El frenesí por gobernar al Estado capitalista 

 

<<Pasar por encima de las palabras como sobre un felpudo con los pies sucios, en política suele pagarse muy caro. Como esa proposición de Machado al decir que “se hace camino al andar”. Algo que hoy en día sin el GPS de la razón científica, sigue siendo tan equívoco como pasota>>. GPM

 

01. Introducción

 

   Debemos empezar por decir aquí, que lamentamos tardar ya demasiado en recordar aquél ejemplar y grandioso acto heroico de los comuneros de Paris, entre julio y setiembre de 1871. Pletórico de inteligencia y voluntad política revolucionaria. Tanto, que todavía inspira el pensamiento y la acción consecuente de las generaciones que han venido recogiendo aquél testigo, en la carrera por superar al capitalismo para que la humanidad pueda seguir haciendo historia más libremente. Pero ya se sabe que la exigencia de los acontecimientos retiene y obliga.

 

   El pasado día martes 10 de setiembre, remitimos a los habituales interlocutores del GPM nuestra siguiente comunicación:

 

Message du 10/09/14 12:02
De: "gpm" <gpm@nodo50.org>
A: destinatarios-no-revelados:
Copie à:
Objet: Nueva publicación

   El presente mensaje, es para anunciar una nueva publicación del GPM en:  http://www.nodo50.org/gpm titulada: “Últimos vientos de guerra”.

   Un saludo: GPM.

 

   Allí hemos vuelto una vez más, sobre la definición del capitalismo como la dictadura política de una minoría social, cada vez más irrisoria, ejercida por empresarios privados —grandes, medianos y pequeños— en alianza con políticos profesionales, jueces y fiscales institucionalizados. Todos ellos unidos en torno a la finalidad de garantizar el sagrado principio fundamental de la ganancia, basado en la explotación de trabajo ajeno. Unidos pero al mismo tiempo paradójicamente divididos, en pugna unos con otros por rapiñar una parte alícuota mayor de ese plusvalor.  

 

   Se trata de un excedente respecto del salario, obtenido a instancias de la creciente productividad laboral, que aumenta con cada progreso científico-técnico incorporado a los instrumentos de trabajo —movidos por el proletariado en cada jornada laboral— haciendo así posible a la burguesía usufructuarlo. Un rédito global obtenido en cada país que —por mediación de la oferta y la demanda en el mercado bajo condiciones normales— la competencia intercapitalista se encarga de repartirlo entre los capitalistas, según la masa de capital con que cada fracción empresarial participa en ese común negocio, de medrar a expensas del esfuerzo de otros seres humanos. Es, pues, un proceso objetivo. Que no ha surgido de la voluntad de nadie en particular. Como el famoso Big Bang descubierto por Stephen Hawking que dio pábulo al Universo. Y que acabó moviendo a todos los burgueses como títeres. Criaturas del sistema que ha hecho de ellos lo que son. 

   Pero bajo tales condiciones, de la misma forma sucede que, a instancias de la productividad, los instrumentos de trabajo —cada vez más eficaces— sustituyan más y más mano de obra, que así su empleo no deja de aumentar, pero naturalmente cada vez menos. Y dado que la ganancia del capital crece a expensas del trabajo asalariado, el decreciente incremento del empleo asalariado respecto de los medios que pone en movimiento, determina que el proceso de explotación y acumulación de capital, se interrumpa periódicamente por falta de rentabilidad suficiente, respecto de lo que cuesta producirla.

  

   Esta “lógica” da pábulo a las crisis económicas de superproducción de capital, durante las cuales la penuria relativa de ganancia agudiza las disputas entre lobbies económicos que, sin solución de continuidad, se trasladan a los partidos políticos de cada país, saltando desde allí a la escena internacional, donde unos países lidian con otros por la misma causa. Trastornos económicos y consecuentes conflictos políticos, que con cada vez más frecuencia la burguesía mundial no ha conseguido superar, si no es mediante guerras entre bloques de países, cada vez más destructivas y genocidas según el progreso del conocimiento científico se va incorporando a los instrumentos bélicos, a instancias de la llamada “economía de guerra”.

 

   Un “progreso” que tras la Segunda Guerra Mundial, ha servido también para que desde mediados del siglo pasado, la burguesía internacional haya podido incluso apelar, muy “pacíficamente”, a la destrucción y muerte masiva de las llamadas guerras telúricas y climáticas —en apariencia bajo la forma de “catástrofes naturales”—, para superar más rápidamente las crisis. Sí. Nosotros no dejaremos de insistir en la verdad, tanto como los capitalistas y sus secuaces desde los aparatos ideológicos del Estado, los medios masivos de comunicación y la industria del entretenimiento, insisten en ocultarla bajo un cúmulo de porquería "cultural" y mentira sistemática.

 

   Aunque no precisamente con las mismas palabras, esto es esencialmente lo que hemos nosotros dejado negro sobre blanco poniendo el punto final a ese trabajo ya publicado, en cuyo último párrafo decimos textualmente:

<<¡¡¡He aquí el cascabel que Marx le puso al gato capitalista!!! Una señal que los intelectuales al servicio de la burguesía se han ocupado de sustituir por otras de diversa índole, para que las mayorías explotadas se confundan y nunca puedan saber dónde está en cada momento, qué hace y hacia dónde realmente va ese animal>>.

 

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