Nada, nada justifica el
terrorismo
Mahmud Darwix
Poeta palestino
(Texto de suscrito por Hanna Nasser, Sari Nusseiba, Salim
Tamari, Rema Hammai, I'zzat Ghazawi, Hassan Khader y Hannan
Ashrawi)
Publicado en al-Ayyam, 17 de septiembre
de 2001
(traducción de Luz Gómez García para CSCAweb)
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"Nada, nada justifica
este terrorismo que ha fundido la carne humana con hierro, cemento
y polvo. Ni nada puede justificar que se polarice el mundo en
dos bloques que nunca puedan encontrarse: uno del Bien absoluto,
el otro del absoluto Mal"
LA catástrofe que ha golpeado Washington
y Nueva York tiene un solo nombre: la sinrazón del terrorismo.
Esta catástrofe no ha sido ni una siniestra película
de ciencia-ficción ni el Día del Juicio. Ha sido
terrorismo, a palo seco, sin patria ni color ni credo, a pesar
de los muchos dioses, divinidades y agonías humanas con
que pretenda autojustificarse.
Ninguna causa, ni siquiera una causa justa, puede
legitimar el asesinato de inocentes civiles, por muy larga que
sea la lista de acusaciones y la nómina de agravios. El
terror nunca allana el camino a la justicia, es un atajo al infierno.
Deploramos estos horrendos crímenes y condenamos a quienes
los planearon y ejecutaron con todas las palabras de repulsa
y condena que existen en nuestra lengua. Hacemos esto no sólo
como un deber moral, sino también para reafirmar nuestro
compromiso con nuestra propia naturaleza de seres humanos y nuestra
fe en los valores humanistas que no diferencian entre una persona
y otra. Nuestras simpatías hacia las víctimas y
sus familias, así como hacia el pueblo norteamericano
en estos duros momentos, es igualmente una expresión de
nuestro hondo compromiso con la unidad del destino humano. Porque
una víctima es una víctima, y el terrorismo es
terrorismo, aquí o allí, no conoce fronteras o
nacionalidades, y no le falta retórica para matar.
Nada, nada justifica este terrorismo que ha fundido
la carne humana con hierro, cemento y polvo. Ni nada puede justificar
que se polarice el mundo en dos bloques que nunca puedan encontrarse:
uno del Bien absoluto, el otro del absoluto Mal. La civilización
es el resultado de la contribución de cada sociedad a
una herencia global; la acumulación e interacción
que conduce a la elevación de la humanidad y a la nobleza
de la conciencia. En este sentido, la insistencia de los neo-orientalistas
en que el terrorismo anida en la naturaleza primigenia de la
cultura árabe e islámica no contribuye en absoluto
a aclarar el enigma, y menos aún ofrece solución
alguna. Al contrario, hace que la solución sea más
inescrutable, porque ha caído en las garras del racismo.
Por ello, cuando Estados Unidos busca razones para
comprender la animosidad hacia su política (una animosidad
que no es hacia el pueblo americano y el conjunto de su cultura)
debe distanciarse del concepto "choque de culturas".
Debería también prescindir de la necesidad de identificar
siempre a un enemigo de carne y hueso, imprescindible para probar
la "supremacía occidental". En lugar de eso,
debería moverse en el terreno de la política, en
el que Estados Unidos debería reflexionar acerca de la
sinceridad de su política exterior. En particular, deberían
meditar sobre sus logros en Oriente Próximo, donde los
grandes valores americanos de la libertad, la democracia y los
derechos humanos han dejado de funcionar, especialmente en el
contexto palestino, en el que la ocupación israelí
sigue estando exonerada de responder al derecho internacional,
al tiempo que EEUU le provee de todas las razones que necesite
para justificar prácticas que lindan con el terrorismo
de Estado.
Sabemos que la herida de los norteamericanos es
profunda, y sabemos que este trágico momento es un tiempo
para la solidaridad y el dolor compartido. Pero también
sabemos que los horizontes del intelecto pueden atravesar paisajes
de devastación. El terrorismo no tiene territorio ni fronteras,
no reside en una geografía propia, su casa es el desencanto
y la desesperación.
La mejor arma para erradicar el terrorismo proviene
de la solidaridad de la comunidad internacional, del respeto
al derecho de todos los pueblos del planeta a vivir en armonía,
de la reducción de la sima cada vez más profunda
entre el norte y el sur. La manera más efectiva para defender
la libertad es haciendo totalmente realidad el significado de
la justicia. Las medidas de seguridad por sí solas no
son suficientes, puesto que el terrorismo extiende sus redes
a múltiples naciones, y no reconoce fronteras. No puede
dividirse al mundo en dos sociedades, una para los rebeldes y
otra para los oficiales de la ley. Pero nada, nada justifica
el terrorismo.
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