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Núm. 9    febrer    2004     Sumari     <<<     >>>


La crítica anarquista a la transición

Paco Madrid

Lo que voy a tratar de exponer es el marco general del significado que se encierra bajo el concepto de transición.

Para ello y dado el carácter que supone el haber estudiado historia y por tanto ser historiador, carácter que lleva aparejado una cierta dosis de perversión, me gustaría establecer ciertos paralelismos. Entre otras cosas porque en un determinado momento se presentó la transición política española, tras la muerte del dictador, como un modelo de transición pacífica sin parangón e incluso exportable a otras realidades políticas.

franco5En primer lugar, esta transición que muchos de nosotros hemos vivido no fue en absoluto pacífica, sino muy sangrienta y en segundo lugar porque este mismo modelo, salvando las distancias, ya había sido ensayado con éxito hacía más de cien años.

En efecto, la llamada revolución de septiembre de 1868 fue un intento de adecuación política del país que era ya imposible llevar a cabo con la monarquía borbónica. Lógicamente, el destronamiento de Isabel II, a pesar de haber sido promovido por una parte del ejército y las fracciones más progresistas de la burguesía liberal, necesariamente iba a crear entre las capas populares y entre los sectores más avanzados de la población, unas ciertas expectativas de cambio revolucionario que no entraban precisamente en las intenciones de quienes promovieron la caída de Isabel II.

Afortunadamente, contamos con el testimonio directo de un periodista además de etnólogo y revolucionario que vino a este país a cubrir la información de la inminente revolución que se estaba gestando. Efectivamente, Elías Reclus, amigo personal de Bakunin, declinó el ofrecimiento que éste le hizo de venir a transmitir a los trabajadores españoles el ideario de la Internacional, misión que finalmente recaería en Fanelli, pero sí aceptó cubrir la información periodística para la revista "La Revue Politique et Literaire" de París de la cual era redactor.

Para escribir sus artículos fue tomando notas periódicamente en un cuaderno.

En este cuaderno, Impresiones de un viaje por España en tiempos de revolución, nos describe minuciosamente cómo el gobierno provisional mediante hábiles manipulaciones escamoteó y aplastó de modo sangriento la instauración de una república. Primero sería aplastada la insurrección republicana de Cádiz alegando que era un intento de la reacción por restablecer la monarquía borbónica, a ésta le seguirían otras represiones aún más sangrientas. Pero en cualquier caso jugó un papel fundamental el monopolio y la consiguiente manipulación de la información, además de la traición de las cúpulas republicanas que parecían tener más miedo a un levantamiento popular que al restablecimiento de la monarquía.

Luego veremos el proceso general de la denominada transición a la democracia, pero antes me gustaría apuntar cuáles son los puntos principales que se desprenden de este proceso: 1) Acuerdo en las alturas sobre la forma de Estado. 2) Consenso en cuanto a la represión de las formas de oposición. 3) Resolución de las contradicciones en el palenque político procurando no caer en el enfrentamiento armado.

Que el proceso de transición fue pactado por los sectores reformistas del franquismo y las cúpulas de los partidos políticos históricos, principalmente PSOE y PCE, creo que nadie a estas alturas lo puede poner en duda. Pero, ¿cuáles eran los principales problemas con los que se iban a encontrar? ¿De qué forma debían resolverlo?

En mi opinión los problemas principales a resolver eran: encuadramiento del movimiento obrero dentro de estructuras organizativas de control, es decir sindicatos sometidos a las directrices de sus respectivos partidos, ya que estaba previsto el desmantelamiento del sindicalismo vertical. El problema de los movimientos centrífugos, es decir, la tendencia de la periferia a reivindicar su autonomía; pero en este caso era necesario ante todo hacer que las regiones que ya habían logrado anteriormente su derecho a la autonomía (Euskadí y Cataluña, principalmente) se vieran contrabalancedas. Y por último el más que probable resurgimiento del movimiento libertario.

Pero antes que nada había que ponerse de acuerdo en la forma de Estado; aunque me da la impresión que en este punto el acuerdo se alcanzaría muy pronto. Descartada la república, la cual por supuesto no le interesaba en absoluto a la derecha, pero tampoco al PSOE y al PCE, ya que esto hubiera significado con toda probabilidad una recuperación inmediata de un fermento socio-cultural de los años treinta, con toda la problemática que esto generaría, pero sobre todo hubiera significado un cuestionamiento del régimen anterior, es decir, se hubiera producido el proceso político de la dictadura o lo que también se dio en llamar, ruptura. Por lo tanto, se aceptaba como inevitable históricamente la asunción de una monarquía bastarda heredada del franquismo, lo cual significaba lógicamente la aceptación de la continuidad de éste bajo el ropaje de la democracia.

Así se dio la paradoja de que los principales partidos políticos que proclamaron en los años treinta la defensa de la república como una cuestión de vital importancia, fueron los primeros en abandonarla a su suerte. Muchos seguramente recordarán la patética figura de Carrillo en las pantallas del televisor, después que fuera legalizado el partido comunista, hablando a la audiencia con la bandera de la monarquía a un lado y al otro la de su partido.

franco6Por otra parte la república en este país ha tenido siempre una congénita debilidad estructural y paradójicamente, tanto en la primera como en la segunda, reprimió con más dureza a aquellos que supuestamente estaban destinados a significar su apoyo. Además las actitudes de los supuestos republicanos fue, como mínimo, sorprendente; esto quizá explique que la agitación por la república se redujera a actos testimoniales. Como anécdota recordaré que en cierta ocasión Pilar Rahola, que entonces ocupaba un puesto importante en Esquerra Republicana de Cataluña, fue a visitar al rey y a la salida confesó muy emocionada que aquél le había confesado el sexo de su futuro nieto. Esto me recuerda una novela del anarquista francés Georges Darien titulada El Ladrón, en la cual en el prólogo un republicano francés que viajaba por primera vez a Bélgica confesaba: "¿Qué motivo tenía para cruzar así la frontera? ¡Dios mío! había querido ver al rey Leopoldo, antes de morir. Un capricho. Nunca había visto a un rey. ¿Habrá algún republicano que no me comprenda?"

Por lo que respecta a las autonomías, la mejor forma de acabar con este grave problema histórico y tratar de abortar las tendencias seculares al cantonalismo y ahuyentar el fantasma del federalismo, fue conceder la autonomía a todas las regiones del país (incluso a aquellas que ni siquiera se lo habían planteado). No voy a entrar en el proceso político de las dos velocidades u otros de parecido carácter, porque lo importante es darse cuenta de los intentos de manipulación a este respecto para tratar de desviar la atención de los problemas que realmente nos acuciaban a todos y éste no era otro que el problema del movimiento obrero.

En este punto voy a limitarme a plantear una serie de cuestiones que me parecen importantes con el propósito de animar el posterior debate. Ya se ha dicho en numerosas ocasiones que faltan estudios que lo analicen, porque la gran mayoría de los libros que se han publicado se limitan a tratar el panorama político, silenciando el tema del movimiento obrero y el anarquismo, seguramente por considerarlo superado y de una importancia muy relativa y los pocos libros que sí lo tratan no nos proporcionan la necesaria visión de conjunto que nos permita reflexionar sobre los problemas que se plantearon entonces y ayudarnos a entender los que ahora tenemos planteados.

Una primera cuestión sería la reconstrucción de la CNT, lo cual era no sólo inevitable, sino necesario, porque cubría un espacio necesario para impulsar desde sus presupuestos un sindicalismo de acción directa y que podía proporcionar un marco adecuado a ese sector del movimiento obrero muy crítico con el sindicalismo partidista. Además la urgencia de dar una respuesta libertaria al cambalache que se estaba gestando en las capillas políticas le daba un motivo más para esta recuperación de las siglas históricas. Pero, ¿esta reconstrucción se llevó a cabo de forma correcta? ¿Hubiera sido posible otra forma de recuperar las ideas anarcosindicalistas?

Me parecen muy pertinentes estas preguntas, porque para conseguir un movimiento libertario con la fuerza suficiente para resistir los embates de la represión que inevitablemente se iban a dirigir contra sus estructuras hubiera sido necesario potenciar un amplio movimiento de grupos anarquistas, ateneos libertarios, etc. Y en mi opinión esto no se produjo; se centraron todos los esfuerzos en la CNT, lo cual facilitó muy probablemente la labor represiva del gobierno.

No vale la pena hacer aquí la crónica de esta represión, sobre todo a partir de la huelga de gasolineras y el caso Scala. Además no se diferencia, en líneas generales, de otros montajes policiales sufridos por el movimiento anarquista a lo largo de su historia. Para acabar insistiré en el hecho de que la única forma de dar respuesta a las agresiones cada vez más feroces del sistema capitalista pasa necesariamente por crear organizaciones sólidas capaces de dar respuestas, pero para ello, en mi opinión, es absolutamente necesario conocer qué intentos se han llevado a cabo ya, para no caer de nuevo en los mismos errores de antaño.


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