2.7 .- De la posibilidad real a la necesidad

Finalmente, el conjunto de circunstancias que expresan el devenir de la realidad actual por los dos lados, van determinando las condiciones que convierten la posibilidad abstracta o formal en posibilidad real de que la racionalidad de las fuerzas sociales productivas (el pensamiento según Hegel) lleguen a expresarse por sí mismas. Es la posibilidad real de la revolución o "crisis revolucionaria". En términos hegelianos, es la posibilidad real de la "COSA" devenida real en virtud de su racionalidad superadora o realidad efectiva del socialismo.

Volvemos otra vez a la teoría de las crisis capitalistas. En la medida en que la masa del capital acumulado se hace cada vez mayor y su metabolismo más acelerado por efecto del desarrollo de las fuerzas sociales productivas, la superación de las sucesivas recesiones, o de las sucesivas hondas largas depresivas se vuelve más y más dificultoso. Entre una realidad económica actual y otra media cada vez menos tiempo, y eso es lo que alumbra la posibilidad real del socialismo.

Mientras el proletariado carece de la capacidad o no se decide a actuar por sí y para sí mismo, la posibilidad que tiene de hacer la revolución es abstracta, porque en su lucha se abstrae de hacer lo que llegado el proceso a cierto punto, las "circunstancias" le exigen. Pero de realidad actual en realidad actual, el proletariado hace su experiencia y llega a convertir esta posibilidad abstracta en posibilidad real. Ahora, todo esto sin teoría revolucionaria es imposible.

En este sentido, cuando decimos que el paro estructural masivo y las sucesivas reformas laborales constituyen una realidad efectiva inmediata, una realidad actual desconocida antes de la década de los setenta, al igual que la generalización de los excedentes agrarios y la legislación que premia la limitación de la producción, así como la "alternativa" de los "compromisos históricos a través de los "frentes populares" como posibilidad abstracta de la revolución, estamos aludiendo al devenir de esas condiciones, donde la sucesiva concreción de la irracionalidad manifiesta en el conjunto de posibilidades formales o abstractas de las fuerzas productivas, toda vez que actúan en función de su otro polo de la contradicción dialéctica que son las relaciones de producción, no hacen más que confirmar la irracionalidad del capitalismo.

Las sucesivas condiciones del capitalismo sobre las que el proletariado experimenta y protagoniza sucesiva y reiteradamente como sujeto TODAS las formas de ser según su otro de la relación dialéctica (la burguesía, que predica sobre él, que dice o juzga en cada "circunstancia" lo que él es y lo determina como ser según los predicados de cada realidad actual), todo eso es una creación de las fuerzas productivas (el pensamiento en Hegel). Aunque no por ellas mismas sino a través de las formas de ser determinadas por su condición (las relaciones de producción capitalistas) son sin embargo las fuerzas productivas las que crean o determinan las distintas realidades actuales que dibujan en la historia el devenir del capitalismo. La totalidad de esas formas de ser que se concretan o materializan en las distintas realidades efectivas inmediatas o realidades actuales del capitalismo, es todo lo que cabe que el trabajo social haga en la sociedad capitalista actual; Es lo que en términos hegelianos podemos denominar "totalidad de contenido" o "totalidad concreta", como forma de ser o existencia condicionada del trabajo social. Esta totalidad constituye el pasaje de la posibilidad abstracta a la posibilidad real de existencia de una COSA, esto es de una relación social, como realidad efectiva:

<<Esta exterioridad así desarrollada (de la fuerza social del trabajo en realidades actuales del capitalismo), es un círculo de las determinaciones (del trabajo social según las relaciones capitalistas de producción) de la [mera] posibilidad (del proletariado; el círculo de sus experiencias, de sus posibilidades abstractas) y de la realidad efectiva inmediata (del capitalismo), la mediación de las cuales, (de las posibilidades abstractas) una por la otra [es] la posibilidad real en general (de la revolución). En cuanto círculo de esta clase, la exterioridad desarrollada (el conjunto de determinaciones, realidades actuales o posibilidades abstractas del proletariado en el devenir de su ser enajenado), es, además, la totalidad (de esas formas de ser de la enajenación); es así el contenido, la COSA determinada (no ya por otros sino) en y para sí, y es también, con arreglo a la distinción de las determinaciones en esta unidad, la totalidad concreta de la forma (del pensamiento en Hegel; las fuerzas productivas en Marx) para sí (las fuerzas productivas como sujeto determinan su propio predicado: el socialismo, cuya unidad de significante y significado o juicio constituye el contenido de esa nueva forma de trabajar o modo de producción) el inmediato trasponerse de lo interior (de las fuerzas productivas por sí mismas) en lo exterior. (en la totalidad de las realidades actuales del capitalismo). Este automovimiento de la forma es, actividad, actuación de la COSA como [actuación] (de la totalidad de sus formas de ser según la determinación de su otro, esto es,) del fundamento real (del socialismo aun dentro del capitalismo que se expresa en sus contradicciones y) que se supera a sí mismo en realidad efectiva (inmediata ), y es actuación de la realidad efectiva contingente (como sucesión de las múltiples realidades actuales) o de las condiciones y de su superarse hacia otra realidad efectiva, la realidad efectiva de la COSA (entendida como totalidad de las formas de ser del trabajo social según el capitalismo o totalidad de las realidades actuales del capitalismo. Esta totalidad de formas de ser del trabajo enajenado constituye el contenido que es la COSA, no ya como posibilidad abstracta sino como posibilidad real. En Marx este momento define la crisis revolucionaria). Cuando todas las condiciones se han hecho presentes (a través de todo este proceso, de todo este automovimiento), la COSA tiene que llegar a ser efectivamente real y la COSA (el socialismo) es ella misma una de las condiciones (Esto en términos marxistas quiere decir que una de las condiciones de existencia del socialismo como algo interior que se exterioriza por sí mismo, está en la actuación de la vanguardia revolucionaria en tanto portadora de la racionalidad revolucionaria. En este sentido, la teoría revolucionaria es una premisa de la revolución), puesto que en primer lugar y en cuanto interior es algo meramente supuesto (sin ese supuesto de la teoría revolucionaria no hay posibilidad real de la revolución o del movimiento revolucionario). La realidad efectiva desarrollada en cuanto intercambio de lo interior (el pensamiento en Hegel, el trabajo social en Marx incluida la teoría revolucionaria) y lo exterior (la realidad efectiva inmediata o actual del capitalismo) que confluyen en uno..., [en una unidad que es la lucha de clases:

"En fin, dando por sentado que estos tres elementos, (salario del trabajo, renta del suelo, ganancia, interés) son las fuentes de ingresos de las tres clases, a saber: la de los terratenientes, la de los capitalistas y la de los obreros asalariados –como conclusión, LA LUCHA DE CLASES, en la cual el movimiento se descompone y es el desenlace de toda esta mierda." (K.. Marx: Carta a Federico Engels del 30/04/868)].......,

...el intercambio de sus movimientos contrapuestos (el de las fuerzas productivas y el de las relaciones de producción) unificados en un sólo movimiento (el de la COSA que es la revolución socialista) es la necesidad>> (G.W.F. Hegel: "Enciclopedia..." § 147 Lo entre paréntesis es nuestro)

Ahora bien, según el materialismo histórico, la tarea de preparar las condiciones para completar esta totalidad concreta del capitalismo en tanto existente, esto es, en tanto "realidad actual", trasciende a la burguesía como clase dominante. En efecto, habíamos dicho más arriba que la burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar constantemente los medios de trabajo. Ciertamente, la tendencia de la burguesía a revolucionar incesantemente los medios de trabajo crea todas las condiciones que agotan sus posibilidades de existencia como clase dominante. Pero no acaban con el "ser en sí" o razón de ser de categorías fundamentales del capitalismo, tales como el trabajo asalariado, la forma de valor, los precios y el dinero. De estas "realidades actuales" del capitalismo debe hacerse cargo el proletariado como clase dominante sustituta de la burguesía en la nueva "realidad efectiva": la sociedad de transición al socialismo. Esto es así, en razón de que la burguesía como clase no tiene capacidad para llevar las fuerzas productivas a un estadio tal que suponga la superación definitiva de la sociedad capitalista. Y no sólo porque se lo impide su congénita tendencia al derrumbe al interior de la sociedad donde impera la penuria relativa. En efecto, dada la naturaleza del proceso de valorización capitalista, el progreso tecnológico de los medios de trabajo no puede tener por referencia a la totalidad de la jornada de labor colectiva sino sólo a su parte paga, de tal modo que una mejora se transfiere al aparato productivo sólo cuando cuesta menos que los salarios de la mano de obra que reemplaza:

Por consiguiente, para el capital la ley del incremento de la fuerza productiva del trabajo no tiene validez incondicionada. Para el capital, esa fuerza productiva se incrementa no cuando se economiza en general en materia de trabajo vivo, sino sólo cuando se economiza en la parte paga del trabajo vivo más de lo que se adiciona en materia de trabajo pretérito, tal como ya se ha insinuado sucintamente en el Libro I, Cap. XIII, 2. Aquí, el modo capitalista de producción cae en una nueva contradicción. Su misión histórica es el desarrollo sin miramientos, impulsado en progresión geométrica, de la productividad del trabajo humano. Pero se torna infiel a esa misión no bien se opone al desarrollo de la productividad, frenándolo, como sucede en este caso. Con ello demuestra nuevamente que se torna decrépito y que, cada vez más, está sobreviviéndose a sí mismo>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV)

Dado que el capitalismo basa su existencia en la penuria relativa y el consecuente atraso de las fuerzas sociales productivas, tendrá que ser en cualquier caso el proletariado la clase que acabe la tarea de hacer efectivas todas las condiciones por las que el socialismo pase de ser una posibidad real para convertirse en realidad efectiva definitivamente superadora del capitalismo. Mientras tanto, aun habiendo desaparecido el carácter mercantil de los medios de producción y la relación entre trabajo asalariado y capital, en tanto no se supere la penuria relativa y se revolucione el concepto de necesidad ligado al consumo de lo superfluo típico de la sociedad burguesa, tampoco desaparece del todo la formación social derivada del modo de producción capitalista. Bastante tiempo después de su desaparición como clase dominante, el espíritu de la burguesía pervive al interior la sociedad de transición para condicionar el desarrollo de las fuerzas productivas según la nueva realidad efectiva del socialismo; no sólo sobrevive en la categoría residual del dinero y los precios, también se yergue sobre la desigual distribución de los ingresos del trabajo según los distintos costes de reproducción de la fuerza de trabajo. Por lo tanto, es necesario distinguir entre las condiciones cuya "realidad actual" hace realmente posible la revolución política proletaria para iniciar el tránsito hacia la revolución social comunista, y las condiciones que se hacen presentes para hacer realmente posible el socialismo. Las primeras son una "realidad actual" del capitalismo todavía intangible, las segundas se hacen necesariamente presentes como "realidad actual" del capitalismo remanente al interior de la sociedad de transición:

<<Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar>> (K.. Marx: "Contribución a la crítica de la economía política" Prólogo)

Cuando Marx dice en este pasaje que "Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella", se refiere a las fuerzas productivas condicionadas aun por la existencia del trabajo como sustancia creadora de valor y sus necesarias consecuencias: la forma de valor, los precios, el dinero y la diferenciación salarial. Y cuando alude a las condiciones que hacen realmente posibles "nuevas y más altas relaciones de producción" adecuadas al concepto de las fuerzas productivas en esa etapa de su desarrollo, Marx se refiere a la eliminación de la categoría de capital, esto es, a la eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción y la fuerza de trabajo, que esto sí se alcanza inmediatamente después de la toma del poder.

Aunque más adelante se propuso desarrollar estos temas tan magistralmente condensados en el pasaje que acabamos de citar, Marx sólo tuvo tiempo de hacerlo de modo muy general en su "Crítica del Programa de Gotha". Fue el movimiento revolucionario ruso dirigido por los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, quien durante los años previos y posteriores a la gran revolución Rusa realizó el más completo y riguroso aporte teórico y experimental a la política del periódo de transicion.

Teniendo en cuenta lo dicho hasta aquí, volvamos por un momento a la lógica del pasaje entre la posibilidad abstracta y la posibilidad real. Tomemos el producto de un trabajo concreto cualquiera, por ejemplo: un cojín. Es una existencia en general. Pero no una existencia inmediata porque no es un producto directamente natural sino que entre la naturaleza y ese objeto media el trabajo, tiene incorporada la actividad socialmente productiva del ser humano. Ya hemos visto que, en la sociedad preclasista, los productos del trabajo se presentaban como una identidad de contenido social inmediatamente real y directamente inteligible, entre la actividad productiva y la realización de su producto por el uso o consumo. En efecto, cuando un objeto se fabrica y consume o usa directamente por sus mismos productores, producción y consumo constituyen una identidad de contenido social indisoluble, porque son los mismos sujetos colectivamente organizados quienes sienten la misma necesidad y se abocan colectivamante a realizarla, donde lo socialmente necesario es inmediatamente posible y real o realmente posible.

En la sociedad de clases, por el contrario, esta identidad de contenido social se rompe. En primer lugar, porque la gran masa de los productores directos son separados (expropiados) de sus medios de producción, de modo que el producto también deja de pertenecerles; en segundo lugar, porque con el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, los excedentes del consumo determinan que la sociedad humana pase a organizarse en base a la propiedad privada, la división social del trabajo y el intercambio. Entre la producción y el consumo social se interponen los actos de compra-venta. Aparece el mercado.

Bajo estas nuevas condiciones, la posibilidad de que un producto del trabajo cualquiera exista y que esa existencia se haga socialmente necesaria y por tanto real, eso es algo que depende del mercado. Así, como existencia en general, como actividad concreta, útil, el ser del trabajo asalariado contenido en el cojín es una posibilidad formal o abstracta. ¿Por qué? Hegel contesta a esta pregunta diciendo que, como exterioridad, como existente, en su devenir como "ser en sí" (valor de uso), el trabajo es idéntico consigo mismo, porque al reflejarse en su producto, en su existencia –en la medida en que es el resultado de un plan y de una acción consecuente- su esencia y su existir no se contradicen. Tal es el principio de todo existente en general. En el pasaje citado de la lógica de la esencia Hegel dice que:

<<La esencia es el ser (inmediato) superado (por el trabajo pero en su inmediatez). Es la simple igualdad consigo misma (el trabajo que se ve reflejado en la cualidad de su producto)

En este ser inmediato ya hay una realidad: la del trabajo social, pero en la media en que esta realidad no se manifiesta sino que permanece hundida (reflejada dice Hegel) en la forma del producto, en una relación de identidad con él, la posibilidad de ser de esta realidad social (del trabajo) es meramente formal. Sin embargo, lo posible en la sociedad de mercado contiene algo más que el puro principio de identidad entre el trabajo concreto y su valor de uso. También es valor mercantil o trabajo abstracto. Y esto supone la contradicción, esto es, la ruptura de su originaria identidad de contenido entre trabajo concreto y valor de uso, entre producción y consumo y por tanto, la imposibilidad de llegar a ser real (que se presenta cuando lo que ha costado supera el trabajo socialmente necesario para su producción):

<<Por consiguiente, la posibilidad en ella misma, (de la esencia, el ser del trabajo puesto en el producto como mercancía) es también la contradicción, o sea, la imposibilidad>> (G.W.F. Hegel: "Ciencia de la lógica" Cap. II A.)

De aquí se desprende que todo lo real, o sea, lo que existe y tiene puesta su esencia (el pensamiento en Hegel, el trabajo social en Marx), es posible que exista, pero como contingente y accidental, es decir, que puede ser o no y de diferentes maneras. Aquí, la posibilidad y la existencia corren juntas para dar sentido a lo accidental o contingente:

Esta unidad de la posibilidad y de la existencia constituye la accidentalidad o contingencia. Lo contingente es un existente, que al mismo tiempo se halla determinado sólo como posible...>> (Ibíd)

Lo que nos dice Hegel aquí es que la posibilidad de que el ser cojín del trabajo llegue a ser efectivamente real, antes de confrontarse en el mercado es accidental o contingente. Es una posibilidad formal en tanto el ser del trabajo permanece hundido en su ser inmediato o valor de uso.

Ya hemos visto que el ser del trabajo sale de "sí mismo" para manifestarse o exponerse en la relación de cambio con las demás mercancías, en el mercado. Aquí en la esfera de la circulación, en el mercado, es donde la dialéctica intercapitalista opera mediante lo que aparece como lucha social entre mercancías por llegar a realizarse. Este es el terreno y las circunstancias donde el ser del trabajo enajenado en cada mercancía alcanza la posibilidad real de hacer efectivo su valor:

<<La posibilidad formal es la reflexión en sí, sólo como identidad abstracta (entre trabajo concreto y valor de uso) que consiste en que algo no se contradiga en sí. Pero cuando empezamos a averiguar las determinaciones (del valor mercantil), circunstancias (relaciones de cambio) y condiciones (las que impone el mercado) de una cosa, para reconocer mediante éstas su posibilidad, no nos detenemos ya en la posibilidad formal, sino que consideramos su posibilidad real (...) La posibilidad real de una cosa es, por consiguiente. La existente multiplicidad de circunstancias que se refieren a ella>> (G.W.F. Hegel: "Ciencia de la Lógica" Libro II Cap. 2)

Si una mercancía no se vende, es porque la cantidad de trabajo que contiene no es socialmente necesaria y, por tanto, irreal. Es posible que exista como producto del trabajo, pero al ser relativamente más cara y/o de inferior calidad, no llega a ser socialmente necesaria y, por tanto, real. Su razón de ser no se realiza. El solo hecho de existir como "ser en sí" del trabajo social enajenado, en lo inmediato, antes de someterse a la prueba del mercado, el cojín, por lo que es "en sí mismo", no tiene la garantía de ser real sino meramente posible.

Por último, suponiendo que el ser del trabajo como cojín, esto es, la relación técnica que le ha dado existencia, alcance la realidad efectiva comprendida en su concepto (trabajo socialmente necesario para producirlo), determinado por el mercado, llega un momento en que ese ser del trabajo, es superado por una nueva racionalidad social de la actividad productiva en progreso incesante (la actividad del pensamiento en Hegel). A partir de ese momento, el cojín, tal como había sido concebido y vino siendo fabricado, deja de ser efectivamente real para convertirse en una realidad actual, cuya posibilidad es accidental y contingente. Ese producto sigue teniendo en sí mismo su razón de ser y puede seguir existiendo económicamente, esto es, puede seguir realizándose, pero como realidad actual, porque en el mercado ya ha aparecido otro ser cojín del trabajo social que contiene una racionalidad superior:

<<Tras la adopción en Inglaterra del telar de vapor, por ejemplo, bastó más o menos la mitad de trabajo que antes para convertir en tela determinada cantidad de hilo. Para efectuar esa conversión, el tejedor manual inglés necesitaba emplear ahora exactamente el mismo tiempo que trabajo que antes, pero el producto de su hora individual de trabajo representaba únicamente media hora de trabajo social, y su valor disminuyó, por consiguiente, a la mitad del que antes tenía.>> (K. Marx: "El Capital" Libro I Cap. 1 punto1)

El "viejo" cojín sigue teniendo en sí mismo su esencia, la razón de su existencia. Puede, incluso –y de hecho asi sucede regularmente- que esta mercancía se siga vendiendo. Para referirse a esta circunstancia según vimos más arriba Hegel utiliza indistintamente dos expresiones: "realidad efectiva inmediata" o "realidad actual". En este sentido, la razón técnica ya obsoleta del viejo cojín, empieza a dejar de ser necesaria para devenir más y más económicamente irracional, hasta que deja de existir cuando el trabajo socialmente necesario (el pensamiento según Hegel) le ha atravesado por completo, le ha superado para realizarse según un nuevo concepto, según una racionalidad técnica y social superior. Esto en la economía política sucede cuando una misma necesidad pasa a ser masivamente satisfecha con un nuevo producto de igual o superior calidad y más barato.

 

Este suele ser un proceso cuyo cumplimiento depende de pautas sociológicas y culturales propias de cada país, región o rama de la producción; atavismos que retardan la sustitución de técnicas ya obsoletas en la utilización de los medios de trabajo e insumos; prejuicios de diversa índole sobre marcas y calidades del producto de uso habitual, preferencias por lo barato, fidelidad a una marca, intervención publicitaria de la competencia, etc. Todas estas circunstancias se traducen regularmente en obstáculos a la generalización en el uso o consumo de lo que la necesidad determinada por el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social tiende a que se haga efectivamente real. Este juego de oposición mercantil entre el empuje de lo necesario y las resistencias de lo contingente –que no se agota o explica por la simple oposición entre marcas de fábrica- corresponde al terreno de los estudios de mercado y las técnicas de comercialización, donde se registran ilustrativas experiencias contrastadas.

 

Finalmente, la tendencia al pasaje entre una realidad fectiva del trabajo y otra, se completa cuando lo necesario salta todas las barreras y va a ocupar en la conciencia colectiva el sitio que se resistía a abandonar la realidad efectiva inmediata o actual ya objetivamente superada. Por eso dice Marx que la libertad es la consciencia de la necesidad, el descubrimiento en tanto verdad de lo necesario, su concepto:

<<Esta verdad de la necesidad es así la libertad...>> (G.W.F. Hegel "Enciclopedia..." § 158)

Y aquí, para Marx, lo necesario no es un producto del pensamiento –como sostenía Hegel, sino que es algo exterior al sujeto universal. El ser humano, tanto teórica como prácticamente, se encuentra frente a la exigencia de lo necesario como un requerimiento exterior. La ciencia descubre esa necesidad, la práctica social se encarga de universalizar ese conocimiento y convertirlo en realidad efectiva.

 

Si abandonamos ahora la esfera económica de la circulación del capital y volvemos al terreno de la lucha de clases, la analogía es clara. Todo el pasaje de la posibilidad abstracta a la libertad explicadas por Hegel mediante el movimiento de las categorías puras del pensamiento que da término a la lógica de la esencia, fue traducido por Marx a lenguaje político en "El 18 Brumario de Luis Bonaparte":

<<Las revoluciones proletarias como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos; parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación (las condiciones, pero todas las condiciones, el círculo de condiciones) que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: "Demuestra lo que eres capaz de hacer" >> (Op. cit. Cap.I)

Vemos así cómo en el contexto de la categoría de necesidad y a la luz del materialismo histórico, empieza a brillar el significado de las palabras de Hegel cuando formuló su famosa tesis al decir que:

<<Todo lo real es racional, y todo lo racional es real>>

En este contexto de la "Lógica" hegeliana queda claro que no todo lo real es racional por el sólo hecho de existir. Según el pensamiento y la doctrina de Hegel, sin el atributo de la necesidad propia de lo racional, cualquier cosa, aunque exista y pueda tener "en sí" la "razón" que justifique su existencia y de hecho lo consiga, ya no es más que una mera "realidad aparente" o "realidad de lo ficticio". Y esta realidad de lo ficticio está hoy, desde hace tiempo ya, objetivamente determinada por la sobresaturación del capital.

 

¿Qué es la sobresaturación de capital? La razón de ser del capitalismo consiste en acumular capital, en engrosar la masa de capital en funciones mediante la capitalización del plusvalor obtenido en cada proceso de rotación. Pero dada la inevitable tendencia al aumento en la composición orgánica del capital (mayor inversión histórica relativa en maquinas y materias primas que en salarios), el aumento del plusvalor obtenido tiende a ser cada vez menor a raíz del cada vez menor empleo relativo de mano de obra, lo cual presiona a la baja de la tasa de ganancia. Esta dinámica conduce a unas "circunstancias" en las que –con independencia de los ciclos periódicos- las posibilidades de ampliar el capital productivo al interior de sus mercados nacionales, se torna más y más difícil en un número progresivamente mayor de países donde la C.O.C. es relativamente alta. Así, una parte creciente de plusvalor producido y realizado en esos países ya no puede cumplir su cometido como capital productivo porque resulta demasiado pequeño respecto de la enorme masa de capital ya acumulado. Estos capitales excedentarios e improductivos sólo pueden preservarse provisionalmente del derrumbe de su propia rentabilidad emigrando hacia otros países de menor composición orgánica, o incursionando temporalmente en el mercado de valores. Los capitales excedentarios que pasan a "actuar" en la esfera de la especualación, son capitales ficticios, porque sacan la ganancia de otro capital, no del proletariado, por lo tanto no es real, es ficticio, es virtual, es existente, ahí está la especualción bolsística, pero es ficticio. Estos movimientos puramente especulativos del plusvalor sobrante o ficticio, entorpecen cada vez más el movimiento del capital productivo global de la sociedad. Esta es la realidad efectiva inmediata del capitalismo actual.

En síntesis, si algo como el sistema capitalista -incluidos los proyectos policlasistas de la pequeñoburguesía- deviene tan irracional y anacrónico que deja de ser necesario, aun cuando prolongue su existencia saliendo sucesivamente al paso de las "circunstancias" para justificar su existencia, es ya irreal. A este mismo espíritu se remite Engels para explicar el tránsito de la realidad efectiva inmediata del feudalismo, a la nueva realidad efectiva del capitalismo:

<<En 1789, la monarquía francesa se había hecho tan irreal, es decir, tan despojada de toda necesidad, tan irracional, que hubo de ser barrrida por la Gran Revolución, de la que Hegel hablaba siempre con el mayor entusiasmo. Como vemos, aquí lo irreal era la monarquía y lo real la revolución. (En España, lo irreal eran las fuerzas realistas en la época en que las cortes de Cádiz representaban la nueva realidad efectiva, aunque no la realidad actual encarnada aún en la monarquía absoluta de Fernando VII. Y así, en el curso del desarrollo, todo lo que un día fue real se torna irreal, pierde su necesidad, su razón de ser, su carácter racional, y el puesto de lo real que agoniza es ocupado por una realidad nueva y viable; pacíficamente si lo viejo es lo bastante razonable para resignarse a morir sin lucha; por la fuerza, si se opone a esta necesidad. De este modo, la tesis de Hegel se torna, por la propia dialéctica hegeliana, en su reverso: todo lo que es real dentro de los dominios de la historia humana, se convierte con el tiempo en irracional; lo es ya, de consiguiente, por su destino, lleva en sí de antemano el germen de lo irracional; y todo lo que es racional en la cabeza del ser humano se halla destinado a ser un día real, por mucho que hoy choque con la aparente realidad existente. La tesis de que todo lo real es racional, se resuelve, siguiendo todas las reglas del método discursivo hegeliano, en esta otra: todo lo que existe merece perecer.>> (F. Engels: ?Ludwig Feüerbach y el fin de la filosofía clásica alemana? I)

Ahora bien, todo el tiempo que una realidad efectiva inmediata o realidad actual siga existiendo aun habiéndose vuelto irracional, explica la mera posibilidad real del cambio, la tardanza del pensamiento (según Marx las fuerzas sociales productivas) en proceder a determinarse por sí mismo según la necesaria racionalidad superadora.

Engels dice que así explicaba Hegel la realidad efectiva inmediata o realidad actual de la gobernante monarquía absoluta de Federico Guillermo III en la Prusia de su tiempo:

<<Por tanto, aplicada al Estado prusiano de aquél entonces, la tesis hegeliana sólo puede interpretarse así: este Estado es racional, ajustado a la razón, en la medida en que es necesario; si nos parece malo, y, a pesar de serlo, sigue existiendo, lo malo del gobierno tiene su justificación y su explicación en lo malo de sus súbditos. Los prusianos de aquella época tenían el gobierno que se merecían>> (F.Engels: "L. Feüerbach y el fin de la.." Cap.1)

Exactamente igual, el proletariado tiene hoy el gobierno que se merece. Muchos dicen que esta es una afirmación reaccionaria, pero nosotros preferimos no hacer la menor concesión al oportunismo paternalista y reafirmamos: el proletariado tiene aun el gobierno que se merece. ¿De quién es la reponsabilidad histórica de la toma del poder y del cambio, de la presunta vanguardia autoproclamada? NO. Es del proleteriado, que es la clase llamada a hacer la revolución. Está en la naturaleza social de la burguesía y es su responsabilidad política evitar ese cambio. Los que dicen que esta tesis es reaccionaria, están abrazados a una concepción elitista de la revolución, profundamente paternalista y clientelista de la política. Según esta concepción, el proletariado -como los niños de teta- nunca es responsable de nada. Aunque buena parte se identifique con el fascismo, como en 1933 en Alemania. He aquí la semilla de la burocracia de cuño stalinista.

Para Hegel, lo malo de los súbditos prusianos consistía en que seguían haciendo suya la irracionalidad de los valores políticos y culturales de la nobleza decadente a cargo del Estado teocrático alemán. En el lenguaje y la lógica dialéctica marxista aplicada a la sociedad, que la burguesía siga existiendo como clase dominante a pesar de la creciente irracionalidad del sistema capitalista que encarna, ello expresa la crisis del proletariado. Los que levantan su dedo acusador hacen pasar la actual crisis política del proletariado por una supuesta crisis teórica del marxismo.

La tendencia a que el pensamiento (las fuerzas sociales productivas en Marx) se determine según su concepto, esto es, por sí mismo, radica, según Hegel, en la relación entre el pensamiento y el ser de la realidad efectiva inmediata devenida cada vez más irracional e innecesaria. Este devenir de la contradicción, determina que la posibilidad de ser por sí mismo del sujeto pensante, de ser según su concepto, deje de ser abstracta y contingente, es decir, que puede ser o no ser, y ser por otro, para convertirse en real. Finalmente, el pensamiento (la fuerza social productiva fundamental: el proletariado), se libera cuando comprende la necesidad de concebir, crear o darse "para sí", una nueva realidad efectiva adecuada a su concepto, esto es, a su racionalidad como clase revolucionaria:

<<Hegel ha sido el primero en exponer rectamente la relación entre libertad y necesidad. Para él, la libertad es la comprensión de la necesidad. "La necesidad es ciega sólo en la medida en que no está sometida al concepto." (a la razón científica). La libertad no consiste en una soñada independencia respecto de las leyes naturales, sino en el conocimiento de esas leyes y en la posibilidad, así dada, de hacerlas obrar según un plan para determinados fines. Esto vale tanto respecto de las leyes de la naturaleza externa cuanto respecto de aquellas que regulan el ser somático y espiritual del hombre mismo: dos clases de leyes que podemos separar a lo sumo en la representación, no en la realidad. La libertad de la voluntad no significa, pues, más que la capacidad de poder decidir con conocimiento de causa.>> (F. Engels "Anti-Dhüring" Cap. 11: Moral y Derecho. Libertad y Necesidad)

Cuando los antiguos sufrían los efectos del fuego, la lluvia, el viento o el rayo, en la medida en que desconocían la verdadera naturaleza de esos fenómenos carecían de total libertad sobre ellos, y por lo tanto, los dominaban o superaban a través del pensamiento mágico, a través del mito. Para los primitivos que moraron en la cuevas de Altamira, por ejemplo, sus pinturas no tenían nada de arte; estas gentes carecían por completo de ese concepto. Para ellos esa no era más que una forma de ayudarse a sobrevivir, de estimularse y perfeccionar sus técnicas de caza: dominar a la bestia mediante la imaginación. Era la posibilidad formal o abstracta de transformar la naturaleza. La ciencia es la posibilidad real del dominio de la naturaleza y ese conocimiento de la necesidad que suponen las leyes de la naturaleza es la libertad del ser humano:

<<Toda mitología somete domina y conforma las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y mediante la imaginación; desaparece, por lo tanto, con el dominio real sobre ellas.>> (K. Marx: "Líneas fundamentales de la crítica de la economía política" Introducción. Punto 4)

Ahora, el ser humano ha llegado a ser libérrimo en el sentido de que ha alcanzado la libertad casi absoluta con respecto a la naturaleza, donde no hay lugar para la imaginación. Pero con respecto a sí mismo, a las relaciones sociales, ha retrocedido, dice Engels, porque estas relaciones no consisten en la libertad universal sino en el sometimiento de una parte de la sociedad por otra. Es una libertad puramente aleatoria y contingente, porque no comprende la naturaleza de la sociedad. El hecho de que la sociedad esté regida por leyes que escapan al control de los seres humanos, explica que los seres humanos no han comprendido la realidad social que les toca vivir, por lo tanto no son libres. De ahí que la imaginación, el llamado "pensamiento mágico" a caballo de los sentimientos y hasta de las más bajas pasiones, predominen en la política al interior del movimiento obrero. El discurso político de la burguesía en general está preñado de pensamiento mágico. Que esto ocurra en una sociedad que se muestra capaz de generalizar los complejos conocimientos de las técnicas informáticas, expresa el grado extremo de decadencia a que han llegado sus clases dominantes.

Según el razonamiento de cuño hegeliano -que la tradición revolucionaria desde Marx y Engels hasta hoy ha hecho suyo- el conglomerado capitalista decadente de lo real actual o real ficticio, comprende sin duda alguna a la burguesía en su conjunto, pero con igual razón a todos los individuos, grupos políticos o partidos reformistas, cuyo pragmatismo oportunista con el sistema les ha llevado a definir la política del proletariado como "el arte de lo posible", es decir, de las posibilidades que brinda el sistema, de lo posible abstracto, no de lo posible a alcanzar por el proletariado, sino de lo posible que brinda la burguesía. Según los políticos del sistema –muy especialmente los de izquierdas- todo lo que la burguesía no tiene la posibilidad de poner al alcance de sus clases subalternas es imposible. La misión de esta gente consiste en inculcar que no hay forma posible de organizar la vida social que prescinda del mercado capitalista, de tal modo que el proletariado siga siendo una clase contingente, subrogada, un ser social según el ser por sí mismo de otros: los capitalistas. Es la política de hacer pasar la revolución socialista por una adecuación permanente vergonzante y retardada a las realidades efectivas inmediatas del capitalismo tardío.

Nada explica mejor lo de "adecuación retardada y vergonzante" al capitalismo decadente, como el debate que hace unos años sostuvo en un programa de la mayor audiencia televisiva el ex dirigente sindical, José Luis Corcuera -por entonces ministro socialdemócrata liberal del PSOE a cargo del gobierno- con el actual secretario general del P.C.E., el inefable Francisco Frutos, a propósito de la última reforma laboral vigente en España:

<<Ustedes -sentenció Corcuera en un momento del programa- siempre van a la retranca de la historia. Cuando se votó la primera reforma laboral se opusieron a ella reivindicando el fuero de los trabajadores vigente en tiempos de Franco; ahora critican la que está en trámite de aprobación parlamentario defendiendo la primera.>>.

En este sentido, del mismo modo que la burguesía y sus agentes activos dentro del movimiento obrero tienen su razón de ser y existir en mantener al proletariado como mera posibilidad abstracta de la revolución, en conseguir que la fuerza social del trabajo siga siendo según las relaciones de explotación capitalistas, asimismo, la creciente irracionalidad que encarna la patronal determina que la misión del proletariado consista en hacer realmente posible la necesidad de que la fuerza productiva de su trabajo sea y exista por sí misma, esto es, de acuerdo con su propio concepto de clase. Todo esto, en unidad, conforma el ciclo histórico, el círculo de las posibilidades abstractas (del ser del proletariado según su otro) que se convierten en posibilidad real de la revolución.

Esto quiere decir que, por un lado, la burguesía, la tendencia de la burguesía que consiste en apoderarse de la mayor parte del trabajo necesario para convertirlo en excedente, lleva necesariamente al enfrentamiento con el proletariado, no puede evitar el enfrentamiento. Pero, al mismo tiempo, en la medida en que el proletariado no toma conciencia de su tarea histórica y, por tanto, no es capaz de elaborar un proyecto político propio sino que delega la dirección de su lucha en algún sector de la burguesía, la posibilidad de ser sí mismo sigue siendo abstracta. La función de los partidos políticos reformistas consiste precisamente en evitar que la clase obrera luche según se lo exige la racionalidad revolucionaria, según su concepto de clase. Pugnar porque los proyectos del proletariado no sean para sí, sino que siempre sean en sí, esto es, en función del mercado capitalista, de la democracia burguesa, de la burguesía en su conjunto, para garantizar la subsistencia y usufructo momentáneo del sector marginal de ella: la pequeña burguesía. Esto supone que el proletariado queda siempre como un ser en sí, y la posibilidad de la revolución como una posibilidad abstracta.

<<El concepto es lo libre, en tanto poder sustancial que-está-siendo para él mismo, y es totalidad en la que cada uno de los momentos en que eran posibilidades abstractas se convierten en el todo es el todo la cosa, el contenido, que el concepto es, en su identidad consigo, lo determinado en y para sí>> (G.W.F. Hegel: "Enciclopedia.." Tercera sección de la lógica. La doctrina del concepto. § 160)

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