Documento:
"Apelamos al movimiento de solidaridad
con Palestina a que se alce contra los intentos de imponernos un sistema
de apartheid"
Llamamiento de apoyo a la comunidad
internacional
Haider 'Abdel Shafi, Azmi Bishara, Gasan Jatib,
Mustafa Barghuti, Marwan Narghuti, Salim Tamari, Hana Amireh, Ziad Abu Amr,
Kamal Sharafi, Abdulrahim Mallou, Hatim Abdul Jader, Rana Nashashibi, Eyad
al-Sarraj, Basil Gatas, Dayya Mohammed Zeidan, Jader Shkirat, Awad ´Abdel
Fatah e Isamail Du´eck
Publicado en Nación Árabe,
núm. 42, otoño de 2000
"Las negociaciones palestino-israelíes se aproximan al momento
de la verdad. Las negociaciones sobre el estatuto final se enfrentan a un
punto muerto debido al abismo existente entre la posición israelí
y la postura palestina respecto a los elementos esenciales del conflicto
palestino-israelí: la cuestión de Jerusalén, los refugiados,
los asentamientos y las fronteras. Sin resolver estas cuestiones no puede
ponerse fin al conflicto.
En su valoración de [el Acuerdo de] Oslo y los acuerdos provisionales,
la opinión pública palestina ha quedado dividida en torno
al proceso de transición. Estos desacuerdos no dividieron a la población
ni a sus aspiraciones. Existe un completo acuerdo sobre la resolución
de las cuestiones referentes al estatuto definitivo, en la que los acuerdos
provisionales no tienen parte.
Es en el poder de los negociadores palestinos donde existe un evidente
solapamiento entre la fase de transición y las negociaciones sobre
el estatuto permanente. Debe asumirse, no obstante, que la dirección
palestina, así como la dirección oficial árabe, se
dan cuenta de que los principios de negociación de un acuerdo sobre
el estatuto definitivo son en lo fundamental diferentes de los del estadio
de transición.
Sobre todo, sería extremadamente difícil justificar cualquier
concesión sobre el estatuto definitivo. Las negociaciones provisionales
podrían entrañar concesiones en los acuerdos de la fase de
transición, debido a que son temporales. La conclusión última
del conflicto palestino-israelí mediante una resolución permanente
no puede entrañar una dejación del derecho internacional o
perseguir intereses a corto plazo por encima de su resolución a largo
plazo.
Somos conscientes de que la dirección política palestina
se ve sometida a tremendas presiones para que acepte un acuerdo regional
sobre los territorios de Cisjordania y Gaza. Ehud Barak y Ariel Sharon han
tenido dificultades para presentar públicamente objeciones a las
negociaciones destinadas a garantizar la soberanía sobre Jerusalén
como capital del Estado palestino, la soberanía palestina sobre las
fronteras del 4 de junio de 1967, el reconocimiento del derecho al retorno
y las compensaciones a los refugiados o el desmantelamiento de los asentamientos
bajo soberanía israelí. Una resolución del tipo de
las propuestas por Barak y Sharon, no sería justa ni siquiera en
el sentido más limitado del concepto de justicia y no lograría
un acuerdo permanente. Parece por lo tanto importante rebasar las actuales
posturas de estos políticos y hacer que progrese en el gobierno y
la opinión pública israelíes la comprensión
de las justas reivindicaciones formuladas y defendidas por el pueblo palestino
y protegidas por el derecho internacional. Los políticos de la izquierda
y la derecha sionistas tratan de buscar un compromiso de consenso en Israel
que pueda utilizarse para minimizar las concesiones israelíes y deje
de lado las justas reivindicaciones del pueblo palestino.
Israel debe comprender que, aun cuando acepte un Estado palestino en
Cisjordania y la franja de Gaza que incluya a Jerusalén como capital,
la garantía del derecho al retorno y las compensaciones a los refugiados,
los palestinos también han hecho concesiones. La firma del acuerdo
final tiene una tremenda importancia en relación con el pasado. El
acuerdo debe tener en consideración un siglo de luchas, de discordias
y sufrimientos, que comenzó con la expulsión y el desalojo
de los palestinos en 1948. La cuestión de al-Nakba ("La Catástrofe")
sé sitúa en el centro del problema de los refugiados. Además,
el empeño de Israel en la ocupación de tierras y la construcción
de asentamientos sigue constituyendo un rasgo significativo del control
de Israel sobre el territorio. La resolución de estas cuestiones
no puede regirse de acuerdo con la disparidad de poder, sino mediante el
elemento esencial de la justicia. La justicia que se sigue de la visión
de la historia es relativa, pero no puede aceptarse un acuerdo permanente
que sea injusto.
Apelamos a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) para que imprima la
mayor constancia a las negociaciones y de forma a la base, estrategia y
objetivos de la posición negociadora palestina. Apelamos también
al pueblo palestino para que aúne las voluntades de las fuerzas públicas,
las instituciones civiles y las distintas tendencias políticas en
favor de un acuerdo justo y permanente.
Convocamos asimismo a la formación mediante el consenso de un
sólido frente nacional palestino que se establezca a través
del contacto entre la Diáspora y el interior por medio de las instituciones
de la ANP. Este consenso se acrecentaría si existiera la separación
de poderes, el respeto por el imperio de la ley y por los derechos humanos,
si se pusieran los cimientos de una relación democrática entre
las autoridades y el pueblo, si se organizara una administración
eficaz y si se erigiese una economía nacional sólida.
Respetar la legalidad internacional
No es verdad que el tiempo favorezca a Israel y que deba aceptarse todo
lo que propone. El tiempo favorece a quienes saben hacer buen uso de él.
El statu quo no constituye un problema únicamente para los palestinos:
también lo es para Israel. No es que Israel disponga de muchas opciones:
no puede volver a una nueva ocupación directa de los territorios
ni puede tampoco sostener la actividad de los asentamientos de forma que
cree una realidad binacional.
Apelamos a los gobiernos árabes para que proporcionen pleno apoyo
a las justas demandas de los palestinos y respalden el consenso de la posición
palestina en las negociaciones, de modo que dé lugar a nuevas presiones
y concesiones. Como sucede en el caso de las cuestiones referentes al estatuto
definitivo, Jerusalén no es sólo una cuestión palestina:
es asunto de todos los árabes y médula del conflicto general
árabe-israelí.
Apelamos a la opinión norteamericana, europea e internacional
para que apoye los dictámenes legales internacionales, entre los
que se cuentan las resoluciones legales de la Asamblea General de Naciones
Unidas con respecto a la cuestión de Palestina, al objeto de mantener
los principios de la justicia.
Si los gobiernos extranjeros desean gozar de legitimidad internacional
como árbitros entre las partes del conflicto, debe considerarse a
Israel en el contexto de estas resoluciones y estimar que las negociaciones
tienen como objeto que se avenga a las mismas de conformidad con el derecho
internacional. El poder estratégico de Israel o su alianza con EEUU
no deberían dictar la política exterior de los Estados. Apelamos
a los países europeos para que se atengan a la Declaración
de Berlín de forma efectiva, y no sólo como retórica.
Este periodo supondrá, sobre todo para los europeos, una prueba para
la diplomacia global y la resolución de conflictos.
Apelamos a las fuerzas democráticas de Israel para que alcen su
voz, recta y veraz, en favor de un acuerdo justo sobre la base del fin de
la ocupación de los territorios palestinos ocupados en 1967. El apoyo
a Barak por contraposición a Netanyahu no supone por sí solo
ninguna piedra de toque moral; la verdadera prueba reside en el rechazo
de la lógica que ha perpetuado el conflicto. El acuerdo con los palestinos
debería basarse en el reconocimiento de la injusticia histórica
a la que se vieron sometidos y en la justicia, la igualdad y el deseo de
una resolución justa y permanente.
El principio subyacente al acuerdo final propuesto por el gobierno de
Barak se fundamenta en la separación demográfica de árabes
y judíos, a falta de verdaderos cimientos para la soberanía
palestina y sin emancipación real alguna de la ocupación.
Este tipo de acuerdo puede considerarse racista y su lógica es injusta
en sus resultados, puesto que consolida el actual statu quo cambiándolo
de nombre. Apelamos quienes integran el movimiento de solidaridad con Palestina
a que alcen sus voces contra los intentos de imponer a los palestinos un
sistema de apartheid.
Apelamos a la ANP y a la OLP para que hagan cristalizar estas reivindicaciones
claras y arraigadas de un acuerdo definitivo y justo, que garantice el derecho
al retorno y la autodeterminación de un Estado palestino soberano
e independiente con Jerusalén como capital de los Territorios Ocupados
desde el 4 de junio de 1967, con el fin de movilizar las energías
de todos los palestinos, los árabes y las fuerzas democráticas
de la región y de su entorno en el mundo.
Firman este documento:
Haider 'Abdel Shafi, ex miembro del Consejo Legislativo Palestino
(CLP) y presidente de la Delegación palestina en la Conferencia de
Madrid de 1991; Azmi Bishara, palestino del interior y miembro del
Parlamento de Israel; Hanan Ashrawi, miembro del CLP; Gasan Jatib,
miembro del equipo negociador palestino hasta 1993 y director de Jerusalem
Media & Communication Center; Mustafa Barghuti, miembro del
Partido Palestino Popular (PPP); Marwan Narghuti, miembro del CLP
y de al-Fatah; Salim Tamari, director de Institute for Jerusalem
Studies; Hana Amireh, miembro del PPP; Ziad Abu Amr, miembro
del CLP; Kamal Sharafi, miembro del CLP; Abdulrahim Mallou,
miembro del FPLP; Hatim Abdul Jader, miembro del CLP; Rana Nashashibi;
Eyad al-Sarraj, miembro de la Comisión Independiente Palestina
para los Derechos del Ciudadano; Basil Gatas; Dayya Mohammed Zeidan,
presidente del Comité de Seguimiento de los Árabes de 1948;
Jader Shkirat; Awad ´Abdel Fatah e Isamail Du´eck."
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