g) La insurrección obrera de junio

El siguiente y segundo acto o período de este drama histórico en torno a las figuras del gobierno provisional y la Asamblea Constituyente burguesa en Francia, comenzó cuando, mediante estas dos instituciones que legitimaron su hegemonía y dominio en todo el territorio nacional, la burguesía francesa preparó las condiciones “democráticas” para el aplastamiento militar de los obreros de Paris, por el sólo hecho de haberse atrevido a insistir en reclamar para sí el ministerio de trabajo, mostrando estar dispuestos a luchar para conseguirlo de la misma forma en que habían conseguido hacer realidad la República en Febrero. En ninguna de las revoluciones burguesas ocurridas en Francia desde 1789, el proletariado había aprendido tanto e ido con su voluntad política más lejos de lo que sus propias limitaciones históricas le permitieron, como desde febrero a junio de 1848. Entre las condiciones que la burguesía preparó para derrotarle, cabe destacar, en primer lugar, la condición social del paro; en segundo lugar, la condición militar con la creación de la Guardia Móvil, reclutada por el gobierno provisional entre el lumpenproletariado de esa ciudad; y en tercer lugar, no por última la menos importante, la condición política de la provocación orquestada por la mayoría burguesa republicana “moderada”, bajo cuya dirección política estaba la Guardia Nacional.

Esta provocación empezó a ser ejecutada desde el momento mismo en que se constituyó el gobierno provisional bajo dominio político mayoritario de la burguesía republicana moderada agrupada en torno a “Le National”. Si como es cierto que la emancipación del proletariado pasa por la abolición del crédito privado que alimenta la explotación del trabajo ajeno, y por la abolición del crédito burgués público que somete el Estado deudor al arbitrio político de la burguesía prestamista y refuerza el crédito privado, lo primero que hizo el gobierno provisional bajo la República para contrarrestar la presencia de los republicanos radicales en su seno y recuperar la confianza de la burguesía en las flamantes instituciones de la República, fue “asegurar su valor de cambio” decretando que los papeles de su deuda se sigan cotizando en Bolsa, logrando así reanimar el crédito privado y la acumulación de capital:

<<Para alejar hasta la sospecha de que la república no quisiese o no pudiese hacer honor a las obligaciones legadas a ella por la monarquía, para despertar la fe en la moral burguesa y en la solvencia de la república, el Gobierno provisional acudió a una fanfarronada tan indigna como pueril: la de pagar a los acreedores del Estado los intereses del 5, del 4 y medio y del 4% antes del vencimiento legal. El aplomo burgués, la arrogancia del capitalista se despertaron enseguida, al ver la prisa angustiosa con que procuraba comprar su confianza>> (K. Marx: Op. Cit.)

Más todavía cuando, para compensar el déficit en las cuentas del Estado ocasionado por esta generosa compra de la confianza burguesa, la revolución de 1848 recargó con 45 cts. por franco sobre cuatro impuestos directos con cargo a la población campesina, deshaciendo lo que la Revolución de 1789 había hecho, liberándoles de todas las cargas feudales que pesaban sobre sus familias. La presencia en el gobierno provisional de los representantes del proletariado, echó inmediatamente sobre los hombros de esta clase la carga del oprobio que le empezaron a arrojar sus aliados naturales, los campesinos, desbaratando la tarea conjunta de profundizar la reforma social tan difundida entre sus filas. La burguesía logró así, meter una profunda cuña en el frente popular que hasta ese momento había sido la vanguardia política inorgánica u oficiosa de la revolución de febrero:

<<El impuesto de los 45 céntimos era para el campesino francés una cuestión vital y la convirtió en cuestión vital para la república. Desde este momento, la república fue, para el campesino francés, el impuesto de los 45 céntimos, y en el proletariado de París vio al dilapidador que se daba buena vida a costa suya.>> (Ibíd)

Esta situación vino a demostrar que la Constitución de la II República no estaba en función de la Asamblea Nacional Constituyente, sino del resultado de las relaciones de poder en el seno del Gobierno provisional, que era quien debía imponer o establecer las condiciones políticas de clase de la Asamblea Nacional Constituyente y de la Constitución de la nueva República. Tal es el testimonio histórico y la enseñanza que la  revolución de 1848 dejó a las futuras generaciones de asalariados: Aquí, los obreros debían haber salido del gobierno provisional y procurar la creación de un doble poder de obreros campesinos y soldados al estilo de lo que, en 1871, sería la Comuna.

Marx observa que si el crédito público (con el que la oligarquía financiera mantenía al Estado a expensas de obreros y campesinos) era la garantía del crédito privado del que se nutría la reproducción ampliada del capital industrial, en vez de aceptar ser representado en el gobierno provisional por la pequeñoburguesía de Ledrú Rollin y Flocon, lo que debió haber hecho el proletariado es asaltar su sede, imponer por las armas un gobierno popular obrero-campesino, y declarar en bancarrota al Estado, negándose a pagar la deuda contraída por la monarquía de Luis Felipe, dando así un golpe de gracia sobre la burguesía financiera, “sobre la vieja sociedad burguesa”, parásita del despilfarrador Estado monárquico feudal. Más aun, cuando la revolución de Febrero mantenía fuera de París al Ejército, y la Guardia Nacional [22] , que era la única fuerza presente en esa ciudad, –según Marx— no se sentía lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al proletariado (esto explica la creación de la Guardia Móvil). En tales circunstancias:

<<...Sólo había un medio con el que el Gobierno provisional podía eliminar todos estos inconvenientes y sacar al Estado de su viejo cauce: Declarar al Estado en bancarrota. Recuérdese cómo, posteriormente, Ledru-Rollin dio a conocer en la Asamblea Nacional la santa indignación con que había rechazado esta sugestión del usurero bursátil Fould, actual ministro de Hacienda en Francia. Pero lo que Fould le había ofrecido era la manzana del árbol de la ciencia.>> (Ibíd)

Que Ledru-Rollin no cediera a semejante tentación de lesa burguesía, se comprende por razones de clase pequeñoburguesa subalterna. Pero al proletariado tampoco se le ocurrió ir más allá de su condición de clase auxiliar de la burguesía; Por desconocimiento de su propia situación, esto es, por falta de suficiente conciencia de clase, decidió, en cambio, demorarse tratando vanamente de que los representantes de la mayoría burguesa ―liderada por Cavaignac― en el Gobierno Provisional, se reincorpore al camino de la revolución; y al advertir que no estaban por la labor, ese proletariado sólo se mostró dispuesto a forzar su dimisión para imponer el aplazamiento de las elecciones a la Asamblea Nacional y a la Guardia Nacional.

Mientras tanto, al mismo tiempo que la fracción burguesa mayoritaria en el Gobierno provisional (la burguesía financiera) conspiraba contra la profundización de la reforma social desde la base económica capitalista dominante en la sociedad francesa de ese momento, no dejó también de hacerlo ni por un minuto desde la misma superestructura política. Esta conspiración se puso claramente de manifiesto el 16 de marzo, cuando la burguesía organizó una manifestación en contra de los representantes burgueses del proletariado ante el Gobierno provisional que, al grito de: A bas Ledru-Rollin, se dirigió al Hotel de Ville, por lo que, al otro día:

<<...el pueblo vióse obligado a gritar: “¡Viva Ledru-Rollin! ¡Viva el Gobierno provisional. Vióse obligado (por sus propias limitaciones) a abrazar contra la burguesía, la causa de la república burguesa.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

Con esto Marx quiso decir que el proletariado estuvo en disposición de hacer por la burguesía industrial en ese momento, lo que la burguesía industrial no se mostró dispuesta a hacer por sí misma. Y cuando escribió este párrafo ―entre enero y noviembre de 1850— está claro que, a la luz de sus respectivos estudios previos sobre la revolución francesa y de su compartida experiencia con Engels en el curso de la revolución de 1848 en Alemania, la idea de revolución permanente, anunciada por ambos en la “Circular de Marzo de 1850” a la “Liga de los comunistas”, ya se había apoderado del espíritu de los dos camaradas y amigos, lastrando por completo sus proposiciones tácticas de enero de 1848, formuladas en el capítulo IV del “Manifiesto Comunista”:

<<Los obreros alemanes saben que podrán llegar al poder y hacer valer sus intereses de clase sin pasar por una larga trayectoria revolucionaria; pero esta vez tienen, por lo menos, la certeza de que el primer acto de este drama revolucionario inminente, coincide con la victoria directa de su propia clase en Francia, la cual lo acelerará considerablemente.

Pero ellos mismos deberán contribuir más que nada a la victoria final viendo claros sus intereses de clase, adoptando lo antes posible una posición de partido independiente, no dejándose engañar un solo momento por las hipócritas frases de los demócratas pequeñoburgueses, sin perder de vista la imperiosa necesidad de una organización independiente del partido del proletariado. Su grito de combate deberá ser: “La revolución permanente” (K.Marx-F.Engels: Op.cit. El subrayado en nuestro)

Tercera enseñanza de la revolución francesa

Ni qué decir tiene que al adoptar las ideas de “revolución permanente” y de una organización política independiente del proletariado, Marx y Engels rompieron con las proposiciones del Manifiesto en orden a considerar a la clase asalariada como simple auxiliar de la burguesía, aconsejando desde entonces que pase a actuar tácticamente por sí misma con arreglo a su propia estrategia de poder como clase dominante, en lucha ininterrumpida contra la aristocracia feudal y la burguesía, para imponer la República Social sobre la base del modo de producción capitalista dominante, pero bajo dirección política de los asalariados apoyada por los campesinos pobres. Pero este cambio de táctica supone, lógicamente, no sólo que la vanguardia revolucionaria se aboque a construir el partido proletario independiente, sino que, a través de ese instrumento, eduque al proletariado en la tarea alternativa a la Constituyente burguesa, de construir y dirigir los organos políticos del poder popular, las formas orgánicas de la lucha de masas por la República Social .

            Como hemos de ver un poco más adelante, los dirigentes políticos demócratas pequeñoburgueses actuantes en el movimiento obrero, sin excepción, siguieron, por el contrario, aferrados a este pasaje del Manifiesto, a ese “tópico” que les sirvió hasta hoy de tapadera para hacer pasar su política contrarrevolucionaria por marxismo, tal como hizo paradigmáticamente la socialdemocracia alemana en la revolución de 1918, y la burocracia stalinista al frente de la URSS desde 1924. Estos últimos amalgamando del modo más burdo la vieja categoría política del absolutismo feudal en la moderna categoría económica del imperialismo, para justificar la táctica del enemigo principal con arreglo a la estrategia de la revolución por etapas. Fue precisamente Stalin quien proyectó esta amalgama [23] teórica de su política interna, basada en la conciliación de clases entre el proletariado y la pequeñoburguesía, a su política exterior, basada en emulsionar al proletariado con sus respectivas burguesías nacionales, para dar la lucha contra el enemigo común imperialista. Y, naturalmente, esta política pasaba por la participación sistemática del proletariado en las instituciones políticas “democráticas” del sistema burgués, constituyentes y constituidas.

En carta a Engels del 13 de febrero de 1863, al tiempo que pronosticó erróneamente una nueva ola de revoluciones en Europa, Marx previno contra nuevas derivas políticas de la burguesía por el que Lenin en 1905 llamó “camino más largo”, para completar su propia revolución (Cfr: http://www.nodo50.org/gpm/elecciones/04.htm), aunque Marx sólo quiso allí compartir autocríticamente con las masas, del modo más severo, sus erróneas orientaciones tácticas aconsejadas en el Manifiesto, inducidas por la vana esperanza en el comportamiento revolucionario de la burguesía europea durante los sucesos de 1848/49, sobre todo en Alemania:   

<<Sin embargo, las ingenuas ilusiones y el entusiasmo casi pueril con que saludamos, ante febrero de 1848, la era revolucionaria, se han desvanecido para siempre. (...) ahora ya sabemos el papel que en la revoluciones juega la estupidez política, y como los miserables saben sacar muy buen partido de ella.>> (Op. Cit. por F. Claudin en:  “Marx,-Engels y la revolución de 1848” [24] )

Retomemos la provocación de la burguesía al hilo de los sucesos ocurridos el 17 de marzo, donde el proletariado exhibió toda la decisión y el despliegue de fuerza de que era capaz y, al mismo tiempo toda su debilidad política. Ese día, los obreros de París organizaron una manifestación. Esto no hizo más que fortalecer la determinación política de la burguesía en su conjunto –la fracción políticamente dominante dentro del Gobierno provisional y la económicamente dominante en la sociedad civil (la burguesía financiera)— en orden a disciplinar al proletariado acabando militarmente con su vanguardia.

Un mes después de estos episodios, el 17 de abril, mientras los obreros estaban masivamente congregados en el Campo de Marte y en el Hipódromo, para nombrar sus representantes a la elección del Estado Mayor General de la Guardia Nacional, el Gobierno provisional hizo correr la voz de que, al mando de Luis Blanc, de Blanqui, de Cabet y Raspail, se preparaban a marchar sobre el Hotel de Ville para derrocar al Gobierno provisional y proclamar un gobierno comunista. Una hora después, el gobierno destacó en las calles a 100.000 hombres armados, al tiempo que el Hotel de Ville era ocupado por la Guardia Nacional. En este momento, los pequeños comerciantes y artesanos de París y la fracción republicana de la burguesía, unidos a la burguesía financiera promonárquica, habían iniciado la ofensiva político-militar contra el proletariado de París. Esta maniobra fue el pretexto para que el Gobierno provisional ordenara el regreso de la Guardia Nacional a la ciudad.

Las elecciones de abril, devolvieron la mayoría a los moderados en alianza con los conservadores, y las medidas que tomaron contra los reformistas radicales, llevaron a una nueva insurrección, provocando tres días de sangrientos enfrentamientos, desde el 23 al 25 de junio. En efecto, como resultado de las elecciones generales de abril, el 4 de mayo se reunió por primera vez la Asamblea Nacional Constituyente. Al sacar a la luz la división política de la sociedad francesa, el sufragio universal tuvo la virtud de destruir aquella visión bucólica de la revolución de febrero, donde estas diferencias políticas aparecían disueltas en la categoría formal de “pueblo” entendido como ciudadanía, donde todos son iguales ante las leyes de la República:

<<En vez de este pueblo imaginario, las elecciones sacaron a la luz del día al pueblo real, es decir, a los representantes de las diversas clases en que éste se dividía>> (K.Marx: “Las luchas de clases en Francia”)

Esta asamblea, bajo predominio del nuevo bloque histórico de poder entre la burguesía republicana de los Cavaignac y la burguesía financiera de los Orleans, entronizó una República que ya no era la República Social policlasista de febrero, la de las instituciones representativas de las mayorías populares que el proletariado proclamó tras imponerla con sus luchas desde las barricadas. Esta asamblea entronizó una República uniclasista, puramente burguesa. Derogó todos los derechos adquiridos en virtud de su lucha por las clases más bajas del antiguo “Estado llano” (pequeño campesinado y proletariado), y rechazó la propuesta de creación de un ministerio especial del trabajo, dirigido por representantes elegidos directamente por el proletariado; consecuentemente, eliminó ese término medio paraestatal inoperante que fue la Comisión Ejecutiva del Luxemburgo, destituyendo a sus ―hasta ese momento― representantes (Louis Blanc y Albert) y, aclamó con “gritos atronadores” la declaración del ministro de Obras públicas: Ulises Trélat: “Sólo se trata de reducir el trabajo a sus antiguas condiciones”; con la única diferencia de que, a partir de ese momento, los asalariados podían votar para decidir qué fracción política de la burguesía les gobernaría alternando en la administración del Estado. Tal como ahora.

La república de Febrero, fue el producto de la lucha armada del proletariado en “frente popular”  con campesinos pobres y burgueses, para destruir por completo el Estado feudal y conquistar su condición de ciudadanos, iguales ante la nueva ley (del valor) que eliminó las relaciones de señorío y servidumbre para implantar la libre explotación del trabajo asalariado. Pero esa ley necesitaba el hecho bélico que la legitimara. Había que crear las condiciones.

Estas condiciones políticas comenzaron a gestarse el 23 de abril con las elecciones nacionales para la Asamblea Constituyente, de las que salió electa mayoría la fracción de la burguesía moderada. Como resultado de estas votaciones, el 4 de mayo se creó el Comité Ejecutivo del cual fueron excluidos los representantes socialistas de la Montaña. La República del 4 de mayo fue la provocación decisiva para ese hecho bélico todavía no consumado, producto de provocaciones precedentes y de maquinaciones políticas de la burguesía, con el inconfesado propósito de constituir la República exclusivamente burguesa. Por tanto, la del 1 de mayo fue una solución política en falso, un “órdago a la grande” que los capitalistas lanzaron al proletariado planteando los términos del real enfrentamiento para la verdadera solución a semejante contradicción entre la –recién en ese momento manifiesta-- contradicción entre las clases antagónicas de la nueva sociedad. Solución que sólo podía dirimirse como habría de quedar demostrado por los hechos de junio:

<<La república de Febrero había sido conquistada por los obreros con la ayuda pasiva de la burguesía. Los proletarios se consideraban con razón como los vencedores de Febrero, y formulaban las exigencias arrogantes del vencedor.  Había que vencerlos en la calle, había que demostrarles que, tan pronto como luchaban, no con la burguesía, sino contra ella, salían derrotados. Y así como la república de Febrero, con sus concesiones socialistas, había exigido una batalla del proletariado unido a la burguesía contra la monarquía, ahora, era necesaria una segunda batalla para divorciar a la república de las concesiones al socialismo, para que, la república burguesa saliese consagrada oficialmente como régimen imperante. La burguesía tenía que refutar con las armas en la mano las pretensiones del proletariado. Por eso, la verdadera cuna de la República burguesa, no es la victoria de febrero, sino la derrota de junio.>> (Ibíd)

En ausencia de una concepción política y de una voluntad de poder de clase orgánicamente independiente, sólo posibles por la determinación de una vanguardia revolucionaria inexistente, el proletariado francés no podía ni pudo prever esta segunda batalla y, por tanto, tampoco estuvo preparado para ella en el momento de su desenlace. Ni siquiera lo estuvo cuando, el 15 de mayo, respondió a esas medidas de la Asamblea Nacional, asaltando su sede con el ya vano propósito de recuperar su influencia en ella. Lo único que consiguió es descabezar el movimiento --provocando la detención de sus dos “jefes más enérgicos”— al mismo tiempo que facilitó el pretexto a la burguesía para tomar la iniciativa también a la hora de lanzar la ofensiva militar:

<<Il taut en finir! ¡Esta situación tiene que terminar! Con este grito, la Asamblea Nacional expresaba su firme resolución de forzar al proletariado a la batalla decisiva.>> (Ibid)

En medio de este belicoso ambiente parlamentario, la Comisión Ejecutiva promulgó y ejecutó una serie de medidas de orden público que desafiaban al proletariado, tales como la prohibición de aglomeraciones populares, o la desconcentración de los obreros de París desterrando a la periferia a los no nacidos en ella, con el pretexto de realizar allí trabajos públicos de explanación de terrenos, seguidas de otras de tipo económico y social, como la conversión del salario por días (implantado en febrero) otra vez en salario a destajo, o las dificultades para el ingreso en los talleres nacionales; finalmente, el 21 de junio se decretó la expulsión de los talleres nacionales o la leva militar forzosa, a todos los asalariados solteros de París. Así, entre dificultades para trabajar y provocaciones:

<<Los obreros no tenían opción: o morirse de hambre o iniciar la lucha. Contestaron el 22 de junio con aquella formidable insurrección en que se libró la primera gran batalla entre las dos clases de la sociedad moderna. Fue una lucha por la conservación o el aniquilamiento del orden burgués. El velo que envolvía a la República (de febrero) quedó desgarrado.>> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro) 

Durante las jornadas de junio, el proletariado de París demostró que luchaba por permanecer en la mixtura social y política necesariamente inestable y por, tanto, imposible, de la República burguesa impura de febrero, en la que pareció que sus intereses políticos de clase tenían cabida al lado de los del capital. Sin proyecto ni programa alternativo propio, tampoco tuvieron tiempo suficiente para tomar conciencia y organizarse según el cambio brusco en las condiciones y perspectivas de su lucha --que exigían trascender el espíritu de febrero— antes del enfrentamiento:

<<El 25 de febrero de 1848 había otorgado a Francia la República; el 25 de junio le impuso la revolución. Y, después de junio, la revolución significaba la transformación de la sociedad burguesa (otro tipo de Estado: la dictadura del proletariado), mientras que antes de febrero había significado la transformación de la forma de gobierno>> (Ibíd. Lo entre paréntesis nuestro)

Por lo tanto, fue necesaria su propia derrota a manos de la burguesía coaligada con el apoyo de la pequeñoburguesía, para que esa generación de obreros legaran la:

Cuarta enseñanza de la revolución francesa

En aquellas condiciones objetivas ―las que inspiraron la táctica propuesta por Marx y Engels en el “Manifiesto Comunista”— la República Social sobre la base económica todavía no dominante del capitalismo, sólo era posible si el proletariado trascendía esa propuesta de acción política, esto es, si luchaba desde el principio no con la burguesía sino contra ella; si dejaba de actuar como clase según otra para pasar a hacerlo según sí misma, como clase autoconsciente de sus intereses históricos, como clase políticamente independiente; si era capaz de actuar con decisión para ganarse la voluntad política del campesinado, reemplazando la consigna conservadora y tolerante de fraternité, de hermandad entre las clases antagónicas, por la consigna audaz y beligerante de: ¡Derrocamiento de la burguesía! ¡Díctadura del proletariado!; consignas que suponían abandonar el comportamiento que, en su nombre, tuvieron sus representantes en el Gobierno Provisional y en la Asamblea Constituyente salidos de la revolución de Febrero (Blanc y Albert), rompiendo a tiempo con tales direcciones políticas y con ambas instituciones burguesas de Estado, para ganarse el apoyo activo de la pequeñoburguesía del campo y la ciudad en lucha efectiva por la República Social, por el programa revolucionario presentado por Marx y Engels en el punto IV del “Manifiesto”.

Esta proposición política de acción, sustituta de la preconizada en el “Manifiesto”, necesitaba, además,  de una dirección política: el partido, y de una instancia orgánica de doble poder popular ejercido desde sus propias instituciones políticas de masas –lo que en 1917 y 1918 serían los soviets y los consejos, en Rusia y Alemania respectivamente,-- para esgrimir, por medio de ellas, su alianza revolucionaria con el campesinado pobre, los tenderos y productores cuentapropistas de las ciudades, y los soldados.  

En suma, lo que en 1850 Marx aconsejaba a la vanguardia política del proletariado en países

como Francia, era:

1)      Abandonar las proposiciones y consignas políticas del Manifiesto;

2)      crear un partido de clase independiente;

3)      educar al proletariado en la necesidad de gestar las instituciones políticas populares constituyentes efectivamente revolucionarias bajo su dirección política como partido de clase independiente, tal como él mismo y Engels habían concluido ese mismo año de 1850 en la “Circular de Marzo” a la “Liga de los Comunistas”, que debería hacerse a partir de ese momento en todas partes bajo similares condiciones, conclusión a la que llegaron tras su experiencia común en Alemania durante el mismo período, y que Marx sintetizó en 1850 respecto de Francia con estas palabras:

<<Ha sido, pues, la derrota de junio, la que ha creado todas las condiciones dentro de las cuales puede Francia tomar la iniciativa de la revolución europea. Sólo empapada en la sangre de los insurrectos de junio, ha podido la bandera tricolor transformarse en la bandera de la revolución europea, en la bandera roja.>> (Ibíd)

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[22] Milicia civil armada de reclutamiento voluntario y con mandos elegidos por sufragio universal, que fue formada por primera vez en Francia a comienzos de la revolución burguesa de 1789.

[23] Ver: http://www.ceip.org.ar/escritos/Libro4/html/T06V124.htm , y: http://www.nodo50.org/gpm/prdcaliforniano/17.htm 

[24] De este pasaje de la carta, Claudin interpretó que: “La reflexión concierne, como vemos, al comportamiento del personal político, y también, probablemente, de las masas; no a su concepción sobre el estado del capitalismo. Marx sigue creyendo que se está en la ‘era de las revoluciones’ ” (Op. Cit.). Como si las “ilusiones” y el “entusiasmo pueril” aplicados a la lucha de clases, no fueran formas muy bien definidas de estupidez política. Para llevar este agua al molino reformista., Claudin aprovechó su forzada interpretación de la carta, para amalgamarla con las concesiones al oportunismo que Engels hizo en su prólogo de 1895 a “Las luchas de clases en Francia”, tan recurrido por la izquierda de la burguesía para pasar ante los explotados por marxista.