02. La Guerra de Afganistán

          La deriva de este fenómeno multinacional hacia la conversión de piadosos musulmanes en terroristas islámicos, comenzó cuando durante la presidencia de Jimmy Carter entre 1977 y 1981, EE.UU. decidiera en 1980 proveer de armas y apoyar militarmente a esos sectarios y violentos muyahidines islamistas afganos, dirigidos por los llamados "señores de la Guerra", precursores de lo que sería la organización terrorista islámica “Al Qaeda”, durante la primera guerra en Afganistán. Así fue como EE.UU. pudo llevar a cabo la llamada “operación ciclón”, cuyas empresas fabricantes de armas hicieron pingues beneficios vendiéndolas a los “ulama”, la casta  sacerdotal afgana que antes de la  Revolución de Saur en 1978, junto al último califa prebélico, prácticamente codirigían el Estado de ese país. De ahí el carácter integrista o fusión entre la sociedad  civil y el Estado, que imperó en los países del cercano y medio Oriente hasta entonces, donde como resultado de su influencia y poder, los ulama lograron controlar vastas extensiones y acumular una gran riqueza. A ellos se les otorgaba la facultad de  administrar el beneficio del “wakf”, así como la recaudación y administración del impuesto llamado “khums”, una obligación religiosa impuesta al ejército, de aportar al Estado islámico la quinta parte del botín de guerra sustraído a los infieles en los países que conquistaban —mediante la guerra—, cuyo depositario era el califa o sultán que lo representaba:

<<Como resultado de esta influencia y poder, los “ulama” lograron controlar vastas extensiones, tener cierta autonomía y acumular una gran riqueza>>. (Roberto Marín Guzmán: “El fundamentalismo islámico en el Medio Oriente Contemporáneo” Ed. Universidad de Costa Rica/2005. Cap. I Pp. 56).

 

          Fue aquél un conflicto que se prolongó durante nueve años, y en el que se vio involucrada la URSS en apoyo a la revolución  a raíz de la intervención norteamericana, que se cobró entre 600.000 y 2.000.000 de muertos. O sea, que el terrorismo islámico de hoy en el Cercano y medio Oriente, fue un engendro bélico con fines económicos gananciales precisos, proyectado y ejecutado por el capital imperialista del “democrático” capitalismo Occidental.

 

          El coste económico, social y político del primer conflicto bélico en Afganistán, causó al Estado soviético burocratizado por el stalinismo un daño tan tremendo, que aceleró el agotamiento final de la URSS y su implosión en febrero de 1990[1]. Tal fue la sinrazón política que hoy sigue moviendo a la burguesía internacional de los Estados imperialistas, contra los pobres e ignorantes “terroristas” del llamado “Estado Islámico”, debidamente aleccionados por sus superiores jerárquicos. Y no precisamente por causas religiosas, sino por intereses económicos contantes y sonantes.

 

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[1] Fecha en la que Gorbachov puso en marcha su “perestroika” liquidando el PCUS, al mismo tiempo que convocó a elecciones parcialmente “pluralistas”. Y en mayo Boris Yeltsin —quien había sido expulsado del PCUS en 1987—, fue elegido presidente del Parlamento ruso. Desde esa posición de poder contrarrevolucionario, se impulsaron las medidas que precipitaron el fin de la Unión Soviética el 25 de diciembre de 1991, día en que la bandera roja soviética fue arriada en el Kremlin de Moscú, reemplazada por la rusa que ondea en la actualidad. Ver: http://www.nodo50.org/gpm/guerra2001/04.htm