a) Los principios políticos y organizativos del trotskysmo
que la IVª lastró en su IVº Congreso

Siguiendo la línea política inspirada en la errónea teoría de la crisis económica sin salida del sistema, donde cualquier lucha por demandas efectivas de las clases subalternas se convertía en revolucionaria, semejante profesión de fe espontaneísta en un anticapitalismo sin contenido de clase preciso, acabó por provocar la fragmentación ideológica y política de la IVª Internacional, que así diluyó su táctica en una serie de partidos nacionales proclives al oportunismo con diversos sectores sociales y fuerzas políticas sin otra virtud apreciable que su peso social específico preponderante en la correlación de fuerzas de cada país. Esta política deletérea no tardó en trasladarse a la vida interna de la organización. Durante el IVº Congreso de 1953 se aprobó que la IVa. Internacional dejara de regirse por el principio del centralismo democrático para transformarse en una federación de partidos. En cuanto a los países de Europa del Este, como hemos dicho más arriba, siguiendo la tesis vigente que confería a la burocracia sovietica, -aunque no la voluntad política expresa- sí una presunta capacidad objetiva de autoreforma revolucionaria, se resolvió abandonar la estrategia de "revolución política" en los "Estados obreros degenerados" dejando de impulsar allí la formación de secciones de la IVa. Internacional.

Esta capitulación centrista de la IVa. Internacional permitió al stalinismo consolidar la contrarrevolución pequeño burguesa en numerosos países del llamado tercer mundo, al tiempo que contribuyó por abstención política in situ y apoyo explícito desde el exterior a "reformistas" (como Gomulka en Hungría Walesa en Polonia o Vlacav Havel en la ex Checoeslovaquia) obstaculizando así el desarrollo de una lucha revolucionaria de amplias proporciones en los países de Europa Oriental, en la medida en que facilitó a las fuerzas políticas centristas y proburguesas en su tarea de dar cauce contrarrevolucionario a las luchas entre los trabajadores y las burocracias stalinistas. Así fue como en los años cincuenta, sesenta y setenta, los stalinistas pudieron aislar y sojuzgar con más facilidad las revoluciones proletarias de Europa Oriental y China, y entre 1980 y 1992 posibilitaron el desarrollo y culminación de la contrarrevolución democratico-burguesa en Europa Oriental y la URSS, al mismo tiempo que facilitaron a la burguesía internacional el exterminio de sucesivos movimientos revolucionarios en Asia, África y América Latina.

En la práctica, la línea impulsada por la IVª. Internacional supuso la subordinación de sus secciones nacionales a cualquier fuerza política -sean stalinistas, socialdemócratas, nacionalistas burgueses o radicales pequeñoburgueses- con influencia social significativa en el movimiento de masas de cada país. Bastaba con eso. Al tiempo que hacían propaganda testimonial contra el stalinismo, durante las décadas de los cincuenta y sesenta, los "hombres de prestigio" eventualmente a cargo de la dirección de la IVª Internacional, practicaron el oportunismo con los frentes policlasistas convirtiéndo de hecho su política en un apéndice vergonzante de la política interior y exterior de China -como en el caso de Ceylan en relación con Indonesia- o de la URSS -como en Argelia, Bangla Desh (Paquistán Oriental), Zimbabwue (antigua Rodhesia), Angola y Mozambique, por citar sólo algunos ejemplos, siempre so pretexto de la defensa incondicional de esos presuntos Estados obreros.

mayo 2001

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