04 El cáncer en el cuerpo de la sociedad capitalista

 

         Todo este razonamiento conduce a concluir, que el estrés metabólico intercelular en los cuerpos humanos —sin distinción de clases sociales— como causa del cáncer y demás enfermedades, tiene su correlato en el estrés operado al exterior de sus cuerpos, es decir, en el ámbito de esta sociedad. O sea, el hecho de metabolizar trabajo humano en plusvalor como causa del cáncer en el cuerpo de cada ser humano, se proyecta y verifica en el propio cuerpo social del capitalismo, como causa de la multiplicación desordenada de unidades de capital excedentario —sobrante— durante las crisis periódicas. Un capital supernumerario que el propio sistema exige desvalorizar y/o destruir, esto último deliberadamente; y no apelando a terapias químicas ni radiológicas, sino mediante guerras bélicas, telúricas y climáticas. A esto se ha venido dedicando la burguesía internacional entre bambalinas desde hace ya décadas, para darle a sus intereses un hálito más de vida.

 

         El cáncer del capitalismo se revela durante las crisis periódicas, no sólo en las máquinas que los capitalistas en sus fábricas dejan de utilizar por falta de rentabilidad, también en las materias primas que dejan de procesar por la misma causa, así como en los stocks de esos mismos medios de producción que permanecen abarrotados sin vender en los almacenes de los intermediarios comerciales. Y ni que decir tiene de los millones de parados cuyas familias son sumidas en la miseria más absoluta. Esa “grasa que sobra” como dijera muy oportunamente hace poco nuestro digno presidente de la “Confederación Española de Organizaciones Empresariales” (CEOE), el señor Joan Rosel, aludiendo a los empleados públicos de base.

 

         A ese capital supernumerario hay que sumar el que permanece como “fondos líquidos” en los distintos paraísos fiscales repartidos por el mundo. Una masa de capital ocioso, cuya magnitud en el siglo XIX, puede comprobarse que no pasaba de medirse en términos de miles de millones de unidades monetarias, y que hoy se calcula en trillones. Buena parte de ellos como resultado de la evasión de impuestos al fisco, que los políticos profesionales a cargo de los gobiernos de turno, disciplinadamente toleran complacientes, a la vez que para hacer frente a los déficits en las cuentas del Estado, no dudan en descargar sin piedad todo su peso sobre los asalariados y las llamadas “clases medias”, combinando el aumento en los impuestos generales y las tarifas —como la de los servicios eléctricos de gas y transporte—, con la subida de las tasas de servicios públicos esenciales —como la salud, la dependencia y la educación—, suprimiendo buena parte de ellos por “razones de presupuesto”, que esgrimen como pretexto para justificar la injustificable intención privatizadora como tributo y premio a los más grandes capitales evasores.     

 

         Sólo en España, el fraude al fisco por parte de las más grandes empresas, se calcula hoy en más de 81.000 millones de Euros. Lo cual explica que ese 1,8% de la población española que suman los sectores más opulentos de la sociedad con su mayor bolsa de fraude a buen recaudo, durante la crisis se haya visto incremento en un 13%, ampliando la brecha entre ricos y pobres. Como ya hemos reiterado en otros sitios de nuestra página, esta es la prueba fehaciente de que tras superar cada recesión en ausencia de guerras, el sistema capitalista reinicia un nuevo proceso de acumulación con una masa de capital en funciones mayor y una más alta composición orgánica, respecto de las existentes al comienzo del ciclo inmediatamente anterior. Esta es la realidad que pudo verificar Henryk Grossmann durante la crisis mundial de los años treinta:

<<Hemos demostrado cómo la sobreacumulación absoluta, que se expresa periódicamente en las crisis, aunque sólo en forma transitoria, se impone en el transcurso de la acumulación de capital a través de las oscilaciones del ciclo económico, de crisis en crisis, en un grado progresivamente creciente, y finalmente, a un nivel elevado de la acumulación de capital, alcanza un estado de "sobresaturación de capital" en el cual no existen suficientes posibilidades de inversión para el capital sobreacumulado, resultando cada vez más difícil la superación de esta "saturación", y por ello el mecanismo capitalista se acerca a la catástrofe final con la necesidad de un fenómeno natural. Los capitales excedentarios e improductivos pueden preservarse provisoriamente del derrumbe total de su propia rentabilidad sólo a través de la exportación de capital o mediante la "actividad" temporal en el mercado de valores (donde lo que unos ganan otros lo pierden y todo queda en casa)>>. (Henryk Grossmann: "La Ley de la acumulación y del Derrumbe del Sistema Capitalista": Cap. 3 punto b) parágrafo III. Lo entre paréntesis nuestro)

         

         Esta dinámica con clara tendencia al derrumbe capitalista, pudo ser detenida a mediados del siglo pasado, por la enorme sangría en vidas humanas y colosal destrucción de riqueza provocada por la burguesía internacional durante la Segunda Guerra mundial. Todo el progreso técnico alcanzado en tiempos de paz hasta entonces, fue puesto al servicio de la destrucción bélica de riqueza material y muerte masiva de seres humanos. Ciudades enteras de Europa y Asia quedaron arrasadas por los bombardeos de ambos bandos, con un saldo de 55 millones de muertos, 35 millones de heridos y 800 millones de desplazados. Las infraestructuras e industrias de los países beligerantes en Europa y Asia, desaparecieron por completo y la fertilidad de los campos devastada.

         Esa guerra ha demostrado que la destrucción bélica de riqueza bajo la forma de capital, vivifica el capitalismo en tanto que aleja el horizonte de su derrumbe haciendo retroceder el progreso alcanzado por el desarrollo de las fuerzas sociales productivas. Está científicamente probado, que cuanto mayor es el capital social global en funciones, menor es su crecimiento. El embotamiento de capital acumulado dificulta la acumulación. Una dinámica que las guerras y los llamados “desastres naturales”, determinan que tal situación cambie de signo. Tanto más, cuanto mayor es el alcance geográfico y poblacional de las fuerzas destructivas comprometidas en el proceso. De hecho, entre 1948 y 1952 la economía de los países afectados por la guerra, pasó de la semiparálisis a un ritmo de crecimiento quinquenal inédito del 35%. 

         No han faltado desde entonces, quienes han venido atribuyendo el espectacular desarrollo económico europeo de la segunda post-guerra al plan Marshall:

<<Sin embargo, las naciones que más ayuda relativa habían recibido del Plan Marshall (Reino Unido, Suecia y Grecia) habían producido los menores retornos y fueron los que menos crecieron entre 1947 y 1955. Por otra parte, las naciones [del “Eje”] que menos recibieron (Alemania, Austria e Italia) fueron las de mayor crecimiento. Debería tenerse en cuenta, sin embargo, que estos últimos países fueron también los más devastados y, por tanto, los que mayor potencial de recuperación tenían>>. (Cfr.: Wikipedia.org. Lo entre corchetes nuestro)

 

            Aunque pueda parecer paradójico, el potencial de desarrollo en cualquier país capitalista, no depende de su mayor riqueza disponible sino al contrario, está en relación directa con su atraso económico relativo. De hecho, hacia los países más atrasados se ha venido orientado el capital supernumerario de los países más desarrollados en el período de entreguerras, tal como lo demostrara Henryk Grossmann. Polemizando con Bauer, Grossman actualizó la verificación de esta tendencia histórica en 1929:

<<Si el capitalismo europeo occidental necesitó 150 años para evolucionar de la forma organizativa del periodo manufacturero hasta la forma capitalistamente desarrollada de los truts mundiales, así los territorios coloniales de Asia, África y América no necesitan repetir este largo desarrollo. Ellos reciben los capitales (excedentarios) que fluyen de Europa en su forma más madura, que se conformó en el seno de los países altamente capitalistas. De esta manera, ellos saltan por encima de largas series de etapas de desarrollo histórico, y el negro autóctono del sur de África es llevado desde sus selvas vírgenes directamente a las minas de oro y diamantes dominadas por el capital de los truts, con su forma de organización técnica y financiera altamente desarrollada. Si en Ecuador, Sumatra, Venezuela o Trinidad se emprenden perforaciones en busca de petróleo, son utilizadas desde el comienzo los más modernos métodos técnicos e instalaciones que existen en ese momento (1929), y así se construyen oleoductos, depósitos, refinerías, etc.>>. (H. Grossmann: "La ley de la acumulación y del derrumbe del sistema capitalista" Cap. XIV BIII. Lo entre paréntesis nuestro)

         Por lo tanto, según progresa la acumulación del capital social, crece el número de países que alcanzan la sobresaturación. Si los primeros países excedentarios de capital fueron Inglaterra y Francia, pronto se le sumaron los EE.UU. e inmediatamente otros a menor escala como Bélgica, Suiza, Holanda, Suecia, Alemania, Italia y más recientemente China, Japón, Rusia y España. Y a medida que aumenta el número de países exportadores netos de capital según se acrecienta su masa excedente, es inevitable que la lucha entre las distintas fracciones del capital imperialista por las localizaciones para la inversión productiva se intensifique.

         Un primer efecto de esta nueva realidad es, pues, la tendencia irresistible al aumento en la composición orgánica del capital de los países anfitriones económicamente dependientes en las ramas de la industria donde opera el capital extranjero. De la competencia por el mercado del automóvil en el contexto del Mercosur entre la Volkswagen radicada en Brasil y la Ford en Argentina, por ejemplo, tiene necesariamente que resultar un aumento de la composición técnica y orgánica del capital en la rama del automóvil de ambos países. En un artículo donde cita un estudio elaborado en 1984 por J.L. Tauille: Microelectronics, automation and economic development: The case of numerically controlled machine tools in Brasil", J.P. Souza se refiere a las condiciones del uso y fabricación de Máquinas-herramientas de control numérico o aplicación de la informática a los medios de trabajo en Brasil, o sea, la producción semiautomatizada:

<<La difusión de las máquinas herramientas de control numérico (MHCN) en el Estado de San Pablo sigue la misma trayectoria que se observa a nivel mundial, abarcando principalmente a las industrias del sector mecánico-metalúrgico de la economía, y dentro de ésta, al subsector de producción de bienes de equipo no producidos en serie. (...) Se puede comentar con mayores detalles la situación de la industria automovilística, incluyendo las plantas de ensamblaje de automóviles y camiones y sus proveedores de la industria de repuestos. Según Tauille, los fabricantes brasileños de Vehículos empleaban en sus divisiones de útiles y herramientas 40 MHCN en 1983 y las empresas productoras de repuestos empleaban, en el mismo año, 150 MHCN. Los usuarios de estos equipos son grandes empresas que en su mayoría cuentan con más de 1000 empleados, siendo subsidiarias de empresas transnacionales, o con participación de capital extranjero. (...) Se ha escrito hasta ahora sobre la extensión del uso de MHCN, pero tan importante como el uso es conocer la medida de su producción y de paneles de control numérico. Se estima que en 1980, de las 700 MHCN en uso en el país, 130 fueron producidas localmente. En ese año eran 6 las empresas productoras. Sin embargo, en 1982 ya se registraron 16 empresas produciendo 34 modelos diferentes de control numérico. A partir de ese año, la Secretaría Especial de Informática inició una política de incentivo nacional de paneles de control numérico, autorizando a cuatro empresas para desarrollar proyectos con tecnología norteamericana, y japonesa con el compromiso de una rápida nacionalización de los equipos, 4 años como tiempo máximo. Los incentivos dados a las empresas se pueden reducir básicamente a dos: reserva de mercado y una cuota de dólares para la compra de componentes en el exterior. Las cuatro empresas a las que nos referimos son: Centelha [tecnología Johannes Heidenhain (alemana)]; Digicom [tecnología Mitsubishi (japonesa)]; Mexitec [tecnología Siemens (alemana) y Romi [tecnología Dana (norteamericana)]>> (P. R. Costa Souza: "Los impactos económicos y sociales de las nuevas tecnologías en Brasil" Ed. Fundación para el desarrollo de la función social de las comunicaciones (FUNDESCO)/1986)

 

         Así, pues, el cáncer de la sobreproducción y sobresaturación de capital excedentario tiende a extenderse geográficamente a escala planetaria. Los 18 trillones de unidades monetarias en distintas divisas, que los más grandes conglomerados empresariales del capital financiero internacional mantienen actualmente ociosos en distintos paraísos fiscales —a despecho de la miseria  de millones de desempleados— son una prueba elocuente de ello. Y la formidable presión de esos trillones sin empleo productivo, es lo que pesa hoy sobre los últimos reductos del llamado Estado del bienestar en materia de salud,  dependencia y educación públicas en distintas partes del mundo, pugnando por acabar con ellos apoderándose de estas tres fuentes alternativas de potencial explotación del trabajo asalariado, para los fines de acumular más capital. Son las últimas fuentes que quedan por privatizar tras haberlo conseguido con las demás desde la segunda post guerra hasta hoy. Impedirlo “sí se puede”. Pero insistimos: “No sin acabar con el capitalismo”.      

 

         La humanidad permanece todavía condenada, pues, a pasar por catastróficos procesos económicos cancerígenos cíclicos, cada vez más recurrentes, dolorosos y difíciles de superar, de los cuales son víctimas propicias las mayorías sociales explotadas de siempre, acentuando la tendencia al derrumbe capitalista. Una eventualidad que no se ha de producir de modo automático, porque para evitarla están precisamente los automatismos de las crisis sistémicas y las guerras bélicas, telúricas y climáticas deliberadamente provocadas. Al mismo tiempo que tampoco está en la intención de quienes pertenecen a la clase dominante que personifica tales episodios, el suicidarse políticamente. Porque son sus beneficiarios.

 

         Así las cosas, superar el estado actual de cosas, es una tarea esencialmente política que sólo compete a los asalariados, quienes hasta hoy, hemos venido retrocediendo una y otra vez ante “la inmensidad de nuestros propios fines”:

<<Hasta que se presente una situación que no permita volverse atrás y las circunstancias mismas griten: demuestra lo que eres capaz de hacer>> (K. Marx: “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Londres, 23 de junio de 1869. Pag. 9. Ver cita al pié.)

 

                ¿Hasta cuándo, hasta cuándo? preguntan cada vez más gargantas y gargantas que se juntan.