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LA SEGUNDA INTIFADA

Israel combina en la represión de la Intifada la guerra abierta contra la población civil palestina y el asesinato selectivo de sus dirigentes

CONTRA LA OCUPACIÓN Y CONTRA OSLO

(Publicado en el núm. 43 de Nación Árabe, Invierno de 2001)

Loles Oliván
Arabista y miembro del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe

A diferencia del levantamiento de 1987, la Intifada que comenzó a finales de septiembre de 2000 surgió en los Territorios Ocupados (TTOO) como un hecho popular espontáneo (en movilizaciones masivas en las grandes ciudades palestinas) bajo dos consignas convergentes: contra la ocupación israelí y contra los Acuerdos de Oslo. La relevancia que tiene la reivindicación unánime que el pueblo palestino viene haciendo de la ruptura con el marco de los Acuerdos de paz es trascendental, pues no sólo implica romper con el modelo que Israel ha impuesto gracias al apoyo norteamericano sino que, llevada a sus últimas consecuencias, podría suponer también cuestionar la representación política palestina derivada de los propios Acuerdos y la 'funcionalidad' adquirida en ellos por la Autoridad Palestina (AP) si ésta insiste en mantener el marco de Oslo. Esta consideración sitúa al liderazgo palestino en una posición de mayor debilidad ya que las presiones norteamericanas e israelíes de reanudar las negociaciones en los últimos meses y obligarle a frenar el levantamiento palestino han encontrado la negativa de la población palestina y el aumento de la resistencia.

El alcance popular y la dimensión brutal de la represión israelí de la Intifada han favorecido la unificación de las fuerzas palestinas, tanto nacionalistas como islamistas, en un frente común denominado Fuerzas Nacionalistas e Islamistas (FNI), que ha reactivado el protagonismo de los grupos políticos palestinos en el interior de los TTOO tras siete años de estancamiento. La transformación que se ha operado en el desarrollo de la Intifada desde finales de octubre debido a la organización del mando político de las FNI ha modificado el status quo político creado por los Acuerdos de Oslo. Ello ha sido causa de que las fuerzas de ocupación israelíes estén combinando una práctica represiva que une a la devastación militar de los territorios palestinos y de su población civil la de atentar selectivamente contra los líderes del levantamiento. En respuesta, las FNI, ampliamente dominadas por el mayoritario grupo Fatah, han optado por modificar progresivamente la naturaleza de la resistencia popular, virando desde la movilización civil, origen de la Intifada, a las acciones militares planificadas y a la ejecución de tácticas de resistencia de guerrilla. La resistencia armada palestina se consolida fundamentalmente en operaciones contra puestos militares israelíes y contra los asentamientos de colonos que ejercen, con el apoyo del ejército israelí, acciones criminales contra las aldeas palestinas.

La consideración de que las milicias palestinas pertenecen mayoritariamente al ámbito de Fatah ­grupo de Yaser Arafat­ y de que las escasas armas disponibles en los TTOO son las pertenecientes a las fuerzas de seguridad palestinas (dependientes, por tanto, de la AP) mueve a reflexionar sobre la incidencia que pueda tener para el desarrollo de la Intifada la dependencia militar de sectores realmente muy vinculados al liderazgo palestino y, en particular, a Yaser Arafat. Las milicias Tamzim, por ejemplo, que representan a un sector de Fatah sostenido y armado por Arafat desde su regreso a los TTOO en el marco de los Acuerdos de Oslo, se han diferenciado en estos años de la élite palestina asociada a la AP mostrando en ocasiones su disidencia y crítica respecto a la marcha del proceso negociador. Sin embargo, debido a su vinculación directa con la AP, los Tamzin no dejan de ser vistos como un apéndice de aquélla, y la actuación activa de su liderazgo en la Intifada como una táctica para mejorar su posición en una futura distribución del poder en los TTOO. Todo ello adquiere mayor relevancia si se considera que, frente a la voluntad popular mayoritariamente expresada en este levantamiento de romper con el marco de Oslo, la AP sigue reafirmando la pervivencia de este marco cada vez que acepta los llamamientos de Israel y de EEUU para reactivar con pseudo-nuevas propuestas un proceso que el pueblo palestino considera muerto. Por ello, algunos sectores palestinos consideran necesario estar alerta ante una posible utilización de la Intifada por parte de la AP como mecanismo de presión frente a EEUU e Israel de cara a previsibles negociaciones. Tanto Arafat como los líderes del levantamiento, deberían tener presente que la resistencia de la población palestina se ha comprometido con la ruptura de Oslo y con la reactivación de la lucha contra Israel. Operar en sentido contrario, aceptando las consignas israelíes y las presiones norteamericanas, supondría que el liderazgo palestino perdiese incluso mayores cotas de legitimidad frente a su pueblo.

 

Diseño territorial y represión

La evidencia del control que Israel ha seguido manteniendo sobre la población y los territorios palestinos tras la aplicación parcial de los Acuerdos de Oslo se ilustra en la facilidad con que las fuerzas de ocupación están ejerciendo su devastadora violencia represiva frente al levantamiento palestino. Violencia y represión que son efectivas gracias al control territorial y económico israelí que ha garantizado el diseño territorial emanado de los Acuerdos para Cisjordania y la Franja de Gaza.

Los cantones disgregados en que se han convertido los TTOO, rodeados de puestos militares, de asentamientos y de carreteras de uso exclusivo israelí, permiten sin duda la planificación de las acciones militares israelíes ejecutadas en los últimos tres meses con precisión y violencia calculada contra cada aldea, cada ciudad y cada campamento de refugiados palestinos. A los brutales ataques militares hay que añadir las acciones criminales que los colonos practican con el apoyo y respaldo del ejército de ocupación israelí contra la población palestina y la devastación de sus tierras y cosechas. De la violencia desatada por el ejército israelí da cuenta la cifra de las víctimas en los TTOO: en sus tres primeros meses, más de 350 palestinos han muerto ­frente a 40 israelíes­ de los cuales una tercera parte eran menores de edad. A efectos comparativos, baste señalar que durante los cinco años de la Intifada de 1987 el total de muertos palestinos ascendió a algo más de 1.000. Israel se está sirviendo de su enorme potencial militar (bien engrasado con las ayudas permanentes de EEUU, renovadas justo el pasado mes de octubre con 3 mil millones de dólares que se suman a otros 3 mil millones ya entregados en ese mismo año) para atacar por el espacio terrestre, marítimo y aéreo, con helicópteros de combate, tanques, misiles-tierra y balas dum-dum y de caucho a una población mayoritariamente desarmada que hace frente a la quinta potencia militar del mundo con piedras y tirachinas. Frente a la resistencia civil palestina, las tácticas del ejército israelí se diseñaron desde el comienzo de la represión de la Intifada de acuerdo con dos consignas: utilizar la mayor fuerza militar posible asegurando el mayor número de bajas entre los palestinos y las menos entre las filas de su ejército, y presentar ante la opinión pública internacional que los enfrentamientos constituyen una confrontación con una fuerza armada palestina real. A este respecto cabe recordar que las únicas armas disponibles en los TTOO son las que ha suministrado el propio ejército israelí a las fuerzas de la policía palestina en el marco de los Acuerdos de seguridad con la AP: fusiles de asalto. Pese a la evidencia de la desigualdad de fuerzas, la represión militar israelí y la resistencia popular palestina vienen siendo consideradas por los medios de comunicación internacionales como una guerra entre iguales, "entre dos ejércitos con similares recursos", cuando la asimetría de poder es evidente y cuando, quienes se enfrentan son un ejército ocupante sofisticadamente armado y una población civil ocupada.

 

Represión económica

La represión del levantamiento palestino por parte del gobierno de Barak, sin embargo, no se cifra exclusivamente en las operaciones militares y en la violencia de los colonos. Gracias a los Acuerdos de Oslo ­y, de nuevo, al control militar israelí que garantizan sobre los TTOO­ el gobierno israelí ha podido poner en práctica sistemáticamente desde 1993 un nuevo modelo de castigo colectivo contra el conjunto de la población palestina: la política de cierre y bloqueo de los territorios palestinos que, utilizado intensivamente desde hace dos meses, vuelve a ser causa de gravísimas consecuencias para la subsistencia de los TTOO. Los 120.000 trabajadores palestinos que según los acuerdos económicos alcanzados entre Israel y la AP (Protocolo de París, 1994) podían desplazarse a diario al interior de Israel para prestar sus servicios como mano de obra barata en el mercado laboral israelí, se han visto de nuevo, y por más de tres meses, privados de sus trabajos. Las pérdidas acumuladas como consecuencia de ello equivalen a 6,5 millones de dólares diarios. El desempleo ha aumentado drásticamente, hasta un 45% en la Franja de Gaza y un 33% en Cisjordania.

Asimismo, las importaciones y las exportaciones palestinas de todo tipo de materias y bienes han quedado bloqueadas al prohibir Israel la circulación de mercancías y personas por los territorios, por los pasos fronterizos con Israel, Jordania o Egipto, y por el espacio aéreo y marítimo palestino. De acuerdo con fuentes oficiales del ministerio de Economía de la AP, sólo durante las primeras cinco semanas de la Intifada el monto total de las pérdidas económicas palestinas ascendía casi a mil millones de dólares, en una economía de dependencia y subdesarrollo. Según los informes de diversas organizaciones palestinas de los TTOO, desde el 29 de septiembre las transacciones comerciales han quedado prohibidas, el movimiento de mercancías restringido a los productos básicos y se impide la entrada de materiales de construcción, reteniéndose miles de contenedores con mercancías en los puertos israelíes. Todo ello ha significado el colapso de la producción industrial local (las industrias químicas, plásticas y textiles han reducido su producción en más de un 80%). Asimismo, el sector agrícola sufre unas pérdidas diarias de 3,7 millones de dólares asociadas no sólo a la prohibición de exportar los productos palestinos sino a los impedimentos puestos durante los últimos tres meses a los agricultores palestinos en la recolección de las cosechas (aceituna, cítricos, fresas y flores), combinados con las prácticas sistemáticas de excavación de tierras palestinas cultivadas y con la tala indiscriminada de árboles frutales.

La consecuencia dramática de los cierres ha significado el aumento de los índices de pobreza entre la población palestina: si ya en 1995, según un informe del Banco Mundial, el nivel de la pobreza era de un 20% en Cisjordania y de un 36,5% en Gaza, (lo que significa que un tercio de la población palestina vivía con tan sólo 2 dólares diarios), la situación durante la presente Intifada se ha agravado hasta el punto de que el índice de depauperación ha alcanzado a más del 43% de los palestinos de Cisjordania y a más del 50% en Gaza.

La represión de la Intifada alcanza asimismo a los mínimos humanitarios: el cierre del aeropuerto de Gaza y de las fronteras terrestres con Israel, Jordania y Egipto ha seguido impidiendo que los heridos palestinos sean evacuados con normalidad a hospitales de terceros países cuando no pueden ser atendidos en los saturados centros sanitarios palestinos. De igual modo, la entrada de ayuda internacional (medicamentos, equipamiento y ambulancias) ha sido objeto de bloqueo por parte de las fuerzas de ocupación quedando su entrada sometida a la intervención de instancias humanitarias internacionales aunque no siempre con éxito, como ilustra las negativas recibidas en varias ocasiones por la Cruz Roja Internacional.

Desde el 26 de octubre, la Franja de Gaza ha quedado dividida entre el norte y el sur por controles militares y bloques de cemento que impiden la comunicación entre ambas partes. Mientras tanto, Jerusalén ha sido cerrada a los palestinos de Cisjordania.

En su informe del 29 de noviembre de 2000, el Alto Comisionado para los Derechos Humanos presidido por Mary Robinson manifiesta su preocupación por "el excesivo y desproporcionado empleo de la fuerza, incluidos supuestos ataques contra el personal médico, la destrucción arbitraria de propiedades y los efectos de la actividad colonizadora israelí sobre los residentes palestinos: incluida la restricción de la libertad de movimiento, el enorme impacto económico sobre los residentes de los TTOO, las violaciones de los derechos humanos de los niños y las restricciones de acceso a la asistencia humanitaria (...). De acuerdo con oficiales palestinos, 45 ambulancias habrían sido atacadas por las fuerzas israelíes en Cisjordania y otras 23 en la Franja de Gaza. Según se dice, varios pozos de agua habrían sido destruidos en acciones llevadas a cabo por colonos o las fuerzas israelíes".

 

La dimensión árabe de la Intifada

La repercusión que el levantamiento palestino está teniendo desde sus comienzos en el mundo árabe pone de relieve la dimensión que ocupa como símbolo y paradigma la cuestión palestina en el contexto regional del Nuevo Orden Regional impuesto por EEUU tras la Guerra del Golfo. Si la falsa resolución que el proceso negociador palestino-israelí ha pretendido imponer a los palestinos ha encontrado la resistencia palestina en el interior de los TTOO, las movilizaciones de apoyo masivo a la Intifada en todos las capitales árabes reflejan el rechazo popular árabe a un proyecto global y fraudulento, que ha pretendido legitimar el proceso de intervención norteamericano en el mundo árabe para asentar las bases de una actualizada dominación neo-colonial.

Por ello, además de un levantamiento contra la ocupación israelí de los TTOO, la Intifada es el símbolo de la resistencia que se activa en la insatisfacción de los palestinos que viven como ciudadanos de cuarta categoría dentro de las fronteras del Estado Israel (y cuyo ejército ha causado 13 víctimas mortales); en la desesperanza de los casi cinco millones de refugiados marginados del proceso de paz que se hacinan en la pobreza de los campamentos de Líbano, Jordania o Siria y cuyas muestras de apoyo al levantamiento en los TTOO es causa de la represión policial de los regímenes que los alojan; en la frustración del pueblo árabe en su conjunto, que se manifiesta en las capitales árabes en apoyo a un levantamiento que es el suyo propio. Porque la respuesta popular árabe de apoyo generalizado a la Intifada no puede ser disociada de la propia realidad que el Nuevo Orden Regional ha creado para el conjunto regional árabe: de nuevo humillación y miseria servidas de la mano del intervencionismo político, económico y militar norteamericano.

Mientras los dirigentes árabes ­de Jordania, Egipto, Marruecos, Túnez o Argelia­ se revalidan como interlocutores reconocidos ante EEUU y las instancias occidentales, es el pueblo árabe en su conjunto quien ha seguido soportando, a golpe de recetas neoliberales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), el peso de la precariedad, la pobreza, el desempleo extendido y el deterioro de las conquistas sociales alcanzadas en las independencias. Neoliberalismo implantado a un coste que sufren las poblaciones árabes y que la mayoría de los regímenes no han dudado en imponer a cambio de una legitimación ante Occidente que sus pueblos no les otorga internamente.

Mientras Israel ha seguido intensificando su proyecto colonial sobre Palestina e insertando su economía en los mercados árabes ­con la aceptación sumisa de la oficialidad árabe, incluida la AP­, ha sido el pueblo árabe quien ha dicho no a la normalización con Israel. Mientras las familias feudales de las petromonarquías ­Arabia Saudí, Kuwait­ se han seguido vendiendo a la implantación hegemónica militar norteamericana en el Golfo y al acoso genocida contra el Estado de Iraq que EEUU practica desde hace diez años, son también los pueblos árabes quienes han respaldado la resistencia iraquí a someterse a las consignas del intervencionismo norteamericano que pretende usurpar su soberanía, sus recursos y su dignidad como Estado y como pueblo.

El levantamiento palestino y la firmeza iraquí aglutinan, pues, el sentimiento del conjunto popular árabe porque ambos representan el rechazo y la quiebra del orden impuesto por el imperialismo. Su ejemplo es, por ello, un baluarte que sintetiza la dignidad de los pueblos frente a los procesos que el intervencionismo del Nuevo Orden Mundial norteamericano promueve desde hace diez años y demuestra, asimismo, que tales procesos no son irreversibles frente a la resistencia popular.