h) Consecuencias políticas de la derrota obrera de junio, 1848
(De la república constituyente a la república constituida)

El combate de junio contra la insurrección del proletariado, fue dirigido por la fracción republicana moderada de la burguesía. Pero esa moderación política fue la que creó todas las condiciones para el triunfo de la reacción monárquica y la derrota de junio de la “República fantástica”, que se puso de manifiesto con inaudita brutalidad exterminando a más de 3.000 prisioneros. Con esa victoria, el poder real debía necesariamente caer en sus manos, como así fue.  Cavaignac, su oportuno “general”, fue puesto al frente del Poder Ejecutivo, y el redactor jefe de “Le National” nombrado presidente de la Asamblea.

En cuanto a la pequeñoburguesía republicana radical --representada en la Comisión Ejecutiva de la Asamblea Nacional Constituyente salida de febrero por Ledru-Rollín, y en la propia Asamblea por el partido de la Montaña-- viendo totalmente desbaratada la fuerza política del proletariado, cayeron abruptamente desde las alturas hacia donde habían sido aupados por esa fuerza obrera insurreccionada, hasta quedar por debajo del papel de clase subalterna que desempeñaba antes de la revolución de febrero, gravitando en torno a la fracción burguesa, ahora dominante.

En cuanto a sus representados, no pasó mucho tiempo sin que los deudores pequeñoburgueses de la ciudad y el campo advirtieran que, si hasta después de junio no se les habían ejecutado sus propiedades por falta de pago al vencimiento de sus obligaciones pecuniarias, fue para que se sumaran a la lucha común contra los sediciosos “comunistas”, pero una vez contribuido al aplastamiento del proletariado, quedaron indefensos en manos de sus acreedores burgueses:

<<En Paris, la masa de los efectos protestados  pasaba de 21 millones de francos y en provincias de 11 millones. Los dueños de más de 7.000 negocios de Paris no habían pagado sus alquileres desde febrero>> (Ibíd)

Reunidos en el vestíbulo de la Bolsa, exigieron la apertura de una investigación sobre las deudas civiles, para prorrogar la deuda de quienes probaran que al 24 de febrero estaban al día en el pago a sus acreedores, y que a partir de esa fecha habían dejado de pagar por la parálisis que la revolución provocó en la vida productiva del país. Al mismo tiempo, miles de familiares de los insurrectos presos se manifestaban en la plaza de Saint Denis para pedir su amnistía.

En su sesión del 22 de agosto de 1848, la Asamblea rechazó tanto la petición de los tenderos de París, como la amnistía de los 15.000 presos políticos obreros. La consecuencia política de semejante medida se puso de manifiesto en la Asamblea del el 19 de setiembre, en pleno estado de sitio, cuando los campesinos eligieron como representante de París al príncipe Luis Bonaparte y los obreros al comunista Raspail (preso en Vincennes), al tiempo que la burguesía eligió al usurero Fould, banquero y orleanista, quedando como presidente del ejecutivo de la República el mismo Cavaignac.

La gran obra orgánica de esta Asamblea presidida por la burguesía republicana que aplastó la insurrección de junio, consistió en elaborar y consagrar solemnemente una Constitución según la cual:

  1. por sufragio universal y secreto, se instituía un parlamento unicameral y un ejecutivo de composición política cambiante; o sea, que se sustituyó a la monarquía hereditaria de la aristocracia, por una monarquía civil electiva, temporaria y renovable cada cuatro años.
  2. Se eliminó el “derecho al trabajo” que había sido consagrado por el primer proyecto de Constitución, presentado a la Asamblea el 19 de junio de 1848, es decir, ocho días antes de la derrota de la insurrección obrera, que había puesto a ese derecho como estandarte de su lucha.
  3. Se derogó el impuesto progresivo, una medida de carácter burgués propio de la República social constituyente, incluida en el punto 2 del programa propuesto por Marx y Engels en el Manifiesto, aplicable en mayor o menor grado sin menoscabo alguno para la estabilidad de las relaciones de producción capitalistas, sino al contrario, en tanto era ése el único medio de cohesionar en torno a la república ‘honesta’, a la pequeñoburguesía de la ciudad y el campo, reducir la deuda pública del Estado, al tiempo que debilitar en recursos y mantener en jaque político a la burguesía financiera antirrepublicana.
  4. Se nombró ministros de la República a Dufaure y Vivien, antiguos ministros de Luis Felipe
  5. Se elevó a rango de ley constitucional la intangibilidad de los jueces de la monarquía puestos en tela de juicio por el Gobierno Provisional resultante de la revolución de febrero, un cuerpo judicial en el que el viejo régimen tenía “a sus defensores más rabiosos y fanáticos”
  6. Se legalizó la coexistencia de dos soberanos orgánicamente separados: la Presidencia del gobierno y la Presidencia de la Asamblea legislativa, abriendo las puertas al golpe de Estado.

¿Por qué la burguesía derogó el impuesto progresivo? Por debilidad política, por temor a quedarse sola frente al proletariado. Sobre estas disposiciones constitucionales votadas en la Asamblea del 19 de setiembre, Marx hizo la siguiente composición de lugar:

<<Antes, las constituciones se hacían y se aprobaban tan pronto como el proceso de revolución social llegaba a un punto de quietud (de estabilidad política), las relaciones de clase recién formadas se consolidaban y las fracciones en pugna de la clase dominante se acogían a un arreglo que les permitía proseguir la lucha entre sí (sin menoscabo para la estabilidad del nuevo sistema de vida), y al mismo tiempo excluir (políticamente) de ella (de la Constitución) a la masa agotada (derrotada) del pueblo. En cambio, esta Constitución no sancionaba (legitimaba) ninguna revolución social, sancionaba la victoria de la vieja sociedad sobre la revolución.

(...)

Pero la contradicción de más envergadura de esta Constitución, consiste en lo siguiente: mediante el sufragio universal, otorga el poder político a las clases cuya esclavitud social debe eternizar: al proletariado, a los campesinos, a los pequeños burgueses. Y a la clase cuyo viejo poder social sanciona, a la burguesía, la priva de las garantías políticas de ese poder. Encierra su dominación en el marco de unas condiciones democráticas que, en todo momento, son un factor para la victoria de las clases enemigas (la aristocracia feudal) y ponen en peligro los mismos fundamentos de la sociedad burguesa. Exige de los unos (las clases subalternas) que no avancen, pasando de la emancipación política a la social; y de los otros (la aristocracia) que no retrocedan pasando de la restauración social a la política>> (Ibíd)  

La obra constitucional de la Asamblea Constituyente acabó el 23 de octubre. El 10 de diciembre se decidió a poner en práctica la Constitución, realizando elecciones para entronizar la figura de Presidente de la República. Salió elegido por abrumadora mayoría Luis Napoleón como candidato del Partido del Orden [25] . Ese día, con la aquiescencia de todas las clases subalternas de la sociedad --exceptuando la burguesía republicana que había empobrecido al campesino, arruinado a la pequeñoburguesía urbana y aniquilado a los obreros— el gran capital financiero encarnado en la figura de su Presidente, Napoleón III, empezó una traumática vida conyugal con la República burguesa “honesta”, sólo para engendrar en ella el Segundo Imperio y después darle muerte al mismo tiempo en que parió la criatura, el día del golpe de Estado: 2 de diciembre de 1851:

Para el proletariado,  la elección de Napoleón era la destitución de Cavaignac, el derrocamiento de la Constituyente, la abdicación del republicanismo burgués, la cancelación de la victoria de junio. Para la pequeña burguesía, Napoleón era la dominación del deudor sobre el acreedor. Para la mayoría de la gran burguesía, la elección de Napoleón era la ruptura abierta con la fracción (la burguesía republicana moderada) de la que habían tenido que servirse un momento contra la revolución, pero que se hizo insoportable tan pronto como quiso consolidar sus posiciones del momento como posiciones constitucionales. Napoleón, en el lugar de Cavaignac, era, para ella (la burguesía financiera) la monarquía en lugar de la república, el comienzo de la Restauración monárquica, el Orleáns tímidamente insinuado, la flor de lis [26] escondida entre violetas.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

  Lo primero que hizo Napoleón el 20 de diciembre de 1848 al reemplazar a Cavaignac como Presidente de la República, fue nombrar como primer ministro al orleanista Odilón Barrot [27] , y como ministro de Cultos al legitimista [28] Falloux. Pocos días después, León Faucher [29] fue nombrado ministro del Interior. Al legitimista Changarnier [30] le asignó el alto mando unificado de la Guardia Nacional del departamento del Sena, de la Guardia Móvil y de las tropas de línea de la primera división militar; al orleanista Bugeaud [31] le nombró jefe del ejército de los Alpes. El único cargo político que Napoleón dejó en pie, fue el de Odilón Barrot como ministro de Hacienda.

Con estos cambios en el equipo de gobierno –que estuvieron en la lógica de la política pacata desarrollada por los republicanos burgueses de Cavaignac--, Francia dejó atrás el período constituyente de la República, para entrar en el período de la República constituida, según la misma lógica lista para ser derrocada por los monárquicos. Habiéndole sido birlada la omnipotencia del Poder Ejecutivo, los republicanos burgueses se refugiaron en la omnipotencia de la Asamblea Nacional legislativa. Su táctica desde ese momento consistió en dirigir y concentrar todo el ataque de sus efectivos políticos sobre el núcleo del poder presidencial, que era el ministerio Barrot, para sustituirlo por un nuevo ministerio del National. Y para eso, la realidad económica que, desde junio, había creado todas las condiciones favorables a la expulsión de la burguesía moderada del gobierno, en tanto persistía, esa misma realidad se volvió inmediatamente contra el nuevo poder constituido en manos de los monárquicos liberales liderados por Napoleón III.

En efecto, la bancarrota de los pequeñoburgueses de París a raíz de los sucesos de junio, provocó la semiparálisis de la intermediación comercial, agravada por el descenso en la demanda final para consumo, al mismo tiempo que crecían los gastos corrientes del Estado y disminuían los ingresos impositivos en todos los rubros, ante una producción en descenso por falta de demanda interna, y la consecuente reducción de las importaciones globales. Tales fueron los condicionamientos económicos a la acción política de gobierno, primero a cargo de la burguesía moderada del National, y después de su fracción pro dinástica. 

Recordemos que, para conjugar el déficit estatal sin romper del todo con la gran burguesía financiera, la burguesía moderada en función de gobierno se vio forzada, por esas condiciones, a enajenarse el favor político de la pequeñoburguesía rural y urbana, al no conceder la prórroga de sus deudas a los tenderos de París y a derogar el impuesto progresivo, compensando esa merma en los ingresos del Estado a cargo de la gran burguesía, con mayores cargas fiscales al campesinado, empujándole así a las filas de la oposición dinástica en las elecciones del 10 de diciembre. Pero recordemos también que el promonárquico Napoleón III había ganado la presidencia de la República con el voto de los campesinos, esgrimiendo la consigna de “No más impuestos”; sin embargo, una semana después de su nombramiento, el primer acto de su gobierno fue restablecer el impuesto sobre la sal:

<<Con el impuesto sobre la sal, Bonaparte perdió su sal revolucionaria; el Napoleón de la insurrección campesina se deshizo como un jirón de niebla y sólo dejó tras de sí la gran incógnita de la intriga burguesa monárquica. Y por algo el ministerio Barrot hizo de este acto desilusionante, burdo y torpe, el primer acto del gobierno del presidente.>> (Ibíd)

En este momento del proceso, es natural que la burguesía mayoritaria en la Asamblea Nacional, empuñara con ardor este arma que le ofrecía el nuevo gobierno para usarla contra el Ministerio Barrot, intentando sustituir a Napoleón como supuesto estandarte defensor de los campesinos, rechazando su proyecto y reduciendo el impuesto sobre la sal a la tercera parte de su cuantía anterior, aumentando así en 60 millones de francos el déficit del Estado, que en ese momento era de 560 millones. Con este acto se inició en la República la batalla entre la Presidencia y la Asamblea Nacional, entre el Poder Ejecutivo en manos de la burguesía monárquica coaligada, y el Poder Legislativo de la II República francesa todavía en poder de la burguesía industrial.

Pero el mandato de esa Asamblea había caducado el 10 de diciembre, esto es, el mismo día en que Napoleón fue elegido Presidente de la República, una república que “se parecía mucho a una monarquía restaurada”. Por lo tanto, el enfrentamiento entre el Presidente de la República y la Asamblea Nacional legislativa, era el enfrentamiento entre la República real ya constituida en la figura del Presidente, y la República perimida, encarnada en la Asamblea Constituyente tal como había nacido en febrero. Un presente legitimado y en pleno ejercicio contra un pasado ya caduco, no sólo en el tiempo sino en las propias relaciones de poder dentro de la II República, porque, sin el capital financiero de la burguesía monárquica no era posible ni la continuidad del proceso de reproducción ampliada de la burguesía industrial representada en el National, ni el funcionamiento del propio Estado republicano burgués recién nacido. Es lógico, pues, que fuera esta fracción de la burguesía la que reclamara estar y estuviera al frente del flamante Estado burgués republicano: 

<<Por lo tanto, los que se enfrentaban el 29 de enero no eran el presidente y la Asamblea Nacional de la misma república en período constituyente; eran la Asamblea Nacional en período de constitución y el presidente de la república ya constituida, dos poderes que encarnaban períodos completamente distintos del proceso de vida de la república; eran, de un lado, la pequeña fracción republicana de la burguesía, única capaz de proclamar la república, disputársela al proletariado revolucionario por medio de la lucha en la calle y del régimen del terror para estampar en la Constitución los rasgos fundamentales de su ideal; y de otro, toda la masa monárquica de la burguesía, única capaz de dominar en esta república burguesa constituida.>> (Ibíd)     

En semejante tesitura, para la burguesía republicana y demás partidos que componían el bloque histórico de poder opositor organizado en la Asamblea Nacional Constituyente tras las elecciones del 10 de diciembre, no había otra opción que volver a recomponer las alianzas que habían desembocado en las jornadas de Febrero, comprometiéndose en un violento proceso de lucha para derribar la república constituida ya existente y restituir la II República indefinida. Así, los republicanos burgueses moderados del National liderados por Cavaignac, volvieron a apoyarse en los republicanos burgueses demócratas radicales de La Reforme, dirigidos por Ledrú-Rollin, para dar la batalla en el parlamento, en tanto que los republicanos demócratas radicales volvieron a buscar apoyo en los republicanos socialistas liderados por Blanqui y Raspail, para dar la batalla en las calles. El 27 de enero, estos dos últimos partidos anunciaron su reconciliación y unión, decidiendo movilizarse en los centros revolucionarios del proletariado, los “clubes”, para preparar desde ahí la insurrección. El anuncio se hizo como respuesta a un proyecto de ley sobre el derecho de reunión presentado por el ministro del Interior: Faucher, que comenzaba diciendo “Quedan prohibidos los clubes”, proponiendo que fuera puesto a discusión con carácter de urgencia. La Constituyente rechazó la “urgencia”, y el mismo 27 de enero Ledrú-Rollin presentó una proposición con 230 firmas, exigiendo el procesamiento del Gobierno por haber infringido la Constitución en su capítulo de las libertades civiles. La perspectiva política de semejante situación descrita magistralmente por Marx, era ésta:

<<Si la Constituyente se veía empujada, frente al presidente y los ministros, a la insurrección, el presidente y el Gobierno veíanse empujados, frente a la Constituyente, al golpe de Estado, pues no disponían de ningún medio legal para disolverla. Pero la Constituyente era la madre de la Constitución y la Constitución la madre del presidente. Con el golpe de Estado, el presidente desgarraría la Constitución y cancelaría al mismo tiempo su propio título jurídico republicano. Entonces, veríase obligado a optar por el título jurídico imperial; pero el título imperial evocaba el orleanista, y ambos palidecían ante el título jurídico legitimista. En un momento en que el partido orleanista no era más que el vencido de Febrero y Bonaparte sólo era el vencedor del 10 de diciembre, en que ambos sólo podían oponer a la usurpación republicana sus títulos monárquicos igualmente usurpados (por la República), la caída de la república legal sólo podía provocar el triunfo de su polo opuesto: la monarquía legitimista. Los legitimistas tenían conciencia de lo favorable de la situación y conspiraban a la luz del día. En el General Changarnier podían confiar en encontrar su Monk [32] . En sus clubes se anunciaba la proximidad de la monarquía blanca, tan abiertamente como en los proletarios la proximidad de la república roja >> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

El 29 de enero de 1849 se reunió la Constituyente para adoptar un acuerdo sobre la proposición de Mathieu de la Drôme, del partido de la Montaña (republicanos pequeñoburgueses), rechazando sin condiciones la propuesta presentada por el partido de la burguesía monárquica (Legitimistas y orleanistas) coaligada en el Partido del Orden, para que la Asamblea Constituyente procediera a su disolución. Ese día, cuando los representantes de la Asamblea acudieron al edificio de sesiones, lo encontraron sitiado militarmente por las fuerzas al mando del General Changarnier, al tiempo que el partido de los monárquicos coaligados advertían a los asambleístas que si no se disolvían por las buenas serían disueltos a la fuerza. Ante semejante presión, la Asamblea decidió rechazar la propuesta del diputado Mathieu de la Drôme y regateó un plazo muy breve para proceder a disolverse. Napoleón ordenó hacer esta manifestación de su poderío militar, para no dar tiempo a que la Asamblea pusiera en vigencia las leyes orgánicas complementarias de la Constitución, como la ley de enseñanza y de cultos, así como la ley sobre la responsabilidad presidencial.

Después de las elecciones del 10 de diciembre, la Asamblea Constituyente ya no podía apelar a la voluntad popular de los comicios porque estos estaban en manos del Presidente. No podía apoyarse en ninguna instancia legal porque la Presidencia no sólo era legal sino legítima. La única salida que le quedaba era la insurrección, y para eso contaba sólo con la guardia móvil y los clubes proletarios. Pero así como el Comité Ejecutivo de la Asamblea Nacional Constituyente acabó con los Talleres Nacionales cuando fue necesario frenar las pretensiones ministeriales del proletariado, el Ministerio de Napoleón disolvió la Guardia Móvil cuando fue necesario acabar con las pretensiones de la burguesía republicana.

En cuanto a los clubes proletarios, el 21 de marzo la Asamblea Nacional trató el proyecto de Ley de León Faucher contrario a los derechos constitucionales de reunión y asociación previstos en el artículo 8, para poder cerrar los “Clubes”. Estaba el antecedente de que, en vísperas de la insurrección de junio, el pasado año, la Asamblea dirigida por la burguesía republicana moderada había prohibido los clubes, desde donde el proletariado proyectaba sus acciones contra el Comité Ejecutivo de la Asamblea Nacional:

<<¿Y qué eran los clubes sino una coalición de toda la clase obrera  contra toda la clase burguesa, la creación de un Estado obrero frente al Estado burgués? ¿No eran otras tantas Asambleas Constituyentes del proletariado y otros tantos destacamentos del ejército de la revuelta dispuestos al combate? Lo que ante todo debía  constituir la Constitución era la dominación de la burguesía. Por tanto, era evidente que la Constitución sólo podía entender por derecho de asociación, el de aquellas asociaciones que armonizasen con la dominación de la burguesía, es decir, con el orden burgués (tal es el espíritu de toda Constitución burguesa al respecto). Si, por decoro teórico, (la Constitución) se expresaba en términos generales, ¿no estaban allí el Gobierno y la Asamblea Nacional para interpretarla y aplicarla a los casos particulares? Y si en la época primigenia de la República (la II República en período constituyente) los clubes habían estado prohibidos de hecho por el estado de sitio, ¿por qué no debían estar prohibidos por la ley en la república reglamentada y constituida?>> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Si en este punto volvemos al párrafo en el que destacamos la segunda  enseñanza que la revolución francesa aportó a la memoria histórica del proletariado, vemos que aquí, aunque todavía en germen, ya se muestran las formas orgánicas del doble poder obrero y popular, los “Clubes”, ausentes durante la insurrección de junio, antecedentes inmediatos de lo que sería la Comuna de 1871 y los Soviets de obreros, campesinos y soldados rusos en 1905 y 1917, formas orgánicas –al mismo tiempo políticas y militares-- para la lucha por el poder, potencial o virtualmente fundacionales, constitutivas y constituyentes del proletariado como clase dominante y del futuro Estado obrero en tránsito del capitalismo al socialismo.

Si la Constitución había sido hecha por la burguesía republicana en la Asamblea Constituyente después del 25 de junio de 1848, no para constituir la República social de Febrero conquistada por el proletariado, sino la República burguesa pura en coalición con la burguesía monárquica –en la que no tenía cabida el proletariado, y para eso se había implantado el estado de sitio— entonces, ¿qué sentido tenía la presencia del proletariado francés en esa Asamblea y en aquella República? Ni si quiera le permitían existir políticamente organizado como clase en la sociedad civil, y para eso la burguesía en su conjunto debió ponerse fuera de su propia legalidad violando el artículo 8 de la Constitución que consagraba los derechos de asociación y reunión ejercido en los clubes. De hecho, a la hora de votar, los monárquicos (legitimistas y orleanistas), votaron juntos con los suficientes votos de representantes burgueses republicanos del National “Pagnerre, Duclerc, etc.”, tantos como para obtener la mayoría, y la Constitución de la II República fue aprobada por la Asamblea Nacional con la población civil bajo estado de sitio y los clubes políticos prohibidos, demostrando que “la violación de su letra era la única realización consecuente de su espíritu”, el espíritu de la dictadura política de clase. Desde entonces, el proletariado sólo ha podido existir para trabajar, porque sin trabajo no puede haber capital, pero nada más. 

  Sólo faltaba un punto por aprobar: definir las relaciones entre la República constituida y la revolución europea: su política exterior; concretamente, debía decidirse qué hacer con las tropas francesas en Italia [33] . Esas fuerzas habían sido enviadas a mediados de noviembre de 1848 por el gobierno de Cavaignac a Civitavecchia, para proteger al papa del movimiento revolucionario en Roma, una vez expulsado de la ciudad. Se trataba de llevarlo a Francia para dar un golpe de efecto sobre los campesinos pocos días antes de las elecciones a la presidencia de la República:

<<El papa había de bendecir la república “honesta” y asegurar la elección de Cavaignac para la presidencia. Con el papa, Cavaignac quería pescar a los curas, con los curas, a los campesinos, y con los campesinos a la magistratura presidencial. La expedición de Cavaignac, que, por su finalidad inmediata era una propaganda electoral, era al mismo tiempo una protesta y una amenaza contra la revolución romana. Llevaba ya, en germen, la intervención de Francia a favor del papa.>> (Ibíd) 

Esta intervención militar a favor del papa y contra la república romana, fue ratificada por el Consejo de Ministros del gobierno Bonaparte el 23 de diciembre de 1848. Esta operación era importante, tanto para Napoleón como para los orleanistas y legitimistas monárquicos que le habían aupado a la presidencia. Si, para ellos se trataba de restaurar el poder terrenal de la monarquía, había que restaurar antes el poder divino que lo santifica:

<<Prescindiendo de su monarquismo: sin la vieja Roma, sometida a su poder temporal, no hay papa; sin papa no hay catolicismo; sin catolicismo no hay religión oficial francesa, y sin religión ¿qué sería de la vieja sociedad de Francia? La hipoteca que tiene el campesino sobre los bienes celestiales, garantiza la hipoteca que tiene la burguesía sobre los bienes del campesino.>>  (Ibíd)

Además, la revolución romana incubada en el régimen liberal del rey Carlos Alberto y de su hijo Víctor Manuel II –en quien abdicó su poder tras ser derrotado en la batalla de Novara, en marzo de 1849—suponía un serio riesgo para la propiedad y el orden burgués en Europa, tanto como la insurrección de junio. Por tanto, la restauración de la burguesía en Francia necesitaba la restauración del poder papal en Roma; y la alianza de las clases contrarrevolucionarias francesas, suponía necesariamente la coalición entre la II república francesa constituida y la Santa Alianza contrarrevolucionaria, junto con Nápoles (el Reino de las Dos Cicilias bajo Francisco II), España y Austria.

En efecto, el 14  de abril, 14.000 hombres al mando del general orleanista Oudinot, fueron embarcados en dirección a Civitavechia, y el 16 la Asamblea aprobó conceder al ministerio un crédito de 1.200.000 francos para mantener la flota fondeada en el Mediterráneo, sin saber --ni querer averiguarlo— para qué habían ido y qué estaban haciendo, en realidad, esas fuerzas allí. Se conformaba con lo que le decía Odilón Barrot:

<<De este modo, suministraba al ministerio todos los medios para intervenir contra Roma, haciendo como si se tratase de intervenir contra Austria. No veía lo que hacía el ministerio; se limitaba a escuchar lo que decía. Semejante fe no se conocía ni siquiera en Israel; la Constituyente había venido a parar a la situación de no tener derecho a saber lo que tenía que hacer la república constituida>> (Ibíd) 

Esta vergonzosa inhibición de la Asamblea Constituyente todavía dominada por la burguesía Republicana respecto de la política exterior de la república constituida en manos de Napoleón, aliado con la burguesía monárquica, llevó a una polarización de fuerzas parlamentarias en las elecciones de mayo, que sellaron la desaparición de la Asamblea Constituyente e inauguraron la flamante Asamblea Legislativa de la II República definitivamente constituida. En esos comicios triunfó el Partido del Orden, los burgueses republicanos de Cavaignac sufrieron una drástica disminución de escaños (50 legisladores), y la Montaña un espectacular ascenso que alcanzó a 200 representantes sobre un total de 750. Lo cual quiere decir, que la hegemonía política dentro del partido del orden pasó a manos de los monárquicos coaligados. De este modo: 

<<...la con tanto bombo pregonada alianza pasiva de la República Francesa con los pueblos que luchan por su libertad, significó su alianza activa con la contrarrevolución europea.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Dado que la política exterior de un país no es más que la proyección de su política interior dominante al plano de las relaciones internacionales, el rosario de capitulaciones de la burguesía industrial republicana frente a la burguesía monárquica de legitimistas y orleanistas coaligados, al interior del territorio francés, no podía tener otra contrapartida que la reincorporación de Francia a la política internacional contrarrevolucionaria de la Santa Alianza, en este caso con Nápoles y Austria. Con la burguesía republicana moderada momentáneamente fuera del juego parlamentario, sintiendo como que esa era la gota que colmaba el vaso de su tolerancia, inmediatamente después que las fuerzas expedicionarias francesas ejecutaron el bombardeo sobre los revolucionarios republicanos que habían conquistado Roma, la pequeñoburguesía radical francesa, sintiendo también la responsabilidad de los votos que le colocaron como primer grupo de la oposición, puso en movimiento el “frente popular” gestado con el partido proletario dirigido por Blanqui, Barbes y Raspail. Pero no para demostrar su iniciativa en el terreno de la lucha armada, sino en el Parlamento. El 11 de junio, durante la segunda sesión de la Asamblea Legislativa, en nombre de la Montaña Ledru Rollin presentó un acta de acusación contra el Ejecutivo, por haber violado la Constitución en el apartado que prohibía al Presidente hacer la guerra [34] . Al día siguiente, la mayoría del Partido del Orden rechazó en la Asamblea el acta de acusación, como rechazó la del 8 de mayo, y como en enero había rechazado la propuesta de amnistía para los insurrectos de junio del 48, esta vez en alianza con la burguesía industrial republicana liderada por Cavaignac, por entonces todavía primera mayoría. Las instituciones burguesas están para garantizar el poder del capital.

A diferencia de junio de 1848, en esta ocasión el proletariado pudo arrastrar a la Montaña a la calle, aunque no a la lucha directa, sino a una manifestación pacífica. Lo que buscaban los pequeñoburgueses radicales de la Montaña, es que la manifestación callejera sirviera como medio de presión para conseguir que la insurrección se circunscribiera al parlamento, que ese fuera su único  escenario, el único en donde estaban seguros de no perder el control de la situación.

Después de la Asamblea del 11 de junio, delegados de la asociaciones secretas obreras sostuvieron una reunión con algunos representantes de la Montaña, donde les propusieron iniciar las acciones esa misma noche, plan que fue rechazado terminantemente. En ese momento, aunque la vanguardia natural del proletariado parecía mostrarse dispuesta al enfrentamiento, el movimiento en su conjunto no estaba todavía completamente recuperado de la derrota de junio del año anterior, debilitado socialmente, además, por el cólera y buena parte de ellos regresados a sus pueblos de origen por causa del paro. Por otra parte, la Montaña tenía la dirección política en la mayoría de los departamentos, cierta influencia en el ejército, hegemonía en el sector democrático de la Guardia Nacional y poder moral sobre los tenderos de París. En semejantes condiciones, lanzarse a la insurrección sin su consentimiento significaba una nueva derrota, de modo que el proletariado estaba objetivamente atado a su alianza con la Montaña.

El 12 de junio, la Asamblea Legislativa sesionó para tratar el acta de acusación al Presidente Luis Bonaparte. Para entonces, el Gobierno había adoptado todas las medidas de cara a un más que probable enfrentamiento. Realizadas las votaciones, la moción de censura fue rechazada por 377 votos a 6 con la abstención en bloque de los representantes de la Montaña. Reunidos en la sala de redacción del periódico furierista dirigido por Considérant, [35] los diputados del Partido de la Montaña se negaron a recurrir a las armas, decidiendo convocar a una manifestación pacífica:

<<Así, pues, el 28 de mayo de 1849, dados los inevitables choques intestinos de los monárquicos y los de todo el partido del orden con Bonaparte, la Montaña parecía contar con todos los elementos de éxito. Catorce días después (el 12 de junio) lo había perdido todo, hasta el honor>> (K. Marx: “El 18 brumario de Luis Bonaparte” Cap. III)

El 13 de junio, el proletariado se mantuvo expectante, a la espera de un posible enfrentamiento entre el ejército y la Guardia Nacional que no se produjo; esta sería la señal para lanzarse a la lucha tratando de llevar la revolución más allá de los límites prefijados por la pequeñoburguesía:

<<Para el caso de victoria, estaba ya formada la comuna proletaria que habría de actuar junto al Gobierno oficial. Los obreros de París habían aprendido en la escuela sangrienta de junio de 1848.>> (K. Marx: “Las luchas de clases en Francia”. El subrayado nuestro)     

Hasta que punto fue cierto que ese órgano de doble poder (la comuna) estaba ya preparado y que el proletariado francés había sacado semejante conclusión de su derrota de junio del año anterior, no nos consta. En todo caso, ésta fue la enseñanza que sacó el propio Marx de aquellos hechos, y que, sin duda, muchos de esos mismos obreros, los más jóvenes, confirmaron haber aprendido participando en la insurrección de 1871.

La disolución violenta de aquella manifestación pacífica, supuso el descabezamiento del movimiento pequeñoburgués radical francés, y Ledru-Rollin estuvo entre los que debieron tomar el camino del exilio. Así acabó la batalla política entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, entre la burguesía industrial encastillada en el parlamento, y la burguesía monárquica de legitimistas y orleanistas coaligada dentro del partido del orden en poder del gobierno:

<<Junio de 1849 no fue la tragedia sangrienta entre el trabajo asalariado y el capital, sino la comedia entre el deudor y el acreedor: comedia lamentable y llena de escenas de encarcelamientos. El partido del orden había vencido; era todopoderoso. Ahora tenía que poner de manifiesto lo que era.>> (Op.cit.)

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[25] Drástica reducción de los republicanos (50 legisladores) y ascenso de la Montaña que alcanzó 200 representantes sobre un total de 750. “Patria, religión, familia y orden”. Tales fueron las consignas con las que este partido llegó al poder en la Asamblea Constituyente.

[26] La flor de lis, emblema heráldico de la monarquía de los Borbones; la violeta, emblema de los bonapartistas (Cita de Marx).

[27] Hasta febrero de 1848, jefe de la oposición liberal dinástica; desde diciembre del 48 a octubre del 49 encabezó el ministerio surgido de la derrota obrera de junio que se apoyó en el “partido del orden”

[28] Partidario de un príncipe o de un miembro de la realeza como único con capacidad legítima para reinar. 

[29] Periodista políticamente ubicado en la izquierda dinástica, opuesto decididamente a la limitación republicana de las horas de trabajo y a la abolición de la pena de muerte.

[30] General y político francés; en 1823 tomó parte en las expediciones del ejército en España al mando del duque de Angulema; dirigió la campaña de Argelia. Volvió a Francia durante los sucesos de  1848 y fue electo para la asamblea constituyente por los monárquicos. Participó en la represión a los insurrectos de junio, y el 12 de enero de 1851 fue destituido de todos sus cargos, a causa de desavenencias con Napoleón III, quien nombró en su reemplazo a dos generales de confianza.

[31] Bugeaud de la Piconnerie, Tomás Roberto: Mariscal de Francia. En el período de la monarquía de julio fue miembro de la Cámara de los Diputados, de mayoría orleanista. En 1848-49 fue comandante en jefe del ejército alpino, diputado a la asamblea legislativa

[32] George Monck (1609-1670), militar inglés. Monck nació en Potheridge (Devonshire). La primera vez que estuvo al mando de tropas fue durante la guerra de los Obispos de 1639 contra los covenanters. En la Guerra Civil inglesa, luchó al lado del rey Carlos I, pero fue capturado por las fuerzas parlamentarias en 1644 y encarcelado en la Torre de Londres. En 1647, Monck convenció al Parlamento de su lealtad y fue enviado a Irlanda como gobernador del Ulster. En 1650 se trasladó a Escocia como lugarteniente de Oliver Cromwell, y en 1651, cuando Cromwell regresó a Inglaterra, permaneció allí como comandante en jefe. Derrotó a los holandeses en dos batallas de las guerras de 1652-1654 con el cargo de almirante de la flota inglesa. La tentativa del general inglés John Lambert de hacerse con el poder tras la dimisión de Richard Cromwell en 1659, impulsó a Monck a entrar en Londres con la Guardia de Goldstream de Escocia y a disolver el Parlamento Rabadilla (Rump Parliament). Se formó una nueva cámara con simpatizantes de la monarquía, que aceptó de forma inmediata el regreso de Carlos II en mayo de 1660. Tras la restauración, Monck recibió el título de duque de Albemarle.

[33] A raíz de que el papa  Pío IX había rehusado dar su apoyo a la guerra contra Austria en favor de la independencia de Italia, en noviembre de 1818 estalló en Roma una revuelta popular revolucionaria que obligó al papa, y a su más cercano consejero, el cardenal Giacomo Antonelli, a huir de la ciudad en noviembre de 1848. En su ausencia se proclamó la república. A principios del año 1849, el cardenal Antonelli pidió ayuda a las autoridades católicas de Francia, Austria, España y Nápoles para acabar con el régimen. republicano A pesar de los esfuerzos de Mazzini, que estaba al frente del gobierno, y del líder militar Giuseppe Garibaldi, los austriacos atacaron desde el norte y los españoles y napolitanos desde el sur, permitiendo al ejército francés ocupar Roma en julio de 1849. De esta forma el poder papal fue restaurado.

[34] El artículo 5 de la constitución decía así: “La República Francesa no empleará jamás sus fuerzas militares contra la libertad de ningún pueblo” Y el artículo 54 de la Constitución prohibía al poder ejecutivo declarar ninguna guerra sin el consentimiento de la Asamblea Nacional

[35] Considérant, Víctor Próspero. Socialista utópico francés. Teórico y exegeta de las doctrinas de Francisco Fourier. En 1848 representó al pueblo del departamento de Loiret en la Asamblea Constituyente y al del Sena en la Asamblea Legislativa. Al año siguiente fue acusado de alta traición y huyó a Bruselas, desde donde hizo dos viajes a EE.UU.. fundando en el segundo el falansterio de San Antonio (Tejas), experiencia “comunista” que también fracasó al poco tiempo.