Palestina

 


(Texto publicado en internet, 29 de septiembre de 1999. Traducción del inglés de Pablo Carbajosa, N.Á, núm 42. Otoño 2000)

Palestina

 

¿Desarrollo bajo la ocupación?

Majed Nasar

Vicepresidente de la Unión de Comités de Salud de Palestina y director general del Centro Médico de Beit Sahour

(...) Ninguna otra parte del mundo ha sido testigo de tantas falsificaciones históricas como Palestina. Ninguna otra tierra se ha mantenido en los titulares de las noticias durante más de un siglo. Ninguna otra tierra se ha visto tan poco recompensada como Palestina en su lucha por la libertad y la independencia. Ninguna otra tierra ha sido violada, ni arados sus campos, deportado su pueblo, negada su cultura y cambiada su historia sin remordimiento o compensación por parte de quienes aman este país. La mayoría de quienes aman este país desearían que la gente de esta tierra no hubiera existido jamás.

Acuden a este país a millares, en grupos e individualmente. Vienen como turistas y como amigos. Vienen en señal de solidaridad y como expertos; como expertos en agua, alcantarillado, economía, agricultura, salud y política. Expertos en la enseñanza de economía, gestión, historia, idioma alemán, lengua inglesa y hasta literatura árabe. Vienen como parte de comités políticos, de comités agrícolas, de comités de salud y sobre todo, de comités en misiones de información. Vienen a este país como iglesias o como gente de religión que quiere levantar iglesias.

Vienen como ONG internacionales que forman parte de la comunidad de donantes. Compiten unas con otras por hacer el mayor bien a este país. Luchan y se pelean. Hablan de millones de dólares, del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, de la UE, la DG VIII, la DG I y el ECHO. Vienen a este país con el ánimo de influir en él. Hasta las iglesias y los organismos de ámbito eclesiástico compiten unos con otros tratando de ser los primeros en este país. Las iglesias invadieron Palestina durante el siglo pasado. Hoy en día es la comunidad internacional de donantes la que invade Palestina.

Resulta interesante hacer notar que estas organizaciones "ayudan a los pobres" y consiguen de este modo empobrecerles. Los ricos y los privilegiados (Israel en este caso y aquellos cuyos intereses guardan relación con Israel) no tienen ningún problema con la comunidad internacional de donantes. Se están haciendo más ricos, más fuertes y más codiciosos.

A la gente de este país rara vez se le da la oportunidad de tomar o incluso de participar en las decisiones que conciernen a sus propios intereses. Se ha convertido en lugar común conceder la planificación de proyectos y la toma de decisiones al Banco Mundial y la UE, independientemente de las necesidades reales de la población palestina (a lo largo de este año, por ejemplo, la UE decidió en su programa humanitario que las cuestiones hídricas y los beduinos eran asuntos de interés). El Banco Mundial decide cada tres meses qué sectores deben recibir apoyo. Este país representa un mercado abierto para todo el mundo, sobre todo para aquellos que dicen amarlo y que vienen de muy lejos. Con gran frecuencia su amor se dirige a la tierra más que a sus habitantes.

Todo parece centrarse hoy en día en Palestina en la palabra desarrollo. Sostenibilidad es otra palabra de moda. Durante un simposio celebrado en Roma el pasado verano, un representante de la Organización Mundial de la Salud recalcó que prefería no discutir oficialmente la cuestión de la sostenibilidad de los proyectos de atención primaria en el Tercer Mundo, pero que estaría dispuesto a hablar de ello al término del simposio "en caso de que alguien quisiera hacerlo".

En Palestina podemos ver de qué modo la realidad del desarrollo se puede convertir fácilmente en farsa. En el informe del ministerio de Desarrollo alemán (de 1994), que enumera todos los problemas de Palestina, no se menciona el término ocupación como obstáculo al desarrollo. En el informe del Canada Fund (de 1999) advertimos una omisión similar. No puedo hacer más que presumir que todos los informes de los demás países hacen otro tanto. Para estas organizaciones la ocupación es inexistente. ¿Sólo nosotros, los palestinos, afirmamos todavía que existe una ocupación? ¿Estamos en un error? Les decimos a nuestros amigos y donantes que sin poner fin a la ocupación israelí no puede haber expectativas de desarrollo. Les decimos que de acuerdo con el Banco Mundial, la situación económica se ha deteriorado y la línea de pobreza (650 dólares anuales per capita) ha alcanzado a un 30% de la población. Les decimos que, de acuerdo con sus estadísticas, las pérdidas de la economía palestina debido al estrangulamiento israelí de Palestina sobrepasan las subvenciones otorgadas a la Autoridad Palestina en el año 1998. Rifat, mi querido amigo, permíteme discrepar: desarrollo no es palabra que esté de moda. Y no compete a Europa ni a EEUU decidir si estamos o no desarrollados. Pueden dividir el mundo como les plazca. La cuestión importante para nosotros es si nos estamos desarrollando. Es el proceso, no el resultado.

El problema de nuestros amigos es que quieren producir resultados estáticos, pero no comprometerse en un proceso dinámico. Norte, Sur, ricos, pobres, hombres, mujeres, raza, género, democracia, etc., son palabras inventadas por los países ricos. Ahora quieren que los países pobres las apliquen, aún cuando no haya cimientos sobre los que construir. Dado que hoy existen tantísimos programas en curso en Palestina destinados a instruirnos en cuestiones de género y democracia, debo suponer que en pocos años el pueblo palestino figurará el primero entre los más respetuosos con los derechos humanos, la igualdad salarial entre hombres y mujeres, la igualdad de oportunidades para ambos géneros... Tendremos un parlamento que funcione con eficiencia y se celebrarán elecciones cada cuatro años. Pero no sabemos si para entonces nos quedará tierra.

Nuestros amigos de la comunidad de donantes vinieron a enseñarnos democracia. Desde 1996, el pueblo palestino ha estado esperando la celebración de elecciones municipales y, aunque se han impartido clases de democracia a todos los estratos sociales, desde el Consejo Legislativo a los trabajadores y campesinos, no han tenido lugar las elecciones. Y por lo que hemos oído, no se van a celebrar hasta que Palestina sea. Hemos hablado con nuestros amigos para pedirles que condicionen su apoyo al pueblo palestino a la celebración de elecciones. Pero, como puedes ver, todavía seguimos necesitando clases de democracia.

Es cierto que el personal de cualquiera de las organizaciones que trabajan sobre el terreno tiene que enfrentarse a complejas cuestiones políticas, sociales y económicas. En nuestro país tenemos buena experiencia de esto. Por desgracia, cuando el personal in situ afronta estas cuestiones y revela las inconsistencias e injusticias sociales, tiene bastantes probabilidades de que se le etiquete como activistas contrarios a la paz.

En nuestro país el lema es la paz. En nombre de la paz se puede confiscar nuestra tierra. En nombre de la paz se pueden construir asentamientos y ampliarlos a velocidad de vértigo (durante los primeros tres meses de gobierno de Barak el número de asentamientos aprobados ha sido tan alto como durante los primeros tres años de gobierno de Netanyahu)(1). En nombre de la paz deberíamos aceptar compartir el dormitorio y la cocina con el ocupante. En nombre de la paz el ocupante puede asentarse en nuestros hogares y nosotros podemos irnos a vivir bajo los olivos, es decir, si el ocupante no ha arrancado todos los árboles para hacer sitio a sus carreteras de circunvalación. En nombre de la paz son demolidas a diario las casas palestinas. En nombre de la paz se dividió la ciudad de Hebrón. En nombre de la paz nos abstenemos de llamar ocupante al ocupante. Y en nombre de la paz negociamos con él la partición de nuestro país en bantustanes. En nombre de la paz la víctima se equipara al verdugo. En nombre de la paz es imposible llevar a cabo ninguna clase de reconciliación a la sudafricana. El tipo de paz que puede darse es aquella en la que los hijos de israelíes y palestinos se encuentran en algún lugar de las montañas en Suecia o en el sur de Alemania y aprenden a quererse los unos a los otros. Estos proyectos de amar al enemigo se han vuelto enormemente populares y han gozado de gran apoyo en los últimos años. Estos niños viajan también a EEUU y llegan incluso a entrevistarse con Madeleine Albright.

Lo más difícil de todo parece ser el desarrollo de la sociedad civil en Palestina. Sólo el Banco Mundial y compañía son capaces de imaginarse la posibilidad de desarrollar una sociedad civil bajo la ocupación. De modo que si nosotros, los palestinos, decimos que no puede establecerse una sociedad civil en las actuales circunstancias, eso es que estamos en contra del concepto de sociedad civil. Y si nos mostramos conformes y decimos: "Venga, desarrollemos la sociedad civil", entonces es cuando se nos dice que no es posible por el momento. De modo que necesitamos más conferencias y mayor formación. (...) Me dices que en Asia Central uno de los problemas principales estriba en la falta de coordinación y de interés por la cooperación. En Palestina sí que hay cooperación y coordinación en abundancia. Casi a diario se pueden ver reuniones de tal grupo con tal otro en algún hotel de Jerusalén o de Ramalah. Cooperan y coordinan, pero hasta la fecha no han resuelto la cuestión de la sostenibilidad del proceso de paz o del desarrollo de los Territorios Ocupados en las actuales condiciones. El problema de los refugiados, por ejemplo, pone al descubierto el absurdo de los acuerdos. Al tiempo que se despilfarra una exorbitante cantidad de energía y esfuerzos determinando cuántos de los refugiados van a poder retornar, o qué hacer con los refugiados de Siria y Líbano (¿tal vez deportarlos de nuevo a Iraq?), nadie se atreve a decir que, en principio, todos los palestinos tienen derecho a regresar a su patria.

El problema no reside en la falta de coordinación y cooperación. El problema consiste en decidir con quién cooperar y coordinarse y con qué finalidad. La cruda realidad es que nuestros amigos no han aceptado todavía que nosotros, el pueblo palestino, vivimos bajo la ocupación.

Desde luego que los palestinos deben ser un pueblo especial puesto que son tantos los amigos que quieren pasar su tiempo enseñándonos desarrollo, democracia, reconciliación, amor, igualdad entre los sexos, capacitación, etc. Pero por desgracia no estamos aprendiendo lo bastante rápido. De manera que las clases van a seguir hasta que decidan que no somos capaces de aprender estas lecciones del Primer Mundo. Entonces se darán cuenta de que nuestra relación ha sido superficial, a corto plazo y quebradiza, sin echar una mirada atrás. Estoy de acuerdo en que Palestina no es un lugar normal. Y para gente como tú y como yo y muchos otros miles de palestinos, es un llamamiento y una misión. Somos un país pobre y no vamos a hacernos ricos en un próximo futuro. A corto plazo, deberíamos aprender a vivir mejor pese a nuestra pobreza. Deberíamos sentar los cimientos de un futuro mejor. Algún día podremos comernos nuestras naranjas felices.

Hay que admitir que esta visión podría entrar en contradicción con los intereses de los donantes y de los organismos gobernantes. Pero lo que es más importante es que esta visión contradiga también los intereses del ocupante.


Nota:

  1. BBC, 28 de septiembre, 1999