Palestina


* Amira Hass es corresponsal del diario israelí Ha´aretz en Ramala y autora del libro Drinking the sea at Gaza (Owl Books, Nueva York, 1999).

Palestina


Las elecciones asediadas

Amira Hass*

Ha´aretz, 19 de junio de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)

'Al igual que sus votantes, los políticos palestinos están convencidos de que los bloqueos tienen el propósito de proteger la ocupación israelí de los Territorios y de conducir al pueblo palestino a tales niveles de pobreza y de ruptura interna que su liderazgo se vea obligado a rendirse y aceptar cualquier solución que se les ofrezca: un Estado temporal y de transición, establecido sobre un cantonalizado 42% de los Territorios Ocupados'

Al presidente George Bush le complacerá saber que la opinión pública palestina apoya totalmente la exigencia de que se produzcan reformas genuinas en la Autoridad Palestina (AP). Al primer ministro Ariel Sharon le sorprendería enormemente oír que muchos palestinos comparten su idea de que el juego de sillas musicales orquestado por Yaser Arafat con la reordenación de su gobierno no es el cambio que ellos querían.

Sin duda alguna, Bush no se opondría al supuesto político básico por el que se rigen muchos palestinos, a saber: que solamente una elecciones generales al Consejo Legislativo Palestino (CLP) y a la presidencia de la AP podrán insuflar vida al debate sobre la necesidad de iniciar las reformas, aún cuando no sea posible ponerlas en práctica inmediatamente. Bush estaría de acuerdo con ellos en que el mandato de Arafat y el CLP no debería durar demasiado tiempo. La campaña electoral contribuiría sin duda a aguzar los análisis que consideran no sólo que tal o cual persona no es la adecuada, sino que ven mal que una sola persona (Arafat) sea quien decida sobre todo y quien de todas las órdenes o nombre para ocupar cargos de cierta responsabilidad a personas fieles a él, no fieles a los votantes o a una ideología concreta.

Sin embargo, los consultores europeos y norteamericanos tendrán que aconsejar a los palestinos sobre cómo celebrar una campaña electoral bajo las condiciones que rigen en Gaza y Cisjordania, divididas en enclaves asediados y cercados. Está claro que el asedio no es temporal. La televisión israelí no nos muestra cómo el ejército aplica los bloqueos, ni la exigencia de tener un pase para poder moverse con libertad dentro de los Territorios Ocupados. Esta es, sin embargo, la experiencia diaria de miles de personas que esperan durante horas en todos los controles de carreteras establecidos en los territorios y que, cuando comienzan a parecer demasiado amenazadores en opinión de los soldados, reciben los disparos de las tropas israelíes: primero, gas lacrimógeno; después, granadas de gas paralizante que no tardan en ser seguidas por munición real.

Asedios y bloqueos

Pero no sólo es el movimiento de los palestinos de un enclave a otro lo que se ve paralizado por los dictados del bloqueo. Trasladarse de una ciudad a un pueblo cercano se ha convertido en misión imposible, una tarea que se acomete con un enorme riesgo y con gran ansiedad. Supongamos que a los palestinos no les queda más remedio que obedecer las órdenes israelíes y acuden a la sede de la Administración Civil -que, desde comienzos de la década de los ochenta, es el principal brazo burocrático del régimen de ocupación que Israel mantiene sobre los palestinos- para conseguir sus pases de viaje.

¿Qué ocurriría si, por ejemplo, en el transcurso de una campaña electoral, la concesión del pase de este o de aquel candidato se retrasa, y el candidato en cuestión no puede llegar al mitin al que iba a acudir, mientras su rival directo en la carrera electoral consigue su pase de manera inmediata? Largos años de experiencia nos han demostrado que los retrasos recibirían la habitual explicación de que lo ocurrido ha pasado por razones de seguridad: hay una máquina de fax estropeada, las líneas estaban sobrecargadas, o algún administrativo encargado del pase estaba de baja por maternidad. ¿No dañaría una situación como la arriba descrita las posibilidades del oponente en cuestión, que inmediatamente se convertiría en sospechoso de tener algún tipo de vínculo con las autoridades israelíes?

Aún cuando los candidatos consiguieran acudir a sus mítines electorales, ¿cómo van a discutir cuestiones de política interna palestina, que son las que interesan a sus electores, sin referirse a los bloqueos? Por ejemplo: ¿cómo puede prometer un candidato que los hijos de sus electores podrán cruzar los controles para llegar a tiempo a la escuela en Hebrón y presentarse a un examen, sin que los ojos se les queden enrojecidos por efecto del gas lacrimógeno o sin que les tiemblen las rodillas después de tener que huir de las balas? ¿Cómo hablarán los candidatos de mejorar el sistema educativo, de elevar los niveles de enseñanza, o de aumentar el número de aulas en las escuelas? ¿Qué le van a decir los candidatos a esa anciana de 70 años de la aldea aislada de Dir Abzia, a siete kilómetros de Ramala, que sólo tiene una pierna y cuyo hijo ha tenido que llevarla echada sobre su espalda, subiendo por las montañas y evitando los vehículos militares parapetados en las colinas, para llevarla al hospital?

¿Qué le van a decir los candidatos a un conductor de taxi que se queja de que tiene que pagar impuestos si sigue haciendo la ruta Yenín-Ramala cuando, de hecho, ya ni siquiera puede salir de Yenín y el sueldo apenas le alcanza para pagar las tasas? ¿Cómo van a responder esos candidatos a la gente que ha perdido su puesto de trabajo una y otra vez porque el asedio, que cada vez se hace más agobiante, ha terminado con sus puestos de trabajo? ¿Cómo van a convencer a una juventud desesperada de que no deberían unirse a ese ejército de suicidas?

Quienquiera que exija reformas en el gobierno palestino, no debería minimizar la importancia del proceso electoral. Pero ese proceso se verá obstruido desde el comienzo, y será prácticamente imposible controlarlo debido a la política de asedios y bloqueos. Aparte de eso, no será la Administración Bush quien imponga la agenda a seguir en las elecciones, sino la política israelí. Los activistas políticos palestinos no pueden, ni tienen la intención de ofrecer a sus electores lo que se ha convertido en la respuesta típica israelí: que los bloqueos y la cantonización son el resultado de los atentados suicidas palestinos. Al igual que sus votantes, los políticos palestinos están convencidos de que los bloqueos tienen el propósito de proteger la ocupación israelí de los Territorios y de conducir al pueblo palestino a tales niveles de pobreza y de ruptura interna que su liderazgo se vea obligado a rendirse y aceptar cualquier solución que se les ofrezca: un Estado temporal y de transición, establecido sobre un cantonizado 42% de los Territorios Ocupados .



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