¿Seguro que ha dicho
Barak la verdad?
Yoav Peled *
The Guardian,
24 de mayo de 2002
Traducción: Pablo Carbajosa, CSCAweb (www.nodo50.org)
Los analistas se han venido
preguntando desde que el laborista Ehud Barak fuera elegido primer
ministro en 1999 si su 'ofensiva de paz' constituía un
esfuerzo sincero por llegar a la paz con los palestinos. El debate
se recrudeció tras el fracaso de la segunda cumbre de
Camp David en el verano de 2000, que se interpretó como
un rechazo de Arafat a la 'generosa' oferta de Barak. Una entrevista
recientemente concedida por Barak permite atisbar algunos de
sus supuestos implícitos
Avezados observadores de la política israelí
se han venido preguntando desde que Ehud Barak fue elegido primer
ministro en 1999 si su "ofensiva de paz" constituía
un esfuerzo por llegar a la paz con los vecinos de Israel o tan
solo un intento de "poner al descubierto" la intención
árabe de destruir Israel. El debate se recrudeció
cuando el fracaso de la segunda cumbre de Camp David en el verano
de 2000 se interpretó casi universalmente como rechazo
de Yasir Arafat a la generosa oferta de Barak de poner
fin a la ocupación por parte de Israel de Cisjordania
y Gaza y permitir a los palestinos establecer un Estado independiente.
Una entrevista recientemente concedida por Barak a Benny Morris
-convertido a la causa de la derecha israelí- y publicada
en The New York Review of Books permite atisbar algunos
de sus supuestos implícitos.
La controversia sobre lo que verdaderamente sucedió
en Camp David es a estas alturas bien conocida, y la versión
de los hechos de Barak la discuten (una vez más) Robert
Malley y Hussein Agha en el mismo número de la New
York Review of Books. Lo que resulta más revelador
es la visión que tiene Barak de la gente con la que supuestamente
trataba de llegar a un acuerdo de paz.
"Repetidas veces durante la entrevista" -refiere
Morris- Barak aludió a los palestinos como producto de
una cultura "en la que decir una mentira () no crea disonancia.
No sufren el problema de la mentira que existe en la cultura
judeocristiana. La verdad se considera una categoría irrelevante.
No hay más que lo que sirve a tus fines y lo que no".
Curiosamente Morris -que hizo más que nadie por disipar
las mentiras oficiales israelíes sobre la guerra de 1948-
no muestra ninguna reacción a estos estereotipos racistas.
Descalificar la cultura árabe
La educada sociedad occidental ya no tolera esas caracterizaciones
de una cultura en su conjunto, aunque sospecho que las cosas
pueden haber cambiado, por lo menos en EEUU, desde el 11 de septiembre.
Pero en Israel la descalificación de la cultura árabe
resulta históricamente aceptable, puesto que como todos
los movimientos coloniales, el sionismo necesitaba deshumanizar
a los habitantes indígenas del país en el que se
asentaba con el fin de legitimar su desplazamiento. Así
pues, tal y como han mostrado diversos estudios, las descripciones
de los árabes como negligentes, deshonestos, perezosos,
traicioneros y asesinos eran lugar común en los libros
de texto israelíes como en buena parte de la literatura
israelí en general.
No obstante, durante las dos últimas décadas,
la sociedad israelí ha atravesado un profundo proceso
de liberalización de amplios efectos. Los estratos medio-altos
de la sociedad judía israelí (la gente que votó
a Barak en 1989) invirtieron muchos esfuerzos en luchar contra
la mutua reducción a estereotipo de judíos y palestinos.
Surgió toda una industria de grupos de "diálogo
y coexistencia". Como resultado, generalizaciones como las
empleadas por Barak quedaron deslegitimadas hasta el punto de
que se hizo difícil, por ejemplo en las aulas, hacer afirmaciones
generales sobre cualquier grupo social específico. Lo
trágico es que todo esto se interrumpió con la
ruptura del proceso de paz y el inicio de la segunda intifada.
La cuestión estriba en saber si las declaraciones de
Barak reflejan una verdadera frustración por la respuesta
de los palestinos a sus esfuerzos de paz, si son un esfuerzo
por atender a la mudable opinión pública, o si
mantenía estos puntos de vista sobre los palestinos ya
de tiempo atrás.
Como jefe de Estado mayor de la Fuerza de Defensa Israelí
se opuso a los Acuerdos de Oslo [de 1993], y como ministro del
Interior en el gabinete [laborista] de Ytzhak Rabin se abstuvo
en la votación crucial sobre los acuerdos de Oslo II.
Cuando tomó posesión de su cargo como primer ministro
renegó de los compromisos aceptados por su predecesor,
Benjamin Netanyahu, en el acuerdo de Wye Plantation, de una mayor
retirada del territorio palestino ocupado. Y a lo largo de su
mandato como primer ministro se negó a someterse a ninguna
de las cláusulas de los Acuerdos de Oslo que ordenaban
mayores concesiones israelíes a los palestinos.
Este comportamiento es perfectamente comprensible si los palestinos
son todos unos mentirosos patológicos y no se puede confiar
en los acuerdos que firman.
Durante el año y medio en que Barak permaneció
como primer ministro avisó una y otra vez que Israel era
como un barco que se encaminaba a una colisión garantizada
contra un iceberg, y que sus esfuerzos de paz eran cruciales
para poder evitar una catástrofe. Por desgracia, lo que
se desvela en la entrevista de Morris es que bien puede ser que
el capitán del barco quedara cegado por los prejuicios,
de forma que en lugar de evitar el iceberg haya navegado a toda
máquina en dirección al mismo.
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