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Sí, se puede. ¡¡No sin acabar con el capitalismo!!

Según datos actualizados al mes de abril de 2013 por la encuesta de población activa que acaba de publicar el "Intituto Nacional de Estadística", de los 47.059.533 habitantes que residen actualmente en España, hay 22.837.400 activos o en edad de trabajar (el 48,53%), de los cuales solo 16.634.700 (el 35,35%) siguen ocupados y 6.202.700. (el 13,18%) han sido forzados al paro.

Entre los ocupados, 3.012.100 (el 6,40%) son catalogados como autónomos. Destacamos subrayando entrecomillado este epígrafe, porque es aquí donde la EPA decidió —no casualmente— esconder a los 850.900 explotadores de trabajo ajeno entre pequeños, medianos y grandes empresarios (el 1,8% de la población activa empleada). ¡¡Como si no existieran!! Mezclados, además, con otros 2.023.600 (el 4,30%), auténticos autónomos que viven exclusivamente de su trabajo y 137.600 (el 0,29%), auténticos "bon vivant" rentistas con el indefinido epígrafe de “otras ocupaciones". Quedan 10.776.800 (el 22,90%) a sueldo de sus empleadores privados, más 2.845.800 (el 6,05%) empleados por el Estado.

En términos económicos puros y duros, de esta encuenta se infiere que el 35,25% = (4,30%+22,90%+6,05%) de la población activa Española empleada con ingresos cada vez más recortados día que pasa, no pueda sostener con su trabajo al 64,65% restante, es decir, al 32,79% de la población inactiva, al 18,68% (menores de 16 años) y al 13,18% de activos en paro forzoso. Todo esto en medio de una peligrosa deriva del Estado hacia la quiebra de sus cuentas públicas.

A este drama social son completamente ajenas las grandes empresas residentes en España, cuyos accionistas mantienen sus billonarios fondos líquidos a buen recaudo en Bancos de paraísos fiscales eludiendo el pago de impuestos. Mientras esto sucede y como si no lo supiera, Mariano Rajoy dejó de lado la hipócrita y mentirosa ética de la ideas —que todos los políticos al uso esgrimen cuando desde la oposición aspiran al poder—, para pasar a cumplir con esa parte de la verdad que su nueva responsabilidad le viene exigiendo desde hace un año como Presidente del gobierno. Tal es el pacto secreto de sangre que durante la Revolución Francesa juraron cumplir las dos grandes coaliciones políticas burguesas de la derecha y la izquierda, en la que por entonces se llamó Asamblea Nacional, donde se obligaron a que, bajo condiciones de crisis, sea cual fuere la fracción elegida "democráticamente" para gobernar, harían todo lo que sea menester para superar trodas las dificultades, sin perjuicio ninguno para ellos ni para el sistema económico-social imperante del que han venido viviendo desde ese momento. Tal es el compromiso que los políticos burgueses sin excepción jamás dejaron de cumplir en todo el mundo. Antes de las elecciones vale casi todo para que los más espabilados se hagan con el poder. Pero una vez cumplido ese requisito, se impone hacer a toda costa lo que la preservación del sistema exija. Tal es la filosofía que el célebre político inglés, Benjamín Disraeli, destiló al definir la política como "El arte de hacer políticamente posible lo económicamente necesario". Necesario no para la sociedad en su conjunto sino exclusivamente para los explotadores en el poder y sus fieles servidores políticos, naturalmente.

Dadas las actuales circunstancias económicas y la correlación política de fuerzas entre las dos clases sociales históricamente antagónicas favorable al 1,8% que constituyen los explotadores—, como no podía ser de otra manera este lema de Disraeli fue seguido estrictamente por el Partido Popular con Rajoy a la cabeza como Presidente del gobierno con mayoría absoluta, después de haber prometido hacer todo lo contrario en su programa durante la última campaña electoral. Y ahora, desde la más alta instancia del poder político tras cumplir un año de su mandado, este señor nos acaba de pedir a los ciudadanos de a pie, que tengamos paciencia y sigamos soportando más paro, aumento de impuestos y recortes en los servicios públicos esenciales, con el argumento de que ésta es la única alternativa posible para salir de la crisis. Lo ha sintetizado literalmente así:

“En un período de recesión, no se crea empleo. Se destruye”

Y no es casual que haya omitido deliberadamente explicar la verdadera causa de que suceda tal cosa. Porque sería tanto como mentar la soga en casa del ahorcado. Tampoco aludió Rajoy a la evidencia de que el mayor empobrecimiento relativo de las mayorías sociales explotadas, permite que las minorías explotadoras más acaudaladas, puedan no solo conservar su riqueza en épocas de recesión evadiendo al fisco, sino incluso incrementarla especulando con materias primas esenciales, que elevan el precio de los alimentos y degradan todavía más el nivel de vida de los más pobres, y ni que decir tiene de los parados que han dejado de cobrar subsidio de desempleo. Para reforzar en su discurso el escamoteo de semejante realidad clasista, Rajoy seguidamente agregó que: pensar en la posibilidad de cualquier otro tipo de expectativas, no puede ser sino producto de:

“…varitas mágicas o dislocadas políticas arbitrarias”

La parte de verdad que hay en estas palabras de Rajoy, fue descubierta y anunciada por Marx hace 145 años. Esa distancia en el tiempo no es nada si pensamos en lo poco que cuesta esgrimir como propio un pensamiento ajeno. Sobre todo si, como es el caso, cometió ese plagio para justificar ante la sociedad, el cúmulo de falsedades en que individuos como él suelen ocultar sus propios intereses, los de su partido y los de la clase social parasitaria, corrupta y genocida que representa. Confrontando semejante actitud y propósitos con el esfuerzo monumental que Marx debió hacer para desarrollar su propio pensamiento creador, impulsado por la firme búsqueda de la verdad científica como fundamento de su compromiso con el futuro de la humanidad, huelgan más palabras.

Es evidente que Rajoy apeló a semejante recurso torticero, forzado por la enorme presión social, generada a raíz de las consecuencias desastrosas de la profunda depresión económica en curso. Y lo hizo como último arbitrio retórico ante los medios de prensa y las cámaras de televisión el pasado día lunes 29 de abril, en un discurso que no tiene desperdicio. Sin embargo, este señor y demás secuaces de profesión —a izquierda y derecha del arco parlamentario en todos los países del Mundo—, están demostrando, una vez más, seguir aferrados criminalmente con uñas y dientes a este hace tiempo ya caduco “sistema de vida”:

“Sé que la gente está frustrada, pero sabemos lo que hacemos”, siguió diciendo Rajoy.

¡¡Cómo no lo van a saber!! ¡¡Claro que lo saben!! Pero entre sus más destacados compañeros de partido, Rajoy ha pasado a ostentar el privilegio de ser si no el único, uno de los pocos líderes políticos de la burguesía a escala mundial, en traicionar sus propios intereses admitiendo que las crisis económicas y el consecuente paro masivo de magnitud semejante al actual, con su secuela de miseria, destrucción material, sufrimiento indecible y muerte masiva de seres humanos, no es ni puede ser el resultado de políticas implementadas por cualquier gobierno de turno, sino que es un hecho objetivo determinado por el propio sistema económico-social capitalista en épocas de crisis, cada vez más recurrentes. Un sistema en el cual gentes como Rajoy, Rubalcaba, Cayo Lara y tutti quanti, se siguen prestando interesadamente a ser meros instrumentos propicios debidamente homologados y perfectamente funcionales al sistema, tal como los recambios desechables hacen a la funcionalidad de cualquier maquinaria, electrodoméstico, automóvil etc. Pero con la diferencia de que ellos, los políticos al servicio de la burguesía, tienen plena posibilidad de reciclarse adecuándose a las cambiantes circunstancias, siempre listos para pasar de la oposición al gobierno y viceversa, en lo que ya de sobra se conoce por alternancia política democrática" al interior de sus respectivos aparatos estatales.

Ante tan osada y sorprendente alocución del señor Rajoy, ese otro destacado sicofante de la política española, el socialdemócrata liberal llamado Alfredo Pérez Rubalcaba, cómodamente ubicado ahora como jefe de la oposición bregando para que su partido pueda volver al gobierno y dar continuidad así al mismo sistema explotador y genocida en la próxima legislatura, en nombre y representación mayoritaria de la izquierda burguesa atribuyó los “nefastos resultados” sociales de la crisis económica no al sistema económico-social imperante sino a la política” de “la derecha. Porque la mejor estrategia de los burgueses y sus lacayos políticos para preservar al capitalismo, ha consistido siempre NO en buscar las causas de las crisis sino en señalar "culpables". Chivos expiatorios. Y tras acusar al Partido Popular de hacer pagar las consecuencias de la recesión a los "sectores más débiles" de la sociedad —con inocultables propósitos electoralistas, para paliar esos efectos exigió a Rajoy urgencia en vez de paciencia:

<<Bueno, ya dije el sábado que la situación es dramática (…) Ayer el Presidente del gobierno habló de paciencia y yo le pido urgencia. Urgencia para hacer algo. Hay que hacer algo. Hay que cambiar cosas. Hay que cambiar la política económica, porque es evidente que con esta política económica en Europa y en España vamos a una situación dramática>>.

Con estas palabras, parece como si Rubalcaba hubiera elaborado su discurso, evocando la Sicilia de 1860 tras el desembarco de las fuerzas antifeudales de Giuseppe Garibaldi con sus “camisas rojas”, cuando el príncipe Giulio IV vivió el drama que le hizo presentir el fin de su condición social de aristócrata. Este sentimiento premonitorio de su bisabuelo, inspiró en Giuseppe Tomasi Di Lampedusa la obra literaria escrita en 1954 que tituló "El Gatopardo” —y que Luchino Visconti llevó a la pantalla en 1963—, donde revivió a ese oportunista sobrino del príncipe, llamado Tancredi Falconeri, quien para calmar los negros presagios de su atribulado tío, le sugirió poner en práctica la consigna política de cambiarlo todo (en apariencia) para que todo siga (esencialmente) igual, es decir, evitar rupturas en el status quo social de la época entre burguesía y nobleza, como de hecho así sucedió con la sustitución de la monarquía absoluta por la monarquía parlamentaria en el nuevo Reino de Italia, donde los burgueses asumieron el poder político-institucional, sin mayor perjuicio para la remanente aristocracia que, de tal modo, siguió conservando sus posesiones.

Algo parecido al vértigo del abismo que vio ante sí Giulio IV en aquellos días, es lo que parece haber experimentado Rubalcaba tras conocer la última encuesta sobre población activa expuesta al principio de este trabajo, y sobre todo los más recientes sondeos sobre intención de voto desfavorables al ya remanido invento del bipardidismo predominante, todo ello en el contexto de la respuesta cada vez más masiva, airada y decidida de las mayorías sociales hundidas en la miseria por la crisis, y la corrupción galopante al descubierto en la mal llamada "clase política", que se desparrama por la geografía española en todas direcciones.

Este sentimiento de temor fue, sin duda, lo que inspiró en el PSOE la idea de proponerle a Rajoy, que afloje tensiones combinando su política de recortes en prestaciones sociales y aumento de impuestos, con políticas de empleo que faciliten el flujo del crédito a las pequeñas empresas familiares, para que los “ciudadanos más vulnerables” en paro —a quienes el PSOE tanto proclama representar—, recuperen la confianza en la "democracia".

Y lo hizo echando mano, a la tan falsa como simplista idea unánimemente compartida por el conjunto de la burguesía desde principios del siglo XIX, que todavía insiste en explicar las crisis de superproducción de capital, como si fueran crisis del crédito. Un embrollo macabeo que confunde al síntoma con la etiología de la enfermedad, para poder concluir, engañosamente, que la causa de que el proceso productivo se interrumpa y la consecuente recesión se prolongue, es la falta de dinero prestable, cuando éste es, precisamente, el hecho que debe ser explicado:

<<La superficialidad de la economía política (de andar por casa de los “economistas”), se pone de manifiesto, entre otras cosas, en que (por arte de birlibirloque) convierte a la expansión y contracción del crédito —(que es en realidad) un mero síntoma de los períodos alternos (de expansión y contracción de la producción) dentro del ciclo industrial—, en causa de éstos. (K. Marx: “El Capital” Libro I Cap. XXIII Aptdo. 3. Lo entre paréntesis nuestro)

Señor Rubalcaba: Se dice actualmente —y algo de verdad debe haber en ello—, que quienes detentan la propiedad de los más poderosos conglomerados económicos europeos, mantienen productivamente inactivos u ociosos más de 18 trillones de Euros en fondos líquidos, depositados en bancos de distintos paraísos fiscales repartidos por el mundo (18.000.000.000.000.000.000)¿Éste sería su comportamiento de saber esos “señores”, que su inversión productiva les reportaría ganancias de una magnitud tal, que su incremento fuera proporcionalmente mayor de lo que cuesta crearlas? Pues, ¡¡NO!!, señor Rubalcaba. El flujo de dinero a crédito actúa efectivamente como la más formidable palanca de la inversión productiva para la consecuente finalidad de acumular capital. Este hecho se ha venido verificando empíricamente y sin excepción en la historia del capitalismo. Pero SOLO durante las fases de recuperación y expansión de cada ciclo de los negocios, con ganancias crecientes al alza.. Nunca durante el estallido de las crisis y la subsecuente recesión como es éste el caso todavía al día de hoy. Y nada indica que las cosas vayan a cambiar en el corto plazo, mientras la relación entre la masa de ganancia obtenida con un determinado capital promedio invertido, no permita que el sistema productivo se recupere.

A raíz del paulatino descenso en la Tasa Media de Ganancia —y al alcance de cualquiera está saberlo—, el dinero prestable disponible para inversión productiva comienza a retraerse desviado hacia la especulación —preanunciando así las crisis— hasta desaparecer con su estallido, que es cuando las ganancias declinantes dejan de aumentar e incluso descienden respecto de lo que cuesta producirlas. Es falso, pues, sostener que las típicas crisis capitalistas sean crisis de crédito. Son crisis de ganancias y, por tanto, crisis de relativa superproducción de capital. Una cosa es saber por qué verdaderas causas discurren los hechos, y otra creerse las falsedades que nos tratan de inculcar personeros políticos de las clases dominantes como Ud., señor Rubalcaba.

Ergo. Si hoy esos 18 trillones de Euros siguen estando productivamente inactivos allí donde permanecen a buen recaudo gravitando furtiva y ocasionalmente hacia los mercados especulativos, es porque ese “algo” que Rubalcaba está proponiendo hacer bajo las condiciones recesivas actuales, todavía es de imposible realización. Y lo es —insistimos— porque para que sea realmente posible invertirlos productivamente, es decir, explotando trabajo ajeno, la magnitud de ganancia obtenida con su inversión, debe crecer proporcionalmente más de lo que a dichos empleadores les costaría crearla. Pero como este no es todavía el caso, ningún magnate capitalista puede estar hoy dispuesto, a invertir un solo céntimo de tales fondos líquidos ociosos en emplear trabajo ajeno para producir riqueza.

Sin el fundamental estímulo de la ganancia creciente por parte de las grandes empresas —y siempre que aumente más de lo que cueste producirla—, tampoco hay manera de que puedan hacerlo las medianas y pequeñas empresas que medran a su sombra. Durante las fases cíclicas de expansión, estas empresas vegetan a expensas de las grandes como las rémoras en los tiburones. Pero la recesión las diezma en gran número, al mismo tiempo que induce por cuenta gotas a la creación de otras (los llamados “emprendedores”). Como resultado de esta lógica intrínseca del sistema, se impone la irresistible tendencia natural a la centralización creciente de la propiedad del capital oligopólico en cada vez menos manos, determinando que la existencia de tales empresas por lo general no supere la segunda generación familiar.

Por tanto, la parte del capital físico y humano supernumerario o excedente que provocó la crisis actual y todavía impide superar la recesión, debe seguir desvalorizándose y/o alternativamente destruirse. Tal como acaba de sentenciar nuestro contradictorio Rajoy emulando insólitamente a Marx. Así las cosas, la propuesta de acuerdo entre los dos grandes partidos —que acaba de lanzar el PSOE por mediación del ya declinante pope socialdemócrata Rubalcaba— no deja de ser un recurso retórico perverso y engañoso, que no evitará el descrédito en que han caído las dos más grandes formaciones políticas al servicio de la patronal. De hecho, las estadísticas de intención de voto certifican el desplome del PP. y del PSOE.

Pero semejante descrédito de los dos partidos mayoritarios, no significa que los explotados hayan perdido toda confianza en el sistema. La seguirán teniendo mientras su corazón colectivo aquerenciado al capitalismo una mentira más siga pidiéndoles. Esto explica que a esas mismas falsas esperanzas de “solución”, se sumen partidos burgueses oportunistas de izquierda minoritarios, dedicados a pescar desde la misma orilla de ese río revuelto, en el que se ha convertido la farsa político-institucional permanente al interior del Estado español. Así es cómo se promocionan los bribones a la vez que sus escarceos dan tiempo al sistema, para que acabe de hacer lo suyo sin mayores peligros de desestabilización política general. Tal es el propósito del anzuelo que acaba de lanzar con la caña de Izquierda Unida el “compañero” Cayo Lara, prometiendo crear más de tres millones de empleos. Sin duda una oferta tentadora para consumo de incautos.

Porque lo cierto es que, mientras haya exceso de oferta en medios de producción (suelo cultivado, máquinas, herramientas, mobiliario, materias primas) y fuerza de trabajo disponible en el paro —respecto de la demanda como consecuencia de su insuficiente rentabilidad—, toda promesa de solución será como esperar “brotes verdes” sembrando en terreno infértil. El exceso de oferta (en trabajo asalariado y medios de producción) típico de las crisis de superproducción de capital, debe presionar los precios a la baja forzando a que los explotados trabajen más por menos, para que el plusvalor aumente y la Tasa de Ganancia se recupere. Porque allí donde impera la propiedad privada sobre los medios de producción, no hay medida de política económica que pueda fructificar, contradiciendo las férreas leyes de la economía política.

Lo hemos dicho recientemente y volvemos por enésima vez sobre ello: La "necesidad" impuesta por el sistema de proceder a desvalorizar y/o destruir el capital sobrante tras el estallido de cada crisis, es algo inevitable y se explica por el hecho de que acerca el horizonte de la recuperación económica en el tiempo, tanto más cuanto mayor sea la magnitud del capital excedentario en el momento del crash y, por tanto, mayores las pérdidas en términos de riqueza y vidas humanas contablemente cuantificables, a través de un tan doloroso como innecesario sufrimiento. Todo ello para que disminuya el denominador de la Tasa General Media de Ganancia y aumente su cociente que se refleja en la cuenta de resultados de la burguesía en su conjunto, ya sea por el propio juego de la oferta y la demanda, ya sea mediante guerras o “catástrofes naturales”, por cierto cada vez menos naturales y tanto más devastadoras, al ritmo en que progresa el adelanto tecnológico incorporado a los medios de destrucción masiva. Tal es la realidad que, a juzgar por sus propias palabras, Rajoy ha venido a reconocer implícitamente en ese reciente acto, no casualmente auspiciado por el “Foro de la empresa familiar”.

Pero las crisis no solo se superan desvalorizando y/o destruyendo el capital físico excedente que impide la recuperación de la tasa de ganancia. También dando empleo, a la excedentaria o supernumeraria parte del capital nominal o líquido que permanece ocioso atesorado en los bancos y paraísos fiscales del sistema y que, tal como hemos visto, en Europa alcanza hoy la magnitud de 18 trillones de Euros. He aquí el concepto de "sobresaturación de capital" o capital excedentario crónico, expresión acuñada por Henryk Grossmann en 1929 basado en los descubrimientos de Marx, que pudo confirmar estudiando la profunda recesión que siguió a la crisis económica mundial ese mismo año. Un capital sobrante que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial en esa enorme sangría de riqueza y vidas humanas, cuya consecuente escasez resultante dio pábulo en la postguerra, a que aparecieran y se consagraran las doctrinas socialdemócratas de Keynes con su famoso "multiplicador de la inversión", incentivado por el llamado capital estatal de las empresas públicas, como necesario complemento del mermado capital disponible remanente tras aquella hecatombe bélica. El experimento keynesiano que se plasmó en el conocido Estado del Bienestar, fue el que permitió prolongar la fase expansiva del nuevo ciclo industrial entre 1947 y 1966. Una expansión que no casualmente lideraron las economías de Europa y Japón creciendo a un rítmo del 8,9 y del 9,6% respectivamente, habiendo sido las que más sufrieron el retroceso económico por causa de la guerra.

Las redes públicas de salud, educación y seguridad social en los países capitalistas desarrollados y de desarrollo medio, se extendieron históricamente condicionadas por el llamado capital público o estatal que suplantó al capital privado inexistente, en un momento muy específico, excepcional y transitorio del capitalismo, a raíz de la destrucción material y el genocidio resultantes del conflicto bélico, tras el cual una tasa de ganancia en aumento se combinó con un capital acumulado todavía insuficiente, que hasta cierto punto permitió la coexistencia del capital privado con el capital público Estatal, acumulado en no pocas industrias básicas, de transportes, comunicaciones y de servicios sociales esenciales como sanidad, educación y seguridad social, para atender a una población explotable en crecimiento, con salarios al alza y en condiciones de casi pleno empleo durante ese período expansivo.

Pero dada la propia lógica del capital descubierta por Marx, esta situación pudo preverse como científicamente transitoria. Y así se pudo demostrar desde el momento en que, el desarrollo tecnológico aplicado a los instrumentos bélicos se incorporó a la industria en tiempos de paz, de modo que a caballo de la consecuente fase de aceleración, se fue creando la siguiente gran plétora de capital acumulado. El síntoma de que el capitalismo mundial evolucionaba en dirección a otra interrupción violenta de la producción como la que ahora estamos padeciendo, se anunció cuando el Estado norteamericano decretó en 1971 la inconvertibilidad del dólar en oro, confesando que había en el Mundo más representación de riqueza (dinero fiduciario en dólares) que riqueza material propiamente dicha, porque el proceso de acumulación de plusvalor había sido artificialmente prolongado por medios crediticios bajo la forma de promesas de pago, es decir, capital ficticio; y porque, como consecuencia de ello, el sistema capitalista fue forzado, una vez más, a ir con la explotación del trabajo asalariado para los fines de acumular plusvalor, más allá de sus propios límites naturales, creando una masa de capital cada vez más relativamente supernumeraria respecto de la ganancia obtenida con él. Tendencia irresistible que está en los propios genes del sistema.

Semejante excepcionalidad histórica determinó que el Estado burgués —en tanto que capitalista colectivo— debiera hacerse cargo de esos necesarios emprendimientos económicos y sociales por entonces vedados al capital privado por insuficiente acervo. El Plan de Estabilización de 1959 le permitió a España incorporarse esa onda de prosperidad que se dejó sentir en todo el Mundo desde 1953, y permitió a las economías europeas recuperar los índices de acumulación alcanzados antes de iniciarse la contienda bélica. También en España desde 1959, fueron notorios los resultados de la política de inversiones públicas y creación de empresas industriales estatales que, a instancias del "Instituto Nacional de Industrias" (INI) creado por la Dictadura franquista, hicieron posible el desarrollo económico posterior a través de los tres Planes de Desarrollo cuatrienales que se pusieron en marcha desde 1964, permitiendo a la economía española crecer a un ritmo superior al 6,5% anual acumulativo, superando ampliamente el promedio anual que alcanzó el conjunto de países miembros de la OCDE.[1]

La post transición a la "democracia" desde 1978, no hizo más que continuar el acelerado proceso hacia la sobresaturación en España y el resto del mundo que condujo a la nueva plétora de capital. Y como todo capital excedentario u ocioso, presiona en dirección a ser empleado en la producción de más plusvalor explotando trabajo ajeno para los fines de su acumulación, cabe la pregunta: ¿A dónde fueron a parar en España las empresas del INI? Al sector privado. ¿En manos de quiénes están hoy? En manos de las grandes empresas privadas que se han apropiado de ellas a precio de saldo. ¿Y bajo qué partido político a cargo del gobierno se han consumado estas privatizaciones? Bajo el gobierno del PSOE entre 1982 y 1996. Un partido que nació abrazado al ideal socialdemócrata originario de la Segunda Internacional en ruptura con el marxismo, para asumirse como paladín de la economía mixta y de las políticas redistributivas del reformismo keynesiano. Pero según se proyectó hacia el futuro como alternativa política mayoritaria "de izquierdas" frente al otro gran partido de la derecha franquista "democráticamente" reciclada, el PSOE fue lastrando aquél ideario reformista que lideró Pablo Iglesias. Hasta que a fuerza de asumir responsabilidades de gobierno y compadrear con grandes empresarios, acabó pasándose con armas y bagajes a un liberalismo burgués "moderado", desde donde ahora todavía dice defender el carácter público de la sanidad, la educación y el sistema de pensiones, compitiendo en la reivindicación de este "fleco" reformista burgués hipócrita y oportunista, con sus colegas de Izquierda Unida y demás formaciones regionales menores. Le llamamos "fleco", porque es éste el último residuo del patrimonio público, que la Ley capitalista del valor a instancias de la cancerígena superproducción de capital, tiende inevitablemente a privatizar para darle empleo rentable, que tal fue y sigue siendo el cometido de la burguesía y los políticos que la representan desde la Segunda Post Guerra mundial.

Pero ahora, en la memoria histórica de los explotados ha pasado a gravitar la experiencia de años, en que los servcios públicos de salud educación y seguridad social, demostraron ser de mayor alcance social, tan eficaces y más baratos que los privados. Y esto arraigó en su conciencia colectiva. Hasta tal punto que la necesidad racional de seguir contando con ellos, parece hoy haberse vuelto absolutamente incompatible con la no menos imperiosa necesidad que el capital excedente ocioso exige, pugnando por volver a convertir dichos servicios en un negocio. Ni más ni menos que como sucedía en tiempos de Marx. Por tanto, al tornarse ideológicamente incompatibles, ambas necesidades sociales contradictorias se revelan cada vez más como políticamente antagónicas e irreconciliables. Otro tanto se está procesando en la conciencia de los cientos de miles de ciudadanos estafados por la banca en materia de prestamos hipotecarios, "acciones preferentes" y "subordinadas", a quienes la necesidad de que las empresas dedicadas a la intermediación financiera deban ser de propiedad pública, se les revela cada vez más como absolutamente inconcebible e intolerable, que sigan siendo de propiedad privada. Tan inconcebible e intolerable, como aceptar que el 1,8% o menos de la población de un país, decida qué debe hacer y cómo debe vivir el resto. Porque aun cuando las mayorías eligen periódicamente a sus representantes políticos según lo que estos les prometen hacer en las campañas electorales, no es menos cierto que los políticos hacen invariablemente lo que la minoría de acaudalados propietarios le sugieren desde "los mercados", convirtiendo así la "democracia" en una dictadura permanente del capital. La consigna política que aflora pues, cada vez más espontáneamente a la conciencia colectiva del ciudadano común por propia experiencia, no puede ser otra que:

"SI, SE PUEDE". ¡¡PERO NO SIN ACABAR CON EL CAPITALISMO, EXPLOTADOR Y CORRUPTO!!

Para homologar esta esencial y cada vez más necesaria exigencia política con el pensamiento de cada cual —y así poder comprender su concepto sin demasiado esfuerzo del intelecto, solo basta con prestar un poco de atención a la fórmula matemática de la “tasa general media de ganancia”, como relación entre la masa de plusvalor que se obtiene, respecto de lo que cuesta producirla, o sea costo medido en términos contablemente registrados de salarios y medios materiales de producción. Relación desde donde no hay forma de huir por ninguna tangente ideológica interesada sin "mostrar el plumero".

G=

    Pl.    
Cc+Cv

Donde “Pl.” es la masa de plusvalor obtenido; “Cc” el valor invertido en medios de producción [tierra cultivada o suelo urbano consolidado; edificios; máquinas, herramientas, mobiliario, etc.; materias primas; materias auxiliares (combustibles, lubricantes)] y “Cv” salarios.

En esta fórmula está resumidamente compendiada la explicación acerca del destino final del capitalismo. Allí se sintetiza toda su lógica, la ley general económica que preside su desarrollo, sus contradicciones insolubles y, por tanto, el carácter históricamente transitorio de su existencia como sistema social y económico de vida. Después del genial aforismo de Epicuro: "Todo lo que nace merece perecer”, en la Tasa General Media de Ganancia el capitalismo también lleva inscrita su propia fecha de caducidad. Y haga lo que haga la burguesía con sus lacayos intelectuales y políticos por impedirlo, solo conseguirán prolongar los dolores del tan necesario como inevitable parto socialista en transición al comunismo:

<<Esta ley es, en todo respecto, la ley más importante de la moderna economía política (...) que pese a su simplicidad, hasta ahora nunca ha sido comprendida y, menos aún, explicada (...) Es, desde el punto de vista histórico la ley más importante…>> (K. Marx: "Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política" (Grundrisse) l857/l858 Ed. Siglo XXI México /l977 Pp. 634. Paréntesis nuestros).

Y si aquél “hasta ahora” que Marx dejó pendiente de resolver, se prolonga en la indiferencia general por ignorancia continuada de los asalariados —después de siglo y medio en que la humanidad se viene dando una y otra vez de bruces contra la salvaje realidad del capitalismo—, esa tardanza de lo que todavía está por venir, es principalmente imputable, a la legión de presuntos “expertos” en lo que sea propicio a sus intereses personales, con tal de seguir viviendo del cuento.

Sí, estamos hablando de esos modernos sofistas, verdaderos charlatanes no pocos de ellos con ínfulas de “catedráticos” a sueldo y prebendas de la burguesía internacional, que para eso les retribuye con el dinero que mayoritariamente aportan los asalariados a las empresas que les contratan y explotan, así como a los Estados nacionales donde residen pagando impuestos. Un dinero que los grandes empresarios disponen directamente o por mediación de políticos profesionales institucionalizados, quienes para tales "fines benéficos" lo destinan con cargo a los presupuestos públicos.

Unos y otros tan cómplices de la barbarie capitalista en la sociedad civil profana, como afortunadamente lo son cada vez menos sacerdotes que se ganan la vida oficiando en la presunta "sociedad divina" del Dios católico. Por ejemplo, la barbarie que según se acaba de saber, compromete al cura recién entronizado Sumo Pontífice, el argentino alias "Francisco" llamado Jorge Mario Bergoglio, bajo la forma de abusos sexuales a niños cometidos por colegas compatriotas suyos, en la piadosa congregación del Obispado de Quilmes. O la que implicó a su inmediato antecesor, el ya dimisionario "Benedicto XVI" cuando todavía se le conocía como el cardenal Ratzinger, por haber encubierto los mismos crímenes a la sazón cometidos por un sacerdote residente en el Estado norteamericano de Wisconsin, llamado Lawrence Murphy, quien entre 1950 y 1974 vino abusando continuadamente de 200 niños y adolscentes sordos. Todo como parte de un negocio, en el que la multinacional cristiana compite muy hábilmente con sus homólogos musulmanes, hindúes y budistas, vendiendo con distinto nombre un mismo producto, tan etéreo y evanescente, que solo es posible "ver" bajo los efectos de psicopáticas ensoñaciones.

GPM.

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[1] En 1971, la renta por habitante de los españoles se correspondía con la de Francia y Alemania en 1961 y con la de Italia y Japón en 1968. El grado de convergencia con Europa era del 71,7 por ciento. Pero el III Plan de Desarrollo (1972-1975) se vio afectado por la guerra del Yom Kipur (1973) y la subsiguiente crisis de la energía que marcó la evolución de la economía mundial, y, por extensión, la de España. En el año 1975 se truncó el crecimiento ininterrumpido registrado durante todo el proceso de desarrollo anterior y sólo se alcanzó un 0,8 por ciento del PIB. Pese a todo, ese año España era el décimo país más industrializado del mundo, el paro era inapreciable, la presión fiscal era del 21,36% del PIB y el grado de convergencia de España con respecto a la Comunidad Económica Europea había alcanzado el 77,7%, demostrando que el proceso de acumulación avanzaba a un ritmo relativamente más rápido.