Oslo, Q.E.P.D.
Khaled Amayreh*
Texto publicado en Al-Ahram Weekly
Online, núm. 588,
semana del 30 de mayo al 5 de junio de 2002
Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
El ejército de ocupación
israelí prosigue con sus incursiones diarias en los centros
de población palestinos, eliminando de hecho cualquier
tipo de control o soberanía que sobre los mismos pudiera
ejercer la Autoridad Palestina
El ejército de ocupación israelí prosigue
con sus incursiones diarias en los centros de población
palestinos, eliminando de hecho cualquier tipo de control o soberanía
que sobre los mismos pudiera ejercer la Autoridad Palestina (AP).
La última incursión tuvo lugar en la ya devastada
ciudad de Yenín, al norte de Cisjordania, que se llevó
la peor parte en la salvaje embestida del mes de marzo, cuando
las tropas israelíes desbocadas asesinaron a decenas de
civiles palestinos y destruyeron cientos de hogares.
Columnas de tanques y vehículos de transporte militar
israelíes, protegidos por helicópteros de combate
Apache, pasaron estruendosamente por la ciudad el pasado 28 de
mayo, entre disparos y explosiones. Las fuerzas invasoras establecieron
un toque de queda sobre toda la ciudad y las zonas circundantes,
avisando por altavoces a los habitantes de Yenín de que
permanecieran en sus casas y amenazando con matar a quien se
atreviera a salir.
Los israelíes cumplieron su amenaza cuando varios soldados,
disparando a la ligera, asesinaron a un civil palestino que,
por razones desconocidas, se atrevió a salir de su casa.
Los soldados israelíes entraron por la fuerza y destruyeron
varias casas para detener a "terroristas buscados".
El ejército asegura que ha detenido a decenas de "activistas",
incluido Rami Awad, un importante miembro de Hamas.
Un portavoz del ejército de ocupación israelí
aseguró que las tropas israelíes abandonarían
la devastada ciudad de Yenín "cuando completemos
nuestra misión, o cuando circunstancias imprevisibles
en la escena internacional nos lo aconsejen". La frase "circunstancia
imprevisible en la escena internacional" parece referirse
a la posible, si bien inesperada, presión norteamericana.
La incursión en Yenín se vio precedida de la
reocupación de Belén por parte del ejército
israelí el pasado 27 de mayo. Por segunda vez en menos
de 24 horas, tanques y tropas israelíes impusieron un
toque de queda sobre toda la ciudad y los pueblos y campamentos
de refugiados colindantes (Beit Jala, Beit Sahur, Dheishe, Ayda,
Al-Doha, y Taamreh). Y después, y en menos de tres semanas,
vehículos militares y jeeps del ejército
israelí fueron vistos cruzando la plaza principal de la
ciudad, aterrorizando a la población civil y bloqueando
el acceso a la basílica, que escasamente dos semanas antes
se había visto libre de un duro asedio israelí
que había durado más de cinco semanas. Los soldados
israelíes también invadieron y destruyeron una
emisora de radio local (Belén 2000).
Decenas de jóvenes palestinos fueron acorralados, esposados,
y con los ojos tapados fueron conducidos al interior de camiones
del ejército que les trasportaron a centros de interrogación
y campos de detención esparcidos por todo Israel. Anteriormente,
el 26 de mayo, un número considerable de soldados israelíes
había entrado violentamente en la ciudad bíblica
de Belén, se supone que con el propósito de detener
a "activistas" buscados. Los soldados irrumpieron en
la casa de Mohammed Shehadeh, activista político vinculado
a la organización del Yihad Islámico, y la quemaron.
Shehadeh describió el ataque contra su hogar como "un
crimen despreciable y cobarde". "Aquí hay un
ejército que ataca el hogar de un civil con tanques y
helicópteros de combate, destruyendo todo lo que había
en el interior de la casa y dejando a una familia de siete personas
sin hogar. Eso no es un ejército compuesto por soldados;
es un ejército de criminales callejeros y asesinos estilo
Gestapo", afirmó Shehadeh.
La invasión de Belén coincidió con otras
dos incursiones, una en Tulkarem y otra en Qalqiliya, que continuaban
en el momento de cierre de esta edición de Al-Ahram
Weekly. Un ciudadano palestino residente en Tulkarem describía
cómo los soldados israelíes arrasaron su casa.
"Entraron antes de que amaneciera, hacia las 3 de la madrugada.
Aterrorizaron a los niños y obligaron a todo el mundo
a meterse en el baño. Después, empezaron a destrozar
los muebles, la televisión y otros aparatos eléctricos.
Rompieron todos los cuadros y los diplomas. Se fueron sobre las
siete de la mañana, dejando tras de sí un hogar
devastado. También nos robaron los ahorros y todo lo que
teníamos de valor".
Once palestinos asesinados
Esta semana, el ejército de ocupación israelí
ha asesinado al menos a 11 palestinos, incluidos un niño
de 11 años y su tía, dos niños en Gaza,
un recién nacido en Belén, un hombre de mediana
edad en Tulkarem, y un anciano en Jerusalén. El asesinato
más atroz tuvo lugar el 25 de mayo, a las afueras del
campamento de refugiados de Bureij, cuando un tanque israelí
disparó contra un grupo de campesinos que se encontraba
recolectando su cosecha. El proyectil disparado por el tanque
cayó junto a Kamila Abu Isa´ayed, de 40 años
de edad, y su sobrina de 11 años Anwa. Ambas murieron
al instante. El fuego que siguió a la explosión
del proyectil hizo que los cuerpos quedaran en un estado irreconocible.
Como viene siendo habitual, el ejército israelí
aseguró que estaba investigando el incidente, pero insistió
en que los soldados no habían cometido ningún error.
Los medios de comunicación israelíes aseguraron
que los soldados habían visto "objetos sospechosos"
y que se habían visto obligados a responder a tiempo.
Otro palestino, un bebé, murió poco después
de que Fadia Najajra se viera obligada a dar a luz en un control
del ejército israelí después de que se le
negara el paso para llegar a un hospital situado en las cercanías
de Belén. El sanguinario ciclo seguía su curso.
El 27 de mayo, un suicida palestino de Nablús se voló
por los aires en la pequeña ciudad de Petaj Tikvah, situada
al este de Tel Aviv, matándose él y a dos israelíes
(una anciana y un niño). El 22 de mayo, el ejército
israelí había asesinado a Mahmoud Titi, un primo
del suicida que vivía en el campamento de refugiados de
Balata.
El presidente palestino, Yaser Arafat, a quien el gobierno
israelí había vuelto a responsabilizar del atentado,
condenó el ataque, afirmando que era una acción
terrorista contra civiles que dañaba a la causa palestina
más de lo que la beneficiaba. Este atentado, al igual
que el ocurrido en Rishon Le-Tzion (al sur de Tel Aviv) en el
que murieron tres israelíes, fue llevado a cabo por las
Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, la rama militar de
al-Fatah.
Un portavoz del grupo aseguró que al-Fatah estaría
dispuesta a detener los ataques contra civiles israelíes
si a su vez Israel dejaba de atacar a los civiles palestinos.
Esta y otras ofertas similares hechas por Hamas fueron rechazadas
por el gobierno israelí.
|