Index
Agenda 2001


(*): Norman Finkelstein es periodista norteamericano, autor de The rise and fall of Palestine.
Este texto corresponde a una charla ofrecida por Finkelstein el pasado 13 de septiembre de 2001 en la Universidad De Paul, EEUU.

Enlaces relacionados:

Más documentos

Agenda 2001 - El ataque contra EEUU y sus consecuencias

Ahora recogemos el terrorífico torbellino que sembramos

Norman Finkelstein*

13 septiembre 2001
(Traducción CSCAweb)

"El gobierno de EEUU, un gobierno cuya responsabilidad nosotros compartimos, inflige directa o indirectamente la miseria y el horror sobre una parte considerable del conjunto de la humanidad (...) Ahora recogemos el terrorífico torbellino que sembramos"

Los acontecimientos del pasado martes han traído inmediatamente a nuestra cabeza una sensación de horror y temor. No son sin embargo las mismas sensaciones que experimentamos ante una catástrofe natural, como una erupción volcánica o un tifón, que evocan las mismas sensaciones. La catástrofe del martes tiene también una trascendencia política. Para explicar por qué, quiero antes de nada hacer una comparación.

El asesinato de Kennedy fue para mi generación lo que el pasado martes será para la vuestra. De hecho, el asesinato de Kennedy no tuvo trascendencia política alguna; en todo caso fue algo así como una tragedia familiar, mientras que lo del martes tiene, como he dicho, una trascendencia política. La comparación que quiero hacer es con un acontecimiento concreto relacionado con el asesinato. Tras el asesinato de Kennedy, Malcolm X, líder afroamericano, invocó la frase de que ahora "estamos viendo el amargo fruto de su política". Esta declaración provocó la ira generalizada del público e hizo que Malcolm X fuese expulsado de la Nación del Islam. Lo que Malcolm X quiso decir, evidentemente, es que la violencia que EEUU indiscriminadamente inflige sobre los demás había golpeado esta vez en casa.

Nadie en esta sala siente más dolor ni más angustia que yo por el horrible y colosal crimen perpetrado el pasado martes. Muchos de mis antiguos alumnos trabajaban en el World Trade Center y es bastante probable que ahora mismo se encuentren muertos entre los escombros. Están también muchos de mis amigos con los que no he podido contactar, los vecinos que viven en mi edificio... el World Trade Center era un conjunto de edificios muy altos, y la lista de mis conexiones con ellos era también extremadamente larga. Aparte de reaccionar con enfado y dolor, es sin embargo nuestra responsabilidad pensar en profundidad sobre todo lo que ha pasado, intentar encontrar un sentido a todo lo ocurrido, y hacer todo lo que esté en nuestras manos para evitar que este horror se vuelva a repetir.

A muchas personas en esta sala no les va a gustar lo que voy a decir. Pero nos jugamos demasiado como para contar mentiras. Ahora, más que nunca, debemos contar la verdad tal y como la vemos, sin importarnos las consecuencias.

La respuesta fácil a lo del martes es simplemente mover negativamente la cabeza ante estos "locos-fanáticos-lunáticos-fundamentalistas-orientales-árabes-islámicos" o lo que sea. Clasificarlos rápidamente como una especia a evitar, varios escalones por debajo de nosotros mismos. La respuesta más dura, sin embargo, es reconocer la humanidad de esta gente, reconocer su sufrimiento y su degradación y, lo más duro de todo: mirarnos a nosotros mismos y examinar la responsabilidad que nos toca por su tormento.

Como casi todos los años, este junio pasado he visitado a mis amigos palestinos dentro de los territorios ocupados por Israel en Gaza y Cisjordania. Por primera vez en más de una década, me di cuenta del cambio cualitativo que ha tenido lugar en el sentimiento de la gente de la calle. Mis amigos palestinos, con algunas excepciones, apoyaban los ataques contra civiles israelíes (yo llegué poco después del atentado contra una discoteca de Tel Aviv). Incapaz de mostrarme de acuerdo con este cambio de opinión (puedo entender pero no respaldar el ataque contra civiles), avisé también de que esto suponía un desastre en términos políticos. Los ataques terroristas palestinos terminarían por producir una respuesta israelí demoledora. Palestina dejaría de existir. ¿Cuál fue su reacción? Tras décadas de sufrimiento insoportable, a los palestinos ya no les importaba nada. El escenario que yo les dibujé no les asustaba. Un palestino de Rafah no dejaba de repetir: "Esto es algo así como lo de ser o no ser". Otro recordaba la historia de Sansón y el Templo. Estaban preparados para morir, llevándose consigo a tantos de sus opresores israelíes como les fuera posible. ¿Es esto tan difícil de entender?

Mi difunta madre fue una superviviente del ghetto de Varsovia y del campo de concentración de Maidanek. En una ocasión le pregunté qué pensaba ella cuando se iban filtrando noticias de que los rusos estaban bombardeando de manera indiscriminada ciudades alemanas, produciéndose un número elevado de víctimas civiles. Sin dudarlo, me contestó: "Yo quería que los alemanes muriesen. Sabía que yo misma no viviría, así que quería que ellos también muriesen. Animábamos a los rusos. Queríamos que destruyeran todo lo que fuera alemán. Les deseábamos la muerte a cada segundo del día porque nosotros nos enfrentábamos a la muerte también a cada segundo".

El gobierno de Estados Unidos, un gobierno cuya responsabilidad nosotros compartimos, inflige directa o indirectamente la miseria y el horror sobre una parte considerable del conjunto de la humanidad. Para la mayoría de nosotros, esta miseria y horror (ya sea la destrucción sistemática ocurrida en el Líbano en 1982, en Iraq en 1991, o más recientemente en Serbia), tiene todas las connotaciones de un videojuego. Fueron matanzas sin consecuencia alguna; incluso fue divertido. Ahora recogemos el terrorífico torbellino que sembramos.

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, EEUU no ha tenido que enfrentarse a enemigos reales; o al menos, no ha tenido que enfrentarse a entes que amenazaran sus "intereses nacionales". La Unión Soviética era básicamente una fuerza conservadora y, como se hace evidente cada día que pasa, una fuerza estabilizadora dentro del mundo (no pasará mucho tiempo antes de que empecemos a mirar con nostalgia hacia la "conspiración comunista internacional"). En el sureste asiático y América Central participamos en guerras tanto directa como indirectamente, pero ningún interés vital norteamericano estaba amenazado. Desde el colapso de la Unión Soviética, los enemigos oficiales de EEUU (Iraq, Libia, y los narco-terroristas), han sido los fantasmas y quimeras de nuestra conjura para justificar, entre otras cosas, el constante aumento de los fondos destinados a los presupuestos militares.

EEUU saboreaba su nuevo status como única superpotencia [mundial]. Continuando con una arrogancia y un pavoneo pasmosos, en nuestra memoria reciente quedan el rechazo por parte de EEUU de un tribunal internacional por crímenes de guerra y un acuerdo sobre armas químicas, la salida del marco de Kyoto y de la conferencia de Durban, los intentos de desmantelar el Tratado de no proliferación, y así hasta un sinfín de cosas ­la lista es bastante larga­. Hasta ahora, generalmente se tenía asumido que no había que pagar ningún precio por ser la única superpotencia mundial: uno podía hacer lo que le viniera en gana con total impunidad. Parece ser que ahora Washington tendrá que repensar esta suposición.

Pero no son sólamente nuestros líderes de Washington quienes deben emprender un proceso de reflexión serio y duro. Todos los que estamos en esta sala debemos pensar en profundidad sobre nuestras vidas. Muchos de nosotros hemos vivido como si ahí fuera no existiera el resto del mundo. Como todo el mundo quería ser como nosotros, no necesitábamos saber nada del resto del mundo ni preocuparnos de lo que hubiera más allá de nuestras narices (salvo como posible destino vacacional). No nos preocupábamos por leer los periódicos. Desde luego, no hemos perdido el tiempo en aprender otros idiomas (al fin y al cabo, ¿no hablan todos inglés?). Teníamos demasiados problemas como para preocuparnos por "sus" problemas. Pero el martes, el mundo chocó contra nosotros. Ahora, mejor será que nos preocupemos sobre "sus" problemas, no como un acto de caridad sino como algo necesario para sobrevivir.

De hecho, me parece que debemos plantearnos de la manera más dura muchas preguntas sobre nosotros mismos. ¿No va algo tremendamente mal cuando un puñado tan pequeño de gente tiene tanta riqueza como para explotar, cuando la mayor parte de la humanidad se ve obligada a llevar una vida de perros? Claro que la metáfora no es muy correcta, porque los perros en EEUU generalmente reciben más cuidados y atenciones que el medio millón de niños iraquíes que han muerto a consecuencia de las sanciones impuestas por EEUU.

No hay una respuesta sencilla que explique lo ocurrido el martes. Creo que, después de que explotase la primera bomba atómica, fue Einstein quien dijo que todo había cambiado, excepto la manera de pensar del hombre. Creo que éste es el mayor peligro al que nos enfrentamos. La respuesta de Washington a lo ocurrido será quizás más de lo mismo. Venganza en forma de ataques de una magnitud devastadora; nuevas medidas de seguridad nacional que contribuirán aún más a erosionar nuestras libertades más elementales... Dejando ya a un lado cuestiones de índole moral y libertaria, ¿de verdad alguien cree que esto va a detener los ataques terroristas?

La única esperanza es que después del horror del pasado martes, nuestra forma de pensar también cambie.