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Las ambiciones hidrológicas de Israel

Publicado en Nación Árabe, núm. 42, otoño de 2000

Según un reciente informe elaborado por el Departamento de Asuntos de los Refugiados de la OLP, Israel controla en la actualidad 920 millones de metros cúbicos de agua en los territorios árabes ocupados, la mayor parte de ellos (670 millones) en El Golán sirio. El estudio señala también que, a pesar de las alegaciones israelíes sobre la seguridad y el miedo a la hostilidad de sus vecinos árabes, el dominio de abundantes recursos hidrológicos ha estado siempre a la cabeza de las prioridades de Israel desde incluso antes de su fundación en 1948. Así, la ocupación recién concluida del sur de Líbano respondía en primer lugar al deseo de controlar el curso de los ríos Litani, Hasbani y Wazzani, en el marco de una estrategia que se remonta a finales de la Primera Guerra Mundial, cuando los proyectos sionistas incluían aquellos recursos, así como los ríos Jordán y Yarmuk, dentro de sus fronteras.

Este estudio ha venido precedido de la Conferencia Mundial sobre el Agua celebrada en La Haya durante el mes de marzo y en la que los participantes árabes mostraron su temor por la política expansionista israelí en materia hídrica. El representante sirio denunció que Israel está explotando abusivamente algunos cursos de agua que naciendo en El Golán ocupado riegan el territorio sirio. Además, al tiempo que se permite el uso indiscriminado de las aguas subterráneas por parte de los colonos israelíes, se imponen restricciones a los agricultores árabes, a los que se les impide excavar pozos para su consumo particular. Según una ley emitida en 1973, los colonos tiene derecho a una asignación de 4.000 metros cúbicos al año mientras que a los habitantes árabes de la zona ocupada militarmente apenas si se les asigna 236 metros cúbicos (17 veces menos).

El informe de la OLP registra una situación similar en los Territorios palestinos: debido al aplazamiento de las conversaciones sobre el agua, las autoridades israelíes se han concedido a sí mismas la potestad de prohibir a los palestinos la excavación de pozos en sus tierras para consumo propio. Sin embargo, los terrenos asignados a los asentamientos en Gaza engloban 35 pozos que bombean de bolsas subterráneas cuyo disfrute se niega a los palestinos. A esto debe unirse el hecho de que Israel se niega a vender agua a precios razonables, lo que ha fomentado la aparición de un vigoroso mercado de negro del agua que pone en peligro la salud de los habitantes de la zona al no haber ningún organismo encargado de garantizar la salubridad de las aguas. Así las cosas, el informe concluye que la continuidad de esta desigualdad puede ser suficiente para hacer fracasar todo el proceso de paz entre palestinos e israelíes.

La cuestión del acceso a los recursos hidrológicos de El Golán constituye el escollo de las conversaciones de paz entre sirios e israelíes. Estos últimos se niegan tajantemente a permitir la explotación siria de la orilla oriental del lago Tiberiades, que se encuentra dentro de las fronteras de El Golán ocupado en 1967. Damasco está recibiendo múltiples presiones desde frentes diversos para que renuncie a la riqueza hídrica de la zona y se avenga a soluciones intermedias como la compra de agua a Turquía (el único país de la región que parece en disposición de exportar agua) a precios razonables. En una región donde el 90 por ciento de los ríos son compartidos por dos o más países, lo que supone un motivo permanente de fricción, la principal amenaza para los países árabes en la zona reside en que buena parte de sus recursos acuíferos no nacen en su territorio sino en países limítrofes, como la misma Turquía, o en zonas ocupadas por un Estado, Israel, que necesita de mucha más agua que los demás para mantener su ficción derrochadora de tierra de promisión.