c) Lógica e historia

 Es sabido que los economistas burgueses explican la ganancia por los avatares de la competencia. Es decir, el capital por su historia. Pero la competencia --como la historia— en si y por sí no explica nada, sino que, como demuestra Marx:

<<...es el fenómeno de la competencia lo que tiene que ser explicado (...) Todas las concepciones superficiales y erróneas del proceso global de la reproducción han sido deducidas del examen del capital comercial y de las ideas que suscitan sus movimientos peculiares en las mentes de los agentes de la circu­lación>>. (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. L)

La competencia -‑incluida la lucha por el salario‑- es la historia de la plusvalía. Pero su principio, su fuerza, su lógica, no está ahí sino en la ley del valor. Ambas categorías (historia y lógica) en relación dialéctica inescindible, son objeto para la ciencia de la economía política. Tal como el principio activo de la fotosíntesis se impone a través del proceso químico de la transformación de anhídrido carbónico en azúcar, la lógica del valor se impone a través del metabolismo social que convierte trabajo vivo en capital. Pero ni uno ni otro proceso se muestran directamente al observador. Y en el caso del capital, parece como si lo generara la competencia entre las distintas fracciones burguesas y, de estas con sus respectivos asalariados, a instancias de los precios del mercado. Pero ni el principio de la vida vegetal se explica por la transformación química de sus elementos, ni la explicación de la ganancia se agota en el comportamiento de los precios. Por eso es que, para la determina­ción de la naturaleza del valor y del plusvalor o, lo que es lo mismo, del capital, Marx hace abstracción de la competencia, esto es, del movimiento de la materia, de la historia del capital -‑incluso de la lucha de clases‑- para quedarse con su fuerza interna, con los elementos puros de su lógica. Para ello, supone una situación de equilibrio en el que la oferta y la demanda coinciden y, por tanto se anulan. Sólo en éste punto es posible hallar el secreto de la explotación capitalista y los vectores de su historia:

<<Cuando la oferta y la demanda se anulan mutuamente dejan de explicar nada, no actúan sobre el valor de mercado, y con más razón aun nos dejan a oscuras en cuanto a por qué el valor de mercado se expresa precisamente en esa suma de dinero y no en otra. Las leyes internas reales de la producción capitalista obviamente no pueden explicarse a través de la inter­acción de la oferta y la demanda (...) ya que esas leyes sólo aparecen concretadas en su forma pura en cuanto la oferta y la demanda cesan de actuar, es decir, cuando coinciden.>> (K.Marx: “El Capital” Libro III Cap. X)

En suma, la competencia sólo permite ver la interacción entre las diversas fracciones del capital, cuando de lo que se trata es de descubrir y explicar el comportamiento del capital social global, del capital como totalidad estructurada. 

Ontológicamente hablando, fenómenos como los precios, las huelgas y las guerras, se encuentran comprendidos en la realidad social como formas de manifestación  suya. En este sentido "coinciden" o "concurren" con ella, constituyen una unidad. Pero desde el punto de vista lógico son su antítesis o negación aparente. El principio lógico de un objeto cualquiera, está en la esencia de su materia, en su fuerza, en su razón de ser, en tanto que su forma de manifestación, "corriendo siempre por delante" de su razón, aunque parezca negarle en su mera tangibilidad deja, sin embargo, enigmáticamen­te, la señal de su devenir necesario. En menos palabras, la materialidad o forma en que la realidad se muestra, no es más que el devenir de su logos íntimo tendiendo a su realización. Así como el síndrome de Down tiene su principio activo en la existen­cia de un cromosoma 21 que sobra, el síndrome del capitalismo tiene su principio activo en el doble carácter del trabajo, o lo que es lo mismo, en la existencia de una clase que sobra. Es tarea de la ciencia social hacer abstracción de todos los "influjos per­turbadores" que puedan oscurecer la naturaleza del objeto investigado.  

El término "síndrome" está tomado del griego "syndromé" que significa <<concurso>>, <<acción de juntarse>>. Etimológica­mente, este vocablo aparece emparentado con el latino "dromedarius": <<corredor>>, derivado, del griego "dromás" y éste de "édramon": <<yo corrí>>. De ahí deriva "pródromo": <<que corre por delante, que precede>>; es sinónimo de "síntoma" derivado del griego "symptoma", que propiamente significa <<coincidencia>>, que, a su vez deriva de "sympipto": <<yo coincido>>; propiamente: <<caigo juntamente>> (de pipto: <<caigo>>). Por otra parte, la palabra "existencia" proviene de la voz griega  "ex": <<salir de>>, <<nacer>>, <<aparecer>> y del latín "sistere": <<asistir>>, <<colocar en su sitio>>, <<sostener lo que se cae>>.

Como puede observarse, la dialéctica palpita vigorosamente hasta en el lenguaje más originario. Esta palabra es algo que muchos jamás comprendieron y que hoy tratan de borrar de su léxico porque molesta, porque no vale para <<salir>> al encuentro de la masa. El logos, la teoría, <<coloca en su sitio>>  lo que <<se sale>>, o sostiene lo que <<se cae>>. Por lo visto, desde los tiempos de Sartre en "La Náusea" ‑tras la segunda gran guerra‑ nunca se había caído tan bajo. Como ya ocurrió en vida de Rosa Luxemburgo, los oportunistas ‑con su culto por la "práctica"‑ huyen de la teoría como de la peste. Porque el logos contradice casi siempre a la <<doxa>> (opinión) de andar por casa.

Tal como ocurre con la evolución de los precios en economía política,  las marchas y contramarchas de la lucha de clases tampoco explican nada, sino que son esos hechos, precisamente, los que necesitan ser explicados. Los historiadores al uso, sólo aciertan a ver la historia como un proceso dinamizado por los actos políticos, religiosos, culturales, raciales, etc.:

<<Por ejemplo, si una época se imagina que se mueve por motivos “polí­ticos” o “religiosos”, a pesar de que la “religión” o la “política” son simplemente las formas de sus motivos reales (del mismo modo que, según hemos visto, el movimiento es una forma de manifestación de la materia. Así mismo) el historiador de la época de que se trate acepta sin más tales opiniones. Lo que  estos determinados hombres se “figuran”, se “imaginan” acerca de su práctica real, se convierte en la única potencia determinante y activa que domina y determina la práctica de estos hombres. Y así, cuando la forma tosca con que se presen­ta la división del trabajo entre los indios y los egipcios provo­ca en estos pueblos el régimen de castas propio de su Estado y de su religión, el historiador cree que el régimen de castas fue la fuerza que engendró aquella forma social.>> (K.Marx-F.Engels: “La ideología Alemana” Cap. II aptdo. 8. Lo entre paréntesis es nuestro)

Del mismo modo, la forma política tosca ‑-nunca mejor dicho‑ con que se ha producido la bancarrota del stalinismo, hace creer a los historiadores al uso, que el capita­lismo es un sistema de vida eterno. Hoy, no nos puede llamar la atención que la historiografía burguesa siga abrazada a semejantes hipóstasis. Lo que sí puede sorprender a muchos en el contexto de las presentes observaciones al CIS, es comprobar este tipo de vulgaridades teóricas en quienes pasan por ser calificados investigadores autoproclamados y reconocidos como marxistas. En el número 173 de la revista "New Left Review" Eric Hobswawn señala a propósito de la actual coyuntura histórica, que:

<<El cordón umbilical que durante un tiempo unía al movimiento obrero con la revolución social y la ideología socialista ha sido cortado>> (E.H. Op.Cit)

 Y atribuye esta presunta ruptura histórica a hechos como la "desaparición paulatina de la solidaridad de clase"; la detención del proceso de formación de nuevos partidos comunistas a partir de la segunda guerra mundial y el transfuguismo en masa del voto obrero hacia  los  conservadores  en las anteriores elecciones inglesas. Por su parte, Sweezy se identifica con "los muchos"--incluidos los "no pocos que se autodefinen esencialmente marxistas"-- en el sentido de que:

<<El proletariado inglés y otros proletariados de Europa occidental, a los que Marx consideraba la vanguardia del movimiento revolucionario internacional, se han convertido de hecho en fuerzas reformistas que, al aceptar los presupuestos básicos del capitalismo, de hecho lo refuerzan, (...) y que el proletariado del (...) país más avanzado y poderoso, los EE.UU., nunca ha desarrollado un liderazgo o movimiento revolucionario significativo, y da hoy menos muestras de hacerlo que en cualquier otro momento de la historia". (...) No creo que las observaciones empíricas en que se apoyan este tipo de críticas puedan ser recusadas seriamente>> P.M. Sweezy: “Marx y el proletariado”, citado por Richard Edwards: en: "Repensar a Marx" Ed. Revolución Pp. 78)

Basándose en la evidencia empírica de determinados comporta­mientos políticos epocales, "marxistas" como Hobswawn y Sweezy proceden con la historia como los ideólogos burgueses con la plusvalía. Así como el fenómeno de la competencia permite el arbitrio teóri­co de independizar a los  precios del valor, la lucha de clases en sus momentos de calma sugiere un divorcio del proletariado con la revolución. Pero con la misma violencia que la crisis general del sistema revela al burgués práctico la ley del valor, el movimiento contradictorio de la sociedad capitalista empuja a las masas hacia la revolución destrozando todos los prejuicios polí­ticos que en los períodos de retroceso oscurecen el sentido de la historia. Para ver de qué modo han calados estos infundios neomarxistas en la vanguardia autoproclamada del proletariado, nuestro website presenta un claro ejemplo de ello en el debate con unos “camaradas anónimos” –que luego resultaron ser los “Comunistes de Catalunya”. Ver en: http://www.nodo50.org/gpm/yugoslavia/07.htm, su  comunicación del 12 de mayo de 1999 seguida de nuestra réplica.

Lo que muchos -‑como Hobswawn y Sweezy-- hacen pasar por ciencia social en nombre del marxismo, es la demostración por el ridículo, de la autonomía relativa de las superestructuras (ideológica, jurídica, política, etc.). Si la razón histórica se elevara directamente desde el subsuelo social a la cabeza de los hombres, la ciencia carecería de sentido, e ideólogos como Hobswawn y Sweezy dejarían de vivir de semejantes embelecos, a expensas del bolsillo y la falsa conciencia de los asalariados que, inducidos por la universidades y la industria editorial del sistema, reemplazan a los clásicos del marxismo por estos falsos representantes suyos.

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org