Epílogo

En sus dos últimos correos del 21 y 22 de mayo, Astarita hizo algunas críticas a falta de responder porque nosotros dimos por terminada la polémica, pero sobre las que consideramos necesario hacer algunas precisiones.

1) Acerca de que no decimos la verdad afirmando que en sus esquemas nuestro interlocutor ocasional no consideró el aumento absoluto de la masa laboral, nosotros nos referimos a que no lo hizo hasta después de que le observáramos haber omitido respetar ese importante y elemental requisito de la Ley General de la Acumulación Capitalista. El error por deliberada vulneración o desconocimiento de la Ley, aparece de entrada en su adjunto a su primer correo remitido el 10/12/2010 que nosotros hemos reproducido textualmente, donde la inversión en salarios manteniendo intacto su poder adquisitivo pasa de 45 a 41,4. Pero no fue solo esto. Tampoco tuvo en cuenta el profesor Astarita, que para garantizar el desarrollo de la fuerza productiva, el capital constante debe aumentar más que el capital variable y no descender menos, como hizo él después de no haber acumulado en la segunda rotación los 50s producidos en la primera, de modo tal que de un capital inicial de 300 el burgués imaginario de su ejemplo, pasó a contar con 270 unidades monetarias, 30 menos que en la primera, todo un despropósito desde la perspectiva del “derecho humano” fundamental para cualquier explotador de trabajo ajeno. Por tanto, no es cierto, como ha dicho, que “en mis ejemplos supongo que el trabajo vivo no disminuye en términos absolutos, sino AUMENTA”.

Todavía en su correo del 24/04/2010 este señor, seguía suponiendo lo contrario, después de que el 18/04/2010 le pusiéramos delante suyo negro sobre blanco los fundamentos de la Ley General de la Acumulación Capitalista, que un presunto reputado marxista como él, debiera saber de memoria. Todavía en el ejemplo que expone en el adjunto a su correo del 29/04/2010 se siguió ratificando en su misma noción equivocada sobre la teoría de la población de Marx, al suponer que el progreso en la fuerza productiva del trabajo se expresa en una reducción absoluta del empleo en trabajo vivo.

2) Respecto de su observación en cuanto a que, en el “contraejemplo” que ofrecimos —a expreso pedido suyo— en nuestro correo del 28/04/2010 a las 18:00 Hs. incrementamos el capital constante “a voluntad sin especificar qué criterio de cambio tecnológico se está empleando”, lo que hicimos “a voluntad” es respetar el criterio del cambio tecnológico comprendido en la Ley General de la Acumulación Capitalista según la cual, la inversión en capital constante debe aumentar progresivamente más que la inversión en salarios (ver su ejemplo), y que el plusvalor se incrementa cada vez menos. En la “rotación Nº 3” de nuestro “contraejemplo”, el incremento del capital constante fue de 1 punto porcentual pasando del 22,68% al 23,69%, mientras que el incremento del capital variable se contrajo un punto y medio: del 9,18% al 7,67%, cumpliendo así el requisito básico para el desarrollo de la fuerza productiva, según el cual, un menor número de asalariados debe poner en movimiento un mayor número de medios de trabajo para procesar más materias primas por unidad de tiempo, mientras que el incremento del plusvalor se redujo en - 3,9%.

3) Astarita parece haberse ofendido porque calificamos a su colega investigador, Nobuo Okishio de Postmoderno. Esta filosofía decadente que caracteriza la etapa tardía o postrera del capitalismo, sostiene que no hay Leyes ni verdades universales sino simples interpretaciones que cada cual hace del mundo según le va en la feria y sostiene porque le parece y conviene. De ahí que para juzgar sobre la evolución de la tasa de ganancia este teórico japonés empezara por suponer que solo existe el capital circulante, del mismo modo que Astarita supone y pontifica —porque también le parece— que el cambio tecnológico se produce a causa de la competencia intercapitalista en la búsqueda de cada fracción del capital por ganancias extraordinarias, y que según progresa la acumulación el capital fijo en funciones aumenta de valor, aunque menos que la fuerza productiva del trabajo, que así crea siempre más trabajo excedente de lo que cuesta producirlo, más allá de los férreos límtes de la jornada de labor.

4) Sobre la veracidad de las estadísticas en cuyos patrocinadores Astarita parece tener confianza absoluta, decir, por ejemplo, que la Constitución norteamericana reconocía a los negros un peso estadístico de solamente 3/5 respecto a un blanco, mientras los indios no estaban siquiera incluidos en el censo, porque al no pagar impuestos su valor en el censo de población era ¡nulo! Esta metodología de la burguesía internacional —cuyos agentes a sueldo y prebendas manipulan los datos con estricto sentido de clase— sigue siendo esencialmente la misma; solo cambian las circunstancias históricas, los refinamientos técnicos para enmascarar la realidad y los encargados de sistematizar convenientemente la información según se suceden unos a otros generación tras generación. Para que los datos resulten ajustados a la realidad, se necesita un sistema de registros exhaustivos en tiempo real. Pero los burgueses siempre estuvieron amparados por el imperativo ético de la “libertad individual” y el “derecho a la intimidad”, que los marxistas sinceros conocemos por secreto comercial; tanto más hermético e inviolable, cuando mayor es la masa de capital particular en funciones y su consecuente proyección político-institucional. En circunstancias normales, con tendencia al alza de la tasa de ganancia, la burguesía logra integrar consensualmente a su clase subalterna. Es decir, asimilarla a su sistema filosófico, ético y moral de dominación sutilmente introyectado en sus conciencias bajo la forma de lo verosímil. Así, los datos de todo tipo compilados según determinados criterios que les otorguen oportuno y conveniente sentido, conforman la llamada opinión pública. ¿Criterios y sentido de qué? De clase social dominante, la que tiene el monopolio de la información y la difunde discrecionalmente “urbi et orbi”, naturalmente. Luego, para que algo de lo cual se informa adopte la modalidad adecuada de conocimiento, debe ser integrado en ese sistema de creencias del sujeto subalterno. ¿creencias en qué? En la autoridad institucional de la cual emana tal información que así se consagra estadísticamente como “verdadero” conocimiento universalmente válido, cuando en el fondo se trata de una metamorfosis de la creencia en confianza sobre lo que así es muy difícil desencriptar para saber fehacientemente hasta qué punto es falso lo que se nos presenta como fidedigno. La reforma del sistema inglés de estadística, se hizo bajo el eslogan: “estadística, una cuestión de confianza”. Por estas razones nosotros jamás aceptamos cualquier estadística sobre la evolución de la tasa de ganancia, o cualquier otro dato como objeto pensado de la realidad socio-económica, que contradiga los fundamentos científicos que permiten explicar su movimiento. Más aún cuando quien pretende recusar empíricamente las conclusiones de tales fundamentos, se muestra incapaz de rebatirlos en el terreno teórico; tal fue el comportamiento de Astarita en este debate: renunciar deliberadamente a incursionar en el suelo granítico del Materialismo Histórico —escamoteando sus fundamentos para tergiversar la realidad—, así como a exponer las reglas que presiden la metodología estadística con la que llegó a un resultado distinto del científicamente previsto por Marx, partiendo de una misma base de datos. Si tal como ha dicho, Astarita admite tener “problemas con las estadísticas” a la hora de “analizar la evolución de la tasa de ganancia”, pero piensa que no es “porque el BEA tenga un especial interés en mentir acerca de los beneficios de las empresas”, sino que los datos de que dispone “no terminan de encajar” en lo que él necesita “para calcular la tasa de ganancia ‘a lo Marx’”, aunque no obstante piensa que puede “calcular aproximaciones a la tasa de ganancia”, y que, “Lo importante sin embargo es que muchas de estas series” pueden darle “una idea de las tendencias de evolución”, según las cuales dice estar convencido de que la tasa de ganancia no tiende históricamente a bajar, debemos decirle que nosotros no podemos ni queremos resolver estos dilemas y contradicciones propias de su evidente transversalidad ideológica.

5) Astarita afirma que “la sobreacumulación de capital no es prueba de que la tasa de ganancia haya estado cayendo en las décadas (una, dos o tres) que preceden a la crisis de sobreacumulación”. Y alude repetidas veces a la crisis de 1846-47, diciendo que Marx “….en ningún momento pretende que esa crisis haya sido el producto de una caída de largo plazo (digamos desde 1820 o 1830) de la tasa de ganancia”. Cierto, para verificar los cambios de tendencia Marx a lo sumo habló de seis o siete años. Pero, entonces ¿por qué este señor creyó probar que la tasa de ganancia no baja exponiendo solo dos rotaciones? “Los estudios históricos de que disponemos —sigue Astarita— parecen darle la razón a Marx sobre que la aceleración de la sobreacumulación se produce a partir de 1844-45”. Y que “…Marx jamás menciona esta crisis como una prueba de que la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia estuviera en el origen de la sobreacumulación que provoca esa crisis. ¿Por qué? ¿Pueden responder a esta sencilla pregunta?”

Para responder a esta pregunta específica y, en general, a los procesos de acumulación y sobreacumulación ocurridos en Europa, se hace necesario un capítulo aparte. Sí. Efectivamente, el proceso de acumulación en Inglaterra a partir de 1844-45 —que desde 1837 venía exportando a la India decenas de millones de yardas en tejidos de muselina— se aceleró a raíz de la guerra del opio que abrió al comercio inglés el mercado de China, brindando una nueva coyuntura para la expansión que se hallaba ya en auge, sobre todo la de la industria algodonera, lo cual dio pábulo a la construcción de nuevos ferrocarriles. Si Marx en ningún sitio alude a que esta crisis sobrevenida en 1847 se produjera como pura consecuencia de la acumulación en esas dos industrias, fue porque en plena expansión irrumpió súbitamente el fracaso de la cosecha de cereales en Irlanda, especialmente la patata, de gran consumo popular.

A raíz de ese fenómeno natural ajeno a la Ley del valor, y dados los compromisos de exportación de tejidos contraídos por Gran Bretaña con Oriente, reporta Marx que a los países exportadores de alimentos sólo era posible pagarles en una proporción muy pequeña de productos industriales. Para atender a estos pagos, fue necesario, pues, pagarles con metales preciosos por 9 millones, de los cuales salieron de las reservas del Banco de Inglaterra, con lo cual este país acusó un duro golpe a su libertad de movimiento en el mercado de dinero:

<<…los demás bancos, cuyas reservas se hallan atesoradas en el Banco de Inglaterra y coinciden en realidad con las reservas de este banco, hubieron de restringir también sus concesiones de crédito; la corriente de los pagos, que hasta entonces fluía rápidamente y sin dificultades, empezó a paralizarse, primero aquí y allá y luego con carácter general. El descuento bancario, que en enero de 1847 era todavía del 3 al 3½%, subió en abril, al producirse el primer movimiento de pánico, al 7%; en el verano volvió a producirse un pequeño alivio transitorio (6,5, 6%), pero ante el fracaso de la nueva cosecha, volvió a producirse el pánico, ahora con mayor violencia. El descuento mínimo oficial del banco subió en octubre al 7 y en noviembre al 10 % lo que quiere decir que la inmensa mayoría de las letras ya sólo podía descontarse a cambio de gigantescos intereses usurarios o no podía descontarse en modo alguno. La paralización general de los pagos hizo que diesen en quiebra una serie de casas de las más importantes y muchísimas empresas pequeñas y medianas; el propio Banco de Inglaterra se vio a punto de dar en quiebra a consecuencia de las restricciones que le habían sido impuestas por la astuta ley bancaria de 1844, hasta que el 25 de octubre, respondiendo a la presión de la opinión pública, el gobierno dejó en suspenso la ley, desembarazando así al Banco de las absurdas trabas legales que sobre él pesaban. Gracias a esto, pudo poner en circulación desembarazadamente su reserva de billetes, y como el crédito de estos billetes de banco se hallaba en realidad garantizado por el crédito de la nación y no había sufrido, por consiguiente, quebranto, la angustia de dinero se vio inmediatamente aliviada: claro está que aún siguieron dando en quiebra una gran cantidad de empresas grandes y pequeñas, cuya situación era desesperada, pero el punto culminante de la crisis había sido superado y en diciembre el descuento bancario descendió de nuevo al 5% y en el transcurso del año 1848 se preparó aquella animación renovada en los negocios que en 1849 había de embotar los movimientos revolucionarios del continente y que en la década del cincuenta se tradujo en una prosperidad industrial sin precedente, preludio del nuevo crack de 1857, (F. E.). (K.Marx: El Capital” Libro III Cap. XXV.)

De modo que, aun cuando la lógica del capital iba en la dirección prevista poco después por Marx, no llegó a ser ésta una crisis clásica pura de superproducción, dado que se vio precipitada por un factor natural ajeno a su lógica socioeconómica específica. Hecha esta aclaración solicitada por Astarita respecto de la crisis de 1847, decir que las crisis clásicas de superproducción de capital, pueden comprobarse a través los datos estadísticos relativos a la evolución de la Tasa General de Ganancia Media. Pero también y con el mismo rigor, por la evolución de la tasa de interés, o la exportación de capital.

En el caso de la evolución de la tasa de interés como indicador del movimiento en la Tasa General de Ganancia, hay que empezar por decir que el dinero a préstamo es una mercancía que relaciona a dos tipos de agentes: el prestamista dueño del dinero que lo ofrece a crédito o préstamo, y el prestatario dueño del capital productivo o comerciante que lo demandan con cargo a sus ganancias respectivas. El precio de esta mercancía llamada dinero a préstamo es la tasa de interés, de modo que cuando el prestatario devuelve el préstamo según el precio pactado que se llama tasa de interés, el dinero del prestamista, incrementado por el equivalente a dicha tasa, se convierte en capital sin haber sido producido por él sino por el prestatario a expensas del trabajo asalariado.

El precio máximo del dinero prestado puede llegar a ser igual a la magnitud total de la ganancia obtenida por el prestatario, que en tal caso sería = 0. Su mínimo es indeterminado. En la fijación de la tasa de interés entre ambos límites, influyen tanto los cambios operados por la tasa General de Ganancia Media, como la oferta y demanda del dinero prestable:

<<La tasa de interés depende: 1° de la tasa de ganancia; 2° de la relación con arreglo a la cual se reparte la ganancia total entre prestamistas y prestatarios" (Economist, 22 enero 1853 [p. 89]). (…) Allí donde se trata de repartir entre dos personas un todo dado, como es la ganancia, lo primero que importa conocer es, naturalmente, la magnitud del todo que se trata de dividir y ésta, la magnitud de la ganancia, se halla determinada por su cuota media. >> (K. Marx: “El capital” Libro III Cap. XXII)

Y dado que las variaciones del interés de los prestamistas de dinero se hallan, indudablemente, en razón inversa a las de la parte de la ganancia producida por los prestatarios que usan ese dinero:

<<Sí consideramos los ciclos de rotación en los que se mueve la industria moderna —estado de reposo, creciente animación, prosperidad, sobreproducción, crisis catastrófica, estancamiento, estado de reposo, etc.; ciclos estos cuyo análisis ulterior cae aquí fuera de nuestro campo de estudio, se descubrirá que mayormente un bajo nivel de interés corresponde a los períodos de prosperidad o de ganancias extraordinarias, el ascenso del interés corresponde a la línea divisoria (o punto de inflexión) entre la prosperidad y su trastocamiento, mientras que el máximo de interés hasta el nivel extremo de la usura corresponde a la crisis (cuando la tasa de ganancia media deja de compensar al capital en funciones). En el primer período inmediatamente después de una depresión, el dinero existe en abundancia y no hay especulación; en el segundo período, el dinero es abundante y la especulación frondosa; en el tercer período comienza a ceder la especulación y se busca el dinero para pagar deudas exigibles a corto plazo; en el cuarto período el dinero es raro y se inicia la depresión. A partir del verano de 1843 se observa un estado manifiesto de prosperidad; el tipo de interés, que en la primavera de 1842 era todavía del 4½% descendió en la primavera y el verano de 1843 al 2%, llegando en sep¬tiembre hasta el 1½% (Gilbart, A Practical Treatise on Banking, 5° ed., Londres, 1849, T. I, p. 166); más tarde, durante la crisis de 1847, subió hasta el 8% y aún más.>> (K. Marx: Op. Cit. Lo entre paréntesis nuestro)

Si tras el estallido de esta última crisis las tasas de interés no confirmaron este comportamiento, ello se explica porque los bancos en acuerdo con las instituciones Estatales cerraron por completo el grifo del crédito, especialmente el descuento de letras de cambio.

El otro indicador, que por el revés de la trama permite verificar el curso objetivo descendente de la Tasa General de Ganancia Media —en un determinado país o conjunto de países—, es el de la exportación de capital. De hecho Marx comprende a este fenómeno entre las “causas contrarrestantes” que retardan o enlentecen dicha tendencia al descenso de la Tasa de Ganancia Media, sin impedir que se imponga históricamente, es decir, que permiten verificarla.

Como hemos dicho, la sobreacumulación absoluta de capital no es otra cosa que la imposibilidad de capitalizar dinero ya incrementado, explotando trabajo ajeno, cuyo rendimiento resulta ser igual o menor que antes de su incremento. Este punto se alcanza en la esfera de la producción de cualquier país, cuando la tasa de ganancia media vigente allí —como relación entre el plusvalor obtenido de una determinada masa de capital invertido— impide que dicho plusvalor justifique económicamente lo que cuesta producirlo.

Según este razonamiento estamos insistiendo —con Marx— en que la acumulación de capital mediante la explotación de trabajo asalariado, es el principio activo fundamental impulsor del modo de producción capitalista que domina y preside todos los movimientos del sistema, tanto sus expansiones como sus contracciones. Pero esta lógica de la acumulación va mucho más allá de explicar las oscilaciones coyunturales periódicas del capital social global. Se trata de un movimiento secular o a largo plazo que atraviesa y comprende tales movimientos cíclicos coyunturales. Es, en palabras del mismo Marx, la tendencia histórica general de la acumulación capitalista. Y esta tendencia histórica general solo se explica tal como lo hizo Marx en los "Grundrisse", en “Teorías sobre la Plusvalía” y en distintos pasajes de “El Capital”.

En el Libro III, apartado V) del capítulo XIV desta última obra, donde se refiere a la causa contrarrestante del comercio exterior, Marx expone los mismos fundamentos que explican la tendencia decreciente de la Tasa de Ganancia (ante los cuales hemos puesto nosotros por dos veces a Rolando Astarita como si nada), al tiempo que nos remitía a la prueba de la práctica empírica supuestamente científica de sus datos estadísticos.

Fijémonos en lo siguiente que ha dicho Marx —como si estuviera participando de esta polémica— respecto de que:
a) el fundamento teórico-científico es el que permite verificar de forma preeminente la tendencia decreciente de la tasa de ganancia;
b) la prelación del fundamento teórico-científico sobre cualquier estudio estadístico.
c) el supuesto de la tasa variable del salario como única posibilidad de que la tasa de ganancia descienda, es un absurdo metodológico ajeno por completo a la lógica objetiva del capitalismo:

<<Segundo: la circunstancia de que en las mercancías individuales, cuyo conjunto constituye el producto del capital, el trabajo vivo adicional (salario+plusvalor) contenido en ellas se halla en proporción decreciente con los materiales de trabajo (materias primas y auxiliares, es decir, capital circulante) contenidos en ellas y los medios de trabajo (máquinas, edificios o tierra cultivable y herramientas, o sea, capital fijo) consumidos en las mismas, es decir, la circunstancia de que en ellas se halla objetivada una cantidad constantemente declinante (aunque no en términos absolutos sino relativos) de trabajo vivo adicional porque con el desarrollo de la fuerza productiva social se requiere menos trabajo para producirlas, tal circunstancia no afecta a la relación según la cual se divide en pago e impago el trabajo vivo contenido en la mercancía. Por el contrario. A pesar de disminuir el volumen global del trabajo vivo adicional contenido en ella, aumenta la parte impaga con respecto a la parte paga, por descenso absoluto o proporcional de la parte paga (aunque por eso mismo la parte impaga aumente cada vez menos); pues el mismo modo de producción que hace disminuir la masa global de trabajo adicional en una mercancía, se halla acompañada por el aumento del plusvalor absoluto y relativo. La baja tendencial de la tasa de ganancia se halla ligada a un aumento tendencial de la tasa de plusvalor, es decir, del grado de explotación del trabajo. Por ello, nada más absurdo que explicar la baja de la tasa de ganancia a partir de un aumento en la tasa del salario (tal como ha propuesto Nobuo Okishio en su teorema), aunque también este caso pueda darse excepcionalmente (pero en modo alguno sería ésta una causa objetiva atribuible al sistema económico burgués sino a algo extrínseco a él como es la lucha de clases, lo cual demuestra ser un supuesto ilegítimo por acientífico). Sólo la comprensión de las relaciones que constituyen la tasa de ganancia, capacitan a la estadística para efectuar verdaderos análisis acerca de la tasa del salario en diversas épocas y países (y naturalmente de la propia tasa de ganancia). La tasa de ganancia no disminuye porque el trabajo se haga más improductivo (aumentando los salarios, señor Okishio), sino porque (excluyendo a la lucha de clases del análisis, se demuestra de acuerdo con la realidad, que) se torna más productivo (y por tanto la participación de los salarios en el producido global de valor disminuye progresivamente). Ambas cosas, tanto el aumento en la tasa del plusvalor como la baja de la tasa de ganancia (por un mayor aumento histórico del capital constante respecto del plusvalor, es decir, de la productividad), solo son formas particulares mediante las cuales se expresa en el modo capitalista de producción la creciente productividad del trabajo.>> (Op. Cit. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).

¿A qué viene, pues, eso de suponer que si no es por la incidencia de la sobrecapacidad, la tasa de ganancia no baja lo suficiente como para provocar la crisis? Desde luego que a semejante conclusión solo se puede llegar pensando con la estrecha por interesada sesera de la burguesía usufructuaria de las ganancias extraordinarias que obtiene, introduciendo un cambio tecnológico en el mercado, hasta que se generaliza. ¿Qué es la sobrecapacidad sino una consecuencia de la productividad del trabajo en la sociedad burguesa, que induce al descenso de la tasa de ganancia dejando sin sentido económico a las estructuras productivas que entran en obsolescencia técnica antes de manifestarse la sobreproducción absoluta de capital productivo?

Lo repetimos: una cosa es lo esencial que da sentido y vigencia universal a la Ley General de la Acumulación Capitalista, y otra sus formas particulares de manifestación como es el caso de la competencia interburguesa y el movimiento de los precios que sintetizan en la Tasa General de Ganancia Media. Ambas en unidad dialéctica complementaria constituyen ese todo que es el objeto de la economía política. Pero como sucede en todas las demás disciplinas científicas, en Economía Política la Ley o principio activo de la sociedad burguesa no se explica ni puede comprenderse por sus formas de manifestación en la circulación del capital, es decir, por su propia existencia, sino yendo por medio de la abstracción a su esencia, donde reside —por así decirlo— su “centro neurálgico de operaciones” y allí se produce y distribuye a priori, lo que luego, “post festum” se reparte a instancias de la circulación.

Hecha esta necesaria y oportuna digresión para volver sobre la exportación de capital como otro de los indicadores de la realidad económica capitalista que verifican el descenso de la tasa de ganancia, decir que la insuficiente valorización del capital productivo como consecuencia de dicho descenso tendencial de la rentabilidad, aumentan la oferta del dinero ocioso haciendo bajar las tasa de interés. Marx explica ese fenómeno en el Tomo II de “Teorías sobre la Plusvalía” evocando lo sucedido en Inglaterra durante el otoño de 1862, donde en el mercado financiero londinense “existe dificultad de encontrar empleo para el exceso de oferta en dinero” prestable más allá de un exiguo 2% de interés. Y en “El Capital” cita un trabajo de Fawcett de 1865 donde éste vino a decir que el plusvalor acumulado en Inglaterra se divide en dos partes: la que se siguió invirtiendo en la industria y la que se exportó a otros países, aclarando que la segunda y no la primera constituyó anualmente la parte más importante de ambas. (Ver: K. Marx: “El capital” Libro I Cap. XXII punto 5)

Y según reporta Lenin en el Capítulo IV de "El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo", la exportación de capital de Inglaterra, Francia y Alemania aumentó entre 1862 y 1914 progresivamente

¿Cuál fue y sigue siendo la causa de este aumento progresivo de la exportación de capital por parte de los países más adelantados? Así como sostiene que el cambio tecnológico es causado por la competencia intercapitalista en busca de ganancias extraordinarias, si es consecuente con semejante idea Astarita dirá que la causa de que los capitales emigren de un país, está en la consecución de mayores beneficios. Esto supone entender que no existe límite objetivo alguno para la inversión productiva de capital en ningún país. Fue Marx quien, por primera vez, puso en evidencia esta falacia, demostrando la absoluta imposibilidad de una ilimitada inversión de plusvalor acumulado por parte de la burguesía de un mismo país. El plusvalor es un producto del trabajo. Pero el trabajo en cada país capitalista está limitado por su población explotada, de modo que de ella solo se puede extraer hasta una determinada magnitud de plusvalor. Pensar que el capital de un país puede ser aumentado con independencia de la masa de población explotada, equivale a imaginarse que el plusvalor no depende del trabajo. Y el caso es que eso no es verdad y que, según progresa la fuerza productiva del trabajo, la población explotada disminuye cada vez más respecto de los medios de producción que la emplean. O sea, que el capital invertido crece más rápidamente que la población explotada y, por tanto, que la magnitud de capital invertido en fuerza de trabajo empleado. Ergo, aunque la tasa de explotación aumenta, la tasa de ganancia desciende y, con ella la tasa de interés. Hasta que el proceso alcanza el momento —y ya lo hemos dicho— en que se produce lo que Marx ha denominado “sobreacumulación absoluta”, que es cuando un capital hasta cierto punto incrementado, produce igual o menos plusvalor que antes de su incremento. Esta sobreacumulación absoluta puede producirse con una alta masa de ganancia adicional; lo que importa no es la masa absoluta del plusvalor adicional, sino su relación con el capital incrementado que se invirtió para producirla, es decir, que esa nueva masa absoluta de ganancia sea igual o menor a la obtenida por el capital antes de su incremento.

Pues bien, ese incremento de un capital realizado en dinero, para cuyo empleo productivo a la tasa de ganancia vigente no encuentra ya población explotable dentro del país en cuestión, porque su explotación no compensa la inversión prevista, deviene desde entonces en capital adicional supernumerario junto con la población en edad de ingresar en el mercado de trabajo, que así no puede ser empleada y va a engrosar las filas del paro o de la emigración a otro país. Pero el resto del capital sigue allí —donde se encuentra arraigado su capital fijo— a pesar de que la tasa de ganancia en otros países receptivos sea mayor.

Es incierto, pues, que no haya límites objetivos a la inversión de capital en un país, y que el motor que induce a la exportación de los capitales, sea la competencia interburguesa en búsca de ganancias más elevadas. La fuerza que empuja los capitales hacia fuera de sus países de origen, NO surge de la relación particular subjetiva entre los agentes del capital en la esfera de la circulación, sino de la relación general objetiva en la esfera de la producción entre la masa de plusvalor obtenido en un determinado país, y el capital invertido en obtener ese plusvalor que no resulta rentable O sea, que dicha fuerza está objetivamente determinada.

De lo contrario habría que tener otra respuesta para la pregunta: ¿por qué todo el plusvalor de los países desarrollados, no se exporta hacia países que producen con una tasa de ganancia más elevada? Y no la hay, porque la única respuesta es que las tasas de ganancia en el mercado internacional se nivelan también objetivamente a través del intercambio desigual, de modo tal que la burguesía de los países con una mayor productividad relativa del trabajo social —derivada de una más alta composición orgánica media de sus capitales nacionales—, pueden vender sus productos a precios de producción más elevados que sus valores. Tal es la forma en que la burguesía de los países más desarrollados se apropia una determinada parte del plusvalor producido por la burguesía de los países menos desarrollados que operan con una productividad y composición orgánica relativamente más bajas. Esta transferencia de plusvalor se verifica a través de los distintos tipos de cambio resultantes de relacionar el poder adquisitivo de las respectivas monedas nacionales.Ver pinchando aquí

En síntesis, que la evolución de las tasas de interés y de la exportación de capitales en los países más desarrollados, desde la etapa temprana del capitalismo hasta hoy, han venido siendo dos formas alternativas de verificar empíricamente la tendencia histórica al descenso de la Tasa General de Ganancia Media. Pero lo que también se ha podido verificar empíricamente, es que el desarrollo desigual, la brecha entre el centro capitalista y su periferia menos desarrollada tiende a estrecharse. Como dijera Trotsky en su monumental “Historia de la Revolución Rusa”, los países capitalistas atrasados han asimilado las conquistas materiales e ideológicas de las naciones capitalistas más avanzadas. Pero esto no significa que las siguieran sin superar su atraso económico relativo, sino que habiendo recibido de ellas sus capitales excedentarios, algunos países adoptaron las más modernas técnicas de producción saltándose casi de un golpe las etapas que aquellas viejas metrópolis burguesas —ahora imperialistas— debieron recorrer en más de 200 años de historia. Y la tendencia discurre en el sentido de que el estrechamiento de esa distancia entre desarrollo y subdesarrollo se internacionalice cada vez más.

Parafraseando a Grossmann, la sobreacumulación absoluta que se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria se impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, según se suceden las crisis y en un grado de dificultad progresivamente creciente para salir de ellas, hasta que finalmente, a un nivel elevado de la acumulación de capital, el sistema alcanza en los países más desarrollados un estado de "sobresaturación de capital" en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión para el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación de esta "saturación", y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Es la típica etapa tardía o postrera en que los capitales excedentarios e improductivos pueden preservarse provisoriamente del derrumbe total de su propia rentabilidad, sólo a través de la exportación de capital o mediante la "actividad" temporal en el mercado de valores.

Este peligro explica la celeridad con que miles de millones de habitantes en el Mundo, que hace menos de sesenta años no habían superado aun las condiciones del modo de producción mercantil simple, pasaran casi sin solución de continuidad a ser países capitalistas cuyo potencial económico permitió a sus productos competir por la supremacía en el mercado internacional. Todo ello a instancias a la exportación del capital excedentario de los países imperialistas hacia los de menor desarrollo relativo.

Por ejemplo, Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia y Filipinas, países que hace cincuenta años seguían sumidos en el atraso más absoluto, en 1977 exportaron productos industriales puros por un valor de 61.000 millones de dólares, tanto como Francia. Esta cifra fue superior en un 560% a la de 1970. En 1975, la distribución regional de las exportaciones de productos manufacturados del "tercer mundo" era la siguiente:
Exportación de productos manufacturados
por regione en % 1975
Asia meridional……………………………………………………………….….. 9,81
Asia Oriental………………………………………………………………….…..60,13
América Latina………………………………………….…………………….…..21,95
Oriente Medio y África Septentrional……………………………………….…… 5,06
África Subsahariana………………………………………………………….…… 3,04
Fuente: "L'evolution des économies du tiers monde el l'appreis productif francais-Commisariat au Plan, avril 1978"

Aunque la tasa de explotación del trabajo vigente en Asia Oriental está entre las más altas existentes hoy día en el Mundo, la masa de capital excedente que acudió a esta región fue tan enorme, que en poco tiempo alcanzó la sobreacumulación absoluta interrumpiendo así bruscamente el proceso de reproducción ampliada. Sólo en 1996, la masa de capital sobrante de los principales países imperialistas invertida en la economía de los llamados "tigres asiáticos", fue de 93.000 millones, que vinieron a sumarse a los 47.000 invertidos en 1994 y 70.000 en 1995. El súbito marasmo desatado por el llamado “agosto negro” de 1997 con el típico efecto "dominó" sobre Indonesia, Malasia, Corea del Sur, Filipinas y Tailandia, terminó por arrastrar a Japón y amenazó con abortar la débil reanimación de la economía mundial en los dos años siguientes, que se ha demostrado solo provisoria. Estos hechos confirman con total rotundidad las crecientes dificultades de la burguesía en su etapa tardía para superar los actuales niveles de sobresaturación de capital:

<<….en estas economías entró más dinero del que podía ser invertido de forma rentable a un riesgo razonable>> (Alan Greespan, presidente de la reserva Federal de EE.UU. "El País": 08/02/1998) Ver:

Al pronunciar estas palabras de forma tan insuperablemente certera y concisa, seguramente sin quererlo Alan Greespan dio la razón a Marx en cuanto a que las consecuencias de las crisis devienen cada vez más económicamente devastadoras, humanamente dolorosas y difíciles de superar, cuanto mayor va siendo históricamente la masa del capital sobrante que en cada una de ellas no encuentra aplicación productiva, porque el plusvalor obtenido de una población explotada —cuyo crecimiento es cada vez más menguado por el aumento en la COC— resulta demasiado pequeño respecto del capital invertido para obtener dicho plusvalor, dada la extensión de la jornada de labor que no puede extenderse más allá de las 24 horas, diarias, aunque para el señor Astarita pareciera ser que sí, según afirma que “el valor del capital fijo empleado crece menos que la productividad del trabajo con su uso”.

Esa masa de capital sobrante que no puede dejar de reproducirse y aumentar en exceso mientras el proletariado no extinga el “fuego fatuo” de la acumulación capitalista como vida semoviente de lo muerto, da lugar al fenómeno de la "sobresaturación de capital", expresión acuñada por Henrik Grossmann en una correcta extensión lógica del concepto de "sobreacumulación absoluta" expuesto y explicado por Marx en “El Capital" Cap. XV apartado II) Ver:

¿Si nos hemos puesto nerviosos? Definitivamente decepcionados. Sorprendidos nos dejó Astarita en los meses siguientes a febrero de 2007, después de publicar nuestro trabajo titulado "Miscelanea sobre Materialismo Histórico" que publicamos atendiendo entre otros a él, quien previamente nos había escrito diciendo que Marx en ninguna parte de su obra había utilizado la expresión “teoría del derrumbe”. Cierto. Pero tanto como que concibió y probó esa necesidad histórica. Nosotros por entonces expusimos esa demostración que Marx legó en los “Fundamentos” (Grundrisse), a lo que Astarita respondió con el silencio, comportamiento que volvió a repetir en esta polémica a propósito del mismo tema. Y es que la Tendencia al descenso de la Tasa General de Ganancia, se inscribe sin duda en su Teoría del derrumbe del capitalismo, que Marx anunció diciendo que:

<<En la proporción en que ya ha disminuido el trabajo necesario, se vuelve tanto más difícil la valorización del capital (es decir, la producción y acumulación de más plusvalor)>> (Op. cit. Primera mitad III. El proceso de producción del capital. Plusvalía y fuerza productiva. Relación entre el aumento de las mismas. Resultado. Lo entre paréntesis nuestro).

La funcionalidad capitalista de las crisis consiste, precisamente, en recrear tiempo de trabajo necesario, que el proceso de valorización pretérito había convertido en plusvalor capitalizado sobrante. ¿Cómo? Destruyendo buena parte de su componente fijo por efecto de la inactividad, cuya contraparte variable se traduce en penuria absoluta de los asalariados en paro, a la vez que desvalorizan el que permanece activo, incluyendo los salarios del personal empleado que sigue moviéndolo.

A todo esto, otra buena parte del capital físico y humano es destruido mediante guerras y, más recientemente, por catástrofes telúricas y climáticas que, con el desarrollo de las fuerzas productivas, la burguesía puede provocar y está probado que provoca deliberadamente, convertidas así en armas de destrucción masiva, aunque parezcan seguir siendo fenómenos de la naturaleza porque los "mass media" del sistema refuerzan con su silencio cómplice tal apariencia. Lo mismo que como el desarrollo tecnológico parece que sólo produce ganancias extraordinarias al capital monopólico.

volver al índice del documento

éste y el resto de nuestros documentos en otros formatos
grupo de propaganda marxista
http://www.nodo50.org/gpm
apartado de correos 20027 Madrid 28080
e-mail: gpm@nodo50.org