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Núm. 2    primavera    1998     Sumari     <<<     >>>


Algunas reflexiones ante las agresiones a mujeres

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Ultimamente los medios de comunicación se están haciendo eco de numerosas agresiones por parte de maridos o compañeros a sus respectivas compañeras. Esto no quiere decir que sean una novedad. Quizás ahora se denuncian más estas situaciones. Pero ¿por qué el hombre recurre a la violencia doméstica?

Se podría pensar que son condiciones instintivas, consecuencias de un carácter o de una personalidad fuerte. En estos casos se subestima la intencionalidad de la agresión, son fenómenos que ocurren "porque sí" y después desaparecen. Quién no ha oído la adora pero tiene un pronto...

Otra interpretación podría relacionarse con la afirmación personal a través del uso de la fuerza. Es decir, sería la degradación o anulación de la mujer la que le permitiría reconstruir su propia identidad y ocupar un lugar de poder. Esta situación podría ser frecuente cuando se invierten "los roles" . El fracaso social de un hombre, una conducta desvalorizante por parte de la mujer podría estimular la competencia sobre la que se establece la relación de pareja y generaría situaciones de máxima agresividad.

La frustración personal podría ser una causa del maltrato. Ello operaría como una reacción defensiva del agresor ante los obstáculos para la realización de sus expectativas personales y sociales. Esta situación de fracaso o verse sometido a una situación de subordinación, provoca en el hombre una necesidad de restituir la autoridad perdida en el único espacio en el que puede ejercer su poder seria el ámbito doméstico, sobre sus "posesiones legítimas": la mujer y los niños/as. A este fenómeno se le conoce como movimiento reorientativo, es decir, no dirige la ira contra el objeto que la provoca (es muy probable que le inspire temor y se inhiba ante dicho objeto), la dirige contra objetos mucho más inofensivos y en un ámbito, el familiar, en el que funcionan mecanismos de legitimación del mundo privado como un ámbito regido por normas de "tolerancia" de permisividad sobre conductas que en el mundo exterior se inhiben o se reprimen.

Dentro de este orden "permisivo" se articula el sentimiento de propiedad o posesión sobre la esposa, y de los padres sobre los hijos. En esta situación la mujer aparecería como una prolongación del propio yo masculino. La descarga emocional estaría proyectada sobre él mismo. En esta estructura "el otro" no es reconocido como sujeto autónomo y diferenciado.

La educación femenina ha ido encaminada a contener la agresividad del conflicto no sólo por evitar situaciones de violencia, en las que ella resultara damnificada sino por amenaza de pérdida de cónyuge...

Continuará...


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