoluto, de una lucha contra las relaciones de propiedad burguesas, como ha tenido lugar en Francia y se prepara en Ingla­terra. Se trata, por el contrario, de la lucha contra una constitución política (Marx se refiere a la constitución otorgada en diciembre) que pone en peligro "las relaciones de propiedad burgue­sas", al confiar el timón del Estado a los repre­sentantes de las "relaciones de propiedad feudal", al rey de derecho divino, al ejército, a la buro­cracia, a los señores rurales, a los varones de las finanzas y a algunos burgueses ligados a ellos>> (K. Marx: "Motesquieu LVI" NGR 21 y 2­2/1/849. Citado por F.Claudín op.cit. Cap. II. Lo entre paréntesis es nuestro.)

Esa posición de Marx y Engels suponía sostener la táctica de acción conjunta con los demócratas burgueses y pequeñoburgueses, pero no ya como auxiliar político sino como protagonista principal. Después de haber explicado en qué consistía el falso dilema planteado por la gente de Gottschalk, Marx expuso cual debía ser la actitud de los obreros y masas oprimidas en general:

<<Nosotros -dijo- somos indudablemente los últimos en querer la dominación de la burguesía. Somos los primeros en haber elevado nuestra voz en Alemania contra la burguesía, cuando los actuales "hombres de acción" se agrupaban satisfechos de ellos mismos, en querellas subalternas. Pero nosotros decimos a los obreros y a los pequeñoburgueses: antes de volver a una forma social caduca, que so pretexto de salvar vuestras clases sumergirá de nuevo a la nación entera en una barbarie medieval, vale más sufrir en la sociedad burguesa moderna, cuya industria crea los medios materiales necesarios para la fundación de una sociedad nueva que os liberará a todos>> (K. Marx: "La División del Trabajo en la Kölnische Zeitung" NGR 11/2/849. Citado por F.C. Op. cit. ibid)

Durante los seis meses que Gottschalk permaneció en prisión cambió la composición de fuerzas dentro de la Asociación Obrera. Al mismo tiempo que se adoptaron unos estatutos más democráticos, se decidió que Schapper sustituyera a Gottschalk en el cargo de presidente. La mayoría de la nueva dirección secundó las posiciones de Marx. La Asociación se escindió. Gottschalk y sus partidarios fundaron otra que duró dos meses. A mediados de enero de 1849, este grupo comenzó a publicar un portavoz titulado "Freiheit, Arbeit" (Libertad, Trabajo) que se presentó como continuador del anterior órgano de la Asociación Obrera y anunció una lucha decidida <<contra todos los partidos, desde el partido de la Nueva Gaceta Renana (órgano de los comunistas de la "Liga") hasta el de la Nueva Gaceta Prusiana (órgano de la nobleza reaccionaria)>>. El 25 de febrero "Freihei, Arbeit" publicó una carta abierta <<al señor Carlos Marx>> donde Gottschalk expuso el fondo de las divergencias. La carta comienza aludiendo al pasaje del artículo de Marx, donde decía a los obreros que:

<<...más vale sufrir en la sociedad burguesa moderna, cuya industria crea los medios materiales necesarios para la fundación de una sociedad nueva, que no retroceder a una forma social caduca>>. "Freihei, Arbeit" responde:

<<Desde febrero, nosotros, los "hombres de la pendencia subalterna", nos encontramos en el seno de la revolución. Pero para qué una revolu­ción? ¿Para qué habríamos de malgastar nuestra sangre nosotros, hombres del proletariado, si realmente, como nos anuncia usted, señor predi­cador, para evitar el infierno de la Edad Media tenemos que arrojarnos voluntariamente al purga­torio de un decrépito capitalismo, para alcanzar desde allí el nebuloso cielo de su "profesión de fe comunista"? [...] Claro. Usted no toma en serio la liberación de los oprimidos. La miseria del obrero, el ham­bre de los pobres, sólo tiene para usted un interés científico, doctrinario. Usted está por encima de tales miserias. En su calidad de erudito Dios-sol, se limita a ilumi­nar con su brillo a los partidarios. No siente aquello que conmueve los corazones de los hom­bres. No cree en la cosa que usted pretende representar.>> (Andreas G­ottschalk: "Fre­ihei, Arbeit". H.M. Enzensberger: op. cit. T I)

El sufrimiento de los explotados constituye, sin duda, la justificación de su lucha. Pero en modo alguno agota el sentido de su estrategia, que debe fundarse exclusivamente en la inteligencia política, sobre la base del conocimiento más certero posible de las condiciones económicas y políticas en que esa lucha tiene lugar en cada momento. En esa carta del grupo de Gottschalk había una poderosa fuerza moral revolucionaria, sólo conducente a sus objetivos propuestos si estaba dirigida por no menos sólidas razones políticas que a ese grupo le faltaban. La fuerza de esas razones -que ya gravitaba por entonces en el espíritu de Marx- aparecerá concentrada en "Las Luchas de Clases en Francia" casi dos años después de esta disputa con Gottschalk. Allí hay un párrafo que explica sintéticamente el sentido del dilema entre constitución otorgada y república roja -planteado por la reaccionaria "Kolinsche Zeitung"- que se había apoderado de la gente de Gottschalk. Marx explica en ese texto que el proletariado es todavía una ínfima parte de la población explotada y que, por tanto, en el conjunto de las luchas contra la explotación, la suya es solo un hecho parcial que, por sí misma, no puede constituir el contenido nacional de la revolución. Podría serlo si las demás clases subalternas (campesinos, artesanos y pequeños comercian­tes), estubieran en condiciones de comprender que la usura, las hipotecas, los impuestos y demás cargas que ellos atribuían al ya caduco sistema feudal, no eran ya más que <<modos de explotación secundarios>> del capital y que, por tanto, su lucha se hermanaba con la lucha obrera en función de que, efectivamente, tenían un enemigo estratégico común. Pero ese no era el caso. En efecto:

<<...si el proletariado francés, en un momento de revolución, posee en París una fuerza y una in­fluencia efectivas, que le espolean a realizar un asalto superior a sus medios, en el resto de Francia se halla agrupado en centros industriales aislados y dispersos, perdiéndose casi en la superioridad numérica de los campesinos y pequeñoburgueses. La lucha contra el capital en la forma moderna de su desarrollo, en su punto de apogeo -la lucha del obrero asalariado industrial- es, en Francia, un hecho parcial, que después de las jornadas de febrero no podía cons­tituir el contenido nacional de la revolución; con tanta mayor razón cuanto que la lucha contra los modos de explotación secundarios del capital -la lucha del campesino contra la usura en las hipotecas, del pequeñoburgués contra el gran comerciante, el fabricante y el banquero, en una palabra, contra la bancarrota- quedaba aun disimu­lada en el alzamiento general contra la aristocra­cia financiera. Nada más lógico, pues, que el proletariado de París intentase sacar adelante sus intereses al lado de los de la burguesía, en vez de presentarlos como el interés revoluciona­rio de la propia sociedad, que arriase la bandera roja ante la bandera tricolor. Los obreros fran­ceses no podían dar un paso adelante, no podían tocar ni un pelo del orden burgués, mientras la marcha de la revolución no rebelase contra este orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación -campesinos y pequeños burgueses- que se interponía entre el proletariado y la burgue­sía; mientras no la obligase a unirse a los prole­tarios como a su vanguardia. Sólo al precio de la tremenda derrota de junio, podían los obreros comprar esta victoria. [...]El proletariado de París fue obligado por la burguesía a hacer la insurrección de junio. Y en esto iba implícita su condena al fracaso. Ni su necesidad directa y confesada le impulsaba a querer conseguir por la fuerza el derrocamiento de la burguesía, ni tenía aun fuerzas bastantes para imponerse esta misión. [...] Sólo empapada en la sangre de los insurrec­tos de junio ha podido la bandera tricolor trans­formarse en la bandera de la revolución europea, en la bandera roja. Y nosotros exclamamos: ¡La revolución ha muerto! ¡Viva la revolución!>> (K. Marx: Op.cit. cap. I: "La derrota de junio")

Estos argumentos eran todavía más válidos para Alemania, donde el contraste entre la zona industrial de Renania y el resto del territorio de ese país preponderantemente agrario era aún más acusado. Lo que en esencia se trataba de trasmitir desde las páginas de la "Nueva Gaceta Renana", es que, aun antes que estalle, toda revolución en la moderna sociedad capitalista tiene un carácter que sólo cambia con la propia vida de la revolución impulsada por la naturaleza de las cosas, en este caso por la lógica del capital. Por tanto, si en la Alemania de 1848 era cuestión de intervenir en sentido efectiva­mente revolucionario, ello suponía una comprensión previa, lo más exacta posible, de la base material sobre la cual se dirimía la lucha de clases en aquellos momentos. Sabiendo que lo fundamental es tarea irremplazable del "viejo topo" (las leyes del capitalis­mo), los revolucionarios sólo tenían que actuar en el sentido que marcaba y sigue marcando la ciega certeza de ese asimilado en su tarea de clarificar la sociedad, eliminando de ella las simulaciones y apariencias que evitaban la necesaria síntesis política entre las clases subalternas: el bloque histórico de que hablaba Gramsci; Contribuir a esa clarificación y ajustarse milimétricamente con la acción a esa certidumbre teórica para <<aliviar los dolores del parto>> comunista, tal fue el glorioso ejemplo de militancia revolucionaria que cumplieron los "hombres de la pluma" desde las páginas de la "Nueva Gaceta Renana"

En medio de esta disputa con los "hombres de acción" liderados por Gottschalk dentro de la Liga, Marx y Engels al frente de los "hombres de la pluma" salían al paso de la mixtificación de la democracia burguesa imperante en el seno de las asociaciones democráticas. A la "National Zeitung" que maneja en abstracto el concepto de "voluntad del pueblo entero", Marx le hace notar que su significación real es "voluntad de la clase dirigente". Frente a la idealización del sufragio universal, advierte que...

<<Sólo es la brújula que indica, finalmente, tras algunas oscilaciones, claro está, la clase llamada a dirigir>> Y reafirma su posición crítica respecto de las izquierdas parlamentarias: <<Nos gustan las posiciones claras -dice un editorial de NGR del 18 de febrero de 1849-. Jamás hemos coqueteado con un partido parlamentario. El partido que representa­mos, el partido del pueblo, no existe actualmente en Alemania más que a un nivel elemental. Pero cuando se trata de combatir al gobierno en ejer­cicio, nos aliamos incluso con nuestros enemi­gos>> (K. Marx: NGR. Citado por F. Claudín op.cit. cap. II. Aclaración nuestra)  

La crítica a la llamada izquierda parlamentaria desde las páginas de la NGR culminó con un extenso artículo que Engels dedicó al debate en la nueva Asamblea Nacional con motivo del mensaje de la Corona, donde anticipó la función del "transformismo" gramsciano que la burguesía empezó a operar en Alemania desde los parlamentos todavía no emancipados de la tutela institucional de la nobleza. Lo único que Engels ve de interesante en esos debates, es...

<<la arrogancia pueril de la derecha y el cobarde hundimiento de la izquierda.[...] Estos señores de la izquierda disminuyen sus pretensiones en la medida misma que la derecha aumenta las suyas. En todos sus discursos se percibe ese abatimiento producto de amargas decepciones, esa actitud abrumada del exmiembro de la misma asamblea que primero dejó empantanarse a la revolución y después, hundiéndose en el pantano por ella misma creado, lanzó un grito doliente: ¡el pueblo no está aun maduro! incluso los miembros más resuel­tos de la izquierda, en lugar de oponerse resuel­tamente a toda la asamblea siguen acariciando la esperanza de obtener algún resultado en la Cámara y, gracias a la Cámara, obtener una mayoría para la izquierda. En lugar de adoptar en el parlamento una actitud extraparlamentaria, la única honro­sa en tal Cámara, hacen concesión tras concesión con la esperanza de una solución parlamentaria. En lugar de ignorar en toda la medida posible el punto de vista constitucional, buscan consciente­mente la ocasión de coquetear con él por amor a la paz [...] ¿Por qué intentan convencerse de que pueden obtener por vía parlamentaria lo que sólo pueden obtener por vía revolucionaria, por la fuerza de las armas? Sin duda la vía parlamentaria ha elevado a esos señores a una altura [...] donde el l'spirit de corps comienza y la energía revolucionaria, si la había, se evapora>> (F. Engels: "El Debate de Berlín sobre el Mensaje" en NGR del 30/3/849. Citado por F. Claudin Op.cit. cap. II. Subrayado nuestro) [6]

El reproche al grupo de Marx por su aparente pasividad política ante <<el hambre de los pobres>>, no era un arma retórica que el grupo de Gottschalk utilizara en su lucha por hacer prevalecer sus posiciones dentro de la Liga, sino una realidad social tan evidente como dramática. El recrudecimiento de la crisis económica europea -de mayor incidencia en la relativamente atrasada Alemania- obligaba a los burgueses de este país a emular a sus colegas ingleses en crueldad a la hora de explotar trabajo ajeno.

Esta situación tendrá su reflejo inmediato en el plano político- organizativo de la clase obrera. Durante el invierno de 1848/49 se forman numerosas asociaciones obreras de carácter eminentemente político. Destaca entre ellas la "Fraternidad Obrera" con radio de influencia al norte de Alemania; fundada por Stephan Born, entre el 27 y el 29 de diciembre de 1848 celebró su segundo congreso nacional el Leipzig, seguido del Congreso General Obrero Alemán que agrupaba a una serie de asociaciones obreras radicadas al sur del territorio. Un congreso celebrado en Heildelberg los días 28 y 29 de enero de 1849 acordó la fusión de los órganos dirigentes de ambas organizaciones. Al nuevo comité central unificado con sede en Leipzig se le encomendó organizar un congreso de toda Alemania para crear la Unión General de los Obreros Alemanes. Durante los meses siguientes, congresos obreros organizados por la Fraternidad de Hamburgo, Turingia y Baviera, llegaron a los mismos acuerdos. A estos se suma la Liga de los comunistas y lo que queda de la Asociación Obrera de Colonia una vez escindido de ella el grupo de Gottchalks. Por su parte, Marx y Engels se ofrecen para dar cursos gratuitos a la Asociación sobre problemas económicos y sociales.

La NGR comienza a reflejar en sus páginas esta situación desde principios de 1849. El 5 de enero de ese año aparece el primer artículo de Marx denunciando las condiciones de explotación de los obreros alemanes. Después de explicar el régimen de las llamadas "workhouses" en Inglaterra, Marx escribe:

<<Si en algún punto la burguesía prusiana se aproxima a su ideal británico, es en la explotación desvergonzada de la clase obrera. [...] trata a la clase obrera con menos miramientos que la burguesía inglesa>> (K. Marx: "Un docu­mento auténtico de la burguesía" NGR 5/1/49. Ed. FCE. Cit.)

El 11 de marzo, la NGR publicó un documento de la Asociación Obrera de Colonia dirigido a las asociaciones obreras de la provincia renana para establecer relación regular. De ahí, al parecer, salió el acuerdo para que el comité de la Asociación Obrera de Colonia asumiera las funciones de comité regional. Semejante responsabilidad asumida obligó a la Liga de los Comunistas a empeñar todas sus fuerzas en la tarea de agrupar a las asociaciones obreras de la región, en detrimento de sus actividades dentro del movimiento democrático pequeñobur­gués. Así es como se tomó la decisión de que los miembros de la Liga renuncien a sus cargos directivos dentro del partido demócrata de Renania. En la declaración que hicieron para fundamentar esta decisión se decía:

<<estimamos que la organización actual de las asociaciones democráticas encierra en su seno demasiados elementos heterogéneos para que sea posible una actividad provechosa en relación con el objetivo que se ha fijado la causa. Consideramos, por el contrario, que una ligazón más estrecha de las asociaciones obreras es preferible porque están compuestas de elementos homogéneos, y por esta razón dimitimos desde hoy del comité regional renano de las asociaciones>> (ibid)

Firmaron esta declaración: Marx, Schapper, Annecke, Becker y Wolff. El sentido de este texto se precisa más con el acuerdo que adoptó al día siguiente la asamblea de la Asociación obrera:

<<1) Salir de la Federación de asociaciones democráticas de Alemania y afiliarse a la Federación de asociaciones obreras alemanas; 2) Encargar a su Comité de convocar en Colonia un congreso provincial de todas las asociaciones obreras de Renania y Westfalia antes de la reunión del congreso general de trabajadores de Leipzig, con objeto de estrechar los vínculos del partido auténticamente social; 3) Enviar delegados al congreso de las asociaciones obreras de Alemania que tendrá lugar proximamente en Leip­zig>> (Cfr. F. Claudín op. cit. Cap. II-6)

 

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[6] Entre esos <<señores de la izquierda>> se encontraba Leothar Bucher, tan criticado por Bismark por su verborragia radical. Su virtuosa moderación como diputado durante los dramáticos acontecimientos de 1848, sirvió a este hombre para estrechar relaciones con el junker von Bismark quien, una vez convertido en conde y Canciller del Reich, "transforma­ra" a su vez a Bucher en su más fiel y valioso colaborador, llegándole a nombrar consejero real de Prusia. (Cfr. A. Rosenberg: op. cit.). Según cuenta Jenny Marx (1862/64) parece ser que su vocación de servicio llevó a este personaje a ejercer de botones, recadero, criado y hastamaître de plaisir a las órdenes de Lassalle: <<Debo decir que en una excursión a Windsor y Virginia Waters que realizamos conjuntamente, hacía de perfecto "perro cobrador" mostrándose así plenamente merecedor del título de governor>>. (H. M. Enzensberger: op. cit. Tomo II)