7 - Libertad del consumidor Vs. tiranía de la producción capitalista

Pero el caso es que la ruptura con la sociedad capitalista supone heredar una situación de penuria relativa que afecta a grandes sectores de la sociedad, tanto más cuanto menor es el desarrollo del país en el que empiezan a operan las fuerzas revolucionarias. Estos conflictos pueden surgir al principio con un determinado porcentaje de la población -mayor en los países más desarrollados- que bajo la economía mercantil y dineraria de la sociedad capitalista tenía satisfechas sus necesidades de la segunda categoría y que, naturalmente, se niegan o son reticentes a aceptar el principio socialista basado en la jerarquía de las necesidades sociales. Ciertamente, si una sociedad decide democráticamente dar prioridad a la satisfacción de las necesidades más elementales, reduce automáticamente los recursos disponibles para la satisfacción de las necesidades secundarias y de lujo.

Entre este porcentaje de la población reticente o contrario al principio socialista de respetar la jerarquía de las necesidades -de abajo arriba y no al revés como en el capitalismo- se encuentran casi todos los asalariados que hoy tienen cubiertas muchas o algunas necesidades secundarias en la sociedad capitalista, y que, por tanto, son proclives a seguir con el criterio de lo que la burguesía llama "libertad del consumidor". Pero estos "ciudadanos" olvidan que antes que consumidores, durante la mayor parte de su vida se desempeñan como productores. Pasan, como media, al menos nueve o diez horas diarias trabajando y desplazándose para ir y venir de los lugares donde se desempeñan. Dado que la mayor parte de la gente duerme ocho horas, esto les deja seis horas para el consumo, el ocio o el reposo, las relaciones familiares y las relaciones interpersonales extrafamiliares.

Y hay que señalar aquí una doble coacción que los bien adoctrinados partidarios de la "libertad del consumidor" pasan por alto. La primera es que a medida que se multiplica el número de necesidades a satisfacer, a un nivel dado de la tecnología y de la organización del trabajo, el esfuerzo laboral que exige de los productores directos es mayor. La segunda es que las decisiones sobre las cargas del trabajo no son adoptadas consciente y democráticamente por los propios productores, sino que le son impuestas dictatorialmente por las patronales respectivas apoyadas en la ley del mercado de trabajo reforzada por la legislación estatal con sus millones de parados, de modo que a cualquier asalariado que tenga satisfechas algunas o todas sus necesidades secundarias y siente que le pesa gravosamente el principio socialista de la "jerarquía de las necesidades", cabría sugerirle que en el otro platillo de la balanza pusiera la tiranía del capital que es el precio a pagar como productor para disfrutar de su "libertad" como consumidor.

El sistema de "premios y castigos" a través del mercado, ingenuamente elogiado por tantos sectores de la izquierda en nuestros días, es simplemente un despotismo apenas disfrazado hacia el horario y los esfuerzos, en consecuencia hacia la vida entera de los productores. Tales recompensas y castigos implican, efectivamente, no sólo alternar en el tiempo entre rentas salariales más elevadas y más bajas, pasando de trabajos mejores a trabajos peores y viceversa. Implican también la incertidumbre y la inseguridad ante los despidos periódicos y la miseria de verse instalado en el paro (incluida la miseria moral de tener el sentimiento de no servir para nada), la aceleración de los ritmos, el cambio discrecional permanente de los horarios de trabajo, los accidentes laborales y las enfermedades profesionales, la esclavitud de los controles y de las líneas de montaje, los efectos dañinos del ruido, la exclusión de cualquier conocimiento del proceso de producción en su conjunto, la transformación de los seres humanos en simples apéndices de las máquinas y de los ordenadores. Y ahora la nueva modalidad de extender la jornada de labor mediante el recurso al establecimiento de la llamada "bolsa de horas trabajo", que permite contratar menos personal del necesario, distribuyendo esas horas de trabajo entre toda la plantilla, cuyos integrantes son obligados sin previo aviso a alternarse en la tarea de cumplir el tiempo muerto que dejan las bajas ocasionales por distintos motivos. Esto es exactamente lo que la economía de mercado les obliga a padecer innecesariamente para recibir el "premio" de atender a las necesidades secundarias propias y de su familia. Y habrá que consultar las estadísticas para comprobar cómo evoluciona respecto de los que deben soportar hoy día estos padecimientos para obtener el "premio" de salir del paro y cubrir sólo las necesidades más elementales. Siempre bajo la cada vez mayor amenaza de epidemias y catástrfes naturales inducidas por este sistema de vida, tal como ahora ocurre con la EEB, el uso de uranio empobrecido con fines bélicos o la reducción de la capa de ozono. Éste es, en la práctica, el modo cómo la burguesía entiende y asume el derecho humano al trabajo, al descanso y al nivel de vida adecuado, previstos en los artículos 23, 24 y 25 de la Declaración de los DD.HH. de 1948 a la que tanto se invoca respecto de circunstancias y hechos que a las clases dominantes no les conviene que ocurran. (9)

¿Por qué debe ser aceptable que millones de asalariados tengan que someterse a semejantes condiciones coercitivas de trabajo para que el 20% de ellos -que no son siempre los mismas dada la permanente precariedad laboral generalizada- gocen temporalmente de un aumento diferencial del 10% en la satisfacción de sus necesidades? ¿No sería más razonable renunciar al vídeo o al segundo coche y trabajar diez horas por semana menos con mucho menos stress para asegurar en lo inmediato la satisfacción de las necesidades elementales para todos? ¿Quién sabe lo que los productores decidirían si fueran realmente libres para elegir, es decir, si esta alternativa perfectamente posible que planteamos, no tuviera por consecuencia una caída en sus necesidades básicas y un incremento catastrófico en la inseguridad de sus vidas, como es el caso bajo el capitalismo? ¿Por qué el problema de la distribución de los recursos y de las horas de trabajo para la provisión de los productos -en gran medida ya conocidos- no podría ser resuelto con la ayuda de los más potentes ordenadores ya en funciones?

En una economía de mercado -bien sea clásica, mixta o "socialista" al estilo URSS o China- los productores directos no pueden tomar libremente estas decisiones. Son tomadas a espaldas de ellos -bien por patrones capitalistas o por burócratas siguiendo leyes objetivas sobre las que no tienen ningún control. Este despotismo anárquico no es ningún fatalismo que haya que aceptar con resignación bíblica por el hecho de que se integra en un orden de cosas establecido desde hace mucho y que sigue prevaleciendo. En realidad no hay nada que pueda impedir a los productores de una comunidad libre decir, por ejemplo: "Somos un millón. Si decidimos que cada uno de nosotros trabaje 25 horas por semana utilizando en conjunto durante veinte millones de horas unos medios de trabajo determinados y una organización del trabajo dada, somos capaces de satisfacer nuestras necesidades elementales ahora y en un futuro previsible. Ahora bien, por medio de una racionalización de la tecnología y de la organización del trabajo, podemos intentar reducir nuestro tiempo de trabajo a veinte horas por semana en los próximos veinte años. Pensamos que ésta es la prioridad fundamental. Cierto que hay aún necesidades suplementarias por satisfacer, pero no estamos dispuestos a trabajar actualmente más de cinco horas diarias y más de cuatro en veinte años para satisfacer esas necesidades adicionales. Así, pues, decidimos que la semana de trabajo será de 25 horas por semana de momento, que gradualmente intentaremos reducir a veinte horas durante los proximos años, incluso si esto implica que algunas necesidades de segundo orden no sean satisfechas". ¿Sobre la base de qué principios económicos o éticos razonables y convenientes se podría negar a los productores directos el derecho a decidir sobre este tema?

Elijamos una rama de la producción social cualquiera. La de las herramientas industriales, por ejemplo. Cada empresa fabricante de una gama más o menos amplia de estos productos conoce a las de su competencia. Sus directivos no saben cómo ni cuanto, pero sí qué es lo que fabrican sus competidores y a qué clientes venden sus productos. El campo de batalla de esta competencia está localizado en las empresas que compran y utilizan esos bienes de consumo productivo para fabricar bienes de consumo final. Estamos hablando de la relación mercantil directa entre grandes empresas productoras y consumidoras de herramientas, como la multinacional sueca de herramientas "Sandvik" y el conglomerado automovilístico "Daimnler-Crhisler", donde la ganancia del capital comercial ha desaparecido por completo. Esto no quiere decir que la competencia se mitiga o desaparece sino al contrario, se concentra en la disputa por las grandes operaciones de venta y, por tanto, recrudece. En esta guerra comercial, cada marca debe destinar tiempo de trabajo en ingentes recursos materiales y humanos para montar una vasta red de comercialización con su respectivo ejército de agentes en su doble función de vendedores y espías industriales.

Cuando una de las grandes empresas productoras de herramientas incorpora una tenología nueva a uno de sus productos, antes de que este adelanto se generalice debe pasar victorioso por el campo de batalla de la competencia con sus homólogas fabricantes del mismo producto, cada una pugnando por proteger y proyectar su marca. Para ello es necesario preservarse del espionaje industrial y al mismo tiempo vencer la resistencia de sus competidores y la inercia de la constumbre en el uso de lo ya obsoleto por parte de los consumidores, tarea que dura varios años hasta que la nueva técnica incorporada al producto se entroniza definitivamente en el mercado y pasa a reducir el tiempo de trabajo necesario de los productos para los que se utiliza.

Una vez superado el cretinismo de la propiedad privada burguesa y el consecuente divorcio entre producción y consumo, la movilización de los enormes recursos humanos y materiales que demandan las distintas pulsiones particulares de las empresas capitalistas vendedoras en competencia mutua para incidir sobre los consumidores, pierde toda razón de ser y desaparece. Su lugar en la historia es ocupado por la alternativa relación libre, democrática, solidaria, inteligente y activa entre los productores-consumidores asociados de las distintas empresas socializadas en cada rama industrial. Esta nueva relación de producción dominante tiende a borrar todo vestigio de atávicos prejuicios respecto de la innovación en el uso de los distintos medios de trabajo y en la organización fabril, lo cual demuestra por partida doble la ventaja tecnológica potencial relativa del socialismo como sistema social históricamente superador del capitalismo.

Siguiendo con el ejemplo de la relación funcional entre las industrias de la herramienta y automotriz, una vez desaparecido el aislamiento entre las distintas empresas otrora competidoras junto con el despotismo patronal en la producción y las coacciones de la publicidad masiva sobre el consumo final (de automóviles); usufructuando ya la herencia planificadora resultante de la socialización objetiva del trabajo preexistente bajo el capitalismo, ¿pueden o no los productores directos saber de cuantas horas de trabajo colectivo anual disponen dado el estado actual de la técnica y la organización del trabajo en cada rama de la industria?; ¿pueden o no distribuir las horas de trabajo entre la población activa?; ¿pueden o no determinar qué parte de la población consumidora no tiene las necesidades elementales resueltas? ¿pueden o no decidir que lo prioritrio pasa por el objetivo inmediato de que toda la población pueda acceder a esas necesidades?; pueden o no organizar la producción según ese objetivo? ¿pueden o no combinar democráticamente el máximo de satisfacción del conjunto de las necesidades, con un mínimo de trabajo de los productores? ¿qué puede impedir el hecho de que se debata y decida libre y democráticamente entre todos los ciudadanos si la industria automotíz ha de privilegiar o no la fabricación de vehículos de transporte colectivo?; ¿qué puede impedir el hecho revolucionario de que los consejos obreros de la industria de la herramienta en relación directa y totalmente transparente con los consejos obreros de la industria automotriz, constituyan un gran centro de investigación al servicio del progreso técnico en ambas industrias y la calidad de vida de todos?; ¿qué puede inpedir el hecho de que los congresos de consejos obreros de la industria automotriz decidan por mayoría (más probablemente por consenso), la asignación de los recursos para la fabricación de vehículos automotrices, una vez que los objetivos del consumo de estos vehículos han sido decididos democráticamente ex ante por otros organismos cívicos más amplios? Es que, los delegados con mandato expreso en un congreso como éste no podrían decidir sobre el tema con más idoneidad y eficacia que cualquier tecnócrata o que un ordenador, puesto que conocen su industria y pueden tener en consideración una cantidad de imponderables que ningún mercado ni ningún comité de planificación central introducirá en sus cálculos salvo, en la mejor de la hipótesis, por pura casualidad?:

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notas

nota 9

Artículo 23:

1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre eleccción de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias, de trabajo y a la protección contra el desempleo.

    1. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
    2. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualquiera otros medios de protección social.
    3. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Artículo 24

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25

    1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, viudez, invalidez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
    2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social

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