Supervisores, administradores y gerentes

En el capítulo IX del primer libro ("Tasa y Masa del plusvalor"), a propósito del mínimo de capital dinero necesario para que pueda ser convertido en capital, Marx distingue las categorías sociales de trabajador por cuenta propia, pequeño patrón y capitalista propiamente dicho. El razonamiento que emplea es el siguiente.

  1. El mínimo de capital variable es lo que cuesta emplear a un obrero medio.
  2. Si este trabajador fuera propietario de sus propios medios de producción (medios de trabajo y materias primas) y se contentara con vivir como "trabajador independiente", le bastaría con trabajar el tiempo necesario para reproducir sus propios medios de subsistencia, digamos 4 horas diarias. En ese caso, únicamente necesitaría diariamente medios de producción para utilizar durante esas cuatro horas de trabajo.
  3. El capitalista con un obrero a su cargo, que además de esas cuatro horas de trabajo necesario le hace ejecutar, digamos , otras cuatro horas de plustrabajo, necesita una suma adicional de dinero para adquirir los medios de producción adicionales a emplear durante las cuatro horas de plustrabajo. En este caso, con el plusvalor que se apropia, el capitalista tendría que utilizar dos obreros para poder vivir al mismo nivel de un obrero, esto es, para satisfacer sus necesidades mínimas. Pero, en ese caso, no estaríamos en presencia de un capitalista, porque el dinero adelantado o invertido no se acrecentaría, es decir, no se convertiría en capital.
  4. Para vivir apenas el doble de bien que un obrero común y poder reinvertir la mitad del plusvalor producido, el capitalista tendría que emplear ocho obreros multiplicando por igual cifra el mínimo de capital adelantado. Siendo que él mismo, al igual que su obrero, participa directamente en el proceso productivo, sólo será un híbrido de capitalista y obrero, un "pequeño patrón". Para Marx, la condición necesaria y suficiente que define a un capitalista propiamente dicho, consiste en que el plusvalor que obtiene de sus obreros le permita liberarse por completo de participar en el proceso directo de trabajo, para dedicar todo su tiempo al control de la producción y venta de sus productos:

< < Cierto nivel de la producción capitalista hace necesario que el capitalista pueda dedicar todo el tiempo en que funciona como tal, es decir, como capital personificado, a la apropiación y por tanto al control (supervisión) del trabajo ajeno y a la venta del producto de estetrabajo la suma mínima de valor de la que debe disponer el poseedor individual de dinero o de mercancías para metamorfosearse en capitalista, varía con las diversas etapas de desarrollo de la producción capitalista y, en una etapa de desarrollo dada, difiere entre las diversas esferas de la producción, según sus condiciones técnicas específicas>> (K.Marx: op.cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

En la sociedad capitalista, pues, el trabajo de supervisión aparece allí donde determinada masa de capital permite a su propietario independizarse de la producción directa de plusvalor, y tiende a generalizarse según avanza el proceso de acumulación. Pero este tipo de trabajo ya existía en la sociedad esclavista y Marx se encarga de dejar testimonio de ello en el capítulo XXIII del Libro III citando al prestigioso historiador de la época, Teodoro Mommsen, especialista en historia antigua:

< <El Villicus en tiempos de Catón: "Al frente de los esclavos rústicos (familia rústica) se hallaba el administrador (villicus, de villa [finca rural]), quien cobraba y pagaba, compraba y vendía, recibía las instrucciones del señor, y en ausencia de éste disponía y castigaba ... El administraddor era, naturalmente, más libre que los restantes esclavos; los libros de Magón aconsejan permitirle que se case, que engendre hijos y posea su propio peculio, y Catón recomienda casarlo con la administradora [de las esclavas]; también habría sido el único con perspectivas de obtener de su amo la libertad, en caso de buen comportamiento. Por lo demás, todos constituían una comunidad doméstica...Todos los esclavos, inclusive el propio administrador, obtenían la satisfacción de sus necesidades por cuenta del amo, en plazos determinados y de acuerdo con normas fijas, con lo cual debían componérselas ... La cantidad dependía del trabajo, por lo cual el administrador, por ejemplo, cuyo trabajo era más liviano que el de los siervos recibía una ración menor que éstos. (Mommsen: "Römische Geschichte", segunda edición, 1856, 1, pp. 809, 810 (K.Marx: op.cit.)

Por lo tanto, si el trabajo de supervisión es común a diversos modos de producción no puede considerarse característico, propio o exclusivo del capitalismo. En realidad, este tipo de trabajo tiene una doble naturaleza, o sea, que tiene su razón de ser en dos condiciones que no necesariamente deben coincidir o cumplirse al mismo tiempo. Una es de orden técnico y, por tanto, común a todos los modos de producción; otra de orden social -puramente de dominio- que se corresponde con la sociedad dividida en clases. La primera es propia de todo proceso laborioso de carácter colectivo y socialmente combinado; colectivo porque intervienen numerosos individuos; socialmente combinado porque su producto resulta de trabajos parciales racionalmente articulados de acuerdo con un plan de producción global: la segunda obedece a la necesidad de las clases dominantes de regimentar el trabajo de las clases subalternas. En la sociedad capitalista, la necesidad de coordinación se presenta cuando cierta masa de capital en funciones pone en movimiento un gran número de trabajadores concentrados en un mismo ámbito de trabajo, con lo que esta nueva tarea se integra o compagina con la tradicional de control y regimentación compulsivo de la disciplina laboral. Tal es la síntesis que se encarna en la moderna figura del supervisor.

< <El trabajo de supervisión y dirección se origina necesariamente en todos aquellos lugares en los que el proceso directo de la producción tiene la figura de un proceso socialmente combinado, y no se manifiesta como trabajo aislado de los productores autónomos (dueños de sus propios medios de producción). Pero su naturaleza es dual. Por una parte, en todos aquellos trabajos en los cuales cooperan muchos individuos, la cohesión y unidad del proceso se representan necesairamente en una voluntad dirigente, y en funciones que no afectan a las labores parciales sino a la actividad global de ese lugar de trabajo, como es el caso del director de una orquesta. Este es un trabajo productivo, que debe efectuarse en cualquier modo de producción combinado. Por otra parte -y con total prescindencia del sector comercial- este trabajo de supervisión se origina necesariamente en todos los modos de producción que se basan en el antagonismo entre el trabajador, en cuanto productor directo, y el propietario de los medios de producción. cuanto mayor sea este antagonismo, tanto mayor será el papel que desempeña este trabajo de supervisión. Por eso alcanza su máximo en el sistema esclavista. Pero también es imprescindible en el modo capitalista de producción, puesto que en él, el proceso de producción es, al mismo tiempo, proceso de consumo de la fuerza de trabajo (creación de plusvalor) por parte del capitalista.> > (K.Marx: lbíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

De aquí se desprende, lógicamente, en primer lugar, que en tanto produce plusvalor -que al mismo tiempo no es plusvalor- el trabajo de supervisión, control o dirección, es productivo; en segundo lugar, en tanto es una necesidad de todo proceso de producción combinado, este trabajo es independiente de su carácter capitalista y de que sea ejecutado por capitalistas. El hecho de que en la sociedad actual sea ejercido por capitalistas oculta que este trabajo trasciende el modo de producción capitalista. El efecto ideológico de subordinación del proceso de trabajo social al proceso de valorización del capital, es lo que hace que este trabajo parezca ser propio de la clase burguesa, y el plusvalor pueda ser así presentado como una especie de retribución salarial del capitalista por el trabajo de explotar. Una vez más, la forma social dominante del capital impide ver su contenido real. Así,

< <Las funciones especiales (de supervisión) que debe desempeñar el capitalista en cuanto tal, y que le corresponden precisamente en contraposición a los obreros, se presentan como meras funciones laborales(del capital). (Lo que ocurre es que) Este capitalista crea plusvalor no porque trabaje como capitalista, sino porque, con prescindencia de su condición de capitalista también trabaja. Por lo tanto, esta parte del plusvalor (creada por el capitalista que trabaja) ya no es plusvalor sino su contrario, el equivalente de trabajo llevado a cabo (por sus obreros). (...) De modo que el trabajo de explotar y el trabajo explotado son idénticos ambos en cuanto trabajo. El trabajo de explotar es tan trabajo como el trabajo que explota. > > (K.Marx: "El Capítal".- Libro III Cap. XXIII: "El interés y la ganancia comercial". Lo entre paréntesis es nuestro)

Distinguiendo entre el interés del capital y la ganancia empresarial, para luego presentar ésta última en su forma pura, Marx destaca dos hechos: el primero, que el trabajo de los capitalistas consistente en hacer trabajar a los obreros, forma parte del proceso productivo y, por tanto, de la ganancia industrial, porque el plusvalor se produce allí. La segunda, que según avanza el proceso de acumulación, el capitalista que trabaja va desapareciendo hasta convertirse en capitalista puro, desligado del proceso de producción, lo que le convierte en una categoría social totalmente superflua y parasitaria. Ello demuestra que el trabajo de supervisión no es propio o privativo de la clase burguesa. Hasta tal punto que este desentendimiento de los capitalistas del trabajo de supervisión para convertirlo en trabajo asalariado, no debilita sino que refuerza el dominio del capital sobre el trabajo; por consiguiente, la función o trabajo de supervisión en el capitalismo, en primer lugar no es una cualidad humana de los burgueses; en segundo lugar no hace a su dominio de clase. Aun cuando se encarne en la figura del burgués, el mando del capital sobre el trabajo es esencialmente impersonal, objetivo. Y necesariamente transitorio, a no ser que el capitalismo pudiera funcionar sin revolucionar constantemente los medios de producción, cosa que se demuestra imposible, tanto teórica como históricamente. Esta última aclaración no es en modo alguno baladí, porque si no se pudiera demostrar que el capitalismo es un modo de producción históricamente transitorio -de ahí la importancia decisiva de la teoría marxista del derrumbe- entonces habría que aceptar por absolutamente necesario y eterno el dominio burgués sobre el trabajo social.

Para aclarar esta cuestión, Márx ha debido previamente analizar en profundidad las categorías economías de interés del capital y ganancia empresarial. No porque se lo propusiera deliberadamente, sino porque se lo impuso la investigación científica que llevó a cabo con total desprejuicio de clase. El razonamiento sumariamente expuesto es el siguiente: La tasa de interés es lo que el capitalista financiero obtiene por prestar capital-dinero al capitalista activo o empresario industrial. En realidad, el interés es una deducción de la ganancia industrial resultante del proceso de trabajo, pero el hecho de que el prestamista o intermediario financiero sea del todo extraño al proceso que genera esa ganancia industrial, hace que -aun siendo en realidad parte de la relación de explotación y de dominio de la burguesía sobre el proletariado- el interés del capital aparezca o se presente como si no brotara del acto de la producción sino del capital por sí mismo, entendido como ajeno toda relación con los obreros. de este modo, el interés resulta de la relación entre el prestamista -considerado como capitalista- y el empresario industrial, que pasa a ser un trabajador especial: En efecto, el interés...

< <No representa esto por oposición al trabajo, sino, por el contrario, sin relación [alguna] con éste y como mera relación entre un capitalista y otro. Es decir, como una determinación de por sí ajena a la relación entre el capital y el trabajo... > > (K. Marx: "Teorías sobre la plusvalía " Apéndice 4)

Esta división entre el capital bancario y el capital industrial según su distinta esfera económica de actuación (el interés del capital en la esfera de la circulación, la ganancia en la esfera de la producción), ha permitido a los ideólogos de la burguesía presentar la ganancia industrial no como ganancia del capital sino como una virtud personal del empresario, como un producto directo de su trabajo de supervisión:

< <Realmente, entre los obstáculos en el camino de ascensión de una familia industrial, lo de menos es la eventual carencia de capital. Si posee buenas condiciones de otra índole, esta familia encontrará en tiempos normales que el capital va tras de ella. Podemos decir, con Marshall, que el tamaño de una empresa -y aquí esto equivale a posición de una familia- tiende a adaptarse a la habilidad del empresario. Si el tamaño de la empresa excede las limitaciones personales de¡ empresario, su tamaño se verá reducido; si, por el contrario, carece de capital para explotar sus recursos personales, es probable que encuentre el crédito suficiente>>. (Joseph A. Schumpeter: "Imperíalismo. Clases socíales ". Cap. lI)

Según la apologética capitalista, pues, la diferencia entre la ganancia industrial y el interés está comprendida en el llamado trabajo de supervisión (labour of superintendence) del capitalista activo:

< <Por otra parte, esta forma del interés infunde a la otra parte de la ganancia la forma cualitativa del interés industrial, no en cuanto capitalista, sino en cuanto trabajador (industrial)» > (K. Marx: '"Teorías sobre la plusvalía" Apéndice 4)

Marx empezó a discernir sobre el fundamento material de los mecanismos ideológicos que pretenden justificar el dominio burgués sobre el obrero ya en 1 844, a poco de iniciarse en el estudio de la economía política:

< < Por medio del trabajo enajenado, el hombre no sólo engendra su relación con el objeto y con el acto de la producción en cuanto a fuerzas que le son extrañas y hostiles; también engendra la relación en la que otros hombres están con su producción y su producto, y la relación que él mantiene con estos hombres (...) así como engendra su propio producto como una pérdida, como un producto que no le pertenece, así engendra el dominio de aquél que no produce sobre la producción y sobre el producto. Al mismo tiempo que enajena de sí su propia actividad, confiere a un extraño una actividad que tampoco le pertenece> > (K. Marx: "Manuscritos Económíco-Filosófícos ")

No obstante, surge aquí un aspecto de importancia ideológica y política fundamental prácticamente desconocido o desatendido en los círculos intelectuales del movimiento obrero. Y es que, desde el punto de vista del proceso de producción de plusvalor, el trabajo de supervisión también cuenta, aunque quien lo ejecute sea un capitalista. Por tanto, en lo que dicen teóricos apologetas del capitalismo como Schumpeter hay un grano de verdad:

< <Las funciones especiales que el capitalista en cuanto tal debe desempeñar en el proceso de trabajo y que le corresponde precisamente a él a diferencia del obrero, se presentan como meras funciones del trabajo. Crea plusvalía no porque trabaje en cuanto capitalista, sino porque también él, el capitalista, trabaja> > (K. Marx: "Teorías sobre la Plusvalía " Apéndice 4)

También es cierto lo que dice Schumpeter en el sentido de que un empresario torpe lleva necesariamente su empresa a la ruina. Pero desde el punto de vista del capital social global -que es lo que interesa a los efectos de determinar el carácter y comportamiento de la burguesía como clase- las distintas aptitudes o capacidades en el trabajo de supervisión capitalista se compensan unas con otras, sintetizándose en el empresario "medio" fijado por la tasa media de ganancia, que igualmente determina el trabajo socialmente necesario a instancias de esa especie de "selección natural" que es la competencia. Por tanto, a los fines rigurosamente científico-sociales, esta relevancia que Schumpeter atribuye al empresario individual es absolutamente irrelevante.

Sea como fuere, el caso es que la maniobra apologética de los ideólogos burgueses consiste en computar la plusvalía creada en el proceso productivo como "salario de supervisión" y sólo como capital lo que pagan en concepto de interés al prestamista. De este modo desaparece la explotación, el trabajador puede considerarse gratificado por el producto íntegro de su trabajo y entender la ganancia como una virtud personal exclusiva del "empresario-trabajador":

< <El trabajo de explotar se identifica aquí con el trabajo explotado> > (K. Marx: ibíd)

Pero esta maniobra queda al descubierto cuando se comprueba que el salario de supervisión de los capitalistas activos (wage of labour of superintendence) varía estadísticamente en relación inversa al salario real de los trabajadores: cuando aumenta uno disminuye el otro, con lo cual queda demostrado que la ganancia industrial incluye trabajo no pagado, un plusvalor que nada tiene que ver con el trabajo de supervisión (labour of superintendence). La absoluta desproporción entre el esfuerzo de supervisar y la ganancia obtenida, se pone de manifiesto en el momento en que el capitalista se ve precisado a convertir esta función en trabajo asalariado:

< <Frente al capitalista financiero, el capitalista industrial es un trabajador, pero trabajador como capitalista, es decir, como explotador de trabajo ajeno. El salario que reclama y obtiene por ese trabajo es exactamente igual a la cantidad de trabajo ajeno apropiada, y depende directamente -en la medida en que se somete al esfuerzo necesario de la explotación- del grado de explotación de dicho trabajo, pero no del grado del esfuerzo que le cuesta (supervisar) esta explotación, y que puede derivar, a cambio de un módico pago, hacía un director.> > (K. Marx: "El Capital" Libro III cap. XXIII. Lo entre paréntesis es nuestro

Ya en tiempos de Marx, la progresión alcanzada por la centralización del capital por mediación de las crisis periódicas, había conseguido:

< < [... ] que el trabajo de dirección superior, totalmente separado de la propiedad del capital, ande deambulando por la calle. (se refiere a antiguos capitalistas proletarizados por las crisis) De ahí que se haya tornado inútil que el propio capitalista desempeñe esta tarea de dirección superior. Un director musical no tiene por qué ser, en absoluto, propietario de los instrumentos de la orquesta, ni pertenece a sus funciones como director el que tenga algo que ver con el "salario" de los músicos restantes. Las fábricas cooperativas suministran la prueba de que el capitalista, en cuanto funcionario de la producción, se ha tornado tan superfluo, como él mismo, llegado al cenit de su perfección, considera superfluo al gran terrateniente> > (K. Marx: ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

En este sentido, la difusión de las sociedades anónimas en el marco del desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas de la sociedad -especialmente en el campo inforrnático- demuestra cada vez con mayor contundencia, que los trabajadores podemos prescindir de los burgueses -no como individuos sino como clase social- sin perjuicio para el proceso de trabajo ni -qué decir tiene- para la racional y más equitativa distribución de un producto creciente en condiciones de pleno empleo y mayor tiempo libre, con prescindencia creciente de los mecanismos de mercado.

En efecto, la sociedad por acciones o sociedad anónima, es la forma organizativa del "capitalista combinado". La combinación de capitales supone que, mediante el juego bursátil, un capital que hoy participa de la propiedad de una empresa horas después recale en otra, conformando así el proceso de centralización de capitales singulares o individuales, no importando de quien sea su titularidad. El primer efecto de la sociedad anónima o por acciones, es que convierte al capitalista que comparte el trabajo con sus obreros en simple dirigente, y al propietario del capital en mero rentista especulador. Las grandes combinaciones de capital, liberan totalmente a los burgueses de la dirección empresarial, cuya gerencia administrativa y técnica delegan en personal asalariado. La implantación de la carrera universitaria de ciencias empresariales constituye la ratificación más palmaria de este fenómeno, con la misma fijeza en que los capitalistas industriales devienen más y más en meros rentistas, en simples parásitos sociales.

La importancia de determinar el carácter proletario del trabajo de supervisión, no está precisamente en lo que pueda significar de progresivo para la revolución en términos de significación social y política, sino al contrario. Socialmente porque en modo alguno es un sector numeroso; políticamente porque nada o casi nada cabe esperar de gentes como nuestro famoso "superLópez", ubicados sin duda en la cima de lo que desde Lenin -o para ser justos desde Jack London- se conoce por "aristocracia obrera". La importancia nada desdeñable de encuadrar el trabajo de supervisión en las filas del proletariado es ideológico-política, en tanto se demuestra que nada tiene que ver con la forma social transitoriamente dominante sobre la producción, esto es, con la burguesía, con la lógica del capital, con el proceso de valorización, sino con el contenido material de ese proceso, con el proletariado, con la lógica del socialismo, con el proceso de trabajo.

< < ... las revoluciones proletarias, como las del siglo XIX, se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo desde el principio, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de los primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la ilimitada inmensidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: demuestra lo que eres capaz de hacer> > (K. Marx: "El 18 Brumarío de Luis Bonaparte" Cap.I)

La evidencia empírica del dominio social continuado que los burgueses ejercen en la sociedad capitalista, sugiere la creencia de que los trabajadores no podemos pasar de ser unos mandados, y que la racionalidad y eficacia de cualquier proceso productivo es obra exclusiva de ellos, una cualidad innata de la burguesía. Esto es lo que sostienen los intelectuales orgánicos del sistema y su séquito de ideólogos a sueldo para justificar el capitalismo y la existencia de los burgueses, no como individuos sino como categoría social. Posición que parece verse confirmada ante la reciente debacle del llamado "socialismo real". El grado de profundidad alcanzado por la actual ofensiva del capital sobre las condiciones de vida y de trabajo del movimiento obrero internacional, sin duda no hubiera sido posible de no mediar ese hecho. He aquí la importancia política del factor ideológico que hace a las señas de identidad del proletariado.

 

Si aceptamos esta "realidad", si los burgueses nos convencen -como parece ocurrir ahora más que nunca- de que ellos y sólo ellos pueden y deben pilotar el barco de la humanidad, entonces, por más odio que la explotación capitalista nos haga destilar contra la patronal, jamás podremos canalizar ese justo rechazo en sentido político-estratégicode triunfo. Difundir los argumentos que demuestran teóricamente el carácter proletario del trabajo de supervisión, constituye todo un baluarte en campo enemigo, la penetración y reafirmación vigorosa de la revolución en los dominios que la burguesía ejerce hoy al interior de la conciencia obrera de vanguardia en retroceso.

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