10. Decremento de la Tasa de Ganancia y crisis

Y el caso es que este empeoramiento relativo de la capacidad de cambio de los explotados respecto de los explotadores, no sucede en la esfera de la circulación, es decir, en el mercado, donde esas condiciones se negocian y contratan entre la patronal y los asalariados, sino en el ámbito de la producción. ¿Cómo? Aumentando la productividad del trabajo. De este modo, se reduce la parte de la jornada laboral (Tn.), en que los asalariados trabajan para producir el equivalente a su salario, extendiendo así la parte en que trabajan gratis para a sus patronos (Pl.), claúsula que, naturalmente, no figura en ningún contrato de trabajo. O sea, que en la relación (Pl./Tn.) aumenta el plusvalor (Pl.) en detrimento del salario o trabajo necesario (Tn.), aun sin menoscabo de su poder adquisitivo, que el progreso de la fuerza productiva deja intacto, suponiendo que los precios en dinero permanezcan constantes.

Así las cosas, a medida que la tasa de explotación (Pl./Tn.) aumenta y el proceso de acumulación progresa a instancias del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, el plusvalor aumenta, pero cada vez menos. Porque lo hace a expensas del salario. Y esto es así, dado que, por naturaleza, la jornada de labor colectiva no puede sobrepasar las 24 Hs. de cada día, lo cual implica que cuanto mayor es la parte de trabajo necesario que la burguesía logra convertir en trabajo excedente (creador de plusvalor) mediante una mayor productividad incorporada a los medios de trabajo, menor es necesariamente lo que resta de salario para ser convertido en ganancia y menor, por tanto, el incremento del capital en sucesivas rotaciones. Resumiendo: cuanto más se incrementa el trabajo excedente o plusvalor (Pl.) en detrimento del trabajo necesario (Tn.), menor es la participación relativa de los trabajadores en el producto de su trabajo, pero menor también es el remanente de salario susceptible de ser convertido en plusvalor capitalizable. Ergo, el plusvalor aumenta pero cada vez menos, al mismo tiempo que el coste derivado del mayor número de medios de producción más eficaces y costosos necesarios para convertir sucesivas partes de salario —más y más reducidas— en plusvalor capitalizado, se encarece. El resultado de este proceso es que la Tasa General de Ganancia como relación entre el plusvalor obtenido y lo que cuesta producirlo, necesariamente desciende. O sea, que esta conclusión tampoco es una contingencia. Hasta que no compensa seguir inviirtiendo el plusvalor acumulado y se desencadena la crisis de superproducción de capital. Aunque todavía no se ponga de manifiesto en la circulación.

Así, los obstáculos cada vez más formidables que el capital se pone a sí mismo en la esfera de la producción a instancias del aumento en la composición orgánica del capital —como relación históricamente creciente entre el capital constante y el capital variable, como condición de una mayor productividad— son los que aparecen en el mismo orden de magnitud en la esfera de la circulación, es decir, donde ese capital se realiza como último momento de cada rotación. Pero no porque exista un exceso de crédito, sino por insuficiencia relativa de plusvalor. [1] Es decir, porque el plusvalor obtenido no compensa toda la inversión necesaria para producirlo. Si el plusvalor pudiera incrementarse históricamente más de lo que aumenta el capital necesario invertido para producirlo la Tasa de Ganancia crecería indefinidamente y las crisis no serían posibles, por más exceso de crédito que haya en la esfera de la circulación. En el caso de que este supuesto fuera posible, entonces SI que sujetos como Francis Fukuyama tendrían razón y la historia humana como historia de la lucha de clases hubiera terminado. Pero para desgracia de los explotadores, la lógica del capitalismo no les favorece. Este sistema de vida es, por necesidad histórica objetiva, inevitablemente transitorio y para su fin solo es cuentión de tiempo. ¿Cuanto? El que los explotados tardemos en comprender este orden de cosas y nos resulte insoportable seguirlo tolerando. Tal es la situación que nos empujará a ponerle término. De lo contrario, el capital seguirá pasando por encima de todos los límites que él mismo se ponga. Que serán cada vez más dolorosos y difíciles de superar, no tanto para ellos como para nosotros y nuestros hijos.

Tras el estallido de la burbuja crediticia en que se manifiesta cada crisis, el dinero a préstamo desaparece y en los mercados solo queda levitando el capital ficticio devaluado, al tiempo que la tasa de interés se dispara por un incremento de la demanda de dinero efectivo insatisfecha,dado que todo el mundo lo reclama no para inversión productiva de ninguna naturaleza, porque no es posible, sino para hacer frente a deudas ya vencidas exigibles:

<<En tiempos de crisis la demanda de capital de préstamo, y por ende la tasa de interés alcanza su máximo; la tasa de ganancia y, con ella, la demanda de capital industrial (para inversión productiva), en la práctica ha desaparecido. En esos tiempos cada cual pide prestado para pagar, para cubrir compromisos ya contraídos>>. (K. Marx: Op. Cit. Libro III cap. XXXII. (Lo entre paréntesis nuestro)

Observando este proceso, es fácil deducir que en el punto de inflexión entre la expansión y la crisis, la tasa de ganancia no compensa todo el capital adicional (plusvalor) obtenido para ampliar la producción, y parte de él no se invierte y fluye hacia la pura especulación. Inmediatamente después de la crisis, no es que en la esfera de la producción el empleo de trabajo explotable aumenta menos que el capital constante que lo emplea, sino que deja de crecer e incluso disminuye inmovilizando los medios de producción que hasta ese momento ponía en movimiento, de modo que la economía real entra en recesión y el pauperismo social se profundiza y extiende.

Desde el punto de vista del sector patronal que vive del comercio mayorista, la demanda de medios de producción se retrae y presiona sus precios a la baja. Si un almacenista de maquinaria o de materias primas deja de colocar sus stocks, no puede descontar las letras correspondientes a esa venta esperada, al mismo tiempo que debe hacer frente al pago de letras ya vencidas que emitió o “libró” en su momento para poder realizar compras anteriores que ahora no puede pagar. En tales condiciones, sólo podrá cumplir con los primeros vencimientos del capital que mantiene inmovilizado, si dispone de un fondo líquido de reserva. Pero una vez agotado éste, deberá malvender su stock acumulado —si puede— y, además, acudir a su banco para pedir un préstamo o girar en descubierto. Pero como a todos los almacenistas les pasa lo mismo, la demanda de dinero a aumenta mientras la oferta se resiente hasta desaparecer y la tasa de interés sube.

Inmediatamente después del “crash” esta situación se generaliza a todo el comercio mayorista, especialmente al sector productor de bienes de producción. El crédito de confianza basado en las letras de cambio, se retrae bruscamente porque el flujo y reflujo del capital en circulación se ha interrumpido en la forma mercantil (M’) y la fase M’-D’ no se realiza en toda su masa de valor sino a precios más bajos si es que se logra.

Por tanto, si el interés que permite capitalizar el dinero bancario es una deducción de la ganancia producida por el capital industrial, es lógico y razonable que esta última parte del capital global ralentice su crecimiento y la primera sufra las mismas consecuencias. Al aumento de la demanda de dinero prestable —no para la producción sino para el pago de deudas a plazo ya vencido— se le suma la retracción de la oferta, lo cual presiona todavía más al alza del tipo de interés. Pero el crédito se restringe también por falta de confianza en el mercado ante la inseguridad generalizada por la enorme dificultad —cuando no imposibilidad— de cancelar las deudas contraídas:

<<En tiempos de estrechez, la demanda de capital de préstamo es una demanda de medios de pago, y absolutamente nada más; de ninguna manera es una demanda de dinero en cuanto medio de compra (Se refiere a que no es una demanda de dinero crediticio para inversión productiva o para el comercio. Y esto lo aclara Marx seguidamente) El tipo de interés puede elevarse muchísimo, sin que importe si el capital real —capital productivo y capital mercantil— se halla disponible en exceso o si hay escasez del mismo. La demanda de medios de pago (por solicitud de crédito a los bancos) es mera demanda de convertibilidad en dinero (para hacer frente a los compromisos de pago pendientes) en la medida en que los comerciantes y productores puedan ofrecer buenas garantías.>> (K. Marx: Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

Esta demanda generalizada de dinero para pagar deudas, dispara la tasa de interés que, en muchas ocasiones se ha puesto por encima de la tasa de ganancia, amenazando con colapsar todo el aparato productivo de la sociedad. En tales circunstancias, el precio de las acciones desciende en proporción al aumento de la tasa de interés, lo cual desvaloriza el capital real que las acciones devaluadas de las más grandes sociedades anónimas representan en el mercado bursátil. A esta presión objetiva que induce al descenso de las cotizaciones bursátiles, se suma la decisión de muchos capitalistas propietarios de títulos que se desprenden de ellos para hacer frente a los pasivos exigibles generados por sus empresas (pagos por deudas contraídas), así como los pequeños rentistas (asalariados, pensionistas, autónomos, etc.) que se apresuran a malvender sus papeles. Hasta que el exceso de oferta acaba por provocar el derrumbe de las cotizaciones:

<<De lo dicho se desprende que en épocas de crisis y en general, en las paralizaciones de los negocios, el capital-mercancías pierde en gran parte su cualidad de capital-dinero potencial (porque se devaloriza). Y lo mismo ocurre con el capital ficticio, con los títulos y valores rentables, en la medida en que circulan en Bolsa como capitales-dinero. Su precio baja a medida que sube el tipo de interés. Baja asimismo por la escasez general de crédito, que obliga a sus poseedores a lanzarlos en masa al mercado para conseguir dinero. Y, finalmente, tratándose de acciones, baja unas veces al disminuir las rentas que dan derecho a percibir y otras veces como consecuencia del carácter especulativo de las empresas que con harta frecuencia representan. Este capital-dinero ficticio disminuye enormemente en épocas de crisis y, con él, el poder de sus poseedores de obtener dinero en el mercado a cuenta de él. Sin embargo, la disminución de la cotización en dinero de estos títulos y valores en los boletines de cotización no tiene nada que ver con el capital real que representan y sí mucho, en cambio, con la solvencia de sus poseedores>> (Op. cit. Libro III Cap. XXX)

En este momento hacen su aparición los pocos grandes capitales especulativos que adquieren esos títulos desvalorizados a la espera de venderlos cuando el mercado se recupere. De este modo, la bolsa se revela como uno de los mecanismos más eficaces al servicio de la centralización de los capitales (acaparamiento de su propiedad por una minoría cada vez más minoritaria de capitalistas) en perjuicio del incauto y ocasional pequeño ahorrista especulador:

<<Hemos visto cómo en las fases desfavorables del ciclo industrial, el tipo de interés puede ascender a niveles tan elevados que, en algunos ramos aislados de los negocios, de situación particularmente desventajosa, por momentos devora por completo las ganancias. (...) Este es el momento en el cual los capitalistas dinerarios compran masivamente estos títulos desvalorizados, los cuales en las fases ulteriores pronto recobran su nivel normal y ascienden por encima de él. Entonces se desprenden de ellos, apropiándose de este modo de una parte del capital dinerario del público.>> (K. Marx: Op. Cit. Libro III Cap. XXXI)

En efecto, pasado el momento de la crisis donde la tasa de interés alcanza su máximo —porque la brusca interrupción de los flujos y reflujos de mercancías provoca un exceso de demanda de dinero solo como medio de pago—, durante la recesión la sobreoferta de medios de producción (máquinas, y materias primas) hace descender sus precios por debajo de sus valores reales y la competencia intercapitalista se agudiza, propiciando que las grandes y medianas empresas más fuertes absorban a las más débiles, al tiempo que gran número de las pequeñas quiebran y desaparecen proletarizando a sus dueños. Por otra parte, la desinversión de capital adicional provoca el paro masivo, los costes salariales bajan y el gasto para consumo final ronda los niveles históricos más bajos desde la segunda postguerra, mientras que los intercambios y las mutuas obligaciones se ajustan paulatinamente al descenso de la producción y va cediendo tanto la demanda de dinero para el pago de deudas pendientes, como el crédito para inversión. En esta situación se encuentra hoy la absoluta mayoría de los 115.000.000 de habitantes que aproximadamente suman las poblaciones de España, Grecia, Irlanda, Italia y Portugal. Pero los políticos de los principales partidos, a coro con los grandes empresarios, siguen instándonos al sacrificio para calmar a "los mercados" como única alternativa posible para salir de la crisis, en nombre del más promotedor futuro que la publicidad del sistema dibuja en las ondas de radio y televisión para nosotros....:

<<...hasta que se presente una situación que no permita volverse atrás y las circunstancias mismas griten: demuestra lo que eres capaz de hacer>> (K. Marx: "El 18 Brumario de Luis Bonaparte" Cap. I . 1852):

1) Expropiación de todas las grandes y medianas empresas capitalistas sin compensación alguna.

2) Cierre de la Bolsa de Valores.

3) Control obrero permanente de la producción y de la contabilidad en todas las empresas.

4) De cada cual según su trabajo y a cada cual según su capacidad.

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[1] Y tampoco por un excedente de plusvalor invendible contenido en los bienes de consumo individual, como piensan todavía "los caballeros del sencillo sentido común" seguidores de Rosa Luxemburgo:

<<Decir que las crisis provienen de la falta de un consumo en condiciones de pagar, de la carencia de consumidores solventes, es incurrir en una tautología cabal. El sistema capitalista no conoce otros tipos de consumidores que los que pueden pagar, exceptuando el consumo sub forma pauperis (propio de los indigentes) o el del "pillo". Que las mercancías sean invendibles significa únicamente que no se han encontrado compradores capaces de pagar por ellas, y por tanto consumidores (ya que las mercancías, en última instancia, se compran con vistas al consumo productivo o individual. Pero si se quiere dar a esta tautología una apariencia de fundamentación profunda diciendo que la clase obrera recibe una parte demasiado exigua de su propio producto, y que por ende el mal se remediaría no bien recibiera una fracción mayor de dicho producto, aumentando su salario, pues, bastará con observar que invariablemente las crisis son preparadas por un período en el que el salario sube de manera general y la clase obrera obtiene realiter [realmente] una porción mayor del producto destinado al consumo [aun cuando crecientemente menor respecto de la parte que se apropia la burguesía a expensas de su trabajo]. Desde el punto de vista de estos caballeros del "sencillo" (!) sentido común, esos períodos, a la inversa, deberían conjurar las crisis. Parece, pues que la producción capitalista implica condiciones que no dependen de la buena o mala voluntad, condiciones que sólo toleran momentáneamente esa prosperidad relativa de la clase obrera, y siempre en calidad de ave de las tormentas, anunciadora de la crisis.>> (K. Marx: "El Capital" Libro II Cap. XX)

Esto pone de manifiesto incontrovertiblemente, que los límites periódicamente insuperables del capitalismo, tampoco están en la supuesta imposibilidad de la burguesía para realizar o vender las mercancías de consumo final en la esfera de la circulación por falta de poder adquisitivo de los explotados, tal como así lo han entendido no pocos teóricos “subconsumistas” creyendo así explicar las crisis. Esos límites están en el insuficiente plusvalor obtenido en relación con el capital necesario para producirlo, que resulta ser, de tal modo, supernumerario o excedentario y debe ser desvalorizado o directamente destruido. Incluyendo el capital variable o salarios encarnados en quienes personifican esa categoría social de asalariados.