Hay que dejar para futuras generaciones
el logro de una solución permanente de la cuestión
palestina bajo unas premisas radicalmente distintas a las actuales
Olvidad el acuerdo final.
A la espera de un nuevo equilibrio de fuerzas
Azmi Bishara
Diputado palestino en la Knesset (Parlamento
israelí) por el partido Asamblea Nacional Democrática
(Tajamoa)
La lógica que conduce
las negociaciones de paz entre Israel y la Autoridad Palestina
(AP) es la capacidad israelí para dictar sus términos,
ya que no existe ningún principio acordado por las dos
partes sobre los que basar las conversaciones. Esto deja estas
negociaciones a merced del equilibrio de poderes. Y, ya que no
se puede esperar que EEUU rectifique el balance de poderes o
que termine con la capacidad de Israel de dictar los términos
de la negociación, por fuerza se ha de concluir que no
se puede prever para un futuro próximo una solución
justa y permanente a la cuestión palestina.
Los Estados árabes y la AP deben asumir esta realidad.
Eso significa cambiar la mentalidad árabe que desde principios
de los noventa se ha acostumbrado a esperar un acuerdo inminente,
y que así se preparaba para hacer una serie de iniciativas
de buena voluntad y concesiones para llegar a este acuerdo. Lo
que esto significa para la Autoridad Palestina es tener que concentrarse
en arreglar la casa palestina y poner en orden sus relaciones
con los países árabes. Hay que dejar para futuras
generaciones la consecución de una solución permanente
para la cuestión palestina, lo que quizás se realice
bajo unas premisas radicalmente distintas, y no firmar ningún
acuerdo definitivo mientras dure el presente equilibrio de poderes.
La razón para afirmar esto es que un análisis
de la alineación de las fuerzas políticas en Israel
a corto plazo demuestra que hay un consenso en Israel sobre cuál
es el techo de las negociaciones con los palestinos. Hay un acuerdo
sobre las líneas básicas de ese consenso entre
el Gobierno actual y cualquier otro posible en el futuro, incluso
si es un Gobierno laborista (1).
Los puntos de este acuerdo son:
1. No retirarse a los límites anteriores a 1967.
2. No desmantelar los asentamientos.
3. No compartir la soberanía sobre Jerusalén.
4. No debe existir ningún estado palestino con soberanía
sobre su tierra, agua, aire o fronteras.
5. No debe existir ninguna solución al problema de los
refugiados que implique su retorno.
El debate entre Likud y laborismo y sobre la extensión
de las atribuciones de la autoridad palestina se hace partiendo
de estos cinco noes. Por lo que a los palestinos hace
referencia, este debate se centra a la fase inicial de las conversaciones,
pero para los israelíes es un debate sobre la solución
definitiva.
Una peligrosa ilusión
¿Puede firmar la AP un acuerdo definitivo que no contemple,
por ejemplo, el desmantelamiento de los asentamientos o la discusión
del asunto de Jerusalén? La respuesta automática
es, por supuesto, no. Aún así la composición
de lugar de los palestinos, continua condicionada por la esperanza
de que puede ser posible firmar un acuerdo permanente, con un
futuro Gobierno laborista, por ejemplo. Esto es una peligrosa
ilusión que requiere que se delimiten cuidadosamente,
mediante un consenso nacional , las líneas maestras palestinas
para oponerlas después a las israelíes. Las condiciones
para este consenso están maduras y el usar la fuerza para
fijar la posición palestina no ayudará a cambiar
el consenso nacional de Israel ni a cambiar el hecho de la capacidad
de Israel de imponer su posición.
Por otra parte, no hay necesidad de apresurarse ni de pensar
que se puedan perder los logros ya conseguidos. Puede
ser mejor para los esfuerzos árabes e internacionales
concentrarse en presionar a Israel para que cumpla lo ya firmado,
algo sobre lo que, de hecho, hay ahora un intenso debate entre
el laborismo y el Likud y en lo que el consenso nacional israelí
se puede romper. Hasta que eso suceda la Autoridad Nacional Palestina
no tienen nada que perder, en primer lugar porque puede obtener
mayor apoyo árabe e internacional insistiendo en la puesta
en práctica de los Acuerdos, y después porque no
existe ningún político israelí en su sano
juicio que proponga la reocupación de Gaza o Nablus, por
ejemplo. Lo hecho, hecho está. Lo que hace falta ahora
es que la AP insista firmemente en que Israel cumpla sus compromisos
y que rechace firmar cualquier acuerdo permanente que no incluya
los puntos cruciales de los palestinos.
Y es mejor, pensando en esto, que no se abran canales secretos
de negociación sobre una solución permanente pues
se pueden ofrecer en estas negociaciones concesiones aventuradas,
de las que luego puede resultar difícil retractarse.
EEUU no rectificará el balance de poderes de la negociación
en favor de los palestinos. El último ejemplo de esto
nos sirve de clara e inconfundible lección. La Autoridad
Palestina aceptó la iniciativa americana para un segundo
redespliegue que la Administración Clinton aún
no quiere hacer público. Esto quiere decir que las posiciones
americana y palestina en este momento son a efectos prácticos
la misma. Sin embargo, EEUU insiste en enviara a Ross una y otra
vez para que medie entre las dos partes. ¿Qué dos
partes? La parte palestina ha adoptado la posición americana
y EEUU debería intentar acercar a Israel a esa posición.
Pero de hecho presiona a los palestinos para que modifiquen su
posición, que es la posición de EEUU. Esto es una
farsa diplomática.
Así es cómo se juega el actual juego diplomático,
un juego que no puede conducir a una solución justa o
permanente. Debemos, por lo tanto, retroceder y esperar. El tiempo
no está del lado de Netanyahu o del nuestro. Depende,
en todo caso, de cómo sea usado ese tiempo. Sin ser demasiado
optimista o querer pintar un panorama sin ninguna nube, se puede
decir que no todos los factores en juego son negativos. Por ejemplo,
si la cuestión palestina no se resuelve, dentro de una
generación los palestinos de 1948 y de 1967 juntos serán
mayoría. Ya sumamos cuatro millones de palestinos dentro
de Palestina, sólo medio millón menos que el número
de judíos israelíes.
Esto no es un motivo de optimismo per se, pero sí
una base desde la cual trabajar Incluso si los palestinos no
firman un acuerdo permanente se puede trabajar en otras direcciones.
El primer trabajo a hacer es poner en orden institucional y democráticamente
la "casa palestina", lo que incluye resolver la última
crisis con Hamas.
(Este artículo ha
sido publicado en Al-Hayat el 30 de abril y reproducido en
Middle East International el 8 de mayo de 1998. Traducción
del inglés de Tomás Ferrer Pallarés, N.Á.)
Notas:
- Véase la traducción
del Acuerdo nacional Naccional para las negociaciones sobre
el estatuto final con los palestinos (Documento Beilin-Eitan)
publicada en Nación Árabe, n. 31/32,
1997.
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