Vanguardia revolucionaria y proletariado espontáneo

La memoria histórica es un atributo exclusivo de la autoconciencia de clase, de la vanguardia que tras las derrotas estratégicas demuestra serlo convirtiéndose en "celoso guardián" de los principios teóricos revolucionarios, y durante los ascensos de la lucha tratando de aportar a la dirección revolucionaria del movimiento. Para los relativamente pocos que alcanzan y logran conservar ese estado de espíritu clasista revolucionario, los sucesos de la historia no constituyen ninguna sorpresa. Los encajan como cosa familiar aunque jamás los hayan vivido antes; esto es así en razón de que ya saben de ellos por lo que sus antecesores cuentan que ha pasado. Cuando Lenin abordó la crisis revolucionaria abierta tras el domingo sangriento del 9 de enero de 1905, meditaba todo aquello como si lo estuviera viviendo por segunda vez. ¿Por qué? Pues, porque ya sabía, a través de Marx, que la operación política monárquico constitucionalista ensayada por la autocracia rusa con la entronización de las tres formaciones parlamentarias consultivas, era un calco de las "Dietas" previstas en la "constitución otorgada" por la corona prusiana tras los sucesos de 1848.

Pero a la vanguardia revolucionaria auténtica no sólo puede conseguir que le resulte familiar lo que vive por primera vez, sino incluso lo que no le ha ocurrido nunca antes a nadie.[34] ¿Por qué? porque la vida del partido revolucionario es, a la política, lo que las sociedades anónimas son a la base material del sistema: la prefiguración del futuro en el presente histórico, el precursor de la sociedad socialista dentro del capitalismo:

<<La revolución de octubre apareció a la intelligentsia, incluida su ala izquierda literaria, como la destrucción total del mundo que ella conocía, de ese mismo mundo con el que ella rompía de vez en cuando, para crear escuelas nuevas, y al que volvía invariablemente. Para nosotros, al contrario, la revolución encarnaba una tradición familiar asimilada en nuestro interior. Abandonando un mundo que ya habíamos rechazado teóricamente y socavado en la práctica, entrábamos en un mundo que nos era ya familiar, a la vez desde una tradición y de un presentimiento. Aquí está la diferencia entre el tipo sociológico del comunista, un revolucionario en el sentido político, y el futurista, innovador revolucionario en el terreno formal (...) Nosotros entramos por nosotros mismos en la revolución, mientras que el futurismo cayó en ella.>> (L.D. Trotsky: "El futurismo" 8/09/922)

Por lo tanto, respecto de que la conciencia es histórica en el sentido de que "es producto de una continuidad", este es un recurso a la tautología para no decir nada, para no reconocer que son los comunistas quienes convierten la necesaria discontinuidad histórica de la lucha de clases en un continuo de práctica social específica determinada por las cambiantes condiciones de esa lucha. La memoria histórica no es una costumbre que hace a la idiosincrasia de los pueblos. No esta hecha de los sucesos cotidianos de la vida sino de los acontecimientos excepcionales de la historia. Tampoco es una categoría de la sociología sino de la política. Y quienes dejan testimonio de ello no son los "pueblos" que protagonizan esos hechos, ni siquiera los historiadores al uso, sino los intelectuales comunistas integrantes de esos movimientos. Mientras las masas derrotadas dejan de ser siquiera "para sí" yéndose a su casa para replegarse en la intimidad de su "ser en sí", los militantes comunistas en función de intelectuales -hoy día de intelectuales orgánicos, que son muy pocos- demuestran su condición de autoconciencias prosiguiendo la lucha en el terreno al que objetivamente se traslada, tratando de saber el por qué y cómo de lo ocurrido, entregándose seguidamente a enriquecerse y enriquecer los principios políticos presididos por las leyes del desarrollo social; son los que,  conscientes de que siempre tienen qué hacer en el curso que estas leyes trazan, no renuncian a ello, porque, además de hacerlo por deber, les gusta:

<<El deber primordial de un revolucionario es conocer las leyes que rigen los sucesos de la vida y saber encontrar, en el curso que estas leyes trazan, su lugar adecuado. Es a la vez, la más alta satisfacción  personal que puede apetecer quien no une la misión de su vida al día que pasa>> (L.D. Trotsky: "Mi vida" Prólogo)

Hasta aquí lo relativo a la memoria histórica, a la comprensión del pasado -sobre todo de lo sucedido a generaciones pretéritas- como un auxiliar imprescindible para poder prever el presente y actuar con eficacia en él. ¿Y qué decir respecto de lo nuevo y en cada caso específico que sin duda constituye las condiciones de las luchas actuales? En "Acerca de algunas particularidades del desarrollo histórico del marxismo" (1910), Lenin hablaba de la "correlación de fuerzas fundamentales" -que definía según la masa social relativa de las distintas clases en pugna- y de la "correlación de fuerzas políticas" que comprende la situación económica, los cambios políticos del sistema y el estado del conflicto entre las clases, particularmente el grado de combatividad y la extensión de las luchas del proletariado y su influencia sobre las demás clases subalternas. La primera correlación determina el carácter de la revolución, la estrategia de poder y las tareas fundamentales de los revolucionarios; la segunda incide sobre las tareas inmediatas de la vanguardia revolucionaria, que pueden cambiar según los cambios en esta correlación política de fuerza, "los bruscos virajes de la historia" de que hablaban Lenin y Trotsky.

Lenin, Trotsky, Martov, Danielson, Vera Sazulich, Plejanov y otros muchos marxistas rusos, se preocupaban de estas cosas cuando los asalariados de ese país no se podían siquiera imaginar la posibilidad de hacer la revolución, porque rumiando permanentemente su miseria, analfabetismo y ausencia casi absoluta de tiempo libre, no estaban en condiciones de pensar ni de imaginar nada, menos aun las posibilidades de su emancipación social. Sólo intimaban con dos sentimientos, la fatalidad y la rabia contenida que de vez en cuando explosionaba forjando trozos de historia. Sin embargo, fueron esas gentes las que supieron hacer añicos el muro de la fatalidad erigido por el "knut", para salir de ahí decididos a realizar el prodigio de la gran revolución rusa. Y es cierto que nadie hizo por ellos lo que ellos supieron hacer por sí mismos. Pero no es menos cierto que sin las armas del pensamiento revolucionario que el partido bolchevique puso en sus conciencias, todo esa poderosa energía se hubiera disipado inútilmente.    

<< En este sentido, el planteamiento del GPM en torno a la cuestión de la organización y su relación con la praxis —y de modo particularmente evidente alrededor de la función del partido (al que se atribuye un papel directivo frente a unas masas que siempre son colocadas en el estado de rebaño)—, destruye flagrantemente la dialéctica del proceso histórico. La idea de un Partido providencial que, situado fuera del movimiento de la sociedad y fijado en la mente de un grupo iluminado, lo sabe y lo envuelve todo, encarnando una especie de jurisprudencia suprahistórica sobre la revolución, es una representación mítica de la división del trabajo en el seno del movimiento anti-burgués que idealiza las estructuras cosificadas y cosificadoras ya fijadas por la asimilación consuetudinaria de la organización en el sistema de dominio contra el que sedicentemente se postula.>>  (BIPR: "Directrices metodológicas...."

Según este razonamiento, supuesto un operario hecho a la costumbre, habilidad manual y sapiencia técnica de manejar un torno paralelo, el hecho de que se le ponga ante la necesidad de operar con un centro de control numérico (CNC) (ideado y fabricado por otros trabajadores como él), aunque esta nueva forma de operar implica la evidencia empírica de elevarle intelectual y técnicamente dado que comporta previos conocimientos de informática, nuevo saber pericial sobre la naturaleza de las herramientas de última generación, para el BIPR este hecho supone una "representación mítica de la división del trabajo" y rebajarle al "estado de rebaño".[35] El corolario de esta forma de pensar es que para evitar semejante menoscabo, habría que volver a la época todavía anterior a la del artesanado medieval, a los tiempos de las tribus más primitivas, donde la división del trabajo sólo existía entre hombres y mujeres, y donde cada individuo no sólo se encargaba de cumplir todas las etapas de la producción de un artículo, sino que también fabricaba las herramientas con las que se hacía ese producto, como ocurre todavía entre los "yanomami" en las que todos los hombres conocen tanto la técnica de fabricar  flechas y lanzas, como la de cazar.

Este pensamiento abstracto olvida que "Los seres humanos hacen la historia, pero bajo condiciones no elegidas por ellos, por eso la humanidad no se propone nunca nada que no pueda alcanzar". En este sentido mitificar la división social del trabajo tiene muy poco sentido en tanto no están dadas aun las condiciones de su superación. Es algo que, aunque nos consta lo difícil que es, hoy día sólo puede ser posible en las organizaciones de la vanguardia revolucionaria. Pero la división del trabajo en el movimiento obrero como unidad dialéctica complementaria entre la vanguardia revolucionaria y las masas, sólo la pueden superar los deterministas económicos y los espontaneístas revolucionarios que niegan la importancia política decisiva de la teoría. Y aunque no lo digan expresamente, sospechamos que algo de esto se cultiva en el huerto del BIRP   

Por eso se nos atribuye estar "fuera del movimiento de la sociedad", acusándonos de destruir "flagrantemente la dialéctica del proceso histórico... fijado en la mente de un grupo iluminado", así como de "mistificar la división del trabajo en el seno del movimiento antiburgués" y de "asimilar e idealizar" en el sentido de consagrar "las estructuras cosificadas y cosificadoras...de la organización en el sistema de dominio". Y ya subidos al jamelgo de su propia verborragia inconsistente e irresponsable, el BIPR llega a decir que:

<<Ellos (el GPM) conciben al movimiento de los trabajadores exclusivamente en función de la propia actividad y exigencias del pequeño círculo partidario. Consideran que su función estriba en conducirlo y gobernarlo desde las alturas celestes de su ciencia. Pretenden subordinarlo a su propia acción y fines, imponerle desde arriba sus consignas y mantenerlo de ese modo bajo su tutela para utilidad propia>> (BIPR: Ibíd. Lo entreparéntesis es nuestro)     

Para decir cosas como éstas que acabamos de citar, el BIPR dedicó casi el 90% del espacio empleado para su réplica a nuestro documento crítico de sus posiciones sobre los acontecimientos que se han venido sucediendo en Argentina desde diciembre de 2001. Y todo porque les hemos demostrado que la correlación política de fuerzas que los compañeros imaginaron, impresionados por la espectacularidad de las movilizaciones elementales en cuestión, es errónea, típica del espontaneísmo revolucionario. Ésa fue la causa de nuestras discrepancias. Y a la vista de que sobre este asunto se han abstenido de debatir, desviaron farisaicamente la discusión hacia la naturaleza y función del partido revolucionario, y para impugnar nuestras posiciones acabaron poniéndose en contra de lo que ellos mismos han acordado y puesto negro sobre blanco en su "Plataforma", con la que nosotros, en general, acordamos. Y no sólo se han colocado así fuera de su propia organización, sino de la lógica histórica más elemental. 

En efecto, decir que la acción de pensar y difundir el pensamiento marxista es algo que está "fuera de la sociedad", supone remitir la humanidad a la etapa de la recolección. Como si la práctica teórica no formara parte de la práctica social a igual título que la práctica de agitar y combatir directamente al enemigo de clase, o la más básica y rudimentaria de fabricar salchichas, lo cual también supone la función previa de pensar cómo.

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notas

 

[34] Antes de que apareciera entre las barricadas de París, el Estado Obrero no significaba nada para nadie, ni siquiera para los comuneros que lo crearon. Sin embargo, ya existía en la cabeza y las preocupaciones de Marx. Quien sabe si no también en la de otros teóricos o militantes revolucionarios anónimos.

[35] Cierto, no por esto deja de ser capital variable, pero le pone en mejores condiciones intelectuales e históricas para dejar de serlo.