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 Uranio empobrecido

 

DEL 'SÍNDROME DE LA GUERRA DEL GOLFO' AL 'SÍNDROME DE LOS BALCANES'

Comunicado del CSCA (8 de Febrero de 2001).
Publicado en Nación Árabe, núm. 43, Invierno de 2001

El 22 de julio 1990, seis meses antes del inicio de la denominada Operación Tormenta de Desierto contra Iraq de enero-febrero de 1991, el ejército de EEUU emitió un informe en el que se comparaba el uso de uranio empobrecido y de tungsteno como materiales de revestimiento de la munición convencional. El informe (AMCCOM, 1990, "Kinetic Energy Penetrator Long Term Strategy Study) indicaba que una gran cantidad de partículas de óxido de uranio empobrecido producidas durante el combate podrían ser inhaladas por militares y civiles. Los soldados pertenecientes a unidades de tierra eran identificados como los sujetos que potencialmente recibirían las más altas exposiciones: "Bajo condiciones de combate, los individuos más expuestos serían probablemente [los pertenecientes a] las tropas de tierra que entran en los campos de batalla tras el intercambio de piezas de munición, tanto por tierra como en vehículos (D 2, 3-4). Tras indicar que el uranio empobrecido "es un emisor de bajo nivel de radiación alfa, la cual está asociada al cáncer cuando la exposición es interna, y de toxicidad química que causa daño al riñón (D , 2-2.), el informe advierte que "La exposición de los soldados al aerosol de uranio empobrecido en el campo de batalla puede tener potenciales efectos radiológicos y tóxicos significativos. Estos efectos sobre la salud puede que sean imposibles de cuantificar de manera fiable incluso con estudios adicionales detallados. No es nuestra intención resaltar este factor frente a otros riegos de combate, ni indicar que la salud de los soldados se vería definitivamente comprometida. Simplemente estamos resaltando que los niveles a los que el personal militar pudiera verse expuesto durante el combate serían inaceptables en condiciones de paz (D 1, 4-5). El informe vaticina la oposición pública que el uso de este tipo de armas puede suscitar en el futuro: "Tras el combate, las condiciones [en las que queden] las áreas de combate y los riesgos a largo plazo sobre la salud de las poblaciones y de los veteranos combatientes pueden incidir sobre la aceptación de continuar usando perforantes de energía cinética de uranio empobrecido con fines militares (D 2, 3-4).

Durante la Operación Tormenta del Desierto, en sus 110.000 ataques aéreos contra Iraq, los aviones de EEUU lanzaron 940.000 proyectiles con uranio empobrecido, y en la ofensiva terrestre sus tanques dispararon otros 4.000 proyectiles también revestidos de uranio: en total "sin contabilizar los desechos de los ataques que ha sufrido el país desde 1991" se calcula que en Iraq hay esparcidas 320 toneladas de residuos contaminados, principalmente en el sur del país, según señala el investigador norteamericano Dan Fahey, en su trabajo Don,t Look, Don,t Find. Gulf Veterans, the US Goverment and Depleted Uranium 1990-2000. Durante la intervención de la OTAN de 1999 contra Yugoslavia, la fuerza área norteamericana lanzó unos 30.000 proyectiles de uranio empobrecido, lo que supone algo más de 10 toneladas de residuos. Gran Bretaña empleó asimismo munición de uranio empobrecido. EEUU ya había utilizado este tipo de munición en 1995-96 en Bosnia.

El informe norteamericano antes citado establece la necesidad de descontaminar la zona de combate en la que se haya empleado munición con uranio empobrecido: "Asumiendo la normativa de EEUU y las consecuentes medidas sanitarias prácticas, es probable que alguna forma paliativa sea requerida en áreas en las que [munición de] uranio empobrecido haya sido usada en combate. Tales medidas pueden consistir en la retirada de los fragmentos de perforantes y en la descontaminación de los lugares impactados, tales como tanques, rocas, árboles, edificios, etc. (D 1, 4-6). Tras la Guerra del Golfo, los equipos del ejército norteamericano afectados por impactos con uranio empobrecido causados por el llamado "fuego amigo fueron o bien enterrados en Arabia Saudí o bien embarcados hacia Carolina del Sur, para ser descontaminado en la base de Snelling. Igualmente, los restos de tanques y vehículos contaminados localizados en territorio de Kuwait fueron destruidos o bien trasladados a un nuevo campo de entrenamiento para las fuerzas de EEUU en el desierto occidental del emirato, en Udairi, donde hay depositados para ejercicios de combate centenares de vehículos militares y tanques iraquíes. Tales medidas de retirada y descontaminación de material militar no se realizaron ni en Iraq ni en la República Federal Yugoslava.

El contenido de este informe del ejército norteamericano anticipa meridianamente lo que hoy se conoce informativamente como "Síndrome de la Guerra del Golfo y "Síndrome de los Balcanes, la aparición de un amplio cuadro de enfermedades que afectan tanto a los veteranos de las intervenciones contra Iraq y la República Federal Yugoslava como a las poblaciones de las áreas que fueron escenario de ataques con munición revestida con uranio empobrecido. Una cierta "y perversa" ironía de la Historia ha querido que el goteo informativo sobre el fallecimiento de soldados europeos que han servido en la Kfor, la fuerza desplegada por la OTAN y Rusia en Kosovo, haya coincidido prácticamente con el décimo aniversario de la intervención contra Iraq. El Síndrome de la Guerra del Golfo es el antecedente evidente del Síndrome de los Balcanes, no solamente por que comparten la misma actitud de los ejércitos y gobiernos de EEUU y de otros países de la OTAN de negación y ocultación de los hechos y de abandono de los afectados de sus propias fuerzas de intervención, sino por que los efectos sobre la salud de los combatientes y de las poblaciones afectadas coinciden.   

 

Peligro tóxico y radiológico

El uranio empobrecido es un residuo obtenido de la producción del combustible destinado a los reactores nucleares y las bombas atómicas. El material que se utiliza en la industria civil y militar nuclear es el isótopo 235, que puede ser fisionado. Como este isótopo se encuentra en muy bajas proporciones en la naturaleza, el mineral de uranio ha de ser enriquecido, es decir, ha de aumentarse industrialmente su proporción de isótopo 235. Este proceso produce gran cantidad de desechos radiactivos de uranio empobrecido, así denominado porque está compuesto principalmente por el otro isótopo de uranio no fisionable, el 238 y una mínima proporción del  235. Después de más de 50 años de producción de armas atómicas y de energía nuclear, EEUU tiene almacenadas 500.000 toneladas de uranio empobrecido, según datos oficiales. El uranio empobrecido es también radiactivo y tiene una vida media de 4,5 mil millones de años. Por ello, estos desechos han de ser almacenados de forma segura durante un período de tiempo indefinido, un procedimiento extremadamente caro. Para ahorrar dinero y vaciar sus depósitos, los Departamentos de Defensa y de Energía ceden gratis el uranio empobrecido a las empresas de armamento nacionales y extranjeras. Además de EEUU, países como Reino Unido, Francia, Canadá, Rusia, Grecia, Turquía, las monarquías del Golfo, Taiwán, Corea del Sur, Pakistán o Japón compran o fabrican armas con uranio empobrecido. El ejército israelí reconocía el pasado 10 de enero que lleva utilizando desde hace años munición de uranio empobrecido, según publicó el diario israelí Yedioth Ahronoth el 11 de enero de 2001.   

Desde 1977 la industria militar norteamericana emplea uranio empobrecido para revestir munición convencional (artillería, tanques y aviones), para proteger sus propios tanques, como contrapeso en aviones y en las pruebas de los misiles Tomahawk, y como componente de aparatos de navegación. Ello es debido a que el uranio empobrecido tiene unas características que lo hacen muy atractivo para la tecnología militar: en primer lugar, es extremadamente denso y pesado (1 cm3 pesa casi 19 gramos), de tal manera que los proyectiles con cabeza de uranio empobrecido pueden perforar el acero blindado de vehículos militares y edificios; en segundo lugar, es un material pirofórico espontáneo, es decir, se inflama al alcanzar su objetivo, generando tanto calor que provoca su explosión.

El problema es que cuando un proyectil impacta contra un objetivo entre el 10 y el 70% de su revestimiento de uranio empobrecido arde y se oxida, volatilizándose en micropartículas que se mantienen en suspensión en el aire durante un período de tiempo prolongado y que pueden ser trasladadas con el viento a kilómetros de distancia, o que, una vez depositadas en el suelo, vuelven al aire si se circula por la zona atacada o se manipulan los objetos contaminados. El impacto de un obús de 120 mm M829A2 revestido de uranio empobrecido contra un objetivo produce de 1 a 3 kilos de polvo con uranio empobrecido. Según otro informe del ejercito norteamericano de 1991: "El aerosol de [partículas] de óxido de uranio empobrecido creado durante el impacto de [un proyectil] uranio empobrecido (...) tiene un alto porcentaje de partículas de un tamaño [que las hace] respirables (entre el 50 y el 95%) según informe (pág. 17) del 8 de marzo de 1991 de US Army Armament, Research, Development and Engineering Center (ARDEC).

Otro informe técnico de 1995, también del ejército norteamericano, Health and Environmental Consequences of Depleted Uranium Use in the US Army:  Army Environmetal Policy Report, de junio de 1995 (reproducido en Metal of Dishonor: Depleted Uranium. How the Pentagonon Radiates Soldiers and Civilians witj DU Weapons, IAC, 1997) señala que "si el uranio empobrecido penetra en el cuerpo tiene la potencialidad de provocar graves consecuencias médicas. El riesgo asociado es tanto químico como radiológico, Depositados en los pulmones o los riñones, el uranio 238 y los productos de su degradación (torio 234, protactinio y otros isótopos de uranio) emiten radiaciones alfa que provocan muerte celular y mutaciones genéticas causantes de cáncer en los individuos expuestos y de anormalidades genéticas en sus descendientes. Al ser insolubles la mayoría de estas partículas de óxido de uranio (del 52 al 83%, según el informe antes referido de ARDEC) permanecen durante años en los pulmones, donde causarían daño pulmonar; por el contrario, las partículas solubles se filtrarían al torrente sanguíneo desde los pulmones, trasladándose y concentrándose en otros órganos distales, incluidos el cerebro y los nódulos linfáticos. La concentración del uranio al 100% en estas partículas y su contacto permanente y directo sobre órganos vitales explicaría la rapidez con la que aparecen las múltiples afecciones en los veteranos del Golfo y los Balcanes, y sus altas tasas de mortalidad.

Los análisis de la munición usada por la OTAN en Kosovo han identificado además trazas de plutonio (que es altamente cancerígeno) y un isótopo del uranio, el 236, que es más radiactivo que el  235. En rueda de prensa durante su visita a Madrid, el pasado 17 de enero, Ray Bristow, un veterano británico que padece distintas afecciones desde su servicio en el Golfo en 1991, registra concentración de uranio en orina 100 veces superior a la normal, incluido el isótopo de uranio ahora detectado en Kosovo, y ello a pesar de que permaneció todo el tiempo en Arabia Saudí y solamente durante dos meses. Pero en este punto tampoco cabe aducir desconocimiento de quienes decidieron usar este tipo de armamento en Iraq y Yugoslavia: al menos desde la década de los 60 el Departamento de Energía de EEUU tiene conocimiento de que el uranio empobrecido contiene cantidades no determinadas de plutonio y otros productos transuránicos derivados del reciclaje del combustible nuclear, proceso que también genera como desecho uranio empobrecido. Un informe del Departamento de Energía de 1985 halló niveles de plutonio en uranio empobrecido cientos de veces superiores a los permitidos (referido por Fahey en su trabajo antes citado). Por último, los proyectiles de uranio empobrecido contienen además berilio, metal igualmente tóxico que interfiere con el sistema inmune y que, si es inhalado, puede provocar beriliosis (una enfermedad pulmonar) y cáncer (The Medical Educational Trust, Desert Storm Syndrome, Sick Soldiers and Dead Child?, Londres, 1993).

 

Negar lo evidente

La revisión de los informes norteamericanos previos y posteriores a la Guerra del Golfo confirma que incluso antes de la intervención contra Iraq al menos el ejército de EEUU conocía perfectamente que la sustitución del revestimiento convencional de la munición con uranio empobrecido comportaba graves riesgos para la salud. El periódico británico The Independent, en su edición del 13 de enero, daba cuenta de otro documento más, de agosto de 1993, con similares consideraciones que los ya mencionados, elaborado por un responsable de la Escuela Química del Ejército de EEUU. Asimismo, la Agencia de la Energía Atómica del Reino Unido informó al gobierno británico inmediatamente tras la Guerra del Golfo en idénticos términos, indicando en un informe dado a conocer ahora por The Times (15 de enero, 2001) que la cantidad de armas con uranio empobrecido empleadas durante la intervención contra Iraq podría llegar a causar la muerte a 500.000 personas. Por su parte, la Asociación Nacional de Veteranos del Golfo y sus Familiares del Reino Unido ha hecho públicos asimismo documentos secretos del ministerio de Defensa británico más recientes (dos de 1997 y uno de agosto de 1999) en los que se advierte del peligro cancerígeno de inhalar partículas de uranio empobrecido. Todo ello desmiente lo que desde hace semanas repiten falazmente los responsables militares y gubernamentales de los países de la OTAN sobre la inocuidad del uranio empobrecido o sobre que solo "hay radiación apreciable a 20 centímetros del disparo, como llegó a afirmar el ministro de Defensa español Trillo en su comparecencia ante la Comisión de Defensa del Congreso. E impide además creer que no supieran nada: en respuesta por escrito a preguntas de IU del 9 de julio (184/027883), el 22 de julio (184/027266), el 24 de septiembre (184/029123) y el 29 de octubre (184/029983) de 1999, el gobierno español negó conocer si la OTAN había utilizado munición de uranio empobrecido en su intervención contra Yugoslavia.

EEUU y Gran Bretaña se han negado pertinazmente durante estos años a aceptar la existencia de un Síndrome de la Guerra del Golfo, de igual manera que ahora la OTAN se niega a aceptar la existencia de un Síndrome de los Balcanes. La estimación de cuántos soldados han podido verse contaminados por uranio empobrecido en Kosovo y otros lugares de los Balcanes será tan difícil de establecer como la de cuántos lo fueron en el Golfo. En febrero de 1991 había 541.000 soldados norteamericanos en la zona del Golfo. Según estima el investigador norteamericano Dan Fahey, al menos las tres cuartas partes de los 295.000 soldados norteamericanos de la fuerza de invasión terrestre que penetró Iraq (junto otros 50.000 aliados, la mayoría británicos) habrían estado expuestos directamente a contaminación por uranio empobrecido, además de los más de cien que sufrieron "fuego amigo y todo el personal destinado a la recogida de los tanques y vehículos de combate dañados una vez acabada la guerra. Otros muchos miles de las unidades sanitarias y de apoyo que les siguieron en el campo de batalla entraron igualmente en contacto con el uranio empobrecido, bien directamente a través de los restos de las batallas, bien al tratar a heridos y prisioneros iraquíes. La costumbre de retirar souvenirs del campo de batalla no era solo una práctica individual entre la tropa, sino que a veces era ordenada y organizada desde los mandos militares con destino los acuartelamientos en EEUU o bases militares en terceros países. Se calcula que 100.000 veteranos norteamericanos del Golfo y otros 8.000 británicos están afectados por el Síndrome de la Guerra del Golfo. Según la Asociación Nacional de Veteranos del Golfo y sus Familiares del Reino Unido 521 veteranos británicos han fallecido; 8.000 veteranos norteamericanos habrían muerto. Más recientemente, un centenar de veteranos franceses, de los 13.500 desplazados al Golfo, han denunciado haber enfermado de síntomas similares, pese a que su participación en la ofensiva terrestre fue limitada, habiéndose creado una comisión parlamentaria al respecto (Le Monde,  14 de septiembre de 2000). Pese a tales antecedentes, de los soldados de la Kfor que se desplegaron en Kosovo, solamente los del contingente alemán recibieron instrucciones previas sobre autoprotección frente a una posible contaminación por uranio empobrecido. 

Veteranos de la Guerra del Golfo y población civil iraquí presentan una amplia y coincidente gama de afecciones con una incidencia muy superior a la normal: inmunodeficiencias muy graves "síndromes similares al SIDA", graves disfunciones renales y hepáticas, aumento espectacular de malformaciones congénitas (muy frecuentes también en animales), cánceres (leucemia, anemia aplásica y tumores malignos), enfermedades respiratorias (enfisemas y fibrosis pulmonares), problemas neurológicos de habilidad y eficacia neuromotoras, infertilidad (se han hallado rastros de uranio en semen de veteranos), daños cerebrales y pérdida de memoria, miopatías, etc. En lugares de experimentación de armas de uranio en EEUU y en la Isla de Vieques, en Puerto Rico, se vienen denunciando asimismo incremento de enfermedades similares.

Si bien debido a la negativa de los gobiernos norteamericano y británico no ha sido posible establecer un estudio epidemiológico definitivo en el conjunto de los veteranos del Golfo, las investigaciones llevadas a cabo en Iraq confirman fehacientemente la asociación de estas afecciones con el empleo de armamento con uranio empobrecido. En estos diez años se han registrado incrementos significativos de las anteriores afecciones (por ejemplo, del 100 % en la incidencia de varios tipos de leucemias en menores de 15 años entre 1990 y 1999) y, lo que es más interesante, un adelanto en la edad de incidencia del cáncer y un gradiente geográfico de incidencia en las tres provincias del sur de Iraq (Basora, Misán y Deqar) que se solapa perfectamente con la intensidad de los combates y, con ello, con el nivel de contaminación por uranio empobrecido (Hardan A., Hafidh Al-KhAzraji A.1999. Epidemiological Trend of Cancer in South of Iraq, for the Period 1976-1999. Ministry of Health, Iraq; y Yacoup A.,  Al-Sa,doun I., Asan G.G. 2000. Further Evidence on Relation between Depleted Uranium, Incidence of alignancies among Children in Basra, Southern Iraq, Escuela de Medicina de la Universidad de Basora).

Estos diez años de sanciones han impuesto a Iraq un cerco que ha imposibilitado que la comunidad internacional conociera esta situación y pudiera apoyar a sus autoridades sanitarias a afrontarla eficazmente, en primer lugar exigiendo el fin de un embargo que ha sumido al país en la más absoluta impotencia e indefensión. Lo mismo puede ocurrir en Yugoslavia. El plenipotenciario de la OTAN en Kosovo e ideólogo de la "ingerencia humanitaria, Bernard Kouchner, ha calificado de "histeria y ola de irracionalidad la preocupación por lo que está sucediendo en la zona (The Times, 15 de enero de 2001). Mientras se ignora la suerte de la población de Serbia (la OTAN no ha proporcionado a NNUU mapa de los lugares allí bombardeados), los intereses en juego en Kosovo no permiten imaginar que una información veraz sobre la situación sanitaria de los allí residentes pueda abrirse paso. Como en Iraq, solo la denuncia de los soldados occidentales ha abierto la caja de los truenos. Como ha señalado el periodista Robert Fisk: "No es necesario decirlo: hay un claro elemento racista en nuestra preocupación por el uranio empobrecido (The Independent, 17 de enero de 2001); pero ni tan siquiera parece conmover a nuestros gobiernos la suerte de sus propios soldados.