El punto de vista burgués vulgar y el concepto revolucionario de las palabras democracia y dictadura

Como decía Lenin en abril de 1905 —y acordamos en esto con Rolando Astarita— a la hora de combatir el despotismo de cualquier dictadura política:

<<La socialdemocracia (revolucionaria) no da la espalda a la lucha por la libertad política porque ésta sea una libertad política burguesa>> (“La dictadura Revolucionaria Democrática del proletariado y el campesinado”. Lo entre paréntesis y el subrayado nuestros)

Pero decía esto entendiendo por “libertad política burguesa” a la del campesinado ruso que reclamaba la propiedad sobre la tierra, no a la de la burguesía comercial e industrial propiamente dicha representada en el Partido Demócrata Constitucionalista (KDT). Y no porque pensara que la democracia burguesa conseguida con la lucha de los explotados contra el despotismo feudal “genere mejores condiciones para la organización de los trabajadores, para ejercer la crítica y desarrollar actividades de propaganda y denuncias”, como sugiere Astarita. Como si la libertad política no tuviera porvenir más allá del capitalismo; como si fuera una exclusiva virtud de la burguesía, que es lo que de contrabando nos ha venido vendiendo la burguesía desde siempre.

Según progresa la fuerza productiva del trabajo social, los asalariados son empujados cada vez con más ímpetu y frecuencia por las leyes económicas del capitalismo, a superar políticamente el sistema de vida burgués. Ante esta inevitable realidad, para preservar su dictadura de clase los burgueses son obligados periódicamente por esas mismas leyes a negar su propia dictadura “democrática”, implantando dictaduras político-militares abiertas. ¿Cómo es posible superar el capitalismo, si a la hora de luchar contra esas dictaduras, el proletariado vuelve a poner su libertad política en el cepo de la partidocracia burguesa, tal como Astarita propagandiza a propósito de la presente guerra civil en Libia? Es necesario comprender que la alternancia entre dictadura política y democracia de partidos, es esencial a la preservación de la sociedad capitalista, a la reproducción de la dictadura social de clase burguesa sobre sus explotados. ¡¡Esta verdad es la que se impone propagandizar para contribuir a la construcción de un partido revolucionario donde no lo hay!!

Por tanto, si se trata de ejercer una libertad política que los explotados necesitan y la sociedad capitalista impide, es la realidad misma la que les induce a ello durante uno de los tantos momentos provisionales de alternancia entre dictadura política y “democracia” o viceversa, en que la burguesía tiende a contener el ímpetu de las mayorías sociales dentro de los límites de su dictadura social minoritaria. Pero solo la existencia de un partido revolucionario puede hacer comprensible a los explotados esa necesidad objetiva de su libertad política, como condición de que puedan ejercerla lo más efectiva y eficaz posible, cualquiera sea la forma política de dominación que el enemigo de clase alternativamente adopte antes del enfrentamiento decisivo, lo cual supone comprender que ambas formas constituyen de suyo un límite a esa libertad política necesariamente superadora.

Mientras tanto, ni qué decir tiene que los revolucionarios no vamos por ahí con un cartel en la frente que reniega de la libertad política dentro de los límites políticos férreamente fijados por la burguesía. Porque habida cuenta de que las necesidades sociales de los explotados siempre les acaban exigiendo ir con su lucha por la libertad más allá de tales límites políticos, tal repudio desde el punto de vista del necesario aprendizaje por la propia experiencia sería una insensatez política.

Pero otra cosa es preconizar aquerenciarse en esos límites políticos pretextando la preferencia por el “mal menor” de la “democracia” respecto del mal relativo mayor que la dictadura supone; consagrar ideológicamente el lado jurídico-político “natural” o bueno frente a su lado “artificial” o malo en que alternativamente mutan o cambian las formas políticas de dominio de la burguesía, para conservar la realidad social del sistema capitalista.

Esto que hace el profesor universitario Rolando Astarita, es puro filisteismo pequeñoburgués, como le demostró Marx a Proudhon en 1847 aludiendo a los economistas que, para justificar el capitalismo respecto del feudalismo, solían distinguir entre instituciones artificiales y naturales. Las del feudalismo eran, para ellos, artificiales, en tanto que las de la burguesía eran naturales. Y Marx dice que este pensamiento se parece al de los teólogos, quienes distinguen entre dos clases de religiones, la que ellos profesan es una emanación divina, mientras que cualquier otra es una invención humana:

<<Al decir que las actuales relaciones capitalistas son naturales, los economistas dan a entender que se trata precisamente de unas relaciones bajo las cuales se crea la riqueza y se desarrollan las fuerzas productivas de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Por consiguiente, estas relaciones son, en sí, leyes naturales independientes de la influencia del tiempo. Son leyes eternas que deben regir siempre la sociedad. De modo que, hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay. Hubo historia porque hubo instituciones feudales y porque en estas instituciones nos encontramos con unas relaciones de producción completamente diferentes de las relaciones de producción propias de la sociedad burguesa que los economistas quieren hacer pasar por naturales y, por tanto, eternas.>> (K. Marx: "Miseria de la Filosofía"Sétima observación)

Y retomando seguidamente la filosofía particular de Proudhon acerca del lado bueno y el lado malo de cada cosa, donde proponía hacer que prevalezca el lado bueno sobre el lado malo, Marx señala que el feudalismo también tenía dos elementos antagónicos que se designan como el lado bueno y el lado malo, pero que en esa dialéctica Proudhon no tenía en cuenta que,…

<<….en definitiva, el lado malo prevalece siempre sobre el lado bueno. Es cabalmente el lado malo el que, dando origen a la lucha, produce el movimiento que crea la historia. Si, en la época de dominación del feudalismo, los economistas, entusiasmados por las virtudes caballerescas, por la buena armonía entre los derechos y los deberes, por la vida patriarcal de las ciudades, por el estado de prosperidad de la industria doméstica, por el desarrollo de la industria organizada en corporaciones, cofradías y gremios, en una palabra, por todo lo que constituye el lado bueno del feudalismo, se hubieran propuesto la tarea de eliminar todo lo que ensombrecía este cuadro —la servidumbre, los privilegios y la anarquía—, ¿Cuál habría sido el resultado? Se habrían destruido todos los elementos que desencadenan la lucha y matado en germen el desarrollo de la burguesía. Los economistas se habrían propuesto la empresa absurda de borrar la historia.>> (Op. cit. El subrayado nuestro)

Esto es, precisamente, lo que nos está proponiendo Astarita que hagamos en la superestructura política del sistema capitalista tardío ante situaciones como la de Libia: combatir entusiástica y hasta heroicamente si cabe, el lado malo del capitalismo: las dictaduras, reconquistando su lado bueno: las supuestas libertades democráticas. Y así per omnia secula seculorum. O sea, reemplazar en la conciencia de los explotados el concepto de revolución y progreso social —como síntesis resolutiva entre el lado bueno y el lado malo de cada realidad epocal—, por la reincidencia en consagrar el lado bueno dejando intacta la relación contradictoria con su lado malo. Enaltecer la permanente idiotez política que supone abrazar la estúpida, insensata y retrógrada idea, de que hasta la Revolución Francesa hubo historia pero ya no la hay.

Lo que se oculta detrás de semejante proposición, es que según progresa la acumulación y se suceden las crisis económicas, la centralización de la propiedad sobre los medios de producción es cada vez más acusada y el lado económico malo del capitalismo: el monopolio, aunque no la neutraliza, prevalece cada vez más sobre la competencia. Esto naturalmente tiene su reflejo necesario en la superestructura política, donde su lado bueno, las presuntas libertades democráticas de los llamados “ciudadanos”, son cada vez más sofocadas por el recurso a la violencia totalitaria toda vez que fracasan las formas políticas consensuadas, no por eso menos totalitarias, subrepticiamente orientadas a colonizar la conciencia de los explotados por los medios privados de comunicación en la sociedad civil, tanto como por los aparatos ideológicos del Estado, tendentes a introyectar en ella el llamado pensamiento único, como síntesis dialéctica complementaria entre el “lado político malo” y el “lado bueno” del capitalismo. Tal es el secreto ideológico reaccionario subyacente a la proposición de Astarita.

Lo que es necesario hacer puestos ante el lado político malo del capitalismo en su etapa tardía, NO es reproducir la UNIDAD DIALECTICA BURGUESA reemplazando hasta la nausea las dictaduras políticas burguesas por su “lado político bueno”: la democracia, sino ACABAR con esa dialéctica SOCIAL del capitalismo mediante la DICTADURA DEMOCRÁTICA DEL PROLETARIADO, poniendo fuera de la nueva ley jurídica de esa dictadura democrática a la propiedad sobre los medios de producción y de cambio en las grandes y medianas empresas capitalistas, a la vez que implantando el control obrero de la producción en las pequeñas empresas.

Así lo comprendió Marx el 14 de setiembre de 1848 aplicando esta misma lógica revolucionaria a las condiciones socio-económicas y políticas de la época durante la etapa temprana del capitalismo. Y así lo dejó escrito en la edición de la “Nueva Gaceta Renana”, diciendo que para superar el despotismo feudal, el bloque histórico de poder proletario-campesino debía ir más allá de implantar la libertad democrático burguesa formal durante el Gobierno Provisional, Revolucionario, imponiendo su propia dictadura interclasista (proletario-campesina) absolutamente mayoritaria y, por tanto, democrática:

<<Las condiciones provisionales de todo Estado después de una revolución reclaman una dictadura, y una dictadura enérgica. Nosotros le hemos reprochado a Kamphausen (presidente del consejo de ministros después del 18 de marzo de 1848) desde el primer momento, el no haber actuado dictatorialmente, el no haber destruido y eliminado inmediatamente los residuos de las viejas instituciones. Mientras el señor Kamphausen se mecía en sueños constitucionales, el partido derrotado (es decir, el partido de la reacción) reforzaba sus posiciones en el campo de la burocracia y en el del ejército, y hasta se atrevía a lanzarse, de vez en cuando, al combate abierto.>> (Op. Cit. El subrayado y lo entre paréntesis nuestro)

Éste fue, exactamente, el espíritu que recogió Lenin el 12 de abril de 1905 para impugnar el intento menchevique de distinguir entre gobierno provisional revolucionario y dictadura democrática revolucionaria del proletariado y el campesinado, calificando tal distinción de “escolasticismo inerte”. Porque —si como es cierto— que el gobierno provisional revolucionario surgió de la revolución democrático-burguesa protagonizada por el bloque histórico de poder entre el proletariado y los campesinos, era evidente que Rusia estaba ante la dictadura revolucionaria de ese bloque de poder político democrático proletario-campesino, para destruir la maquinaria política del Estado absolutista sin retorno al Estado estamental en el que la burguesía tenía su sitio, sino implantando el nuevo gobierno democrático de los soviets de obreros, campesinos y soldados:

<<Basta con recordar esta verdad elemental para comprender que el gobierno provisional revolucionario no puede ser otra cosa que la dictadura revolucionaria democrática del proletariado y los campesinos>> (V.I. Lenin: “La Dictadura revolucionaria democrática del proletariado y el campesinado”. Subrayado nuestro)

Pero una vez que la libertad política del proletariado y los campesinos ha trascendido los límites del absolutismo feudal cristalizado en dictadura democrático-burguesa institucionalizada en el gobierno provisional, el proletariado debe ejercer su libertad política en el seno del pueblo, pugnando sin solución de continuidad por convertir la revolución democrático-burguesa en revolución permanente. Nada más falso, pues, desde el punto de vista revolucionario, marxista, que meter el concepto de libertad política —referido a la revolución democrática—, en el cepo de la democracia burguesa. Sobre esto, siguiendo a Marx y Engels, alertaba Lenin en abril de 1917 tras la experiencia fallida de 1905, diciendo al respecto que la libertad política no debía quedarse en los límites de las ilusiones constitucionalistas inducidas por la burguesía rusa organizada en el Partido Demócrata Constitucionalista de Kerensky:

<<El tipo más perfecto, más avanzado de Estado burgués, es la república democrático parlamentaria: el poder se confiere al parlamento; la maquinaria del Estado, el aparato y los organismos de la administración son los usuales: el ejército regular, la policía y la burocracia, que en la práctica es inamovible, goza de una situación privilegiada, y está por encima del pueblo.
Sin embargo, a partir de siglo XIX, las épocas revolucionarias anticiparon un tipo
superior de Estado democrático, un Estado que, en ciertos aspectos —como dijo Engels— deja de ser un Estado, “ya no es un Estado en sentido propio de la palabra". Se trata de un Estado del tipo de la Comuna de Paris, una Estado en el que el ejército regular y la policía, divorciados del pueblo, son reemplazados por el armamento directo del pueblo mismo. Este rasgo es lo que constituye la esencia de la Comuna, que ha sido falseada y calumniada por los escritores burgueses, y a la que, entre otras cosas, se le atribuyó erróneamente, la intención de “implantar” inmediatamente el socialismo.
Ese es el tipo de Estado que la revolución Rusa
comenzó a crear en 1905 y en 1917, una república de sóviets de diputados obreros, soldados, campesinos, etc., unidos en una asamblea constituyente de toda Rusia de representantes del pueblo, o en un consejo de sóviets, etc.: he aquí lo que se está realizando ahora en nuestro país, en este mismo momento. Se ha realizado por iniciativa de los millones de habitantes del país, que crean una democracia propia, a su manera, sin esperar a que los señores kadetes (partido demócrata constitucionalista) elaboren sus proyectos de ley para una república parlamentaria burguesa, ni hasta que los pedantes y rutinarios de la “socialdemocracia” pequeñoburguesa, como Plejanov o Kautsky, dejen de tergiversarlas enseñanzas marxistas sobre el Estado… >> (V. I. Lenin: "Las tareas del proletariado en nuestra revolución")

He aquí, definida por Lenin, la democracia burguesa que existió en la Rusia de 1917: la dictadura democrática que el proletariado y los campesinos ejercieron sobre la aristocracia terrateniente representada por el zarismo, y la gran burguesía (comercial e industrial) representada por el Partido Demócrata Constitucionalista (KDT). La democracia de la Comuna de París y de los Soviets, no la “democracia” parlamentaria burguesa en aquel momento histórico preconizada por Kerensky, Plejanov y Kautsky, que hoy día el renegado y falsificador del marxismo, llamado Rolando Astarita, propone para Libia:

<<La pequeña burguesía, inevitable e imprescindiblemente oscilaba entre la dictadura de la burguesía (Kerenski, Kornílov, Sávinkov) y la dictadura del proletariado, porque la pequeñoburguesía es incapaz de nada independiente atendidos los caracteres esenciales de su situación económica [de clase intermedia]. Dicho sea de paso, Kautsky reniega totalmente del marxismo cuando en su análisis de la revolución rusa sale del paso con la noción jurídica y formal de "democracia", que sirve a la burguesía para disimular su dominación y engañar a las masas, olvidando que "democracia" quiere decir de hecho unas veces dictadura de la burguesía, y otras impotente reformismo de la mesocracia [gobierno de los partidos de la pequeñoburguesía estilo I.U. en España] que se somete a esa dictadura, etc.>> (V.I. Lenin: “La revolución proletaria y el renegado Kautsky”. Lo entre corchetes nuestro)

¿Está claro? De todo lo actuado y puesto negro sobre blanco por Marx, Engels y Lenin entre 1845 y 1917, aplicado a las condiciones actuales de la lucha de clases, se desprende lo siguiente 1) Que la democracia burguesa en oposición al absolutismo feudal, es una dialéctica política que fue comprendida y asumida para ser resuelta por un gobierno provisional revolucionario de asalariados y campesinos. 2) Que para implantar la democracia en tanto que gobierno de las mayorías en la actual etapa tardía del capitalismo, ya no es necesario pasar con el ejercicio de la libertad política por la dictadura democrático-burguesa de obreros y campesinos, dado que la clase social absolutamente mayoritaria de la sociedad en el Mundo ha pasado a ser hoy el proletariado. 4) Por tanto, de esa dictadura democrática del proletariado sobre la burguesía a escala internacional, debe necesariamente surgir una nueva sociedad global que NO será ya burguesa sino directamente proletaria y socialista en transición al comunismo.

Lo que propone Rolando Astarita en general y para el caso de Libia en particular, no es nada de esto, sino lo que Plejanov, Kaustsky y Kerenski propusieron para la Rusia de 1917: reemplazar en este caso a la dictadura política de Gadafi por una partidocracia burguesa, dejando intacta la dictadura del capital sobre el trabajo, de modo que los asalariados libios sigan igual de explotados y tan políticamente divididos entre las diversas fracciones políticas burguesas en ese país, como en el resto del Mundo. Porque así como el cambio de capital por fuerza de trabajo permite reproducir económicamente ad nauseam la ya falaz por caduca relación de explotación entre patronos y asalariados en cada lugar de trabajo, el cambio de dictadura política por “democracia” permite reproducir políticamente la dictadura social del capital sobre el trabajo en instituciones tales como los partidos políticos interactuando en el parlamento y demás instituciones jurídico-políticas del Estado burgués.

Para acabar con esta identidad de los contrarios, pues, la primordial condición política hoy día, pasa por crear un partido revolucionario que tenga por tarea fundamental en este momento, fundir organizativamente la teoría marxista con el movimiento asalariado. Y esto no se puede hacer consagrando en la conciencia de los explotados la tramposa dialéctica pequeñoburguesa entre dictadura política y "democracia", que reproduce y conserva indefinidamente la dictadura social y política del capital sobre el trabajo asalariado.

Cierto, tanto en marzo de 1905 como en febrero de 1917, el Partido revolucionario del proletariado ruso no tuvo ningún reparo en que los asalariados rusos del campo y la ciudad acordaran luchar junto a los campesinos por el derrocamiento y la destrucción del Estado autocrático de la nobleza terrateniente y la implantación de un Gobierno Provisional revolucionario cuya revolución debía ser de carácter burgués, más precisamente, de carácter pequeñoburgués, o sea, democrático-campesina.

Pero recogiendo la experiencia de la revolución europea de 1848, Lenin también había comprendido y en esos momentos estaba diciendo que, sin solución de continuidad, el proletariado debía pasar a la ofensiva para alcanzar la revolución socialista. Estaba asumiendo el concepto de revolución permanente o ininterrumpida introducido por Marx en la Circular de marzo de 1850 a la “Liga de los Comunistas” alemanes. Por eso señalaba Lenin que aquerenciarse en semejante unidad orgánica obrero-campesina, limitada a la reivindicación democrático-burguesa, sería un fracaso desde el punto de vista socialista. Rolando Astarita conoce este razonamiento marxista. Pero, por lo visto, hace ya tiempo que dejó de reconocerse en él. Ahora está en otro negocio y es evidente que piensa y actúa condicionado.

La lucha contra la dictadura Libia desde la perspectiva democrático-burguesa, no hay duda que pugna por unir a todos los asalariados del mundo respecto del conflicto en ese país. Pero es esa una unión burguesa y, por tanto, objetivamente contrarrevolucionaria por las razones marxistas aportadas más arriba. Tanto más en cuanto que económica, ideológica y políticamente controlada por el capital imperialista como no puede ser de otra forma en la etapa tardía del capitalismo. ¿O es que Astarita ignora esta verdad de perogrullo aportada por el Materialismo Histórico y la experiencia del Estado democrático moderno al futuro de la humanidad?

El capital monopólico imperialista es incompatible con la democracia política en general, es decir, con el gobierno efectivo de las mayorías, pero no lo es con la democracia burguesa, dice Lenin parafraseando a Engels. ¿Cómo la gran burguesía concilia o “armoniza” la existencia política de la “república democrática” con el concepto económico de monopolio en la etapa del capitalismo imperialista? Forjando una alianza informal u oficiosa entre su capital disponible y el Estado capitalista, corrompiendo a los políticos de los partidos en función de gobierno y demás funcionarios de todas las instancias del Estado. En este punto Lenin interrumpe la paráfrasis que había venido haciendo del texto de Engels para decir:

<<Aquí se plantea la cuestión de la situación privilegiada de los funcionarios como órganos del poder del Estado. Lo fundamental es saber: ¿Qué los coloca por encima de la sociedad? Ya veremos cómo esta cuestión teórica fue resuelta prácticamente por la Comuna de París en 1871 y cómo la veló reaccionariamente Kautsky en 1912.>> (Cfr.:"El Estado y la Revolución" Cap. I aptdo. 3)

Tras exponer las causas que disolvieron el antiguo régimen gentilicio y ser reemplazado por la división de la sociedad en clases, Engels dice que el Estado surgió de la necesidad de contener sus antagonismos, pero por regla general como “Estado de la clase más poderosa” o económicamente dominante que, con su ayuda, pasó también a ser la clase políticamente dominante. Según esta regla, en la mayor parte de los Estados históricos el reconocimiento de los derechos políticos de sus miembros se graduaban con arreglo a sus respectivas fortunas, donde Estado fungía como protector de la clase poseedora contra la desposeída, y esto fue una característica general, tanto en la sociedad esclavista como en la feudal y así también en los Estados capitalistas representativos modernos, donde a diferencia de los otros tipos de Estado en la antigüedad esclavista y feudal, en el Estado capitalista el reconocimiento político de los derechos según el censo de fortuna no es directo ni jurídicamente expreso, sino fáctica y subrepticiamente o “bajo cuerda”, en el secreto y la intimidad burocrática de los despachos:

<<La forma más elevada del Estado, la república democrática que en nuestras condiciones sociales modernas se va haciendo una necesidad cada vez más ineludible, y que es la única forma de Estado bajo la cual puede darse la batalla última y definitiva entre el proletariado y la burguesía, no reconoce diferencias de fortuna. En ella la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero por ello mismo de un modo más seguro. De una parte bajo la forma de corrupción directa de los funcionarios, de lo cual es América un modelo clásico. De otra parte, bajo la forma de alianza entre el Estado y la Bolsa de valores. Esta alianza se realiza con tanta mayor facilidad, cuanto más crecen las deudas del Estado (especialmente en épocas de crisis) y más van concentrando en sus manos las sociedades por acciones, no solo el transporte sino la producción misma, haciendo de la bolsa su centro (la centralización de la propiedad sobre el capital). Mientras la clase oprimida —en nuestro caso el proletariado— no está madura para libertarse ella misma, su mayoría reconoce el orden social de hoy como el únicamente posible y políticamente forma la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que va madurando para emanciparse ella misma, se constituye como un partido independiente, elige sus propios representantes y no los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer>> (F. Engels: "El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado" Capitulo IX)

Dando cauce político a infundios y embusteras proposiciones como la de Astarita, jamás será posible construir en Libia —ni en ningún otro país— organización revolucionaria alguna. El poder político del proletariado jamás se podrá alcanzar rebuscando armas en el arsenal ideológico y político de la burguesía. Por eso es que si queremos contribuir a la revolución mundial socialista, nos vemos ante la ineludible obligación política y moral, de recusar razonamientos demócrata-burgueses, como el exhibido por el el profesor de universidad Ronaldo Astarita, a contrapelo de la tradición revolucionaria del Materialismo Histórico aplicado a la realidad del capitalismo tardío.

 

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