La invasión de Iraq:
Un paso más en la privatización de la guerra y
la ocupación
Sinfo Fernández
Navarro*
CSCAweb (www.nodo50.org/csca),
10 de diciembre de 2003
"Las
corporaciones privadas han penetrado de tal manera en cómo
los países occidentales desarrollan la guerra que se han
constituido, por ejemplo en Iraq, en los segundos mayores contribuyentes
a las fuerzas de la coalición. Mientras que el número
de militares británicos -segundo contingente en número
de participantes en la invasión tras el estadounidense-
era en principio de 9.900 efectivos, la participación
de los contratistas privados de las Fuerzas Armadas ahora sobre
el terreno es de 10.000, siendo la proporción de personal
de seguridad contratado en el conflicto de este año con
respecto a la primera Guerra del Golfo de 1991 de diez a uno.
El 'empotramiento' del sector privado en el combate parece haber
alcanzado de esta forma un punto de no retorno"
El pasado 10 de diciembre,
la mitad del planeta amaneció con la relativa sorpresa
de la noticia avanzada por las declaraciones del subsecretario
de Defensa, Paul Wolfowitz -tras la decisión tomada por
el Pentágono y que ya venía haciéndose sentir
como una "crónica anunciada"- de que EEUU excluía
de las licitaciones para los nuevos contratos de reconstrucción
en Iraq, que alcanzan un valor mínimo de alrededor 18.600
millones de dólares, a las compañías de
los países que no apoyaron la invasión del país
al comienzo de la primavera del presente año, es decir,
a las compañías alemanas, francesas, rusas y canadienses
(entre otras), si bien se avenían a permitir la participación
en algunas subcontrataciones a los países que, aunque
no habían enviado tropas, no se habían opuesto
a la guerra. Las razones alegadas por el Wolfowitz se basaban
en la "necesidad de proteger los intereses esenciales de
la seguridad de EEUU" [1].
Los 26 contratos principales
incluyen áreas como las del petróleo, electricidad,
comunicaciones, agua, vivienda y centros de trabajo públicos.
63 son los países declarados aptos por EEUU para
poder acceder a dichos contratos.
La lógica
depredadora de la ocupación
Dentro del juego perverso de
manipulación de las palabras con las que, a través
de diversos medios de comunicación, se asedia a los ciudadanos
en los últimos tiempos, intentando ocultar, confundir
y subvertir el significado real de infinidad de actuaciones políticas,
los hechos siguen una lógica complicada -o simple, en
ocasiones-, pero casi siempre depredadora, que se escapa y desborda
los posibles significantes de las palabras pronunciadas.
Se hace a continuación
sólo una breve reseña de las reacciones de los
cuatro países arriba mencionados: el portavoz del ministerio
de Asuntos Exteriores francés manifestó que estaban
estudiando si esa decisión iba contra las leyes internacionales
del comercio, buscando en este empeño el apoyo de la UE
(o de parte de la misma) y de la Comisión Europea. John
Manley, viceprimer ministro de Canadá declaró que
no iban a poder mantener su ofrecimiento monetario para la reconstrucción
de Iraq -efectuado, por lo demás, a costa de los impuestos
de los contribuyentes canadienses- si se ven excluidos precisamente
por ser canadienses. En Rusia, los dos Ivanov: por una parte,
Sergei, ministro de Defensa, declaró el mismo miércoles
10 que Moscú no estaba pensando precisamente en condonar
su parte en la deuda externa iraquí para que fueran otros
los que "hicieran negocios allí"; y por otra,
Igor, el ministro de Asuntos Exteriores, declaró en Berlín
que la decisión del Pentágono contradecía
promesas anteriores efectuadas por el presidente Bush. Por último,
el ministro alemán de Exteriores, Joschka Fischer, manifestó
su estupor ante la decisión tomada...
Tal parece, "amigo Sancho"
-como diría el inefable Don Quijote-, que nadie se detiene
a pensar si se cuestiona la moralidad, la legalidad, de que sean
todos -unos más que otros-, pero no los verdaderos dueños
y actores de un país, sus habitantes, sus ciudadanos,
sus posibles representantes democráticamente elegidos,
los que discutan y decidan acerca de cómo se va a reconstruir
la nación que han visto despedazada por otros en función
de una montaña de mentiras asentadas sobre intereses bastardos.
Es de suponer que Don Quijote
seguirá con sus dudas y sus cábalas, pero al aproximarse
un poco más a la realidad, quizá pueda percibirse
cómo va brotando un fenómeno que, si bien no es
absolutamente nuevo, parece alcanzar en el tiempo presente unas
dimensiones no del todo previstas, debido a la multiplicidad
de consecuencias que sí parecen escapar, por el momento,
de control
La privatización
de las guerras
El fenómeno sugerido
sería el de la privatización de las guerras, hecho
en el que intenta arrojar luz una investigación del periódico
británico The Guardian: los datos muestran que
las corporaciones privadas han penetrado de tal manera en cómo
los países occidentales desarrollan la guerra que se han
constituido, por ejemplo en Iraq, en los segundos mayores contribuyentes
a las fuerzas de la coalición [2]. Mientras
que el número de militares británicos -segundo
contingente en número de participantes en la invasión
tras el estadounidense- era en principio de 9.900 efectivos,
la participación de los contratistas privados de las Fuerzas
Armadas ahora sobre el terreno es de 10.000, siendo la proporción
de personal de seguridad contratado en el conflicto de este año
con respecto a la primera Guerra del Golfo de 1991 de diez a
uno. El empotramiento del sector privado en el combate
parece haber alcanzado de esta forma un punto de no retorno,
significando una revolución en los temas militares.
Lo que era ya una tendencia
ascendente ha alcanzado su punto álgido durante la invasión
de Iraq. Cuando EEUU inició la guerra, su flota, situada
en el Golfo, aunque fue tripulada y dirigida por dotaciones de
su Armada, también contaba con civiles de cuatro compañías
que manejaban algunos de los más sofisticados sistemas
de armas del mundo. Al igual que lo hacían en el funcionamiento
y mantenimiento de los Predator, Global Hawks y
bombarderos B-2.
Las compañías
privadas y el negocio de la ocupación
Pero donde el sector privado
ha logrado una mayor penetración es en el control de
las necesidades surgidas a partir de las consecuencias de la
guerra, por ejemplo, al acaparar la adjudicación de lucrativos
contratos para reclutar y entrenar a las nuevas fuerzas militares
y policiales de Iraq, sectores donde precisamente son las compañías
británicas las que aparecen en una posición dominante,
con alrededor de seis firmas privadas, encabezadas por la Global
Risk Internacional, que tiene su sede en Hampton, Middlesex,
y que, entre otros tipos de suministros, proporciona también
ex combatientes de las fuerzas armadas para las labores de vigilancia
del cuartel general en Bagdad del procónsul estadounidense
Paul Bremer, en la llamada "zona verde" de seguridad.
Esta tendencia de tratar de
obtener beneficios reemplazando a los soldados, allá donde
sea posible, con civiles con sueldos muy altos y armas alquiladas,
que no están sujetos a los procedimientos disciplinarios
militares usuales, ha ido creciendo en todas las zonas del mundo
desde el final de la Guerra Fría.
Así, no es difícil
encontrar varios ejemplos que clarifican esta tendencia. En Kosovo,
en Camp Bondsteel, la mayor base militar estadounidense
construida desde los tiempos de Vietnam, se levantó y
sigue estando administrada por contratistas privados. En Tuzla,
en el norte de Bosnia, en los cuarteles de las fuerzas de EEUU
de "mantenimiento de la paz" se ofreció todo
lo disponible, y más, al negocio privado La factura por
los servicios de la compañía ITT (EEUU)
supera los 5.000 millones de dólares, dotando a esas instalaciones
de una mayoría abrumadora de civiles estadounidenses.
La misma situación se da en Croacia y Macedonia. De todas
estas presencias, poca cosa parece revertir en beneficio de los
ciudadanos de la antigua Yugoslavia.
Las inversiones de EEUU en
los Balcanes son tan importantes que los expertos de aquel país
pueden reclamar la autoría del vuelco experimentado por
el balance militar de una región arrasada por cuatro guerras
a lo largo de diez años. Pero los oficiales estadounidenses
que están allí, incluyendo a varios generales de
cuatro estrellas, están retirados: no trabajan, al menos
de forma directa, para el gobierno de EEUU sino para una compañía
privada, la Military Professional Resources Inc.
En Israel, es una compañía
de EEUU la que se ocupa de la seguridad de sus diplomáticos.
En Colombia, es también una compañía estadounidense
la que proporciona los helicópteros para destruir las
plantaciones de coca y, asimismo, los aviones con artillería
para protegerlos, caracterizando de esta forma una guerra no
declarada de baja intensidad. En Kabul, otra compañía
de EEUU es la que se ocupa de proteger al presidente Karzai,
aunque sus actuaciones plantean la duda de si en realidad no
están actuando como combatientes contra la insurgencia
talibán, arrasando de paso todo lo que encuentran en su
camino...
La oleada de utilización
de compañías privadas no debe confundirse con la
incorporación tradicional de mercenarios a los conflictos
armados, que, por lo demás, está prohibido por
las Convenciones de Ginebra. Pero nadie acusa al Pentágono
de violar las leyes de la guerra, sino de conceder más
de 3.000 contratos a compañías privadas.
El secretario de Defensa Donald
Rumsfeld prometió, y así lo pronostican también
los analistas militares, eliminar 200.000 empleos de las fuerzas
armadas, que seguramente irán a alimentar el crecimiento
del sector militar privado. Se ha calculado que, desde el final
de la Guerra Fría, seis millones de militares en todo
el planeta se han quedado sin empleo, sin otra cosa que hacer
que vender en el mercado su entrenamiento y habilidad militares
para la lucha. Por esta razón, parece que el ejército
de EEUU llega ahora al 60% de los militares que tenía
hace una década; que el colapso soviético arruinó
al Ejército Rojo; que los militares de Alemania Oriental
se desvanecieron; que el fin del apartheid deshizo la clase blanca
de oficiales en Sudáfrica. Y de esta disminución
no escapan tampoco las fuerzas británicas, que han llegado
a su número menor de efectivos desde las guerras napoleónicas.
Y ha sido el sector privado
el que ha absorbido gran parte de las derivas de los antiguos
ejércitos.
"Licencia
para matar"
Sin embargo, los problemas
que están surgiendo a partir del fenómeno reseñado
son inmensos y complejos, y eso puede captarse tanto desde el
ciudadano de a pie como desde los enrarecidos laberintos que
desarrollan las políticas y llevan a cabo los análisis
estratégicos.
Se observa, pues, una explosión
de agencias intentando, además, atraer a sus filas a los
militares a través del ofrecimiento de sueldos altísimos.
Un oficial de las Fuerzas Armadas británicas que esté
retirado puede cobrar en Iraq hasta mil dólares diarios.
No debería mezclarse personal militar con personal para
operaciones de seguridad. Según declaraciones del contralmirante
Hugh Edleston, un oficial de la Armada Real británica
que trabaja como consejero militar para el gobierno internacional
en Bosnia, es preciso diferenciar con claridad el campo militar
del paramilitar. Si no, la situación puede escaparse
de las manos y esas compañías se convierten en
pequeños ejércitos, como ha declarado otro oficial
británico retirado contratado por el sector privado.
De esta forma y manera, es
fácil encontrarse tanto en Bagdad, en Bogotá, en
Kabul o en Tuzla con empleados de compañías con
"licencia para matar": si un militar estadounidense
se emborracha y usa su arma en una pelea de bar, se verá
sujeto al código judicial militar de EEUU; pero si un
guarda estadounidense empleado por la compañía
ITT en Tuzla hace lo mismo, responderá ante la
ley bosnia. Estas compañías están actuando
con frecuencia en Estados que se han desmoronado, donde las leyes
nacionales son pura retórica. Aunque hayan llegado a cometer
asesinatos, les será fácil escapar.
Un caso particularmente llamativo
es el de la compañía DYNCORP, una de las
favoritas del Pentágono, que ha conseguido el contrato
por decenas de millones de dólares para entrenar a las
fuerzas policiales iraquíes. También ganó
los contratos para entrenar a la policía bosnia, pero
se vio implicada en un terrible escándalo de esclavitud
sexual, con sus empleados acusados de violar, vender y comprar
niñas, incluso menores de 12 años. Se despidió
a una serie de empleados, pero nunca fueron perseguidos. Los
únicos que llegaron ante el tribunal fueron los dos delatores
que, además, habían sido despedidos por haber denunciado
los hechos que habían presenciado.
Hay también otros problemas
de hondo calado que van aflorando en lo que es todavía
un territorio inexplorado, planteando cuestiones de fidelidad,
contabilidad, ideología e intereses nacionales. Por definición,
una compañía militar privada no tiene como objetivos
cumplir la política de EEUU, NNUU o la UE, sino tan sólo
ganar dinero, aunque, en muchas ocasiones, unos y otros objetivos
estén imbricados.
El monopolio
privado del uso de la fuerza
El crecimiento de las corporaciones
de servicios militares plantea, asimismo, una serie de cuestiones
sobre implicaciones complicadas a largo plazo en la planificación,
estrategia y toma de decisiones de los gobiernos. Por primera
vez en la historia del moderno Estado-nación, los gobiernos
están cediendo uno de los atributos esenciales que define
su categoría de estado: el monopolio estatal en el legítimo
uso de la fuerza. Parecen existir escasas alternativas de elección
para los receptores finales, planteando un conflicto de intereses
entre los objetivos nacionales y los de los hombres de negocios,
que sólo persiguen el suyo propio.
Se tiene ahora enfrente, en
el Iraq de la posguerra, un inmenso campo para experimentar toda
la serie de interrogantes y problemas apenas aquí esbozados.
Se debería estar preparado para intentar organizar y apoyar
todas las líneas de acción que consideren prioritarias
las necesidades reales de desarrollo justo y equilibrado de los
individuos y de las comunidades frente a los intereses de los
depredadores de todo tipo.

Notas:
1. Para la
elaboración de este artículo se han utilizado las
siguientes fuentes: Traynor I.: "The privatisation of war"
y Sampson. P.: "U.S. Allies Denounce Bar on Iraq Bidding",
ambos aparecidos en The Guardian Internacional de 10 de
diciembre de 2003, además de www.rebuildingirak.net
2. Tras la invasión y la resolución 1483 del Consejo
de Seguridad de NNUU, la Autoridad Provisional de la Coalición"
(APC). [Nota de CSCAweb.]
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