Capital real y capital especulativo

Yendo directamente al grano, empezaremos por dilucidar si el origen de la actual crisis argentina es de carácter productivo o especulativo, si estuvo en la economía real o en la economía ficticia. ¿Qué afirma sobre esto el BIPR en "La leccción de la Argentina", origen de este debate?. Sintéticamente lo siguiente: que el caso argentino hunde sus raíces en la crisis más general que el sistema capitalista arrastra desde comienzos de la década los setenta del siglo próximo pasado, a raíz del sostenido descenso en la tasa media general de ganancia, sobre todo "en los países con mayor grado de industrialización". Sobre esto no hay discusión.

Seguidamente sostienen que, para "compensar las magras ganancias, la búsqueda de utilidades extras ha llegado a ser, desde entonces, obsesiva y perseguida por todos los medios".También hasta aquí estamos de acuerdo.

Pero a partir de este punto empiezan las divergencias. ¿Cuáles son las formas de conseguir estas "utilidades extras"? Los compañeros del BIPR afirman taxativamente que la actual crisis económica argentina, que se ha manifestado violentamente en el mercado financiero y monetario, ha sido la consecuencia de "inescrupulosas actividades especulativas" y de "un gigantesco proceso de apropiación parasitaria de plusvalor". Es decir, que entre las causas y su forma de manifestación no ha habido ninguna mediación, todo ha discurrido en la esfera de la circulación del capital financiero puramente especulativo, donde quienes se apropian de plusvalor no lo producen. O sea que la crisis argentina ha sido por causa del capital financiero especulativo que ha tenido por efecto una redistribución del plusvalor -"apropiación parasitaria", dice el BIPR- entre sectores de la burguesía, a favor de la misma "burguesía parasitaria", la más poderosa, análisis compartido por la inmensa mayoría de las fuerzas políticas -parlamentarias y extraparlamentarias- de oposición a la política menemista, incluida la fracción del peronismo liderada por Duhalde, quien al momento de asumir la presidencia del actual gobierno, prometió "transformar la economía especulativa en una economía productiva”. El BIPR lo ha dicho, negro sobre blanco, literalmente así:

<<...al liberalizar los procesos de producción de algunas formas de capital financiero (capital ficticio), en otras épocas fuertemente vinculadas al desarrollo de las actividades productivas, se ha dejado el campo libre a las más inescrupulosas actividades especulativas y a un gigantesco proceso de apropiación parasitaria de plusvalor que, en última instancia, se resuelve, de un lado, en la concentración de la riqueza producida mundialmente en un número cada vez más restricto de manos y, del otro, en el constante empeoramiento de las condiciones de vida del proletariado internacional, en el crecimiento de la miseria y de la marginación económica y social de un porcentaje creciente de la humanidad.La crisis argentina es el producto del desarrollo de este sistema y de sus contradicciones. Han sido precisamente el FMI y el Banco Mundial, inspirándose en lo que comúnmente la burguesía consideraba como los modelos a los cuales debía ceñirse la gestión económica para asegurar el perfecto funcionamiento del sistema capitalista, los que durante toda la década del 90 han indicado a la Argentina las recetas económicas que habrían debido conducirla fuera de la crisis, elogiándola por haberlas aplicado servilmente.>> (BIPR: "La lección de Argentina". Subrayado nuestro)

De este pasaje subrayamos "en otras épocas", porque esta expresión delata la concepción revisionista de la ley general de la acumulación capitalista que subyace en el análisis de la crisis argentina por parte del BIPR. Una concepción que enlaza directamente con la idea del estancamiento crónico, y que en esta coyuntura de la lucha de clases, lleva agua al molino del reformismo ahora encarnado en el movimiento antiglobalización.

El argumento central de este movimiento pequeñoburgués es el siguiente:

1)       Que casi todo el capital internacional real sobrante, se ha convertido en capital ficticio;

2)       Que esta nueva realidad actual del capitalismo ha sido producto de la desregulación en la circulación internacional de capitales operada por el capitalismo ultraliberal parasitario presidido por la gran burguesía norteamericana.

3)       Que esta realidad se caracteriza por anteponer las actividades especulativas a las productivas y, finalmente:

4)       Que la consecuencia de este "proyecto globalizador" del capitalismo parasitario, conduce directamente a la desaparición del tejido productivo de la sociedad constituido en gran parte por la mayor parte de los asalariados al servicio del pequeño y mediano capital.

De este modo, la dialéctica que la ley del valor tiende a hacer pasar cada vez con más fuerza entre la burguesía en su conjunto y el proletariado internacional, se desvía hacia la dialéctica pequeñoburguesa entre el gran capital especulativo y el pequeño y mediano capital productivo. El frente popular está nuevamente servido. A estos fines están objetivamente aportando los compañeros del BIPR. Ellos se declaran sinceramente enemigos de la colaboración de clases. Pero, según demostraremos seguidamente, su interpretación de las crisis -al menos de la crisis Argentina- abona el terreno del reformismo. 

Por debajo de la simple reflexión teórica que sólo ve los movimientos aparentes en la epidermis de la sociedad a instancias de la competencia entre las distintas fracciones del capital en tiempos de crisis, late el principio activo del capital en su conjunto, su carácter genético, por decirlo en términos de la bioquímica más adelantada. Y este principio consiste en aumentar la fuerza productiva del trabajo social y apoderarse de la mayor cantidad de trabajo necesario posible, para convertirlo en excedente a los fines de la acumulación. Un principio netamente productivista. Tal es la esencia del capitalismo.

Esta propensión esencial determina el proceso de acumulación o reproducción ampliada de capital, regulado por la evolución de la tasa general de ganancia media, que es la relación entre la masa de plusvalor o trabajo impago producido y el capital invertido en cada una de sus rotaciones[1]. La función de la tasa general de ganancia media, consiste en fijar la redistribución de la masa global de plusvalor producido que la competencia en el mercado determina que corresponde a cada fracción de la burguesía, según la cantidad de capital con que participa en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Esta redistribución opera por la divergencia o diferencia entre los valores producidos por cada fracción de los explotadores fabricantes de plusvalor, y sus correspondientes precios de producción fijados por la tasa general de ganancia media), a los que, en principio, cada una de tales fracciones deberá vender sus productos para apropiarse de la parte del plusvalor global que les corresponde, según la proporción de capital con que intervienen en la producción de ese plusvalor global.[2]

Para el lector interesado en la descripción conceptual y matemática de este proceso, consultar "El Capital" Libro III Capítulos VIII, IX y X:

<<Tenemos aquí, pues, la demostración matemática exacta de por qué los capitalistas, por mucho que en su competencia mutua se revelen como falsos hermanos, constituyen no obstante una verdadera cofradía francmasónica frente a la totalidad de la clase obrera>> (K. Marx: Op.cit. Cap. X)

Ahora bien, según progresa la fuerza productiva del trabajo social y aumenta el proceso de acumulación del capital social global, el plusvalor aumenta menos que el capital ya acumulado y la tasa de ganancia desciende hasta el punto en que aparece el fenómeno de la sobreproducción absoluta de capital, cuando el plusvalor producido por una masa de capital ya incrementado, es igual o menor al obtenido antes de su incremento. ¿Quiere esto decir que ante semejantes impedimentos el sistema se derrumba? Quiere decir que el capital en funciones ha aumentado en exceso respecto de la masa de población explotada según la composición orgánica del capital históricamente dada.[3] Quiere decir que el capitalismo se ha puesto ante sí unos obstáculos, lo cual demuestra que el único límite económico del capital es el capital mismo y que, por tanto, el capitalismo está en condiciones de saltar sobre sus propios límites económicos:

<<La producción capitalista tiende constantemente a superar estos límites que le son inmanentes, pero sólo lo consigue en virtud de medios que vuelven a alzar ante ella esos mismos límites en escala aun más formidable.

El verdadero límite de la producción capitalista lo es el propio capital; es éste: que el capital y su autovalorización aparece como punto de partida y punto terminal, como motivo y objetivo de la producción>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV) 

Para eso están las crisis y, eventualmente, las guerras. Las crisis desvalorizan el capital en exceso, las guerras destruyen su soporte material y, con él su valor entero. Dado que la propensión a acumular determina que el capital constante crezca más rápido que la suma del plusvalor y el capital variable, las crisis son tan inevitables como la posibilidad de las guerras. Pero aun antes de que estos fenómenos se manifiesten, el capital genera "causas contrarrestantes" a la baja de la tasa de ganancia[4]. Entre ellas, en el punto V Marx señala la exportación de capitales con fines productivos, que es lo que aquí nos interesa:

Por otra parte, en lo que respecta a los capitales invertidos en las colonias, etc., los mismos pueden arrojar tasas de ganancia más elevadas, porque en esos lugares, en general, a causa de su bajo desarrollo, (la composición orgánica el capital es más baja y) la tasa de ganancia es más elevada>> (Ibíd)

De este modo, el capital excedentario que las metrópolis capitalistas invierten en las colonias y países dependientes, tiende a recuperar la tasa de ganancia por vía de la repatriación de parte del plusvalor producido allí.

Pero las sucesivas crisis han demostrado que las "causas contrarrestantes", como la exportación de capitales excedentarios desde los países de más alta acumulación, sólo tienen el efecto de enlentecer la marcha del proceso de reproducción ampliada del capital hacia los violentos episodios periódicos generales de sobreacumulación absoluta, pero no evitar que a la postre se produzcan, desembocando en ondas de lento crecimiento. En tiempos de Marx, dado el relativamente escaso nivel de acumulación alcanzado en el siglo XVIII y la primera mitad del XIX, la exportación de capital era para el capitalismo de aquel entonces algo episódico, vigente sólo el tiempo que tardaban en reiniciarse las fases de recuperación en los países desarrollados.[5]. Así, el límite a la capitalización de plusvalor que supone la sobreacumulación del capital, fue siendo en parte transitoriamente superado en las metrópolis burguesas por el recurso a la exportación de capitales y el plusvalor obtenido a través de ella. 

Pero desde principios del siglo pasado, la cada vez mayor masa de capital sobrante ha dado lugar al fenómeno de la "sobresaturación de capital", expresión acuñada por Henrik Grossmann en una correcta extensión lógica del concepto de "sobreacumulación absoluta" empleado por Marx en "El Capital".[6] Pero no ya como algo intermitente y transitorio, sino constante y permanente para los países de desarrollo avanzado y hasta de los de desarrollo medio:

<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado progresivamente creciente, y finalmente, a un  nivel elevado de la acumulación de capital, alcanza un estado de "sobresaturación de capital" en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión para el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación de esta "saturación", y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden preservarse provisoriamente del derrumbe total de su propia rentabilidad sólo a través de la exportación de capital o mediante la "actividad" temporal en el mercado de valores.>> Henrik Grossmann: "La Ley de la acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista" : Cap. 3 punto b) parágrafo III)[7]

Ya hemos dicho y volvemos a insistir aquí, que una parte de la exportación de capitales excedentarios se emplea siempre en actividades puramente especulativas. Y que en tiempos de estancamiento económico, estos capitales sobrepujan a los que se siguen empleando en la producción directa de plusvalor. Tanto más cuanto mayor es la masa de capital acumulado. Pero este no es un fenómeno inédito ni supone una alteración fundamental en la naturaleza del capitalismo. Constituye parte de ella. Es su forma típica de fungir como mecanismo centralizador de los capitales, de dirimir a través de la competencia especulativa predominante durante las crisis y fases de crecimiento lento, qué fracción todavía más reducida de la burguesía, seguirá detentando la propiedad del capital acumulado devaluada o destruida y, por tanto, el protagonismo histórico en la subsiguiente fase de recuperación. Es una lucha de supervivencia interburguesa que viene a ocupar el ambiente de grata camaradería regulado por la tasa general de ganancia en tiempos de expansión general, donde todos ganan aunque, como hemos visto, unos más que otros:

<<Mientras todo marcha bien, la competencia, tal como se revela en la nivelación de la tasa general de ganancia, actúa como una cofradía práctica de la clase capitalista, de modo que esta se reparte comunitariamente y en proporción a la magnitud de la participación de cada cual, el botín colectivo. Pero cuando ya no se trata de repartir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual trata de reducir en lo posible su participación en las mismas, y de endosársela a los demás. La pérdida es inevitable para la clase (burguesa). Pero la cantidad que de ella ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se torna entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se convierte, a partir de ahí, en una lucha entre hermanos enemigos. Se hace sentir entonces el antagonismo entre el interés de cada capitalista individual y el de la clase de los capitalistas, del mismo modo que antes se imponía prácticamente la identidad de esos intereses a través de la competencia>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XV. Lo entre paréntesis es nuestro)  

Pero esto no neutraliza ni sustituye el carácter productivista dominante del capitalismo, su principio activo productor de plusvalor. La especulación forma parte del proceso espasmódico e intermitente del proceso histórico de acumulación de capital, donde las crisis son el límite que el capital productivo se pone a sí mismo para saltar sobre él para volver a regimentar el proceso de reproducción ampliada. Y en este proceso, la evolución de la tasa de ganancia marca los ritmos de esa intermitencia entre las ondas de crecimiento y depresión. 

En este punto es necesario volver a insistir: en la economía real, lo que está en disputa no es el capital invertido sino el plusvalor global creado en el proceso de producción; esta redistribución del plusvalor se opera mediante los mecanismos de la competencia, en el mercado, donde las empresas de mayor composición técnica y orgánica del capital, sustraen y capitalizan parte del plusvalor creado en las empresas que operan con un menor coeficiente técnico y orgánico. Este mecanismo de la Ley del valor da lugar a formación de la tasa de ganancia media, por la cual, nadie pierde, aunque unos ganan proporcionalmente más que otros según la masa de capital con que intervienen en la producción global de plusvalor.

En los mercados especulativos, en cambio, lo que se pone en juego es el capital invertido en su totalidad; aquí no se trata ya de un reparto de la ganancia global, donde todos ganan. Dado que en estos mercados no se produce ningún plusvalor, los que juegan en él exponen lo que ponen en juego. Esto ocurre invariablemente en esos mercados, cualquiera sea el objeto o soporte material del capital que se invierte en ellos (títulos de propiedad que cotizan en bolsa, oro, divisas, inmuebles, obras de arte, etc.); todos los días se producen ganancias y pérdidas absolutas; aquí es donde las pérdidas se convierten en quiebras de miles de empresas. Tanto más cuanto más volátil se torna el mercado. La volatilidad se mide por la diferencia entre el precio y el valor de los productos objeto de especulación. Cuanto mayor es el precio -por ejemplo de las acciones en la Bolsa- respecto de su valor real patrimonial por efecto del exceso de demanda, mayor es la volatilidad del mercado; esta diferencia en más entre el precio y el valor de los papeles o cosas con que se especula, es capital ficticio, porque su cotización o representatividad de valor ocasional en el mercado, es mayor que su valor real. Pero eso no quiere decir que esa diferencia sea capital ficticio. Gran parte sigue siendo capital real, plusvalor. Sólo que desplazado por la competencia de un soporte de valor a otro.

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[1] Cada rotación comporta el tiempo entre el momento en que el plusvalor comienza su proceso de producción hasta que el producido que lo contiene se vende en el mercado. 

[2] Pero esta redistribución no es automática. Dado que el capitalismo es un modo de producción caótico, ajeno a toda planificación consciente de los productores, por lo regular la masa de capitales en cada rama de la producción y su correspondiente oferta de productos no coincide con la demanda solvente, y cuando lo hacen, es por pura casualidad. Para eso están los precios de mercado, que aumentan o disminuyen (respecto de los valores o precios de producción individuales) cuando la oferta de un producto es inferior a la demanda o viceversa. Estas ganancias y pérdidas extraordinarias provocan un movimiento de transferencia de los capitales de una rama de la producción a otra, hasta que esos desfases del mercado se corrigen, ajustando la masa de capital productivo en cada rama de la economía, a la demanda efectiva correspondiente y a los precios de producción que le asignan su respectiva proporción de plusvalor.

[3] Marx llama composición orgánica del capital a la relación entre el capital constante y el capital variable. En esa relación, el capital constante está compuesto por el capital fijo (valor de la maquinaria, muebles, edificios, etc.) y el capital circulante (materias primas y auxiliares). El capital variable el equivalente al pago de salarios. Si la acumulación de capital consiste en aumentar la fuerzas productiva del trabajo mediante la técnica aplicada a la producción de plusvalor a expensas de los salarios, está en la misma lógica que el capital constante tienda históricamente a aumentar más que el capital variable. Y dados los límites de la jornada laboral media que no puede sobrepasar las 24 horas diarias, la necesidad y posibilidad del descenso histórico en la tasa general de ganancia está servida.

[4] Cfr. Op. Cit. Libro III Cap. XIV

[5] Según Lenin: <<Lo que caracterizaba al viejo capitalismo, en el cual dominaba plenamente la libre competencia, era la exportación de mercancías. Lo que caracteriza al capitalismo moderno, en el que impera el monopolio, es la exportación de capital>> ("El Imperialismo fase superior del capitalismo" Cap. IV) Pero no sólo como capital de préstamo sino también como inversión productiva directa. En esa misma obra, Lenin distingue entre el carácter prestamista y usurario de la exportación del capital francés, respecto del carácter eminentemente productivo de la exportación del capital inglés: Por lo que se refiere a Inglaterra, aparecen en primer plano sus posesiones coloniales, las cuales son muy grandes, incluso en América (por ejemplo, el Canadá), sin hablar ya de Asia, ete. La gigantesca exportación de capitales se halla en el caso de Inglaterra estrechamente relacionada con las colonias gigantescas, de cuya significación para el imperialismo volveremos hablar más adelante. Distinto es el caso de Francia, cuyo capital extranjero se halla invertido principalmente en Europa, y en primer lugar en Rusia (10 mil millones de francos por lo menos), con la particularidad de que se trata sobre todo de capital de préstamo, de empréstitos públicos y no de capital invertido en empresas industriales. A diferencia del imperialismo inglés, que es colonial, el imperialismo francés puede ser calificado de usurario. Alemania ofrece una tercera variedad: sus colonias no son grandes, y el capital exportado lo tiene invertido en proporciones más iguales entre Europa y América.>> (Ibíd)

[6] Cfr.: "La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista"

[7] A pesar de lo que pueda parecer leyendo este párrafo, Grossmann no era un determinista económico. Cuando habla de catástrofe final supone la lucha de clases como factor decisivo y determinante. Cfr. Op.cit. Consideraciones finales.