6 - ¿Quién crea las necesidades bajo el capitalismo?

Pero que bajo el capitalismo el asalariado -en su función de consumidor- establezca una jerarquía de necesidades dentro de los límites de una restricción presupuestaria determinada por su renta, eso no quiere decir que participe en la creación de sus propias necesidades. Esto corre por cuenta de los capitalistas a instancias del desarrollo de las fuerzas productivas y la propensión a la ganancia. Los carros tirados por caballos fueron reemplazados por el automóvil moderno a raiz de que capitalistas como Henry Ford supieron convertir en plusvalor el descubrimiento de las leyes de la termodinámica que hicieron realmente posible inventar el motor a explosión. No ha habido, pues, nunca decenas de miles de consumidores gritando: "querido H. Ford, ¡danos automóviles!", o, "amigos de Apple Corporation, ¡dadnos microprocesadores!" Lo que ha habido son negocios que se concretaron en la producción de nuevos productos generando así su correspondiente necesidad. En este sentido, la producción capitalista crea su propio mercado aun cuando no su propia demanda equivalente, lo cual, como hemos visto, explica el despilfarro permanente. Esto significa que el consumo de los productores directos, los asalariados, no es un consumo activo sino pasivo. Al carecer de toda libertad en el ámbito de la producción, tampoco deciden qué consumir sino que optan entre lo que hay en el mercado, en muchos casos, esa opción recae sobre productos relativamente supérfluos y hasta nocivos y mortíferos, tal es el caso de los automóviles concebidos como medio individual de desplazamiento para vender el mayor número posible de unidades.

Que haya distintos tipos de detergentes o de coches, en parte responde a la diferenciación de los patrimonios, a la desigual capacidad de compra de los potenciales consumidores que la sociedad de clases bajo el capitalismo tiende a preservar; en parte a los secretos de fabricación y a las patentes de marca de las distintas empresas homólogas que compiten en el mercado por rapiñar una parte alícuota de la ganancia global producida por la masa de trabajo ajeno en cada rama de la producción y del comercio. Todo esto empieza la cuenta atrás de su desaparición desde el momento en que el capital es abolido y las técnicas de producción pasan a ser compartidas solidaria y democráticamente entre los trabajadores-propietarios-colectivos de todas las ramas de la producción social, es decir, cuando la sociedad humana sale de la charca cenagosa del capitalismo y comienza su nueva andadura histórica sobre el suelo económico y social granítico de los productores libres asociados.

Esto no supone instalarse en el ascetismo y la frugalidad. La perspectiva socialista se orienta hacia la satisfacción gradual de necesidades cada vez más numerosas, no hacia su restricción al nivel más elemental. Marx no abogó jamás en favor del ascetismo y la austeridad. Al contrario, teniendo en cuenta que el desarrollo incondicional de las fuerzas productivas va inextricablemente unido al aumento y variedad de las necesidades humanas, el concepto de personalidad plenamente desarrollada que está en el centro del humanismo comunista comprende la tendencia a la producción de una creciente variedad de bienes y servicios, pero también la tendencia a suprimir numerosas "necesidades" que el capitalismo asocia a una cantidad ingente de biernes y servicios supérfluos y hasta nocivos, como las drogas y los juegos de azar. El tránsito a la sociedad comunista también pasa por revolucionar el concepto de necesidad social.

Al desaparecer la propiedad privada sobre los medios de producción que -en términos de libertad- se interpone entre los productores directos y todo lo que producen, además de democratizar los conocimientos cientìficos aplicados a la producción social, se potencia el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social más allá de las posibilidades reales del capitalismo. En efecto, para que una innovación tecnológica incorporada a un medio de producción cualquiera justifique ser aplicada al proceso productivo capitalista, la parte del valor que ese medio de producción transfiere por desgaste a cada producto individual, debe ser menor que el costo de la mano de obra que reemplaza, cuyo valor, el salario, es naturalmente menor que el creado durante la jornada de labor entera. En otros términos, debe reducir el valor de la mercancía producida, en más de lo que la encarece el costo de la mano de obra sustituida por el aumento en la productividad resultante de esa mejora tecnológica.

Al desaparecer la figura del burgués, la parte de cada jornada laboral apropiada por él como ganancia se convierte en patrimonio común de la sociedad de productores libres sumado al costo social de la mano de obra empleada que así aumenta hasta comprender el valor creado en la jornada de labor entera. Bajo estas nuevas condiciones, una mejora tecnológica podrá ser introducida cuando el valor del desgaste transferido a cada unidad de producto fabricado, sea menor que el valor creado por el trabajo desplegado durante el total de la jornada de labor. Bajo estas nuevas condiciones, para introducir una mejora tecnológica no será necesario esperar a que los costes sociales de producirla bajen hasta equipararse con el valor del salario que sustituye técnicamente, sino que bastará con que se igualen al mayor valor creado durante la jornada de labor completa. Esto demuestra que las fuerzas productivas del trabajo social se desarrollan más rápido en la economía de transición al socialismo que bajo el capitalismo:

<<Por consiguiente, para el capital la ley del incremento de la fuerza productiva del trabajo no tiene validez incondicionada. Para el capital, esa fuerza productiva se incrementa no cuando se economiza en general en materia de trabajo vivo, sino sólo cuando se economiza en la parte paga del trabajo vivo más de lo que se adiciona en materia de trabajo pretérito, tal como ya se ha insinuado suscintamente en el libro I cap. XIII. Aquí el modo capitalista de producción cae en una nueva contradicción. Su misión histórica es el desarrollo sin miramientos, impulsado en progresión geométrica, de la productividad del trabajo humano. Pero se torna infiel a esa misión no bien se opone al desarrollo de la productividad, frenándolo, como sucede en este caso. Con ello demuestra nuevamente que se torna decrépito y que, cada vez más, está sobreviviéndose a sí mismo>> (K. Marx: "El Capital" Libro III Cap. XV)

En este nuevo contexto de desarrollo incondicional acelerado de las fuerzas productivas, la penuria se reduce cada vez más; Por un lado, aumenta la variedad de necesidades y los bienes y servicios que les dan satisfacción; por otro lado, los productos que dejan de tener precio se hacen cada vez más numerosos respecto de los que todavía deben seguir siendo objeto de compra-venta, por lo que la función del dinero se reduce progresivamente en el conjunto de la economía. Tal es la base objetiva del debilitamiento de la producción de mercancías y del intercambio monetario como práctica consetudinaria. Al mismo tiempo, a medida que la satisfacción de la necesidades esenciales para toda la población se convierta en una experiencia cotidiana, automática, segura y evidente, la intensidad y extensión de los conflictos sociales podrá disminuir. Esta será la base subjetiva o política sobre la que se operará la extinción del dinero y de la economía de mercado.

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