Las "Tesis sobre Feüerbach" y la práctica social
como unidad dialéctica de práctica teórica y práctica política

Marx y Engels no partieron de abstracciones ni de conceptos teóricos sino del ser humano concreto considerado en su actividad social, es decir, de sus relaciones objetivas  "Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se conden­san en el cerebro de los hombres son sublimaciones de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales.

<<La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden, pierden, así, la apariencia de su propia sustanti­vidad...No es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia...se parte del mismo individuo real y viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia. En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas...>> (K.Marx-F.Engels: "La ideología alemana" Cap. I-4: Esencia de la concepción materialista de la historia. El ser social y la conciencia social)

Éste es el contexto argumental en el que hay que ubicar las "Tesis sobre Feüerbach" en relación con actividades como la elaboración teórica o la dirección política de un movimiento. Ponerlas ante la necesidad de considerarlas como partes constitutivas de la práctica social en tanto totalidad, incluida la de cualquier investigador científico, divulgador del pensamiento o militante político, consideradas ambas en unidad dialéctica entendida como actividad productiva en sentido general. Es allí, en la prác­tica social como unidad dialéctica de formas y medios de acción, en permanente referencia a ella, y comprometido en ella, en la práctica social, donde los seres humanos deben demostrar la verdad,

<<...es decir, la realidad y el poder, la terrenalidad de su pensamiento. La dis­puta sobre la realidad o irrealidad del  pensamiento  ‑aislado de la práctica‑ es un problema puramente escolástico>> (K. Marx: Segunda tesis)

Y en la octava tesis será todavía más explícito cuando define la teoría como parte de la práctica social:

<<Toda la vida social es, en esencia, práctica. Todos los misterios que conducen la teoría al misticismo encuentran solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica>> (Ibíd)

Aun  cuando había sido todavía más claro en los "Manuscritos Económico‑Filosóficos":

<<Pero incluso cuando yo sólo actúo científicamente, etc., en una actividad que yo mismo no puedo llevar a cabo en comunidad inmediata con otros, también soy social, porque actúo en cuanto ser humano. No sólo el material de mi actividad (como el idioma, merced al que opera el pensador) me es dado como producto social, sino que mi propia existencia es actividad social, porque lo que yo hago lo hago para la sociedad y con conciencia de ser un ente social.

Mi conciencia general es sólo la forma teórica de aquello cuya forma viva es la comunidad real, el ser social, en tanto que hoy en día la conciencia general es una abstracción de la vida real y como tal se le enfrenta. De aquí también que la actividad de mi conciencia general, como tal, es mi existencia teórica como ser social.>> (Op. Cit.:Tercer manuscrito)

Esto  quiere decir:

1)       Que la teoría, junto al resto de las representaciones que los hombres se hacen del mundo en que viven, forma parte de la práctica social;

2)       Que el carácter científico de la teoría, consiste en la objetividad de sus premisas y en el descubrimiento de la legalidad que preside su despliegue lógico. Como sucede con cualquier obra bien hecha que su creador antes de ejecutarla proyecta en su cabeza.

3)       Que esta  tarea no es  teórica pura, una entelequia,  sino teórico‑práctica.

4)       Que sus resultados son verdaderos independientemente del criterio político de la práctica política, y que, en todo caso, la confirmación revoluciona­ria de ese criterio no está en esa práctica, sino en haberla considerado como objeto teórico para demostrar la verdad que hay en él, subvirtiendo de tal modo la tradición ideológica anterior.

Esto demuestra que no hay nada que permita entender a la práctica política como criterio absoluto de verdad. Es justamente al revés. La verdad de la práctica política tiene su posibilidad subjetiva de existencia y eficacia, en tanto cumple lo previsto por la teoría científica. Porque, en general, esa práctica, la práctica política, aparece bajo formas de conciencia que velan su propia verdad. De ahí la necesidad de la ciencia para la igualmente necesaria desmistificación de la propia práctica, y a modo de guía para una práctica política racional que destruya las estructuras reales cosificadas y enajenantes de la práctica social colectiva. En todo caso, la práctica política como criterio de verdad, solo vale para los postulados de una acción particular, la de cada contendiente y sus resultados, independientemente de la verdad o falsedad que hay en lo que a cada cual le lleva al combate; para toda proposición política o histórica en la que intervienen voluntades, individuales o colectivas, enfrentadas.

    De modo que las "Tesis" no invalidan el "a priori" de la práctica teórica científica sino que lo destacan como parte ineludible de la práctica revolucionaria. Haciendo práctica social teórica, Marx y Engels han procedido:

<<Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se conden­san en el cerebro de los hombres son sublimaciones de su proceso material de vida, proceso empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales. La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden, pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad...No es la conciencia la que determina la vida sino la vida la que determina la conciencia...se parte del mismo individuo real y viviente y se considera la conciencia solamente como su conciencia. En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas...>> (K.Marx-F.Engels: "La ideología alemana" Cap.cit) 

     Este es el contexto argumental en el que hay que ubicar las "Tesis Sobre Feüerbach". En la necesidad de comprehender, de integrar constantemente la práctica teórica en la práctica social como un todo de empiria y razón que da sentido a la praxis. Dicho de otro modo, desde el punto de vista revolucionario, la práctica social es una unidad dialéctica complementaria entre práctica teórica y práctica política, donde, a tenor de nuestro razonamiento, el polo dominante de la relación es la práctica teórica, en tanto "guía para la acción" aunque el decisivo sea la práctica política.

Siguiendo el hilo de nuestro razonamiento, se puede decir con total certidumbre que obras teóricas monumentales como "El Capital" o "El desarrollo del capitalismo en Rusia", esto es, lo que el BIPR llama despectivamente "teoría pura", no necesitan el criterio de la práctica  política para  obtener  la prueba de la verdad científica, porque ésta ya la han pasado teóricamente. Al contrario, lo que la práctica política del proletariado debe demostrar prácticamente, es  ser capaz de cumplir con las exigencias políticas de la tendencia económica desvelada teóricamente por la ciencia del materialismo histórico. Más esclare­cedor que las "Tesis sobre Feüerbach" nos parece aquel pasaje de l843 en su Introducción a la "Crítica de la Filosofía Hegeliana del Derecho Estatal", donde Marx dice que:

<<...El arma de la crítica (teórica) no puede reemplazar a la crítica de las armas, pero se hace revolucionaria cuando se apodera de las masas...>> Op. Cit. Lo entre paréntesis es nuestro)

Incluso el hecho de llevar esa razón por adelantado, da a la ciencia un carácter  político que trasciende su objetividad teórica, al hacer de ella un  poderoso arsenal revolucionario[36]. Tal es el sentido de las palabras de Marx en su Prólogo a la primera edición de "El Capital" donde afirma que la teoría "puede abreviar y mitigar los dolores del parto" socialista De modo que, para Marx, tanto la acción política directa, como la teoría, son dos partes inte­grantes necesarias de la práctica social revolucionaria.

Otra cosa es cómo se conseguirá, cuando; las veces que  será  preciso intentarlo; cuantas indecisiones habrá; cuantos errores, las formas que adoptará la lucha, sus sinuosidades, interrupcio­nes, avances, retrocesos, triunfos, derrotas, etc.  En estas  múltiples  alternativas posibles y menos previsibles, se hace patente el desafío de la historia:

<<...cualquier intento de dar por senta­das de antemano con toda precisión las probabilidades de la lucha, sería pura charlatanería o pedantería imperdonable. Marx  consideraba  la historia desde el punto de vista de los que crean sin poder prever infaliblemente por adelantado las probabilidades de éxito...>>( V.I.Lenin: "Prólogo a la Edición Rusa de 1907 de las "Cartas a Kugelmann", Ed. La Habana/75 Pp.l6) 

Este contexto histórico -contrapartida política del contexto teórico- dentro de la práctica social, este horizonte de posibilidades abiertas a la acción política que ninguna teoría puede aprehender "a priori", es el que da sentido y significación a la "Novena Te­sis". Porque en medio de un cúmulo de circunstancias que se atropellan unas con otras, la mayoría de ellas contradictorias y a  veces absurdas  y hasta azarosas[37], solo la práctica-práctica -como decía Althusser- el resultado de la lucha, es el juez inapelable de la acción política. Pero de la acción en sí misma -en sus planteos tácticos, políticos o militares- no de la teoría que justifica esa acción, cuya verdad reside en el ámbito puramente teórico de la práctica social. Es decir, el juicio acerca de los principios de cualquier acción política, no reside en la acción misma, porque esos principios han obtenido el veredicto de su razón antes o "a priori" de los resultados políticos tangibles "a priori", esto es, en el resultado científico previo a su mani­festación empírica. Y es así, porque ‑precisamente en virtud de la veracidad y necesidad histórica de sus  postulados‑ tales conclusiones teóricas llevan el criterio de verdad en sí y por sí mismas, son el fundamento de la práctica misma: su razón de ser y su guía para la acción política.

Por lo tanto, puede afirmarse con total certidumbre que la práctica política es criterio de verdad, a condición de poner LA VERDAD surgida de la acción teórica, como fundamento de la práctica política misma.[38] Asumir la prác­tica política como rasero absoluto de verdad social significa negar el concepto dialéctico de praxis revolucionaria entre práctica teórica y práctica política, quedando al pairo de lo empíricamente dado. Tal es el sentido político del reformismo y su método: el pragmatismo y el oportunismo. Como parte de la praxis revolucionaria ‑previa y posterior a la acción política‑ media la acción teórica. Pero esta rela­ción dialéctica de complementación entre teoría y práctica, este ámbito en el que la conciencia objetiva del proletariado se proyecta hacia la revolución, sólo es coherentemente posible y coadyuvante a esos fines, a condición de suponer o tener muy en cuenta los resultados científicos previos, en nuestro caso, ceñirse estrictamente a los principios fundamentales que deben guiar esa práctica política, esto es: "El Capital".

De modo que, en esta instancia de la práctica social revolucionaria, de la acción política, lo que se piensa en medio de la lucha, la acción teórica, para ser verdaderamente creadora y fecunda, debe permanecer estratégicamente subordinada o sujeta a los resultados científicos previos del materialismo histórico aplicado a la realidad social, esto es las leyes objetivas del capitalismo descubiertas por Marx. Pero aunque de ella, de la política, sea imposible esperar la formulación de leyes -porque para eso, hacen falta comportamientos regulares, líneas de acción fijas y uniformes, objetivas, independientes de la voluntad de los hombres, medibles, como la ley del límite absoluto de la jornada laboral o la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia (y esto es imposible en la medida en que su objeto: el comportamiento de sujetos políticos enfrentados, cambia constantemente)-, no obstante, esta meditación y esta acción constitutivas de la praxis revolucionaria, resultan decisivas.  Son la causa eficiente de la subversión. Porque si bien las leyes que rigen la estructura constituyen su base, la historia es bastante más que eso: no basta comprender y explicar la sociedad basada en la producción de mercancías, sino que hay que abolirla.

En suma, la teoría científica descubre las leyes inmanentes que rigen el desarrollo social, anticipa la inevitabilidad de la lucha y reclama por la necesaria resolución de las contradicciones en el sentido previsto por ella, en tanto  que  la  práctica política ‑incluída su teoría‑ se encarga de dirimir en los esce­narios de la historia, cuando, como y cuales serán las alternati­vas que harán realmente posible lo necesario.

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