03. El derecho a una vivienda digna y la corrupción
de los intelectuales políticos institucionalizados
<<Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de
una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias
y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho,
regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para
impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere
la acción urbanística de los entes públicos>>. (Artículo 47 de la Constitución española).
El fenómeno de la llamada “corrupción
política” se pone de manifiesto en plenitud durante las fases depresivas de los ciclos económicos periódicos, cuando
en la esfera de la producción la mediana y gran burguesía dejan de aparecer como
una “cofradía práctica” o unión de personas congregadas entre sí, para repartirse
los beneficios resultantes según la masa de capital con que cada cual participa,
en el común negocio de explotar trabajo ajeno. Y es que:
<<….cuando (estalla la crisis
y) ya no se trata de repartir ganancias sino de dividir pérdidas, cada cual
trata de reducir en lo posible su participación en las mismas y de endosárselas
a los demás. La pérdida es inevitable para (toda) la clase (burguesa). Pero la cantidad que de ella
ha de corresponderle a cada cual, en qué medida ha de participar en ella, se
torna, entonces en cuestión de poder y de astucia, y la competencia se
convierte, a partir de ahí en una lucha entre hermanos enemigos. Se hace
sentir, entonces, el antagonismo entre el interés de cada capitalista
individual y el de la clase de los capitalistas, del mismo modo que antes se
imponía prácticamente la identidad de esos intereses (generales) a través
de la competencia>>. [K. Marx: “El Capital” Libro III Cap. XV-
II) Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros].
Y en lo concerniente a los asalariados,
en tiempos de auge hasta el culmen de la fase expansiva del proceso productivo
—tal como sucediera en España durante el boom que le tocó presidir al liberal
burgués y criminal de guerra, José María Aznar del Partido Popular entre 1996 y
2004—, la masa salarial aumentó hasta el punto más alto de su poder adquisitivo.
Pero inmediatamente después del estallido de la crisis en agosto de 2007,
cuando la economía capitalista entró en recesión y buena parte del capital adicional acumulado fue expulsado de
la producción para entrar en la esfera especulativa —porque la ganancia obtenida
dejó de compensar al capital invertido en producirla— el paro aumentó y la
patronal inició su ofensiva atacando no sólo las condiciones de vida y de
trabajo de los asalariados activos,
también la de los parados quienes durante la fase expansiva, previa al estallido de la crisis, muchos de
ellos que todavía conservaban sus empleos ya se habían endeudado comprando
vivienda a cómodos plazos hipotecarios de pago y a relativamente bajas tasas
de interés. Pero que al estallar la crisis la consecuente desinversión de
capital en el aparato productivo provocó el aumento
en la oferta neta de todos sus componentes —incluida la fuerza de
trabajo—, cuyos portadores al no encontrar la correspondiente demanda por
parte de sus patronos, se quedaron sin trabajo y en la indigencia sin poder
pagar sus deudas hipotecarias contraídas:
<<En tiempos
de crisis la demanda de capital de préstamo y, por ende la tasa de interés,
alcanzan su máximo; (pero) la tasa de ganancia y con ella la demanda
de capital industrial (para fines productivos gananciales), en la
práctica han desaparecido. En esos tiempos cada cual pide prestado para
pagar, para cubrir compromisos ya contraídos>>. (K. Marx: Op. Cit.
Libro III cap. XXXII. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros).
En EE.UU. la crisis de 2007 afectó a tres instituciones
financieras de ese país: Lehman Brothers, Fannie Mae y Freddie Mac. Pero lo más grave es que acabó desahuciando a cientos de
miles de familias con sus miembros en condiciones de trabajar, que al perder sus
empleos no pudieron seguir cumpliendo con sus deudas hipotecarias. Otro tanto
sucedió en Europa incluyendo a España, país en el que hubo 178.000 desahucios
en el trienio entre 2007 y 2009, más 180.000 en 2010. Según las estadísticas
del primer trimestre de 2012 cada día se produjeron allí una media de 517
desahucios. Y a raíz de eso durante todo este tiempo, el suicidio fue la primera causa de muerte violenta en España, por delante de los
accidentes de tráfico40. En 2010 se alcanzó la cifra de 3.145 suicidios72
73. Y el año
siguiente 3.180 fallecidos por la misma causa, muy similar a la de 2010, que continuó siendo
la primera causa externa de defunción. Desde el año 2008 y debido al descenso
de las muertes en carretera, el suicidio ha pasado a revelarse como la primera causa de muerte violenta en
España, por delante de los accidentes de tráfico.40. De acuerdo con los datos publicados en enero de 2014 por el Instituto
Nacional de Estadística (INE), la cifra de suicidios en España creció durante 2012
un 11,3% sobre la del año anterior,
siendo la mayor registrada en el país desde 20047.
Durante ese período, la
joven socialdemócrata militante del PSOE, Carme Chacón —recientemente fallecida—, fue nombrada a mediados de 2007 para ocupar
la cartera a cargo del Ministerio de la Vivienda, durante el primer mandato
presidencial de su correligionario José Luis Rodríguez Zapatero. Justo cuando exactamente
como en las recesiones pretéritas, desde 2008 el capital sobrante en la producción por rentabilidad insuficiente,
pasó a ser empleado en la pura
especulación urbanística. Su
labor al frente de la política de vivienda duró apenas 10 meses, del 9
de julio de 2007 al 14 de abril de 2008. Un período que coincidió con los
últimos años de la burbuja inmobiliaria y el inicio de la desaceleración económica
en el mercado de la vivienda, que acabaría hundiendo la economía del país y,
con ella, a cientos de miles de ciudadanos quienes durante la burbuja
especulativa previa al estallido de la crisis, se habían sumado al carrusel de la
compra de vivienda con deuda hipotecaria. Algo semejante sucedió en las dos grandes
crisis anteriores: la de 1873-1896 denominada Depresión Prolongada, y la de
1929-1939 o Gran Depresión. En todas ellas las sucesivas generaciones de víctimas
propicias por ignorancia de la misma realidad
histórica repetitiva, en cada una de ellas reprodujeron el mismo
comportamiento cayendo en la trampa expropiatoria de la burbuja inmobiliaria especulativa.
Tal como Machado sentenciara en el poema titulado “Galerías” diciendo:
“Y
todo en la memoria se perdía
Como una pompa de jabón al
viento”.
La gestión de la extinta socialdemócrata
Carme Chacón a cargo del Ministerio de la Vivienda, será recordada,
principalmente por tratar de impulsar
el alquiler
de los sectores de la población española más desfavorecidos —minoritarios en
aquellos días—, que la ministra confiaba pudiera suplir en ese momento, el cada
vez más difícil acceso en propiedad a la vivienda, especialmente de los
jóvenes. Con esa intención puso en marcha la Renta
Básica de Emancipación (RBE), una subvención pública de 210 euros al mes para jóvenes de entre 22 a
30 años que no ingresaran más de 22.000 euros brutos anuales, cuya
duración máxima fijó en 48 meses (10.080 euros), a los que sumaba el estímulo
para caer en la trampa, de una ayuda de 600 euros para la fianza y un aval
equivalente a seis meses de renta. Otra de las iniciativas impulsadas por
Chacón durante su paso por el Ministerio de la Vivienda, fue la de tratar de
equiparar el alquiler a la compra de vivienda en las deducciones del IRPF (hasta un máximo
de 9.015 euros) para todos aquellos que no ganaran más de 24.020 euros brutos
al año.
Pero tras estallido de la crisis en agosto de 2007 que
fue seguida por la recesión en 2008, Chacón abogó por la creación de juzgados específicos
para
agilizar los desahucios por impago de cualquier deuda hipotecaria
o impago de renta de alquiler, que se prolongara más allá de un mes cumplido,
tiempo límite a partir del cual el vendedor de una vivienda o propietario arrendador
de ella podría interponer comprador o arrendatario inquilino demanda de desalojo
—antes de reformarse la ley lo fijaba en dos—, sin que su respectivo deudor moroso
pueda ejercer la facultad legal de paralizarlo. Chacón entendió así,
discrecionalmente, que una mayor
seguridad jurídica de los propietarios fomentaría que muchos de ellos se
animaran a poner sus casas vacías en el mercado del alquiler. Y con tal
propósito se propuso y logró reformar esa esa ley, estigmatizando a los
inquilinos calificándoles de “morosos profesionales”.
¿Es este un acto de corrupción
política? Lo es en tanto y cuanto impide a una de las partes —la no propietaria
de condición social y política más débil—, que pueda justificar probadamente su
condición de transitoria, forzosa e involuntaria insolvencia. Chacón en
“virtud” de su eventual condición política, ha caído en la trampa de una falsa
legalidad, apuntalada por el alto poder institucional que ostentó, inclinándose
por hacer valer en general un privilegio: el de la propiedad privada
constituida como fundamento de la sociedad capitalista expoliadora de los no
propietarios. Sí. Efectivamente y tal como le dijera Marx en una carta suya a
fines de diciembre de 1846 a Pavel Vasilievich Annenkov:
<<El pequeñoburgués en una sociedad avanzada y,
como consecuencia necesaria de su posición social (intermedia), por una parte se hace socialista y, por otra,
economista: es decir, está deslumbrado con la magnificencia de la gran
burguesía y simpatiza con los dolores del pueblo. Es al propio tiempo, burgués
y pueblo. Se jacta en el fuero interno de su conciencia, de ser imparcial, de
haber encontrado el justo equilibrio, que pretende distinguirse del justo
medio. Semejante pequeñoburgués diviniza la contradicción, puesto que la
contradicción es el núcleo de su ser. Él no es sino la contradicción social en
acción. Él debe justificar en la teoría lo que es en la práctica>>. (“Carta de Marx a Annenkov”. Bruselas 28 de diciembre
de 1846. Ed. Política. La Habana/ 1983. Pp. 36/37).
Pero una vez que la pequeñoburguesa de
nacimiento Carme Chacón —haciendo carrera en el PSOE llegó a pisar el suelo muy
bien alfombrado de su despacho ministerial—, ipso facto resolvió su
contradicción política de clase social intermedia que “simpatiza
con los dolores del el pueblo”, pasando
a obedecer férreamente los dictados del capital especulativo en la institución política
de su Estado nacional respectivo, favoreciendo al propietario vendedor de
vivienda en perjuicio del comprador hipotecado o del inquilino. De lo
contrario esta ya extinta mujer no hubiera durado ni un minuto más al frente del
Ministerio de la Vivienda. Y si no que le pregunten a Felipe González Márquez
cómo fue, que desde la misma condición social pequeñoburguesa este súbdito
español cariñosamente apodado “Felipillo” en la década de los 70 el siglo
pasado, pudo ir medrando al interior del mismo Partido Socialista Obrero
Español en el que militó Carme Chacón, hasta llegar en ese país a la cúspide
del poder ejecutivo nacional que le permitió enriquecerse y, por esa línea de
interesado comportamiento, acabó políticamente convertido en un aspirante a
gran-burgués, granjeándose los beneplácitos de quien llegó a ser amigo íntimo
suyo y lo sigue siendo: el multimillonario mexicano Carlos Slim. Y es que el Dios del capitalismo los cría y alecciona
para que ellos se junten.
¿Cuál
es la moraleja o enseñanza que cabe deducir de la putrefacción social, política
y moral, que un ser humano experimenta bajo el capitalismo imperceptiblemente convertido
en un corrupto? Que la corrupción en tales condiciones, lejos de ser intrínseca
o consustancial a las personas, la más genuina verdad es que radica
en la naturaleza del sistema económico-social vigente, a instancias de sus instituciones
económicas, sociales y educacionales corruptoras, basado en la
propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio. Teniendo
en cuenta que la corrupción moral empieza en la familia tradicional y desde ahí
se proyecta hacia la escuela primaria y la Universidad, pasando por la “segunda
enseñanza”. Y si tal como dijera Lenin en el capítulo VII de su obra titulada:
“La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”,
que para combatir a la corrupción es necesario participar en la institución capitalista
del parlamento, también comprendió que semejante tarea es inútil si quienes dicen
proponerse alcanzar tal propósito “de progreso”, se someten a los
consuetudinarios prejuicios de conciencia debidamente introyectados y
adquiridos. Ni más ni menos que como ha venido sucediendo con los intelectuales
orgánicos que desde hace más de un siglo han venido militando en los partidos
políticos socialdemócratas de medio pelo.
Así
se dirigía Lenin en esa obra suya escrita corriendo el mes de abril de 1920, refiriéndose
a los “izquierdistas” alemanes quienes sostenían que la institución del
parlamento en ese país había ya dejado de existir:
<<Como es
natural, para los comunistas de Alemania el parlamentarismo “ha caducado
políticamente”, pero [para los fines
revolucionarios proclamados] se trata precisamente de no creer que lo
caduco para nosotros haya caducado para la clase, para la masa. Una vez más
vemos aquí que los “izquierdistas” no saben razonar, no saben conducirse como
el partido de la clase, como el partido de las masas. Vuestro deber consiste en
no descender al nivel de las masas, al nivel de los sectores atrasados de la
clase. Esto es indiscutible. Tenéis la obligación de decirles la amarga
verdad; de decirles que sus prejuicios democrático-burgueses y
parlamentarios son eso, prejuicios. Pero, al mismo tiempo, debéis observar con
serenidad el estado real de conciencia y de preparación
precisamente de toda la clase (y no sólo de su vanguardia comunista), de toda la
masa trabajadora (y no sólo de sus elementos avanzados).
Aunque no fueran
“millones” y “legiones”, sino una simple minoría bastante considerable de
obreros industriales la que siguiese a los curas católicos y de obreros
agrícolas, la que siguiera a los terratenientes y campesinos ricos (Grossbauern), podría asegurarse ya sin
vacilar que el parlamentarismo en Alemania todavía no ha caducado
políticamente, que la participación en las elecciones parlamentarias y en la
lucha desde la tribuna parlamentaria, es obligatoria para el partido del
proletariado revolucionario, precisamente para educar a los sectores atrasados
de su clase, precisamente para despertar e instruir a la masa aldeana inculta,
oprimida e ignorante. Mientras no tengáis fuerza para disolver el parlamento
burgués y cualquier otra institución reaccionaria [contando con la conciencia esclarecida de
esas masas], estáis obligados a actuar en el seno de dichas instituciones precisamente
porque hay todavía en ellas obreros idiotizados por el clero y por la vida en
los rincones más perdidos del campo. De lo contrario corréis el riesgo de
convertiros en simples charlatanes>>. (V. I. Lenin: Op. Cit. Pp. 163/164
“Obras Completas” T.XXXIII Ed. AKAL/1978 Pp. 163/64. Versión digitalizada Pp. 84/85. El subrayado y lo entre corchetes nuestros).
Pues, bien. ¿Qué han venido desde aquellos
tiempos demostrando ser los políticos profesionales “izquierdistas” de todos
los países en sus respectivos parlamentos burgueses? Que muy lejos de
comprometerse a realizar la necesaria tarea de esclarecer y educar a la masa
inculta, con vistas a disolver tales instituciones reaccionarias, han sido y
siguen siendo los mismos advenedizos y oportunistas, los mismos auténticos
charlatanes que Lenin denunció en su tiempo, corrompidos por el sistema hasta
la médula de sus huesos. Los mismos que en acuerdo con los liberales de
la derecha, nos dicen que “el cáncer de la democracia es la corrupción”
que atribuyen a ciertos individuos corruptos. ¡Falso! Ese cáncer social
es el resultado del impersonal vínculo permanente, entre el sistémico
atributo de la propiedad privada legalmente vigente sobre
los medios de producción y de cambio en la sociedad civil, y el
atributo de la propiedad privada sobre los distintos cargos de responsabilidad político-institucionales
en cada Estado Nacional. Teniendo en cuenta que el concepto de la
palabra propiedad, se define jurídicamente como el derecho de
alguien a disponer de cosas y/o a ejercer el mando sobre terceras personas orgánicamente
subordinadas. Así resumió Marx el concepto de individuo en su prólogo a la
primera edición de su obra central:
<<Mi punto de vista, con
arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo
económico social (y político bajo el
capitalismo), menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por
relaciones de las cuales él sigue siendo una creatura…>>. (K. Marx: “El
Capital” Libro I Ed. Siglo XXI/1978 Pp. 8. Lo entre paréntesis nuestro).
Ergo,
los individuos corrompidos
que acaban siendo juzgados y encarcelados en cualquier país, no son más que chivos
expiatorios
del corrupto sistema económico-social
capitalista a escala planetaria, que corrompe
las relaciones interpersonales y sociales entre los individuos. Un sistema que si
ha podido superar al feudalismo, fue sólo consagrando de palabra y formalmente los ideales de unidad en “libertad, igualdad y fraternidad”
entre los seres humanos durante la Revolución Francesa. Pero que de hecho y a
instancias del atributo jurídico que siguió legitimando la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio,
mantuvo a la sociedad mundial
realmente dividida en clases sociales
explotadoras y explotadas, políticamente dependientes unas de otras y, por
tanto, antagónicas. Se hace necesario y cada vez más perentorio, pues,
superar este antagonismo haciendo
realidad aquellos ideales de libertad, igualdad y fraternidad, de una
vez por todas:
<<Quien
quiera hoy día combatir la mentira y la ignorancia escribiendo la verdad, tiene
que vencer por lo menos cinco dificultades. 1) Deberá tener el valor de
escribir la verdad, aun cuando sea reprimida por doquier; 2) la perspicacia de
reconocerla, aun cuando sea solapada por doquier; 3) el arte de hacerla
manejable como un arma; 4) el criterio para escoger a aquellos en cuyas manos
se haga eficaz; 5) la astucia para propagarla entre éstos. Estas dificultades
son grandes para aquellos que escriben bajo la férula del fascismo, pero
existen también para aquellos que fueron expulsados o han huido (de su país), e incluso para aquellos que escriben en
países de la (falsa) libertad
burguesa>>. (Bertolt
Brecht:
“Las cinco
dificultades para quien escribe la verdad”. Lo entre paréntesis nuestro).
Finalmente,
anunciamos aquí que hemos vuelto a retomar la publicación por entregas
periódicas de nuestro trabajo: “Marxismo y stalinismo a la luz de la
historia”,
esta vez para dar a conocer el capítulo 16: “El comunismo de guerra en Rusia (1918-1921”.
Un saludo: GPM.