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Núm. 9    febrer    2004     Sumari     <<<     >>>


Modernización posmoderna

Josep Alemany

Al abordar la persistencia, en la España actual, de concepciones franquistas y falangistas no podemos limitar el análisis al ámbito estrictamente político, sin tener en cuenta la tradición intelectual más amplia de la que arrancan: los presupuestos ideológicos del tradicionalismo autoritario y antiilustrado, que fue reformulado por los intelectuales de la llamada generación del 98. Dicho ideario no ha sido sometido a la demolición liberadora de la crítica. Al contrario, con los fastos de 1992 la izquierda oficial le dio un nuevo impulso.

En efecto, el Quinto Centenario constituyó una mezcla de esplendor mediático y oscurantismo intelectual. Se soslayó toda reflexión crítica sobre el contenido del Descubrimiento. La nueva imagen de la "Invención de América" y la "Era de los descubrimientos" respondía al deseo inconfesado de no alterar el pasado de conquista y genocidio ni su mala pero persistente herencia.

Existe un hilo de continuidad, desde Sepúlveda hasta Unamuno y Ortega, en la oposición del tradicionalismo español a todo intento reformador, comenzando por la ética y las concepciones del humanismo de signo crítico y reformista, en el siglo XVI, para acabar en afrancesados, rojos y hasta socialistas y anarquistas, en tiempos posteriores. He aquí lo que escribe Eduardo Subirats en "España: miradas fin de siglo":

"Estas reacciones de una tradición que se sentía metafísica y socialmente amenazada, como a menudo ilustra Unamuno en sus más enrevesados conceptos filosóficos, no se detuvieron hasta cristalizar políticamente en los poderes de la dictadura de Primo de Rivera, y del nacionalcatolicismo después" (pp. 65-66).

"Aquel espíritu negativo [...] no murió con la generación de intelectuales agrupados en torno a la fecha de 1898. Considerado desde esta perspectiva más amplia, el nacionalsocialismo español y el franquismo como su consecuencia, y hasta sus secuelas ideológicas que precisamente llegan hasta las arenosas orillas de la Expo-92 de Sevilla, constituyen asimismo el resultado final de aquella derrota mal asumida, nunca lo suficientemente analizada, y menos aún revisada" (p. 111).

Simulacro de cambio

La pervivencia de los valores culturales de la tradición conservadora española se debe al proceso que ha tenido lugar en nuestro país a partir de la transición. Subirats lo define como modernización posmoderna: la modernización diseñada como un sistema de simulacros concertados a través del espectáculo mediático, lo que permite generar transiciones políticas postotalitarias en la superficie de su representación política sin tocar las estructuras institucionales ni las concepciones filosóficas globales de la dictadura anterior.

La política posmoderna convierte la democracia y el cambio en un juego de simulacros, un carnaval semiológico, y, al mismo tiempo, deja intactas las estructuras de la vieja sociedad autoritaria y los persistentes valores carismáticos o reaccionarios en los que se apoya.

Bajo el espectáculo posmoderno desplegado a lo largo de los ochenta, con su apoteosis culminante en 1992, se escondía la continuidad con respecto a la herencia cultural y política del franquismo. La continuidad es el secreto de un supuesto cambio que de ningún modo ha querido revisar el inmediato pasado ni los valores culturales del tradicionalismo español.

Mientras en los ámbitos social y económico, el PSOE se adaptaba al conservadurismo neoliberal, en el ámbito cultural, maquilladas por las estrategias del espectáculo posmoderno, dejaba incólumes las tradiciones dogmáticas y autoritarias de la España reaccionaria y oscurantista.

Así, la izquierda oficial o falsa izquierda (según la definición de Javier Ortiz: "la que combate a la derecha sólo en la medida en que no se le permite suplantarla"), el PSOE, para entendernos, con su imperio mediático y editorial, ha preparado el camino para el retorno sin complejos del tradicionalismo español. Ha preparado el camino para el PP, que proclama el ideario tradicionalista y reaccionario sin tapujos, sin máscaras ni simulacros posmodernos.

Toda reflexión crítica sobre el desolador panorama actual debe remontarse al pasado autoritario de nuestro país y a sus fundamentos ideológicos. Eduardo Subirats es uno de los pocos pensadores que ha osado afrontar esas cuestiones: "España: miradas fin de siglo" (Akal, Madrid, 1995), "Intransiciones. Crítica de la cultura española" (Biblioteca Nueva, Madrid, 2002). Sobre el posmodernismo, cf. el artículo de John Zerzan, "La catástrofe de la posmodernidad", en "Futuro primitivo" (Numa Ediciones, Valencia, 2001). Sobre la falsa izquierda, cf. el libro de Javier Ortiz, "El felipismo de la A la Z" (Espasa Calpe, Madrid, 1996), en particular el epílogo final.

kkKK.


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