Nación Árabe 36


Publicado en Nación Árabe, núm. 36, Otoño de 1998

Informe CINCO AÑOS DE LA DECLARACIÓN DE WASHINGTON

Hay que dejar para futuras generaciones el logro de una solución permanente de la cuestión palestina bajo unas premisas radicalmente distintas a las actuales

Olvidad el acuerdo final.
A la espera de un nuevo equilibrio de fuerzas

Azmi Bishara
Diputado palestino en la Knesset (Parlamento israelí) por el partido Asamblea Nacional Democrática (Tajamoa)

La lógica que conduce las negociaciones de paz entre Israel y la Autoridad Palestina (AP) es la capacidad israelí para dictar sus términos, ya que no existe ningún principio acordado por las dos partes sobre los que basar las conversaciones. Esto deja estas negociaciones a merced del equilibrio de poderes. Y, ya que no se puede esperar que EEUU rectifique el balance de poderes o que termine con la capacidad de Israel de dictar los términos de la negociación, por fuerza se ha de concluir que no se puede prever para un futuro próximo una solución justa y permanente a la cuestión palestina.

Los Estados árabes y la AP deben asumir esta realidad. Eso significa cambiar la mentalidad árabe que desde principios de los noventa se ha acostumbrado a esperar un acuerdo inminente, y que así se preparaba para hacer una serie de iniciativas de buena voluntad y concesiones para llegar a este acuerdo. Lo que esto significa para la Autoridad Palestina es tener que concentrarse en arreglar la casa palestina y poner en orden sus relaciones con los países árabes. Hay que dejar para futuras generaciones la consecución de una solución permanente para la cuestión palestina, lo que quizás se realice bajo unas premisas radicalmente distintas, y no firmar ningún acuerdo definitivo mientras dure el presente equilibrio de poderes.

La razón para afirmar esto es que un análisis de la alineación de las fuerzas políticas en Israel a corto plazo demuestra que hay un consenso en Israel sobre cuál es el techo de las negociaciones con los palestinos. Hay un acuerdo sobre las líneas básicas de ese consenso entre el Gobierno actual y cualquier otro posible en el futuro, incluso si es un Gobierno laborista (1). Los puntos de este acuerdo son:

1. No retirarse a los límites anteriores a 1967.
2. No desmantelar los asentamientos.
3. No compartir la soberanía sobre Jerusalén.
4. No debe existir ningún estado palestino con soberanía sobre su tierra, agua, aire o fronteras.
5. No debe existir ninguna solución al problema de los refugiados que implique su retorno.

El debate entre Likud y laborismo y sobre la extensión de las atribuciones de la autoridad palestina se hace partiendo de estos cinco noes. Por lo que a los palestinos hace referencia, este debate se centra a la fase inicial de las conversaciones, pero para los israelíes es un debate sobre la solución definitiva.

Una peligrosa ilusión

¿Puede firmar la AP un acuerdo definitivo que no contemple, por ejemplo, el desmantelamiento de los asentamientos o la discusión del asunto de Jerusalén? La respuesta automática es, por supuesto, no. Aún así la composición de lugar de los palestinos, continua condicionada por la esperanza de que puede ser posible firmar un acuerdo permanente, con un futuro Gobierno laborista, por ejemplo. Esto es una peligrosa ilusión que requiere que se delimiten cuidadosamente, mediante un consenso nacional , las líneas maestras palestinas para oponerlas después a las israelíes. Las condiciones para este consenso están maduras y el usar la fuerza para fijar la posición palestina no ayudará a cambiar el consenso nacional de Israel ni a cambiar el hecho de la capacidad de Israel de imponer su posición.

Por otra parte, no hay necesidad de apresurarse ni de pensar que se puedan perder los logros ya conseguidos. Puede ser mejor para los esfuerzos árabes e internacionales concentrarse en presionar a Israel para que cumpla lo ya firmado, algo sobre lo que, de hecho, hay ahora un intenso debate entre el laborismo y el Likud y en lo que el consenso nacional israelí se puede romper. Hasta que eso suceda la Autoridad Nacional Palestina no tienen nada que perder, en primer lugar porque puede obtener mayor apoyo árabe e internacional insistiendo en la puesta en práctica de los Acuerdos, y después porque no existe ningún político israelí en su sano juicio que proponga la reocupación de Gaza o Nablus, por ejemplo. Lo hecho, hecho está. Lo que hace falta ahora es que la AP insista firmemente en que Israel cumpla sus compromisos y que rechace firmar cualquier acuerdo permanente que no incluya los puntos cruciales de los palestinos.

Y es mejor, pensando en esto, que no se abran canales secretos de negociación sobre una solución permanente pues se pueden ofrecer en estas negociaciones concesiones aventuradas, de las que luego puede resultar difícil retractarse.

EEUU no rectificará el balance de poderes de la negociación en favor de los palestinos. El último ejemplo de esto nos sirve de clara e inconfundible lección. La Autoridad Palestina aceptó la iniciativa americana para un segundo redespliegue que la Administración Clinton aún no quiere hacer público. Esto quiere decir que las posiciones americana y palestina en este momento son a efectos prácticos la misma. Sin embargo, EEUU insiste en enviara a Ross una y otra vez para que medie entre las dos partes. ¿Qué dos partes? La parte palestina ha adoptado la posición americana y EEUU debería intentar acercar a Israel a esa posición. Pero de hecho presiona a los palestinos para que modifiquen su posición, que es la posición de EEUU. Esto es una farsa diplomática.

Así es cómo se juega el actual juego diplomático, un juego que no puede conducir a una solución justa o permanente. Debemos, por lo tanto, retroceder y esperar. El tiempo no está del lado de Netanyahu o del nuestro. Depende, en todo caso, de cómo sea usado ese tiempo. Sin ser demasiado optimista o querer pintar un panorama sin ninguna nube, se puede decir que no todos los factores en juego son negativos. Por ejemplo, si la cuestión palestina no se resuelve, dentro de una generación los palestinos de 1948 y de 1967 juntos serán mayoría. Ya sumamos cuatro millones de palestinos dentro de Palestina, sólo medio millón menos que el número de judíos israelíes.

Esto no es un motivo de optimismo per se, pero sí una base desde la cual trabajar Incluso si los palestinos no firman un acuerdo permanente se puede trabajar en otras direcciones. El primer trabajo a hacer es poner en orden institucional y democráticamente la "casa palestina", lo que incluye resolver la última crisis con Hamas.

(Este artículo ha sido publicado en Al-Hayat el 30 de abril y reproducido en Middle East International el 8 de mayo de 1998. Traducción del inglés de Tomás Ferrer Pallarés, N.Á.)


Notas:

  1. Véase la traducción del Acuerdo nacional Naccional para las negociaciones sobre el estatuto final con los palestinos (Documento Beilin-Eitan) publicada en Nación Árabe, n. 31/32, 1997.



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