Negroponte, el nuevo embajador
de EEUU en Iraq, planificador de la represión y la tortura
en la Centromérica de los años 80
Luis Ríos*
CSCAweb
(www.nodo50.org/csca), 25 de junio de 2004
Luis Ríos, Madrid, 24 de junio de 2004
"John
D. Negroponte juró el pasado 23 de junio en Washington
su cargo como embajador de EEUU en Iraq, función que asumirá
a partir del próximo día 30, una vez formalizada
la fraudulenta "transferencia de poder" a la nueva
instancia iraquí designada por los ocupantes y encabezada
por el Allawi, un hombre de la CIA. Negroponte estará
al frente de una embajada en Bagdad de hasta 5.000 funcionarios,
que sustituirá al 'procónsul' Bremer y su Autoridad
Provisional de la Coalición. Hasta el momento, Negroponte,
diplomático de carrera, había representado a EEUU
ante el Consejo de Seguridad (CS) de Naciones Unidas. Su historial
anterior es la del planificador de la 'guerra sucia' en Centroamérica
durante la década de los 80"
John D. Negroponte juró
el pasado 23 de junio en Washington su cargo como embajador de
EEUU en Iraq, función que asumirá a partir del
próximo día 30, una vez formalizada la fraudulenta
"transferencia de poder" a la nueva instancia iraquí
designada por los ocupantes y encabezada por el Allawi, un hombre
de la CIA. Negroponte estará al frente de una embajada
en Bagdad de hasta 5.000 funcionarios, que sustituirá
al procónsul Bremer -el administrador civil de
la ocupación- y su Autoridad Provisional de la Coalición.
Hasta el momento, Negroponte, diplomático de carrera,
había representado a EEUU ante el Consejo de Seguridad
(CS) de Naciones Unidas. Su historial anterior es la del planificador
de la 'guerra sucia' en Centroamérica durante la década
de los 80.
El episodio mas controvertido
del historial de Negroponte es su cargo de embajador estadounidense
en Honduras, por el que se le ha acusado de ayudar a organizar
y encubrir la represión en este país y canalizar
ayuda militar a la contra nicaragüense. Para hacernos
una idea del ambiente que se vivía en Honduras durante
los años en que Negroponte fue embajador estadounidense,
resumimos a continuación la situación política
y social del país a partir de diversas fuentes impresas
y electrónicas, especialmente de la investigación
realizada por el periódico The Baltimore Sun, publicada
en 1995 [1].
Uno de los principales personajes
de aquella época fue el general Gustavo Álvarez
Martínez, graduado con honores en la Academia Militar
Argentina (clase 1961), graduado de la Escuela de las Américas
en EEUU, comandante de la FUSEP (Fuerza de Seguridad Pública),
nombrado en 1982 jefe de las Fuerzas Armadas Hondureñas,
condecorado en 1983 con la Legión del Mérito en
EEUU por "[...] promover el éxito del proceso democrático
en Honduras".
Junto con militares argentinos,
Álvarez constituyó el Batallón 3-16
(o 316), un cuerpo paramilitar clandestino responsable
de desapariciones y ejecuciones extrajudiciales, constituido
a imagen y semejanza del Batallón 601 (cuya sede original
en Centroamérica fue Guatemala). Este Batallón
3-16 en un principio fue entrenado por el FBI, la CIA, Argentina
y Chile, en medio de un oscuro entramado militar de tráfico
de drogas y armas. El batallón operaba en colaboración
con la FUSEP -de la que Álvarez había sido comandante
antes de ser nombrado Jefe de las Fuerzas Armadas- y la DNI (Dirección
Nacional de Investigaciones) hondureñas en la eliminación
"[...] de todas las personas que causaran problemas a las
Fuerzas Armadas de Honduras o que fueran incorregiblemente comunistas",
según explica un documento de un organismo de derechos
humanos.
Entre los entrenadores argentinos
más conocidos estaba Ciga Correa, agente del Batallón
601, que ya había colaborado con la DINA en el asesinato
del general Prats y que también había entrenado
a la Triple A (AAA). Este hombre fue instructor en la escuela
de oficiales somocistas y encargado del pago de la inteligencia
argentina en Centroamérica. Correa fue reconocido como
uno de los entrenadores del Grupo de los Catorce, un antecedente
del Batallón 3-16. Esta colaboración se
estrecha después de que se autorice una fuerte inversión
en la base argentina en Honduras, y de la llegada a finales de
1981 de más de 150 oficiales argentinos. Estos militares
tenían su centro de operaciones en una finca que denominaban
"La Quinta" y tenían varias bases de entrenamiento,
entre ellas las de Lepaterique y Quilalí. Los argentinos
pusieron a disposición del Batallón 316
un escuadrón de la muerte dirigido por el coronel de la
Guardia Somocista conocido por "El chino" Lau, reputado
por su especialización en asesinatos y torturas.
Con la crisis provocada por
la guerra de las Malvinas, la CIA se hizo cargo de la todas las
operaciones a pesar de que los argentinos continuaron operando
hasta 1984 y, algunos, hasta 1986. El objetivo estadounidense
para Honduras era crear una fuerza contrainsurgente que pudiera
ser rápidamente desplazada a cualquiera de las fronteras
hondureñas. Comenzando en 1981, Fuerzas Especiales estadounidenses
entrenaron a cerca de un tercio del ejercito hondureño
en los dos años siguientes, además de proveer a
este ejercito con sus primeras piezas de artillería, equipos
de comunicación y embarcaciones marinas.
En 1982 el Pentágono
reclamó al Congreso un aumento de 21 millones de dólares
para mejorar los campos de aviación hondureños
de Palmerola, la Ceiba y Golosón, además de la
construcción de otro aeropuerto en Puerto Lempira, cerca
de la frontera nicaragüense. El objetivo obviamente era
incrementar la presencia militar estadounidense y hondureña
en la fronteras nicaragüense para el apoyo a la contra,
y salvadoreña también debido a la situación
en este país. Un papel importante fue desempeñado
por la base aérea del Aguacate. El Aguacate es una pequeña
aldea situada al este de la ciudad hondureña de Catacamas;
en los años setenta fue la base del Batallón de
Ingenieros, luego fue abandonada, pero en julio de 1983 las fuerzas
armadas ordenaron su rehabilitación al XVI Batallón
de Infantería. El objetivo era construir un centro
estratégico para apoyar a la contra nicaragüense.
La base fue alquilada por EEUU al ejército hondureño.
Se contrataron varias empresas privadas y se hizo cargo de las
operaciones el US Army 46th Engineering bajo la supervisión
de Negroponte. En agosto del 2001, se iniciaron excavaciones
forenses en la base del Aguacate, recuperándose algunos
de los cadáveres de las 185 personas que se cree que fueron
asesinadas extrajudicialmente y enterradas clandestinamente en
la base.
Mientras esto sucedía
en el país, en el ambiente diplomático es interesante
hacer mención a Jack Binns. En 1981, Jack Binns era el
embajador EEUU en Honduras. En repetidas ocasiones avisó
a sus superiores en Washington de la situación en Honduras,
especialmente de los comentarios de Gustavo Álvarez, que
admiraba la manera en que los militares argentinos habían
tratado la cuestión de los subversivos, y que planeaba
usar los mismos métodos en Honduras:
"[...] Álvarez
subrayó que Occidente y las democracias eran blandos,
quizás demasiado blandos para hacer frente a la subversión
comunista."
Los argentinos habían
enfrentado la amenaza eficazmente, identificando -y ocupándose-
de los subversivos. Su método, opinaba, era el único
medio eficaz de afrontar el desafío. "[] En lo relativo
a la subversión, [Álvarez] optaría por la
acción dura, firme y extra-jurídico", advertía
Binns. Cuatro meses después, Binns se enteró de
la violenta abducción y desaparición de Tomás
Nativi, un profesor universitario de 33 años y presunto
subversivo. Según testigos y un informe del gobierno hondureño
de 1993, Nativi fue arrancado de su cama el 11 de junio de 1981
por seis hombres con pasamontañas. Desde entonces no se
ha sabido nada de él y se presume muerto. En un telegrama
a Washington acerca del incidente, Binns decía:
"[...] Creo que debemos
cortar esta situación de raíz. Ya he pedido al
jefe de la estación [de la CIA] que, tangencialmente,
saque a relucir este problema con Álvarez (cuyos pupilos
parecen ser los actores principales y de quien sospecho es la
fuerza intelectual detrás de esta nueva estrategia para
agarrar subversivos/criminales)."
Binns recomendó que
el gobierno de EEUU actuara para poner fin a la violencia militar
amenazando con retener la ayuda militar. "[] Esas sugerencias
arrancaron un estruendoso silencio de Washington", dijo
en una reciente entrevista en su casa de Tucson, Arizona. "Mi
mensaje no era el mensaje que todos querían escuchar".
Antes de dejar su cargo, Binns informó con detalle a su
sucesor, elegido por Reagan, sobre la situación en Honduras:
era John D. Negroponte.
La respuesta
de Negroponte
La respuesta de Negroponte
a las quejas de Binns fue eliminar cualquier referencia a torturas
y ejecuciones extrajudiciales en los informes anuales sobre derechos
humanos de la embajada, como detalla Rick Chidester. Este hombre
fue asignado en 1982 a la embajada para reunir información
para el informe anual sobre derechos humanos, como parte de su
trabajo se entrevistó con periodistas y personas implicadas
en la defensa de los derechos humanos que le informaron de que
los militares hondureños ejecutaban, detenían ilegalmente
y torturaban.
"[...] Tenía testimonios
sobre furgonetas que llegaban a la policía y se llevaban
a gente que ellos [los militares hondureños] no querían
... y les disparaban [...] tenía testimonios de que cómo
en parte de las técnicas de interrogatorio se usaba la
tortura."
Chidester afirma que incluyó
este material en el informe preliminar de 1982, pero un supervisor
le exigió que presentara pruebas, fotografías,
y se le amonestó por basar su informe en rumores. Chidester
argumentó en contra, afirmando que los testimonios provenían
de fuentes diversas y numerosas y no podían ser ignorados.
Pero cuando el informe fue enviado al Congreso estadounidense
se habían eliminado todas las referencias contra los militares
hondureños. Chidester recuerda como bromeaba con otras
personas en la embajada: "¿Qué es esto?¿el
informe de derechos humanos de Noruega?".
En este informe se afirmaba
que no se había producido ningún incidente de interferencia
oficial con los medios de comunicación durante ese año.
Pero en junio de 1982 Negroponte tuvo que intervenir personalmente
para liberar a un conocido periodista, Oscar Reyes, que había
sido detenido y torturado por el Batallón 3-16
durante una semana. El embajador actuó a petición
del portavoz para la prensa de la embajada, que avisó
a Negroponte: "[...] No podemos dejar que se le haga daño,
sería un desastre para nuestra política".
Al mismo tiempo Negroponte escribía en una carta a The
Economist que era "[...]simplemente falso afirmar que
los escuadrones de la muerte habían hecho aparición
en Honduras". Según la investigación en la
prensa hondureña de The Baltimore Sun, en el año
1982 se informó de aproximadamente 318 casos de asesinatos
y secuestros por parte del ejercito hondureño. Durante
esos años los familiares de las víctimas del Batallón
316 se manifestaron por cientos en Tegucigalpa pidiendo el
retorno de los desaparecidos.
Los informes
de DDHH bajo la supervisión de Negroponte
"Estudiantes, trabajadores,
campesinos, y otros grupos, tienen libertad total para organizarse
y se manifiestan en público con frecuencia sin interferencia
... los sindicatos no son obstaculizados por el gobierno."
[2]
Entre las desapariciones de
estudiantes y dirigentes sindicales más extensamente cubiertas
por la prensa en 1982 destacan Saul Godinez, profesor de escuela
elemental y actvista sindical, secuestrado el 22 de julio; Eduardo
Lanza, estudiante de medicina y secretario general de la Federación
Hondureña de Estudiantes Universitarios, secuestrado el
1 de agosto; German Perez Aleman, dirigente de un sindicato de
trabajadores del aeropuerto, secuestrado el 18 de agosto; Hector
Hernandez, presidente de un sindicato de trabajadores textiles,
secuestrado el 24 de diciembre. Todos siguen desaparecidos
"En los casos excepcionales
en los que miembros de las fuerzas de seguridad han sido acusados
de asesinato, el gobierno ha llevado a los perpetradores ante
la justicia." [3]
Edmundo Orellana, fiscal general
de Honduras cuando The Baltimore Sun realizó su
investigación afirmó "[...] no recuerdo un
solo caso".
"No hay prisioneros políticos
en Honduras. Se persigue a las personas no por sus creencias
políticas sino por actos criminales definidos en el código
penal." [4]
Orellana, que investigaba las
desapariciones del Batallón 3-16, afirma "[...] eso
es totalmente falso; hubo presos políticos, y los desaparecidos
son la prueba. Siguieron, arrestaron y ejecutaron personas que
simplemente pensaban de manera diferente"
También miembros del
ejercito hondureño acusaron a Álvarez, como el
coronel Leonidas Torres Arias, que tras ser despedido de su cargo
de jefe de Inteligencia de las Fuerzas Armadas hondureñas
dio unas conferencias en Ciudad de México en agosto de
1982 en las que mencionaba "[...] un escuadrón de
la muerte que operaba en Honduras y que estaba dirigido por el
comandante de las fuerzas armadas, general Gustavo Álvarez".
En la embajada estadounidense
en Tegucigalpa, los funcionarios tuvieron que afrontar las peticiones
personales y escritas de los familiares de los desaparecidos.
Como ya se ha visto, los informes de la embajada estadounidense
afirmaban que "No hay prisioneros políticos en Honduras".
El 27 de agosto de 1997, el inspector de la CIA general Frederick
P. Hitz liberó un documento clasificado de 211 páginas
titulado Selected Issues Relating to CIA Activities in Honduras
in the 1980s 96-0125-IG. Este informe fue parcialmente desclasificado
el 22 de octubre de 1998 en respuesta a las repetidas demandas
del procurador de los derechos humanos en Honduras [5].
El entrenamiento de personal
militar hondureño por la CIA fue confirmado por Richard
Stolz, director de operaciones en aquellos años, en un
testimonio secreto ante el Senado en 1988:
"[...] El curso consistía
en tres semanas de instrucción en clase, seguidas por
dos semanas de ejercicios prácticos que incluían
el interrogatorio de prisioneros por los estudiantes [...] el
abuso físico u otro tratamiento degradante se rechazaba,
no solo porque no está bien, sino porqué históricamente
se ha probado que no es eficaz."
En dicha declaración,
Stolz confirmó que un oficial de la CIA visitó
el lugar donde estuvo retenida la hondureña Inés
Murillo, de 24 años. Las entrevistas de antiguos miembros
del Batallon 3-16 confirmaron este testimonio: la CIA
les enseñaba técnicas de presión psicológica,
pero no tortura física. Pero estas personas también
dijeron que la CIA sabía que se empleaba la tortura y
que los oficiales estadounidenses no protestaron.
Era normal que no aparecieran
ejemplos específicos de brutalidad a manos de los militares
hondureños en los informes de derechos humanos preparados
por la Embajada bajo la directa supervisión de Negroponte.
La ayuda económica militar de EEUU necesitaba que los
informes sobre derechos humanos del país receptor fueran
positivos para ser aprobada por el Congreso.
Ayuda militar
de EEUU a Honduras
La ayuda militar de EEUU a
Honduras evolucionaría durante la primera mitad de la
década de los 80 de la siguiente manera [6]: 1979:
2,2 millones de dólares; 1980: 4,0; 1981: 8,9; 1982: 31,2;
1983: 37,3 y 1984: 41,0. Todas las investigaciones recientes
citan que esta ayuda económica se incrementaríua
hasta 77,4 millones de dólares.
Negroponte ocupó el
cargo de embajador en Honduras desde 1981 a 1985. El país
se vio tan saturado de equipamiento y personal militar estadounidenses
que miembros del ejército estadounidense empezaron a referirse
a el como el USS Honduras. Este equipamiento sirvió
para financiar especialmente a la contra nicaragüense.
En una crónica titulada "La guerra secreta de Estados
Unidos. Objetivo: Nicaragua", la revista Newsweek
señalaba:
"[...] El director de
la CIA, Casey, supervisaba personalmente la operación.
El embajador Negroponte la conducía. Los contras
lo llamaban 'El jefe' (The Boss). [] El sistema de apoyo
a los contras dependía de la complicidad del NSC,
integrado por el presidente Reagan, el vicepresidente Bush, el
secretario de Estado Shultz, el de Defensa Weinberger, Casey
(miembro de facto), los jefes de la estación de la CIA,
Joe Fernández (alias Tomás Castillo) en Costa Rica
y John Mallett (alias George) en Honduras, y los embajadores
Lewis Tambs en Costa Rica (principal redactor del Documento
de Santa Fe I) y John Negroponte y John Ferch en Honduras."
The New York Times también afirmó que "[...]
Negroponte] desarrolló la estrategia encubierta de la
Administración Reagan de liquidar al gobierno sandinista
en Nicaragua".
A principios de 1984, dos mercenarios
estadounidenses, Thomas Poisey y Dana Parker, contactaron con
Negroponte,al que dijeron que querían suministrar armas
a la contra. Parece que hay documentos que muestran que
Negroponte les puso en contacto con una persona del ejercito
hondureño. Otros documentos muestran un plan en el que
Negroponte y el entonces vicepresidente George Bush pretendían
canalizar ayuda a la contra a través del gobierno
hondureño.
Hasta el día de hoy Negroponte niega que en Honduras existiera
una represión organizada, y por lo tanto niega su implicación
en tales hechos. Durante la investigación realizada por
The Baltimore Sun sobre las violaciones de los derechos
humanos en Honduras en ese periodo, finalmente publicada en una
serie de artículos en 1995, Negroponte declinó
las repetidas peticiones para entrevistarle. Pero después
de la publicación del tercer artículo de la investigación,
Negroponte envió un comunicado por escrito :
"[...] Bajo mi mandato,
la embajada [de EEUU] trabajó para promover la restauración
y consolidación de la democracia en Honduras, incluyendo
el avance de los derechos humanos. En ningún caso durante
mi mandato en Honduras, la embajada perdonó o escondió
violaciones de derechos humanos, al contrario, la embajada y
el Departamento de Estado cooperaron con el gobierno de Honduras
para ayudar a remediar las deficiencias en la administración
de la justicia."
Jaime Rosenthal, ex vicepresidente
hondureño y propietario del periódico El Tiempo,
afirma que "[...] es imposible que los oficiales estadounidenses
en Honduras durante los primeros años de la década
de los 80 puedan negar que no tenían conocimiento sobre
las desapariciones; casi todos los días salían
noticias sobre desapariciones en nuestro periódico y en
la mayoría de los otros diarios. La embajada [estadounidense]
tenía mas personal que la mayoría de las otras
embajadas latinoamericanas".
En la misma línea, otras
investigaciones establecen que Negroponte estuvo "profundamente
involucrado en la organización de la contra nicaragüense,
y desde noviembre de 1987 actuó como asesor adjunto del
Consejo de Seguridad Nacional" [7].
En su libro Guerreros secretos.
Las operaciones clandestinas de la era Reagan por dentro
(G.P. Putnam's Sons, New York, 1988), Steven Emerson destacó
el papel de Negroponte en apoyo de las acciones encubiertas conducidas
por el teniente coronel James Longhofer en la guerra civil en
El Salvador y contra Nicaragua, incluyendo las misiones
de minado de puertos, recolección de información
aérea electrónica (Sigint), actos de sabotaje contra
instalaciones y establecimientos civiles, y apoyo militar general
a los contras. Un episodio curioso se produjo en 1989,
cuando el que hace poco fue presidente interino del Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas, el mexicano Adolfo Aguilar Zinser,
describió a John Negroponte como un "oficial de combate,
fundador de los contras" nicaragüenses y "célebre
procónsul de EEUU en Honduras". Dijo entonces
Aguilar Zinser:
"[...] Durante su carrera,
Negroponte se ha especializado en tareas de seguridad e información,
en operaciones que vinculan a la diplomacia con las acciones
encubiertas, el espionaje y el despliegue de las fuerzas militares
de EEUU."
Testimonio
sobre Negroponte
Para darnos una idea de la
implicación personal de Negroponte, repetidamente referido
como uno de los hombre más poderosos de Honduras, a continuación
resumimos dos testimonios de personas que tuvieron trato personal
con él.
Juan Almenares, ex rector
de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras [8]
"[...] Era la década
de los años ochenta, tiempos tenebrosos y aterradores
en Honduras, cuando la tortura era una práctica cotidiana
y se inicia el interminable sufrimiento de los familiares de
los 'desaparecidos' por el terrorismo del Estado. Fungía
en el cargo de Rector de la Universidad Nacional Autónoma
de Honduras (UNAH), 1979-1982; función extremadamente
difícil porque estaba en contra de las violaciones de
los derechos humanos, de la ocupación militar norteamericana
y de la presencia de las fuerzas militares llamadas contras
de Nicaragua que tenían más libertad que cualquier
ciudadano hondureño y actuaban con toda impunidad.
Durante el desempeño
de mis funciones como Rector, por asumir abiertamente una posición
a favor de la paz y respeto a los derechos humanos fui objeto
constante de persecución, amenazas, disparos, atentados
y una guerra psicológica permanente, así como una
campaña sistemática en perjuicio de mi persona
a través de algunos medios de comunicación.
El embajador de Estados Unidos
en Honduras, John Dimitri Negroponte, (1981-1985), anunciaba
por los medios informativos en el año 1982 que iba a tener
entrevistas con diferentes líderes del país, entre
ellos el Rector de la UNAH.
Llegué a la cita indicada,
me atendió con cortesía el Agregado Cultural de
la Embajada, entré a las oficinas del Sr. embajador, quien
se encontraba sentado en el escritorio que estaba a una mayor
altura que el espacio donde supuestamente se atendían
los invitados.
El Sr. Negroponte no me saludó
como es lo acostumbrado, ni tampoco se levantó del escritorio,
yo tampoco lo saludé ni le hablé. El único
que conversaba conmigo era el Agregado Cultural. Durante unos
veinte minutos el Sr. Negroponte me observó con una mirada
fija, inquisitiva e intimidatoria. Su rostro permanecía
impávido, sin ningún movimiento de los músculos
de la sonrisa o la amabilidad. En forma repentina el embajador
rompió aquel silencio y me dijo con la más fina
ironía '¿Se reelegirá Ud. como Rector por
un segundo período?' Antes de responder un chispazo iluminó
mi cerebro y pensé que el Sr. Negroponte había
tratado con su silencio de desesperarme, pero no lo había
logrado. Tuve una pausa de algunos minutos antes de responder
a la pregunta que me había formulado y en vez de dar una
respuesta le manifesté al Sr. embajador: '¿Hasta
cuándo el gobierno de los Estados Unidos de América
va a dejar de ocupar militarmente el territorio de Honduras,
ya que viola nuestros derechos y ofende nuestra dignidad?
Con un rostro y lenguaje corporal
que lindaba entre la cólera y la ironía me dijo:
'le voy a dar la respuesta después que se reelija en la
Universidad'. El señor embajador no se despidió
ni me dio la mano, yo tampoco me despedí de él.
El Agregado Cultural me acompañó a la puerta de
salida y me dijo: 'Es usted muy inteligente'; '¿por qué
lo dice?' le respondí, y luego agregó: 'porque
Ud. habla muy poco'. Entonces le manifesté: 'Es más
inteligente el Sr. Negroponte que siendo diplomático no
saluda, habla poco y no se despide de las personas que ha invitado'.
Aquella última pregunta
del embajador era un indicador de que mi reelección como
Rector no sería posible, puesto que existía la
oposición del hombre más poderoso de Honduras.
En ese año fui reelecto
como Rector de la UNAH en un proceso limpio y transparente pero
bajo terribles amenazas. Pocas semanas después de la entrevista
en la embajada de EEUU tuve la visita del abogado José
Benjamín Cisne Reyes, magistrado de la Corte Suprema de
Justicia de Honduras, (quien ya falleció) y por lo tanto
no constituye un peligro para él lo que voy a narrar.
El abogado Cisne lucía nervioso y preocupado. 'Lo que
le voy a contar' -expresó- 'tiene que ser confidencial;
solo lo puede divulgar si yo muero, ya que si esto se sabe peligra
mi vida. Siento la obligación moral de decirle que fuimos
llamados los magistrados de la Corte Suprema de Justicia por
el embajador John Dimitri Negroponte, el jefe de las Fuerzas
Armadas de Honduras, el general Gustavo Álvarez y el presidente
de Honduras, Roberto Suazo Córdova, y nos han presionado
para que anulemos la elección de Rector que usted recién
acaba de ganar, las razones que aducen son que usted pone en
peligro la seguridad del Estado. Doctor, usted se puede imaginar
-continuaba indicando el magistrado- la situación de peligro
en que nos encontramos, quiero ser honesto con usted, tendré
que votar en contra de su reelección por dos razones:
una porque si no lo hago me matan y segundo porque estoy seguro
que si usted continúa de Rector le van a asesinar los
escuadrones de la muerte'.
Efectivamente, la Corte Suprema
de Justicia declaró nula mi elección. Como dijo
otro de los magistrados que participó en esa decisión
cometimos una gran aberración jurídica y tendré
que arrepentirme toda mi vida 'por este acto deshonesto'. Pasaron
los años después de aquella memorable entrevista.
La noticia de que John Dimitri Negroponte ha sido nominado para
que ocupe el cargo de embajador de EEUU ante las NNUU me ha desconcertado:
¿Cómo es posible que el organismo que estableció
la Declaración Universal de los Derechos Humanos tenga
como representante a una persona que fue un estratega en la violación
de los derechos humanos en Honduras? Respetando el derecho de
la nación del norte a elegir sus representantes hago memoria
de solidaridad con el padre Guadalupe Carney, que siendo ciudadano
de EEUU fue desaparecido en la época del 'Embajador del
Silencio Diplomático'."
Religiosa Laetitia Bordes
La hermana Laetitia Bordes
encabezó una activa campaña para intentar bloquear
el nombramiento de Negroponte como embajador de EEUU ante Naciones
Unidas, su anterior cargo [9]:
"[...] ¿John Negroponte
es el nominado por Bush para ser el próximo embajador
en las NNUU? Subí el volumen de la radio y empecé
a escuchar con más atención. Si. Había oído
correctamente. Bush estaba nominando a Negroponte, el hombre
que dio campo abierto a los escuadrones de la muerte entrenados
por la CIA para operar en Honduras durante el tiempo que fue
embajador de ese país, de 1981 a 1985. Mi mente viajó
de vuelta a 1982 y me vi a mi misma enfrente de Negroponte en
su oficina en la embajada estadounidense en Tegucigalpa. Había
ido a Honduras en una delegación de investigación.
Estábamos buscando respuestas. 32 mujeres habían
huido de El Salvador después del asesinato de Monseñor
Romero en 1980, buscando refugio en Honduras. Una de ellas había
sido secretaria de Romero. Algunos meses después de su
llegada, estas mujeres fueron secuestradas en Tegucigalpa. Nuestra
delegación estaba en Honduras con el objetivo de averiguar
qué había pasado con estas mujeres. Negroponte
nos escuchaba a medida que exponíamos los hechos. Había
testigos presenciales del secuestro y teníamos toda la
documentación sobre el caso que delegaciones previas habían
recopilado. Negroponte negó cualquier conocimiento sobre
estas mujeres. Insistió que la embajada estadounidense
no interfería en los asuntos del gobierno hondureño
y que sería mejor discutir nuestro requerimiento con este
último.
Los hechos revelaban lo contrario.
Durante el desempeño de Negroponte, la ayuda militar estadounidense
creció de 4 a 40 millones de dólares; EEUU organizó
una guerra encubierta contra Nicaragua y minó sus puertos,
y militares estadounidenses entrenaron al ejercito hondureño
para apoyar a la contra nicaragüense. Negroponte
colaboraba estrechamente con el general Álvarez, Jefe
de las Fuerzas Armadas en Honduras, permitiendo el entrenamiento
de soldados hondureños en guerra psicológica, sabotaje
y muchos tipos de violaciones de derechos humanos, incluyendo
tortura y secuestro. Militares hondureños y salvadoreños
fueron enviados a la Escuela de las Américas para recibir
entrenamiento en contrainsurgencia dirigida contra su propio
pueblo. La CIA creó el Batallón 3-16, responsable
del asesinato de varios sandinistas. El general Luis Alonso Discua
Elvir, graduado de la Escuela de las Américas, fundó
el Batallón 3-16. En 1982, EEUU negoció
el acceso a los campos de aviación hondureños y
estableció un centro de entrenamiento militar para fuerzas
centroamericanas, principalmente dirigidas a mejorar las fuerzas
armadas salvadoreñas. En 1994, la Comisión Hondureña
para los Derechos Humanos determinó la desaparición
y tortura de al menos 184 opositores políticos. También
acusó específicamente a Negroponte de violaciones
de los derechos humanos.
Pero de vuelta a su oficina
en 1982, Negroponte nos aseguró que desconocía
lo que les había pasado a las mujeres que estábamos
buscando. Tuve que esperar 13 años para saberlo. En una
entrevista con el periódico The Baltimore Sun realizada
en 1996, Jack Binns, predecesor de Negroponte en la embajada,
contaba como un grupo de salvadoreños, entre los que se
encontraban las mujeres que buscábamos, fue capturado
el 22 de abril de 1981 y salvajemente torturado por la DNI hondureña,
la policía secreta, antes de ser llevados por helicópteros
del ejercito salvadoreño. Después del despegue
en Tegucigalpa, las víctimas fueron arrojadas del helicóptero.
Binns contó al The Baltimore Sun que las autoridades
estadounidenses estaban completamente al tanto de lo que ocurrió.
Pero fue visto como parte de la política de contrainsurgencia
de Reagan."
En 1994, la Comisión
para los Derechos Humanos de Honduras acusó a Negroponte
personalmente de varios abusos contra los derechos humanos. Sobre
la historia de Centroamérica en la década de los
80, la opinión de Negroponte no deja lugar a dudas [10].
Negroponte afirma que hubo
menos sufrimiento en Centroamérica como resultado de la
intervención estadounidense. Es difícil pensar
a qué se refiere Negroponte, cuando la acción conjunta
de los estamentos militares nacionales y estadounidense costó
más de 200.000 civiles muertos o desaparecidos en Guatemala
[11] país al que Clinton, ajeno al gobierno estadounidense
en la década de 1980, pidió excusas públicas
en 1998 por la política estadounidense en tales años
[12] o El Salvador, donde los muertos durante el conflicto
armado se cuentan por decenas de miles, con episodios como el
asesinato de los jesuitas en la UCA en 1989 donde actuó
personal entrenado por militares de EEUU [13] o en Nicaragua,
donde por su financiación a la contra, la Corte
Internacional de Justicia condenó en 1986 a EEUU a pagar
una multa de 16 millones de dólares, deuda nunca saldada.
Su último papel político
ha sido el de embajador de EEUU en NNUU, cargo para el que fue
nombrado el 18 de septiembre de 2001. Cuando se supo su nominación
para ese cargo por George Bush, se inició en EEUU una
activa campaña para intentar bloquear su nombramiento
que se vio acompañada por hechos irregulares como los
denunciados por Los Angeles Times el 25 de marzo de 2001.
Este periódico informó sobre la repentina deportación
de EEUU de varios antiguos miembros de los escuadrones de la
muerte hondureños que podían haber testificado
en contra de Negroponte en sus audiencias ante el Senado para
la confirmación de su cargo como embajador ante NNUU.
Una de las personas deportadas fue el general Luis Alonso Discua,
fundador del Batallón 3-16, que afirmó posteriormente
que tenía información que relacionaba directamente
a Negroponte con dicho Batallón.
Finalmente Negroponte fue nombrado
embajador de EEUU en NNUU, cargo que ha ocupado hasta el pasado
miércoles día 23 de junio. Su siguiente destino,
Iraq.

Notas del
autor:
1. Se puede
consultar en su página web www.baltimoresun.com. Otras aportaciones: J.K. Lincoln
y E.G. Ferris: "The Dynamics of Latin American Foreign Policies.
Challenges for the 1980's", Westview Press, Boulder
y London, 1984. R. Burbach y P Flynn, editors: "The politicis
of intervention. The United States in Central America",
Monthly Review Press, Center for the Study of the Americas.
1984; P.D. Scott y J. Marshall: Cocaine Politics. Drugs, armies,
and the CIA in Central America., University of California
Press, 1991.
2. State Department Country Reports on Human Rights
Practices for1982
3. State Department Country Reports on Human Rights Practices
for 1983
4. Op. cit.
5. Partes del documento pueden leerse en la siguiente dirección,
www.gwu.edu/~nsarchiv/latin_america/honduras.
6. Datos extraidos de R. Burbach y P Flynn, editors: "The
politics of intervention. The United States in Central America",
Monthly Review Press, Center for the Study of the Americas,
1984, pag. 104, tabla 3.1.
7. The New York Times, 1 de febrero de 1989.
8. Recogido en: www.radiohc.org y obtenido en el servicio de noticias
NY Transfer News Collective cuya página se puede consultar
en www.blythe.org.
9. Recogido en: www.geocities.com/ravencrazy/Bordes.html; también
de interés la entrevista con Laetitia Bordes disponible
en: www.forums.terra.com. Dentro de la pagina más amplia
sobre Negroponte: www.geocities.com/ravencrazy/Negroponte.html.
10. "[..] On the other hand I think equally if not more
compelling case can be made than had we not done something to
stop communist regimes from being established in the other central
American countries, other than Nicaragua say that they had been
established in El Salvador and then in Guatemala and possibly
even Honduras during the 1980s, if we hadn't taken the steps
that we took I think the immediate suffering could have even
been considerably greater, through population movement, the loss
of human freedom the degradation of economic conditions it seems
to be that when these communist regimes take over if you look
at the example of Vietnam or of Cambodia or of Nicaragua, that
even in conditions of peace they don't seem to be able to figure
out how to support their people and the human suffering is enormous,
but I think on balance if you look back at what we did, I think
a goodcase can be made that there was actually less suffering
in Central America as a result at least of what the United, the
actions the UniteStates took than there would have been if we
had just folded our arms and done nothing". Entrevista a
Negroponte, disponible en el National Security Archive,
organización no gubernamental fundada en 1985 por un grupo
de periodistas con el objetivo de divulgar documentación
del gobierno estadounidense obtenida bajo la Freedom of Information
Act. Se puede consultar, junto a las entrevistas de otros
personajes políticos estadounidenses, en la página
web de la Universidad George Washington www.gwu.edu.
11. CEH, Comisión para el Esclarecimiento Histórico,
Guatemala, 1998. Según el The New York Times de
7 de marzo de 1999, cuando se llevaba a cabo la guerra de tierra
arrasada de los años ochenta, la estación de la
CIA en Guatemala "[...] sabía que el ejército
guatemalteco estaba masacrando poblaciones mayas enteras, mientras
que funcionarios del gobierno de Reagan apoyaban públicamente
el registro de derechos humanos del régimen militar".
Como se explica con detalle en el libro de Michael McClintock
The American Connection, Volume II, State Terror and Popular
Resistance in Guatemala, Zed Books, London, 1985, estos funcionarios
efectuaban llamamientos continuos para que se reanudara la ayuda
militar estadounidense a Guatemala, ayuda que de hecho se llevó
a cabo de manera encubierta (capítulo 8 A last chain
of coups, pp. 215 y siguientes).
12. "Para Estados Unidos es muy importante que yo declare
sin ambages que el apoyo a las fuerzas militares o las unidades
de inteligencia que participaron en esa clase de represión
violenta y generalizada descrito en el informe [de la Comisión
de Esclarecimiento Histórico] fue una equivocación
y Estados Unidos no debe repetir ese error. En cambio, debemos,
y lo haremos, seguir apoyando el proceso de paz y reconciliación
de Guatemala". Bill Clinton, 12 de marzo de 1999, Prensa
Libre, Guatemala. Para una visión crítica de la
política estadounidense en Guatemala tras la firma de
la paz, consultar Jonas, S.: De centauros y palomas: el proceso
de paz guatemalteco, FLACSO Guatemala, 2000, capítulo
V, "El papel de Estados Unidos: la guerra fría y
después", pág. 229 y siguientes.
13. De la locura a la esperanza: la Guerra de los Doce años
en El Salvador. Informe de la Comisión de la Verdad para
El Salvador. Editorial Universitaria, Universidad de El Salvador,
San Salvador. 1993. Véase: McClintock, M.: The American
Connection, Volume I, State Terror and Popular Resistance in
El Salvador, Zed Books, London, 1985.
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