02. El principio activo del capitalismo y la estrategia proletaria

 

Los marxistas distinguimos un período histórico de otro, según la distinta forma de organización social básica o fundamental, por medio de la cual los seres humanos divididos en clases sociales, se han venido relacionando a lo largo de la historia, para producir y reproducir materialmente su vida en sociedad. Bajo el capitalismo, su forma social específica de organización básica está determinada por la relación entre capitalistas y asalariados, a instancias de los vínculos mercantiles y dinerarios establecidos en el mercado de trabajo.

Esta relación entre asalariados y capitalistas se ha venido sosteniendo en el tiempo sobre una lógica objetiva, es decir, que se reproduce con total  independencia de la voluntad de los seres humanos involucrados en ella, cuya finalidad consiste en transformar la mayor cantidad de trabajo necesario (contenido en los salarios) en excedente (plusvalor) para los fines de la acumulación en forma de capital. Tal es el principio activo del capitalismo y su cometido.

 

De acuerdo con lo descrito científicamente por Marx en "El Capital", según avanza el desarrollo de las fuerzas productivas y su consecuente proceso de acumulación —a instancias de la competencia intercapitalista y la lucha entre capitalistas y asalariados—, el cumplimiento de esta lógica objetiva se torna más y más dificultoso, dado que el progreso técnico bajo semejantes condiciones, determina que, de cada unidad de capital adicional (plusvalor) obtenido en cada rotación[1], la parte reinvertida en salarios sea cada vez menor respecto de la parte reinvertida en medios de producción. Teniendo en cuenta que la jornada colectiva de labor no se puede extender más allá de las 24 Hs. de cada día. De estas premisas reales típicas del capitalismo se infiere que:

1)    el plusvalor aumenta, pero cada vez menos respecto del capital global en funciones que funge como coste para obtenerlo. Pero también aumenta cada vez menos respecto de si mismo, porque lo hace  a expensas del salario, cuya parte susceptible de convertirse en plusvalor capitalizado disminuye progresivamente, dado que la jornada colectiva de labor no puede exceder las 24 Hs. de cada día.

2)    consecuentemente, la tasa de ganancia tiende históricamente a disminuir, en la misma medida que la tasa de explotación —como relación entre el plusvalor y el salario—, aumenta.[2]

 

         Hasta llegar a un punto en que la masa de capital acumulado en funciones no puede ser compensada por el aumento cada vez más menguado del plusvalor, obtenido a instancias de la creciente productividad del trabajo. Así las cosas, la burguesía debe apelar, cada vez más, al ataque no ya esporádico sino sistemático, permanente y directo contra las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados activos, al tiempo que se ve obligada a mantener un ejército creciente de parados en lugar de ser mantenida por ellos. Y aunque debido a la modalidad del trabajo a tiempo parcial, el paro parece remitir durante las fases expansivas periódicas de los ciclos cortos, aumenta más que proporcionalmente en las fases recesivas prolongadas, convirtiéndose así en históricamente creciente.

 

         La humanidad ha alcanzado este punto desde la primera guerra mundial. Es aquí, cuando la propia lógica objetiva del capital le empieza a decir a la burguesía que es una clase social por completo decadente, porque ya no es capaz de asegurar a sus esclavos asalariados, las condiciones de su propia esclavitud y que, por tanto, debe dejar el testigo de la historia en manos de los trabajadores emancipados de su yugo social.

 

         De lo razonado hasta aquí se desprende, que la estrategia del poder socialista cabalga sobre la verificada incapacidad más y más notoria de la burguesía, para garantizar la participación de sus explotados —cada vez más numerosos e instruidos— en el creciente producto de su trabajo. Y al socaire de sus luchas infructuosas por satisfacer esa justa demanda dentro del actual sistema de vida, la parte de ellos que actúan en función de científicos sociales se encargan inteligente y pacientemente, de dibujar en la conciencia de sus compañeros la razón revolucionaria devenida en necesidad cada vez más imperiosa, de proceder al necesario cambio histórico-social alternativo.

 

         Así es como la experiencia de las luchas obreras espontáneas se combina con los resultados de la moderna ciencia social —encarnados en la vanguardia revolucionaria—, para que sintetice en el partido independiente y su programa, que es el arma política de la racionalidad histórica superadora con que el proletariado tiende a sacudirse la tutela del patrón capitalista y su Estado a escala planetaria. Todo este proceso no es una previsión mental calenturienta y arbitraria de unos cuantos visionarios inconformistas, sino que está en la propia naturaleza de las cosas bajo el capitalismo.

 

Resumiendo: En la sociedad capitalista, el progreso técnico incesante incorporado a los medios de producción, determina que el capital se acumule más rápido y en mayor masa que la producción de plusvalor, agudizando las contradicciones del sistema bajo la forma de sucesivas rebeliones inconscientes de los explotados en el contexto de catástrofes humanas (económicas, bélicas, epidemiológicas y ecológicas) de frecuencia y magnitud crecientes, hasta el punto de poner al proletariado ante la necesidad de comportarse como clase revolucionaria, que cada vez con más fuerza se ve impulsada a tomar la decisión de sustituir la caduca forma social de producir y su correspondiente democracia política formal, por la democracia real de los productores libres asociados. Y en esas estamos.

 

El socialismo consiste, pues, en un proceso revolucionario por medio del cual, las leyes objetivas, ciegas, irracionales y anárquicas del mercado, que presiden el movimiento de la sociedad dividida entre capitalistas y asalariados, son reemplazadas por decisiones conscientes. La condición necesaria para convertir esa necesidad social en realidad efectiva de este modo alternativo racional de producción y reparto, es la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio. Con esta determinación, desaparece la explotación del trabajo ajeno y, por tanto, el capitalismo como sistema de vida. De este modo, tienden a desaparecer, también, las noxas o daños sociales derivados de los desajustes permanentes entre la producción y las necesidades colectivas, que están en la lógica de las crisis, así como la cosificación de las relaciones sociales en todos los ámbitos.

 

Pero mientras al interior de la sociedad en tránsito al socialismo siga subsistiendo la categoría económica de "propiedad privada" y, con ella, el "dinero" y los "precios", el espíritu objetivo de la burguesía sigue vivo, enquistado en la base material o económica de la sociedad de transición, pugnando por el regreso a la sociedad capitalista pura y dura. Por tanto, al principio la revolución socialista no puede dejar de ser inestable, dado que esa tendencia regresiva hacia el capitalismo se manifiesta en que la explotación del trabajo subsiste en la categoría de propiedad, pero sólo como posibilidad potencial, es decir, abstracta o contingente al interior del Estado obrero. ¿Por qué abstracta o contingente? Pues, porque puede volver a ser realidad o no, mientras no estén dadas todas las condiciones materiales y, por tanto, políticas, para que el socialismo se vea definitivamente consolidado:

<<Finalmente, cuando todo el capital, toda la producción y todo el cambio estén concentrados en las manos de la nación, la propiedad privada dejará de existir de por sí, el dinero se hará superfluo, la producción aumentará y los seres humanos cambiarán tanto que se podrán suprimir también las últimas formas de relaciones de la vieja sociedad>> (F. Engels: “Principios del comunismo”.[3]   

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[1] Rotación: Período de tiempo que discurre entre la compra de los factores de la producción y la venta o realización de su producto acabado.

[2]  G’ = p/(c + v). En esta fórmula, la tasa de ganancia (G’) es el cociente aritmético promedio, como resultado de la relación entre la magnitud  de plusvalor (p) y una determinada masa de capital (c + v), invertido en producir y realizar dicha ganancia en determinado lapso de tiempo llamado rotación. Proceso en el cual “c” es la parte del capital invertido en uno de los dos factores fundamentales de la producción, que Marx denominó capital constante, en virtud de que, a instancias del trabajo asalariado, se limita a transferir su propio valor al producto. Este capital se divide, a su vez, en dos partes: una de ellas denominada capital fijo, constituido por maquinaria, herramientas, edificios, tierra cultivable, mobiliario y demás material durable; su otra parte está integrada por materias primas y materias auxiliares (estas últimas combustibles, lubricantes y demás productos de consumo directo), a las que Marx denominó capital circulante, en razón de que antes de ser utilizados para crear el valor contenido en el producto final, pasan por sucesivos procesos previos de transformación parcial.

                El otro factor fundamental de la producción: v” es el salario, al que Marx denominó capital variable, porque durante el proceso productivo los asalariados comprometidos en él, con su trabajo crean un plus de valor que añaden al producto final bajo la forma de plusvalor o ganancia que se apropian los capitalistas, según la tasa de explotación: (p/v), definida por la relación entre ese plus adicional de valor “p” y el salario “v”. Relación que aumenta según progresa técnicamente la productividad física del trabajo en detrimento del salario.

 

 

[3] Si. Los esclavos egipcios, griegos y romanos, tampoco en su tiempo pudieron concebir una sociedad del futuro como el feudalismo y menos aun como el capitalismo.