Palestina


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Encuesta de opinión del Jerusalm Media & Communication Center, núm. 48 de abril de 2003

Palestina


Remodelando Oriente Medio: el modelo de 'cambio de régimen' en Iraq aplicado a Palestina

25 de abril de 2003. Nota informativa, CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

Como pretende hacerse en el caso actual de Iraq, la práctica de 'cambio de régimen' se ha impuesto en Palestina por la vía combinada de la presión militar y de la creación de una nueva interlocución política palestina que avale los cambios que el sionismo necesita afianzar para alcanzar sus objetivos de dominación y control efectivo en los Territorios Ocupados.

Como una ironía más de la humillación impuesta al conjunto de los pueblos árabes por el imperialismo, la Oficina para la Administración y la Reconstrucción de Iraq que pretende gestionar la ocupación militar y la administración política y económica estadounidense del futuro iraquí [1], se ha instalado en el hotel Palestina de Bagdad casi al mismo tiempo que en los Territorios Ocupados (TTOO) la presión estadounidense e israelí ha conseguido doblegar al presidente de la fútil Autoridad Palestina (AP), Yaser Arafat, hasta hacerle aceptar las nuevas bases por las que ha de regirse el futuro palestino.

Al igual que en 1991, acabada la guerra contra Iraq, se pretende ahora reabrir formalmente para Palestina un nuevo proceso negociador sustentado, como entonces, en las mismas bases impuestas por la injerencia y el hegemonismo de EEUU en un nuevo ordenamiento internacional: si entonces se habló de un "Nuevo Orden Regional", basado en dos premisas básicas -inserción económica de Israel en las economías y mercados árabes, y neutralización de las aspiraciones nacionales palestinas y del potencial árabe representado en Iraq- desde la legitimación que otorgaba el marco de Naciones Unidas (NNUU), el seguidismo de la Unión Europea (UE) hacia la política estadounidense, la sumisión de los regímenes árabes a EEUU y la aceptación de la élite política palestina, el marco actual, tras doce años de resistencia a un proyecto rechazado globalmente por los pueblos árabes y particularmente por el palestino y el iraquí, es el impuesto por las bases bien explícitas del nuevo imperialismo estadounidense que solo una nueva invasión y una ocupación militar han podido fraguar.

Que en esta nueva fase que se abre para el conjunto árabe y en particular para Palestina e Iraq se reproduzca el mismo modelo colonial de ocupación militar en uno y otro escenario no es casual: Israel se ha mantenido en estas décadas como un proyecto estratégico concebido a largo plazo para imponer mediante la única fuerza posible -la militar- la continuación del sionismo a través del fenómeno colonial que propicia el control sostenido de unos territorios, unas poblaciones y unos recursos imprescindibles para el dominio del capitalismo occidental hoy convertido, en manos estadounidenses, en imperialismo a ultranza. El supuesto avance promovido por más de cinco décadas de relaciones internacionales articuladas en unos principios en los que todos los Estados árabes surgidos de la época poscolonial se han reconocido -soberanía, independencia y no injerencia- ha quedado sobrepasado no solo por el revés de una guerra ilegal contra Iraq al margen de NNUU, sino por la determinación del capitalismo renovado en redibujar el mapa de Oriente Medio en función, nuevamente, de los intereses extranjeros, esta vez estadounidenses.

Guerra imperialista y globalización capitalista

Para ello se ha urdido durante la última década una nueva cultura internacional modelada en los preceptos de la globalización capitalista que, pervirtiendo los conceptos y la historia, pretende acabar también con los principios que han marcado el devenir de los pueblos árabes y, entre ellos, como ningún otro, del palestino, haciendo de su lucha de liberación nacional y de su aspiración legítima de crear un Estado palestino independiente y soberano frente a la ocupación ilegal de Israel una representación de radicalidad, pues su esencia choca frontalmente con los designios del sionismo y del imperialismo.

Si la primera Intifada de los años 80 se reconoció a nivel internacional como la fuerza de la razón y del derecho palestino frente al proyecto sionista, la segunda, propiciada por las mismas causas que la anterior -el mantenimiento de la ocupación ilegal israelí- y por el rechazo palestino a la rendición ante Israel en el manto de los Acuerdos de Oslo, ha quedado inmersa en la corriente de criminalización que durante esta última década se ha ido afianzando desde EEUU hasta convertir la lucha legítima de reivindicación del pueblo palestino en un hecho asociado directa o indirectamente con el terrorismo [2]. Este fenómeno, impulsado desde las sucesivas Administraciones de EEUU y, particularmente desde el 11 de septiembre, por la de Bush, ha sido así adoptado no solo por los gobiernos occidentales como los de la UE -que siguen acusando a históricas organizaciones políticas palestinas como "grupos terroristas" [3]-, sino también por los propios regímenes árabes quienes, aceptando el discurso sobre el terrorismo internacional, se han valido de él para aplicar, en colaboración con EEUU, las políticas represivas más contundentes contra sus propias poblaciones.

Igualmente, este discurso ha sido uno de los esgrimidos para alcanzar el objetivo último del asedio final contra Iraq a través de la invasión militar y de su ocupación, después de no conseguir su quiebra interna tras trece años de sanciones: acabar con un modelo de Estado que, siendo eminentemente árabe, no aceptó el patrón impuesto a todos los demás, es decir, la sumisión política a EEUU y a Israel; la sumisión económica a las instancias financieras internacionales del capitalismo globalizado, la sumisión militar a la hegemonía regional israelí, y la sumisión cultural a un modelo de democracia solamente formal basado en la enajenación de la identidad colectiva árabe, sumisión que EEUU impone para poder consolidar su hegemonía en la región. El valor ejemplarizante que tiene la invasión de Iraq sirve a EEUU y a Israel para presionar también a otro Estado árabe díscolo como el de Siria, si bien, en este caso, la prioridad del principio de supervivencia de la cúpula política de su régimen forzará previsiblemente nuevos acomodos a las exigencias estadounidenses para adecuarse a la nueva ecuación que se prefigura ya para Oriente Medio. Con ello, solo el Estado de Israel saldrá beneficiado.

Arafat, la renuncia frente a Israel

El mismo valor del ejemplo sirve a la AP y de allí que después de dos años de levantamiento, sometido entre las cuerdas de la aniquilación política estadounidense e israelí y de la lucha contra la ocupación, Arafat haya ido cediendo hasta un acomodo que significará a muy corto plazo, la renuncia frente a Israel. Lo que fue para Palestina el fracaso de Oslo se ha convertido finalmente en un triunfo para el sionismo israelí: tras imponer un marco negociador concebido para hacer de la ocupación un hecho permanente e incuestionable, se ha conseguido modificar por la vía de los hechos consumados, una nueva realidad territorial y demográfica que siendo perniciosa para las aspiraciones nacionales palestinas ha servido, en esencia, para debilitar y quebrar la unidad interna palestina y de su movimiento de liberación nacional.

La aceptación por parte de Arafat del gobierno propuesto por Abu Mazen, a la sazón, nuevo Primer Ministro de la AP, se representa hoy a nivel mediático y político como un triunfo de la razón elemental para poder poner en marcha un nuevo proceso negociador basado en la llamada "hoja de ruta". Sin embargo, se obvia recordar en qué contexto de humillación se ha producido el mal llamado proceso de reformas impuesto a la AP en estos dos últimos años por EEUU, Israel, la UE y la comunidad internacional supuestamente representada en NNUU. La AP y su presidente Arafat han quedado sometidos a una presión dirigida exclusivamente a facilitar la desactivación de la Intifada desde dentro, en un proceso de cambio político interno contra natura y en medio de una represión por parte de Israel que ha causado más de 2.500 víctimas mortales, más de diez mil heridos, miles de detenidos y detenidas, además de cientos de casas destruidas y otras prácticas de castigo colectivo contra todo el pueblo palestino que la comunidad internacional no ha puesto ni siquiera en cuestión. Como pretende hacerse en el caso actual de Iraq, la práctica de "cambio de régimen" se ha impuesto en Palestina por la vía combinada de la presión militar y de la creación de una nueva interlocución política palestina que avale los cambios que el sionismo necesita afianzar para alcanzar sus objetivos de dominación y control efectivo en los TTOO.

Abu Mazen, sin apoyo popular entre el pueblo palestino, es la nueva figura moldeada en estos últimos diez años por sus excelentes relaciones con EEUU y con Israel a la sombra de Arafat. Por ello, el enfrentamiento político interno que ha tenido lugar estas últimas semanas entre él y el presidente Arafat va mucho más allá de aceptar la designación de un muevo gobierno: se trata de establecer unas nuevas reglas del juego que van, en primera instancia, desde el desmantelamiento de los grupos activos de la Intifada hasta el abandono del referente del movimiento de liberación nacional palestino y de su componente revolucionario. A Abu Mazen, como nuevo hombre fuerte de la AP designado por EEUU e Israel, se le ha asignado la función de propiciar un cambio en la cultura política palestina amalgamada en los últimos cincuenta años en la resistencia contra la ocupación y en la defensa de un proyecto nacional singular por sus contenidos democráticos, de soberanía, independencia y laicidad. Proyecto que por su carácter liberador ha sido el referente de todos los pueblos árabes y, por tanto, un pernicioso ejemplo contra el que ni Israel, ni EEUU, ni todos los regímenes árabes han podido combatir, pues está asentado ya en la idiosincrasia colectiva del pueblo palestino. Por ello, ya desde 1993 se ha hecho necesario promover un proceso que desvirtuando a conciencia en el lema de "la paz" y "la negociación" solo ha favorecido la división política interna y la promoción de la falsa cultura del cambio y de la reforma atendiendo a los intereses de Israel y de EEUU y a los propios de la élite política palestina representada como nadie en Abu Mazen, quien ya se definió en los años 90 como el mejor interlocutor palestino del sionismo israelí y quien diseñó, junto al ex ministro del laborismo israelí Yosi Beilin, en fecha tan temprana de 1995, un acuerdo final para la cuestión palestina que legitimaba la ocupación israelí de los TTOO [4].

No es casual que tanto Abu Mazen como Mohamed Dahlan, ambos responsables de las cuestiones de seguridad interna en el marco del proceso negociador de Oslo y directamente vinculados con la aplicación de Memorando Wye Plantation (octubre de 1998) que asumió la intervención de la CIA como garante de Israel para el control de las cuestiones de seguridad en los TTOO, hayan sido promovidos al puesto de Primer Ministro y ministro de Interior, el primero, y a ministro de Asuntos Internos el segundo, en el nuevo gabinete aceptado por Arafat y que deberá ser sometido a aprobación por el Consejo Legislativo Palestino (CLP) dentro de una semana. Sin embargo, pese al carácter formalmente democratizador con el que se han vendido las reformas internas de la AP, el pueblo palestino ha sido el gran ausente de este "proceso de reformas" a pesar de ser la principal víctima de la represión israelí. Es significativo que el 67,8% de la población palestina considere que la designación de Abu Mazen como Primer Ministro de la AP se ha producido debido a la presión exterior y no como resultado de un acuerdo colectivo palestino [5].

En un patrón demasiadas veces reeditado ya, se trata, en definitiva, de configurar para Palestina el modelo extendido en tantos países árabes: crear y sostener un régimen no por la legitimidad que da el respaldo popular sino por su adecuación y sumisión a los intereses que dictan el imperio estadounidense y el sionismo sin que se cuestionen las únicas previsiones posibles para su futuro -más dependencia y más ocupación. Sin embargo, neutralizado ya el potencial iraquí mediante la ocupación militar del país y alcanzada una reforma entre la élite política palestina de acuerdo a las exigencias de EEUU e Israel, siguen siendo los pueblos árabes y en especial, el palestino y el iraquí, los que se obvian en el escenario para la remodelación del mapa de Oriente Medio. Una remodelación que por basarse nuevamente en la humillación árabe, en la injusticia y por ir en contra de las aspiraciones nacionales palestinas e iraquíes, está condenada al fracaso, pues solo la represión podrá sustentar precariamente, como ya ocurre en Jordania, Egipto, Marruecos, Argelia, Túnez, Siria, Arabia Saudí, etc., un nuevo ordenamiento regional rechazado por la mayoría de los pueblos árabes.


Notas:

1. Véase en CSCAweb: La indecencia de la "ayuda humanitaria"
2. Véase en CSCAweb:
Loles Oliván: "Israel, EEUU y Palestina: el cambio de las 'reglas del juego' a la sombra de la guerra contra Iraq"
3. Véase en CSCAweb:
La UE incluye al FPLP, el FDPL y las Brigadas de los Mártires de al-Aqsa en su "lista de organizaciones terroristas"
4. Isaías Barreñada e Ignacio Álvarez-Ossorio: "Negociando el acuerdo final: el Documento Beilin-Abu Mazen", Nación Árabe, núm. 43, 2001
5. Véase en CSCAweb:
Encuesta de opinión del Jerusalm Media & Communication Center, núm. 48 de abril de 2003



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