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Actualidad / Iniciativas y campañas
IRAQ

* Santiago Alba Rico, escritor y ensayista, es autor, entre otros textos, de 'Dejar de pensar' y 'Volver a pensar'. Finalista del Premio Anagrama de Ensayo 1995 por su obra 'Las reglas del caos'. Ediciones Orates y Virus publicaron en 1992 sus guiones televisivos de "Los electroduendes" (1984-1988) bajo el título '¡Viva el mal!, ¡viva el capital!'.

Iniciativa "José Couso contra los Crímenes de Guerra", Bagdad, abril de 2004

Carta abierta a colectivos, sindicatos, partidos e instituciones para pedir adhesiones a los actos que el Colectivo de Hermanos, Amigos y Compañeros y la familia de José Couso realizarán en Bagdad al cumplirse un año de su asesinato

CSCAweb (www.nodo50.org/csca)
24 de marzo de 2004
Javier Couso Permuy, Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso (
www.josecouso.info)
Madrid, 10 de marzo de 2004

Los Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso, nos ponemos en contacto con ustedes para hacerles participes de la iniciativa que estamos promoviendo en aras de denunciar los Crímenes de Guerra cometidos en la invasión de Iraq y que a día de hoy siguen sin ser aclarados ni investigados.

El 8 de abril de 2003 supone un punto y a parte en cuanto a lo que a Crímenes de Guerra se refiere. Ese día y ante los ojos atónitos del mundo, la misma compañía del ejercito estadounidense ataca las sedes de las cadenas de televisión al-Jazeera y Abu Dhabi y el hotel Palestina dónde se alojaba la totalidad de la prensa internacional. El resultado es el de tres periodistas muertos y varios heridos, además de un claro aviso a la prensa internacional independiente que había seguido la invasión desde la capital iraquí.

Tareq Ayoub de al-Jazeera, Taras Protsyuk de Reuters y José Couso de Tele5 son asesinados sin que hubiese en ningún caso combates en el lugar en que desarrollaban su trabajo siendo estos conocidos por los contendientes incluyendo al Pentágono, poseedor de las coordenadas de todas las sedes informativas.

Estando cerca de que se cumpla un año de los hechos, no ha existido ni una sola investigación independiente y creíble, limitándose el gobierno estadounidense a informes exculpatorios que llegan a calificar los hechos como "actos de defensa propia".

En agosto del mismo año nos llega cómo macabro recordatorio el asesinato de Mazen Dana, periodista palestino de Reuters, muerto por disparos estadounidenses después de haberse identificado ante el mando militar del lugar.

Sin entrar en el debate de la injusticia que supone esta invasión y posterior ocupación de una nación soberana, el respeto a las leyes de la guerra que recoge la Convención de Ginebra es algo de obligado cumplimiento para las partes en conflicto. El ataque contra civiles (y los periodistas lo son) supone un crimen de guerra que ha de ser perseguido. Además pensamos este hecho supone un claro acto criminal contra nuestro derecho a ser informados, pues los medios de información son, en zonas de guerra, los ojos de millones de ciudadanos que tienen el DERECHO de ser informados verazmente. Pero no sólo se debe proteger a los periodistas, el bombardeo de zonas civiles y el uso de bombas de racimo documentadas en esta invasión suponen también claros Crímenes de Guerra que deben ser investigados y llegado el caso penados.

El que una nación cómo Estados Unidos de América cuya constitución proclama la libertad y la democracia como bienes supremos no persiga estos actos criminales y por el contrario no tenga ninguna intención siquiera en investigarlos seriamente, supone una quiebra de los valores humanos que como ciudadanos libres no estamos dispuestos a tolerar y que nos anima a desarrollar esta iniciativa de homenaje y denuncia que se celebrará en Bagdad en abril de 2004.

Programa

Cómo programa orientativo (y aún hoy provisional) vamos a realizar los siguientes actos:

- Ofrenda de flores y lectura de textos ante el Hotel Palestina.
- Ofrenda de flores y lectura de textos ante la sede de al-Jazzera.
- Ofrenda de flores y lectura de textos ante la sede de Abu Dhabi TV.
- Entrega de placa de agradecimiento a los doctores del hospital Ibn Nafis.
- Entrevista con el Observatorio la Ocupación.

La iniciativa estará compuesta por quince personas pertenecientes al ámbito de la familia, de los amigos y compañeros de José Couso, además de diferentes periodistas españoles que quieren elevar con nosotros la exigencia de investigación y justicia para que hechos como estos no puedan volver a repetirse.

A parte de estas quince personas nos gustaría contar con la adhesión de su persona, organización, partido o colectivo para que esta iniciativa contra los Crímenes de Guerra tenga toda la fuerza moral que se merece.

Esperando su respuesta se despide afectuosamente.
Javier Couso Permuy, en nombre de HAC

Para suscribir la iniciativa y contactar con HAC: accion@josecouso.info

Enlaces relacionados

www.josecouso.info

Brigadas a Iraq contra la guerra 'Mohammad Belaidi'


'José Couso: La mirada incómoda'

Libro de homenaje y reivindicación, a un año de su asesinato en Bagdad

CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 24 de marzo de 2004

Al cumplirse el primer aniversario -8 de abril- del asesinato de José Couso en Bagdad por fuerzas estadounidenses, Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso edita un libro colectivo de homenaje a José, de reivindicación de la memoria de todos aquéllos -periodistas extranjeros y ciudadanos iraquíes- que fueron entonces y lo son hoy víctimas de la barbarie bélica de EEUU y sus aliados, así como de exigencia de que los responsables de aquel acto de agresión y pillaje -y de la muerte del propio Couso- sean juzgados por Crímenes de Guerra y Crímenes contra la Humanidad.

Con prólogo de José Luis Sampedro, textos de Eduardo Galeano, Santiago Alba o Javier Sádaba, entre otros, testimonios de periodistas compañeros de Couso en Bagdad, y dibujos de Forges, Max o Isidro Ferrer, el volumen lleva por título José Couso: La mirada incómoda (ISBN: 84-609-0157-2) y estará de manera inminente ya disponible para su adquisición en librerías. Los ingresos obtenidos por su venta permitirán mantener la campaña que el colectivo Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso desarrolla para exigir el enjuiciamiento y castigo de los asesinos de José.

El colectivo Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso ha cedido a CSCAweb la contribución a este volumen de Santiago Alba Rica, que lleva por título "José Couso, la amenaza del francomirador". [CSCAweb]

José Couso, la amenaza del 'francomirador'

Santiago Alba Rico*

CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 24 de marzo de 2004
Santiago Alba Rico (Túnez), 2003
Hermanos, Amigos y Compañeros de José Couso (
www.josecouso.info)
Madrid, abril de 2004

"Coincidí con José Couso unos días en Bagdad, pero no llegué a conocerlo. Le presupongo el coraje sencillo y la dignidad tranquila de su familia, pero no puedo elogiarle. Este texto, pues, no es un homenaje ni una elegía. Es más bien una advertencia. Sin conocer a Couso, confieso que me indigné desinteresada, impersonalmente, no el día de su muerte, no, sino un mes después, el día en que Ana Palacios, ministra de Exteriores del gobierno del PP, aceptó en público la explicación de Powell y declaró en rueda de prensa: 'Ya se sabe. En las guerras pasan estas cosas'. ¿Cómo reaccionaría la ministra monaguilla si un miembro de ETA, después de un atentado, declarase públicamente: 'Bueno, ya se sabe, cuando se vuela un coche a veces muere gente'? La guerra contra Iraq nunca fue una 'guerra'; fue una atentado a gran escala, un delito contra el Cosmos, la Razón y la Ley, y todas sus víctimas -las niñas, los periodistas e incluso los soldados de la Guardia Republicana- tienen derecho a exigir responsabilidades penales a los gobiernos estadounidense y español".

El sueño de los ciegos es matar con la mirada.

En Bagdad había una cara y en esa cara una niña y en la niña había una casa y en la casa había una selva y en la selva había un país y en el país un planeta y ese planeta es el nuestro. Desde arriba y desde lejos, un ciego la apuntó con la mirada y la niña, con todos sus habitantes -incluidos nosotros y su agresor- desapareció en el aire.

Que todo desaparezca y que todo, al mismo tiempo, permanezca constituye la ley trágica del mundo sublunar. Cuando todo desaparece dentro de una niña (en la que hay una casa y una selva y un país y un planeta), todo permanece dañado y tenemos que acostumbrarnos a vivir en un mundo dañado, que es la normalidad declinante de la existencia humana. Cuando todo desaparece dentro de una niña (en la que hay una casa y una selva y un país y un planeta) alcanzada por la mirada de un ciego, todo permanece no ya dañado sino manchado, pecaminoso, ultrajado, y acostumbrarse a eso, acomodarse entre las grietas, dejar las manos quietas, es lo mismo que aceptar ser contagiado por la ceguera.

Quizás los espartanos no supieron interpretarlo bien, pero su principio era justo: los niños son bienes públicos, como las aguas y las estatuas, y contra ellos se encogen, día a día, las condiciones ecológicas y estéticas de la supervivencia humana. En Iraq murieron ochocientos mil niños bajo el bozal del bloqueo en la última década del siglo pasado y algunos miles más (¿alguna vez sabremos cuántos?), en apenas tres semanas, entre el 20 de marzo y el 9 de abril del 2003, bombardeados desde el aire. Muchos más están muriendo en estos momentos, privados de alimento, agua potable y medicinas, bajo el régimen de la Ocupación. Todo desaparece en Bagdad (incluido nuestro derecho a escribir un poema o a acariciar un gato) mientras todo permanece en Madrid y en Washington: todo dañado, manchado, ultrajado e indiferente.

El sueño de los ciegos se ha hecho realidad. Había una vez un pueblo de criaturas sin ojos que, para poder ver, mandó construir una máquina complejísima y colosal, una prótesis hecha de acero, con pistones, engranajes y ruedas y una sofisticada mirilla en el centro: un tanque. A través de sus cañones estas criaturas veían por primera vez sólo lo que iban a destruir y mirarlo era destruirlo. Cada casa, cada hombre, cada niño mirado era una casa, un hombre, un niño desaparecidos. Paradójicamente, el acto mismo de ver borraba de la vista los objetos. Este tipo de visión se llama bombardeo y estas criaturas mitológicas, que han recibido distintos nombres según las latitudes y las épocas, hoy reciben el nombre de marines.

Mirar, destruir

El sueño de los ciegos es la visión de los poderosos. Mientras la mano recula como un apéndice ya inútil y atrofiado, residuo de nuestra evolución paleontológica, todo se juega ya -se ha jugado siempre- en la distancia del ojo. El amor, el poder, la riqueza, la guerra, son asuntos de la mirada; de mirar bien o mal, quiero decir, el mundo y sus criaturas. Desde el principio, la tecnología sintió envidia del amor y quiso imitar la magia del enamorado, cuya mirada -dice Plutarco- derrite al amado y "prende fuego a su alma", en una acción a distancia que no por casualidad el poeta compara con la de "la chispa sobre la nafta", usada en las campañas militares de la época. Pero el amor y la guerra, al contrario de lo que pretenden los tópicos, no se reparten ningún órgano ni comparten ningún pedal. Con arreglo a una división que he utilizado ya otras veces, hay que decir que mientras que el amor mide (y para eso tarde o temprano recurre a la mano), la guerra por su parte calcula. Las armas no son el resultado de un desorden de las vísceras sino de una disciplina mental, de un poderoso ejercicio del raciocinio en el que intervienen, como sus transmisores nerviosos, el cálculo, la contabilidad y el interés, precisamente los tres rasgos humanos que lubrican ese sistema de acumulación de mercancías que llamamos capitalismo, al que es esencial la producción desmedida y calculada de tanques, misiles y bombas de racimo. A medida que la tecnología nos ha ido alejando de los hombres y de las cosas, las armas han aumentado nuestra capacidad para destruir unos y otras. Cuanto mayor es la distancia, cuanto más lejos alcanza la mirada, más amenazador se vuelve el ojo y más en peligro se encuentran los objetos. El capitalismo es un sistema de destrucción generalizada; el imperialismo es su forma de mirar. El tanque Abraham, los cohetes balísticos, los B-52, son los más refinados avances de la óptica. Gracias a ellos un montón de bellacos pueden ver -a través de una ventanita remota o de una mirilla inalcanzable- aquello que destruyen con su mirada.

El sueño de los ciegos es matar con la mirada. El sueño de los despiertos es cuidar de los ojos y de las cosas que ellos ven.

La mirada libre de José Couso

El día 8 de abril del 2003, en el hotel Palestina de Bagdad, se produjo un combate entre dos formas de mirar. No voy a exagerar aquí el heroísmo de la parte más vulnerable. A lo largo de mi vida, y aún más durante el último año, he ido acumulando argumentos contra el periodismo que pedantemente llamo hetero(kako)regulado; es decir, el que produce noticias-mercancías o noticias-juguete con absoluta independencia del rigor y la objetividad. Por lo demás, la invasión de Iraq me ha llevado a renunciar, como un nuevo iconoclasta, a esas imágenes manufacturadas que nos impiden ver lo que ellas mismas muestran y que sugieren la idea de que vale la pena contemplar lo que no debería estar ocurriendo.

José Couso Permuy se ganaba modesta y honestamente la vida en esa industria, en esa selva, como un cantero que arrancase planos, y no piedras, de la superficie del mundo, con una cámara en vez de un pico en el escaño del hombro. Couso era un asalariado y el gobierno español sin duda lo desprecia por eso; pero el gobierno estadounidense no lo asesinó por eso. Era, sí, un combate entre dos formas de mirar. La versión oficial, que es siempre la del delincuente, afirma que el soldado del tanque se limitó a responder a los disparos de un francotirador. Bueno, franco quiere decir libre y sólo del otro lado, en los últimos pisos del hotel Palestina, había una sombra de libertad, incluso entre las filas del periodismo industrial y dependiente. La televisión, la fotografía, el cine entrañan también, como las armas, una mirada aparatosa, asociada -es decir- a un aparato con el que hay que cargar, con el que se apunta y con el que a veces se le pierde el respeto al mundo, pero su sola presencia se yergue como una amenaza para los ciegos que querrían cegar el universo. Couso era mucho más peligroso que un francotirador; era un francomirador y su presencia allí justificaba enteramente la reacción estadounidense. Imagino el cañón del tanque elevando el ángulo de tiro, corrigiendo su posición y apuntando minuciosamente a las ventanas y, frente a él, en la planta 14, la cámara de Couso como su prolongación y su reverso, enfocando y ajustando el objetivo, en un desigual lance de esgrima: el obrero de la destrucción contra el obrero de las imágenes, la mirada fulminante contra la mirada pregnante, el siervotirador contra el francomirador, el calculador contra el francomedidor. Como Couso y sus compañeros miraban a través de su cámara, había que mirarlos a través del tanque, ese prodigio de la óptica que permite que los ciegos maten. Mirada contra mirada, Couso saltó por los aires y murió desangrado pocas horas después. Así triunfa el sueño de la ceguera en un mundo donde las niñas mueren con el planeta dentro y los obreros con las niñas fuera, allí donde alguien podría verlas morir. Couso murió porque transportaba sobre el hombro, quisiera o no, otra forma de mirar.

Coincidí con José Couso unos días en Bagdad [1], pero no llegué a conocerlo. Le presupongo el coraje sencillo y la dignidad tranquila de su familia, pero no puedo elogiarle. Este texto, pues, no es un homenaje ni una elegía. Es más bien una advertencia. Sin conocer a Couso, confieso que me indigné desinteresada, impersonalmente, no el día de su muerte, no, sino un mes después, el día en que Ana Palacios, ministra de Exteriores del gobierno del PP, aceptó en público la explicación de Powell y declaró en rueda de prensa: "Ya se sabe. En las guerras pasan estas cosas". ¿Cómo reaccionaría la ministra monaguilla si un miembro de ETA, después de un atentado, declarase públicamente: "Bueno, ya se sabe, cuando se vuela un coche a veces muere gente"? La guerra contra Iraq nunca fue una guerra; fue una atentado a gran escala, un delito contra el Cosmos, la Razón y la Ley, y todas sus víctimas -las niñas, los periodistas e incluso los soldados de la Guardia Republicana- tienen derecho a exigir responsabilidades penales a los gobiernos estadounidense y español.

'Francomiradores' y 'francomedidores'

A esto hay que añadir que incluso en una guerra los informadores están protegidos por Convenciones y Tratados Internacionales y que -se ha insistido ya suficientemente en ello- todas las pruebas indican que los soldados dispararon deliberadamente después de consultar a sus superiores y a sabiendas de quién ocupaba los últimos pisos del hotel Palestina. Pero no me indigno por esto; ni las mentiras ni el servilismo de Ana Palacios me afectarían si estas mentiras y este servilismo, como su propia frase, no implicasen un perfecto, sereno, naturalísimo desprecio por la vida de José Couso. Lo que me indignó, por otra parte, lo que me indigna, no fue el desprecio mismo ni el hecho de que se tratase de José Couso: lo que me indignó fue precisamente su naturalidad. Esa naturalidad es la condición de los bombardeos y las matanzas, de los guantánamos y las torturas, del neocolonialismo y del nuevo fascismo democrático; y ante ella deberíamos temblar como ante el zumbido de los B-52 y la detonación de los misiles. Incluye, además, una involuntaria confesión para los que se aferran aún al corporativismo o al patriotismo a la hora de juzgar la importancia del asesinato de Couso: incluso periodista y español, Ana Palacios y el gobierno del PP lo desprecian a él y a su familia con la misma serena naturalidad que a los niños iraquíes o a los inmigrantes senegaleses. Sus lealtades están por encima de las patrias, las etnias y las culturas y su elegante desprecio cubre por igual todos los enemigos y todos los obstáculos, todos los disidentes y todos los asalariados, con independencia de nacionalidad o religión. Del asesinato de Couso deberíamos aprender que, en los nuevos tiempos de oscuridad en los que ya hemos puesto el pie, nadie está protegido y que, en consecuencia, todos estamos comprometidos. Y que para que los ciegos no puedan matar, los periodistas -en la guerra de casa y en la de fuera- tienen que arrancarse las legañas de los ojos y las cadenas de los bolsillos y convertirse de una vez por todas en francomiradores y francomedidores. Porque todos nosotros vivimos en el planeta que lleva dentro la niña muerta. Y porque José Couso, lo quisiera o no, transportaba otra forma de mirar sobre su hombro.

En Bagdad había una cara y en esa cara una niña y en la niña una casa y en la casa había una selva y en la selva había un país y en el país un planeta y ese planeta es el nuestro.

En Bagdad había también un obrero con una cámara. Todo lo que él vio ya no podemos olvidarlo nosotros.

La niña y el obrero nos han gritado: detened, por favor, esta barbarie. No podemos resucitarlos, pero podemos escucharlos.

Nota de CSCAweb:

1. Santiago Alba viajó a Iraq en la semana anterior al inicio de la invasión con la quinta de las brigadas -la de Euskal Herria- de la iniciativa Brigadas a Iraq contra la Guerra, organizada por la CELSI.