09. La falacia del exceso de crédito como presunta causa de las crisis capitalistas

A quien le interese saber hasta dónde se remonta en el tiempo la fábula de que las crisis se producen por el exceso de crédito, decirle que Emil Lederer (1882-1939) fue un socialdemócrata clásico especialista en economía capitalista planificada, y que según reporta Henryk Grossmann en carta que remitió a Paul Mattick desde París el 1º de noviembre de 1933, para Lederer al igual que para colegas coetáneos suyos como Hilferding, Feiler y Heimann:

<<Basta controlar el crédito para que la economía (capitalista) se desarrolle progresivamente (sin interrupciones) más allá del capitalismo. Lederer no llegó a la idea del control sobre los bancos formulada por Hilferding (se quedó en el control sobre el crédito). En Hilferding, el supuesto del control sobre los bancos es el primer acto de la mayoría parlamentaria socialista del 50% + 1 de los diputados, mayoría que algún día debería conquistarse en las elecciones. El buen Dios y Hitler han destruido este hermoso sueño. Lederer quiere llevar a cabo en el campo capitalista, un control de los créditos —luego, en un futuro lejano, también el control de toda la economía. Lástima que haya ido a Estados Unidos demasiado tarde, ahora que los planes rooseveltianos de un control de la economía estallan por todos los costados…>> (H.Grossmann.: “Ensayos sobre las teorías de las Crisis”. Apéndice. Ed. PyP/1979 Pp. 266. Lo entre paréntesis nuestro)

Al margen de estas diferencias de matiz, tanto Lederer como Hilferding y demás socialdemócratas, se creyeron el mito de la transición "democrática" del capitalismo al socialismo sin ruptura política con el sistema basado en la propiedad sobre los medios de producción. Esta fábula se puso a prueba durante la década de los años treinta del siglo pasdado en EE.UU., cuando tras haber ganado las elecciones en 1932, el gobierno de Roosevelt también atribuyó la crisis que estalló en 1929 a un crecimiento “desmedido” del crédito, de cuyo fracaso responsabilizó a su predecesor, el cuáquero y republicano Edgar J. Hoover. Para supuestamente combatir la especulación regulando el crédito, el gobierno de Roosevelt dictó en 1933 llamada Banking Act (Ley bancaria), forzando a que los bancos aumenten sus reservas de dinero (encaje bancario) para garantizar su solvencia en todo momento. Para ello se creó la Comisión Nacional del Mercado de Valores cuyo cometido fue controlar la emisión especulativa de acciones. Y para controlar las operaciones de intercambio bursátil fue creada la "Securities and Exchange Comision". Un gran embeleco que no sirvió para nada, porque aquella crisis, como todas las precedentes, solo se pudo superar mediante la masiva destrucción del capital sobrante y el genocidio de 40.000.000 de personas a escala internacional durante la Segunda Guerra Mundial, según los cálculos más optimistas.

Los políticos de entonces —y como está visto mucho más los de hoy— dadas sus mayores limitaciones de clase burguesa y su irresistible propensión a vincular su carrera en las instituciones civiles y estatales con su personal enriquecimiento, jamás han querido comprender que en una economía capitalista el crédito sano, es una variable dependiente de la producción material. Pero solo en la fase de recuperación del ciclo industrial inducida por una tasa general de ganancia media creciente, porque solo así es posible que la producción y el poder adquisitivo general de todos los miembros de la sociedad aumente sin interrupciones, aunque para unos naturalmente más que para otros. En tales condiciones fluye dinero prestable en abundancia y a bajo interés; la oferta de dinero a crédito es inducida por el incremento de la producción material con ganancias extraordinarias que gobierna tanto la demanda de bienes como la de dinero a crédito, mediante la circulación de letras de cambio y demás formas de capital-dinero como medio de pago a plazo visto.

Pero desde el momento en que el proceso de acumulación alcanza el punto de inflexión entre la expansión y la crisis —porque la Tasa General de Ganancia Media comienza a descender— crecientes partes del plusvalor obtenido y realizado por el capital productivo bajo la forma de capital-dinero se independizan de la producción desviándose hacia la pura especulación, cuando la tasa de ganancia en descenso no compensa todo ese capital adicional (plusvalor) disponible para inversión productiva. Tal es la condición propicia para que proliferen distintas modalidades de capital ficticio fraudulento creadas por la ingeniería financiera para la pura especulación. Como se ha podido comprobar en todas las crisis pretéritas —y ésta no hace más que confirmarlo. Es el momento en que gran parte del sistema bancario y los organismos estatales de supuesto control político anticíclico del crédito, se tornan necesariamente desleales a tales principios políticamente proclamados de acción preventiva de la crisis por parte de los poderes públicos. ¿Por qué se tornan necesariamente desleales?:

1) Porque las condiciones objetivas favorables de la coyuntura cíclica expansiva, dejan de incentivar la inversión de capital productivo y alientan las de tipo especulativo y,
2) Porque la superestructura ideológica y política —incluyendo naturalmente el comportamiento de los políticos profesionales que militan en los partidos eventualmente a cargo de los gobiernos de turno— están necesaria e irresistiblemente comandados por los propietarios de los medios de producción y de cambio desde la sociedad civil y no al contrario como falsamente se suele pregonar. Todos ellos constituidos en una especie de Sociedad Anónima de poder fáctico dictatorial, al que los mismos políticos —a dúo con los periodistas venales—, encubren bajo el eufemismo —ahora tan en boga— que han dado míticamente en llamar los mercados.

Y cuando el capital-dinero se independiza de la producción y elige al suelo edificable como el más oportuno objeto de su especulación, entonces la renta territorial aumenta a caballo de la demanda de suelo, y el “tándem” que pedalea como en un “sprint” final en dirección al estallido de la crisis, es la relación entre la tasa de interés y la renta territorial actuantes en la esfera de la circulación que, incrementa los precios de la vivienda y acaba reventando la burbuja. Este último fenómeno es el que se pone de manifiesto inmediatamente antes de que la burbuja especulativa reviente.

Pero la causa de que se produzcan estas interrupciones violentas en el curso de los negocios, no está en la esfera de la circulación sino en la producción; no en el exceso de crédito que los bancos y las promotoras inmobiliarias ofrecen especulando con la construcción de viviendas, a la vista de su precio creciente inducido por el aumento de la demanda. No. La verdadera causa oculta de esa forma de manifestación, radica en el exceso de capital productivo especialmente medios de trabajo (máquinas, herramientas y materias primas), respecto del rédito obtenido que resulta ser insuficiente. Es la dificultad cada vez mayor para seguir creando una masa de ganancia adicional cada vez menor que justifique contablemente la desproporcional inversión necesaria para producirla. Aquí radica la causa de las típicas crisis capitalistas. [1]

Para que el crédito de circulación se pueda ampliar indefinidamente sin burbuja especulativa que acabe reventando, también debe aumentar el plusvalor en mayor proporción respecto de lo que cuesta producirlo, exigencia que resulta ser económica y matemáticamente imposible, dado que la lógica objetiva del sistema capitalista no lo permite. Y no lo permite porque el plusvalor se nutre del salario, que no es, precisamente, la gallina de los huevos de oro. Tal es la contradicción insalvable de este modo de producción que, por tal causa, no puede ser eterno como se nos quiere hacer creer, sino históricamente transitorio.

Este proceso se cumple fatalmente y no es una pura contingencia, porque la tendencia del capital a la producción ilimitada de plusvalor a expensas del salario —mediante el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo—, choca inevitablemente en la esfera de la circulación con su otra tendencia, a disminuir relativamente el poder adquisitivo o capacidad de cambio de los salarios, respecto de la ganancia de los capitalistas.

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[1] Y esto no sucede en la industria especulativa de la construcción, sino en las de mayor composición orgánica de capital, donde un menor número de operarios ponen en movimiento un mayor volumen de más eficaces y costosos medios de trabajo, para procesar un todavía mayor valor en materias primas.